Día 3 (Tarde): El allanador de moradas.
En el capítulo anterior nuestros queridos inútiles al parecer se olvidaron de que antes eran un grupo de siete y continuaron haciendo vidas normales exceptuando a Jaime que parece que es el único que se preocupa en reunificar el grupo porque el autor es así de ególatra y mala gente. Se me olvidaba mencionar que hace unos 10 capítulos fueron a un pueblo franchute en el que fueron acosados, timados e insultados.
Ahora sí, después de poner mi contrato como narrador en peligro, dentro capítulo.
***
Una vez que el grupo de Ivanov descubrió a Jaime en el restaurante, Juan y Ángel salieron en su persecución mientras Ivanov y Bratislava esperaban a que Edelberto les entregara toda la lista de casetas.
—Oye, Ángel. Entonces, ¿Qué tenemos que hacé? —preguntó Juan mientras se ajustaba la mochila táctica de Ivanov.
—Supongo que perseguir a Jaime... pero no tengo ni idea de hasta dónde.
—Imagino que irá a ver a sus amigos. ¿Y después qué? ¿Los noqueamos y los llevamos con Ivanov, así de fácil?
—¿Así de fácil? No sé, esto es una locura. —Ángel miró a su alrededor, incómodo con la idea.
—Es lo que haría el ruso, ¿no? —dijo Juan, encogiéndose de hombros.
Siguieron a Jaime en silencio durante unos minutos, hasta que Juan rompió el silencio, visiblemente nervioso.
—¿No te da mal rollo, tío? Estamos siguiendo al tipo que pudo con Ilario, Chloe y Daniel. Este pavo puede estar perfectamente mal de la cabeza y matarnos a los dos.
—Seguro que no está peor que el ruso y ambos seguimos vivos por lo que... podemos continuar.
—Ya pero no sé. Hay algo raro en él que me da mala espina.
—Puede que sea la mirada que nos echó cuando marchó de aquel restaurante.
—Siii, tío, daba puto miedo. Hermano, te juro que ahora me estoy rallando —dijo Juan sin parar de darle vueltas—. Vamos a ver qué mierda lleva la mochila táctica del Ivanov por si acaso tenemos que defendernos.
En ese momento Ángel le detuvo de ponerse a mirar la mochila.
—No hagas el tonto aquí, podríamos hacer ruido.
—Pero...
—Primero sigámosle, y luego ya vemos cómo nos enfrentamos.
—Vale.
Comenzaron a seguirle en silencio por unos instantes hasta que Ángel le habló a Juan nuevamente.
—Oye, ¿Tú viste cómo dejó la caravana de Chloe? La intentó sacar de la carretera cuando salían de Sierra Nevada.
—Puto loco. Y les ganó el juicio ¿sabes?
—Porque grabó lo que le interesaba del accidente y nadie de esos tres tenía nada para contrarrestarlo.
—Es que es un cabronazo, le via meté un patadón en la cabeza azín —le dio una patada al suelo levantando bastante nieve.
—Shhh no alces tanto la voz. —Ángel intentó calmarlo para evitar llamar la atención de Jaime, que se encontraba bastante lejos.
***
—Entonces, Atún, ¿Cuáles son tus sueños a futuro, querido amigo felino? —dijo Sergio tumbado en la cama con la botella de whiskey debajo del brazo. El gato estaba a su lado apoyando su cabeza en el hombro de Sergio.
—Maaaao
—Me parece adecuado. Casarte con una dulce gata es lo mejor que puedes hacer, mi pequeño felino. Aunque cuidado porque hay mucha puta suelta.
—¿Miau?
—Ah, yo voy a ser guarda forestal, o alguna pollada así. Este año entro en la universidad. Ingeniería. Me van a dejar el culo como un bebedero de patos. Pero estoy dispuesto a asumir mi destino.
El gato se puso a ronronear cuando Sergio le acarició la cabeza. Pero después de un rato le dio un manotazo, se levantó de golpe y se fue corriendo de la cama.
—Putos venazos de los gatos. Anda a tomar por culo.
***
Después de esperar un rato, Edelberto llegó a entregarle el mapa a Ivanov y Bratislava que estaban esperando impaciente.
—Pos tome usté, Ivanof, aquí tiene el mapa. He puesto las cabañas que están justo al lado de rutas, esas son perfectas pa trasnochar. También he marcado las ocupadas actualmente pa que no te topes con gente que están en casas pagás. Que ya te he calao yo a ti el rollo comunista.
Ivanov levantó la ceja y dejó caer el vaso de vodka encima de la mesa
—¿Perdón?
—Que tienes la hoz y martillo en la gorra esa ridícula que me llevas.
—Ushanka —dijo el ruso sujetando el vaso de vodka muy fuertemente—. ¿Tú ser sucio gordo capitalista?
—Ave, poh claro, ¿No veh que aquí se come? —dijo con un tono provocativo.
El ruso dio otro golpe en la mesa, se levantó y tiró el vaso de vodka contra Edelberto rompiéndose en el pecho del hombre.
—¿¡Pero qué cojones haces!?
—¡Tú tocar huevos a Ivanov y Ivanov responder! ¡¡Yo cagarme en madre tuya puta!!
—¡¡¡Ivanov!!! —gritó Bratislava avergonzada—. ¡Vámonos! Que vamos a acabar mal —Bratislava se trató de llevar al ruso de la mano hacia la puerta del local, cosa que lo consiguió mientras el ruso continuaba insultando a Edelberto.
—Comunista de los cojones... —Edelberto se estaba quitando los restos de cristales del pecho mientras Bratislava lo intentaba sacar de ahí entre gritos del ruso.
—¡¡¡CARIÑO SACA LA ESCOBA!!! ¡¡¡Que a este me lo cargo yo!!!
—¡¡YO QUEMAR LOCAL CON TODIOS DENTRO, RITZOSKA!! ¡CYKA BLYAT KAPITALISTICHESKAYA! ¡¡DURAK!! ¡¡¡NEZHENKA!!! —maldecía mientras Ivanov salía del local.
Edelberto aún se estaba recuperando del golpe cuando se dirigió hacia Ivanov.
—¡¡A MI NO ME HABLES EN POLACO!! Me voy a cagar en toa tu puta madre —le lanzó una silla a Ivanov cosa que este la partió con un golpe de rodilla—. Nechsenca me dice el subnormal ¡¡¡TIRA PA YA!!! ¡¡¡Que pa se comunista eres una puta rotonda con patas!!
En ese momento apareció la esposa de Edelberto que sin dudarlo le partió una escoba en la cabeza a Ivanov, y Edelberto lo empujó fuera del local, cerrándole la puerta en su puta cara.
—¡¡YO INVADIR ESPAÑA A BOMBAS NUCLEARES!! ¡¡¡CHERTOVA SVIN'YA!!! ¡¡¡Der'movaya kapitalisticheskaya strana!!!
Ivanov se levantó y dio una patada fuerte a la puerta ladeándola y agarró a Bratislava fuertemente del brazo llevándosela hacia la cabaña.
—¡¡Ir!!
—¡¡Ah!! —gritó la chica sorprendida por el tirón de brazo.
***
Una vez en la cabaña de Ivanov, éste desplegó el mapa y comenzó a observarlo detenidamente casa por casa. Mientras, Bratislava estaba sentada al lado suya señalándose el brazo dolorido por el tirón de antes.
—Bratislava —dijo observando el mapa. Esta se acercó—. ¿Cuál significado de mierda esta?
—Eh... ¿Privado? —el ruso asintió—. Pues que no puedes entrar ahí porque una persona ha pagado y ahora es de su propiedad.
—Propiedad primada no existir. Todo ser de todios nosotrios.
—No, porque si alguien ha pagado por ell...
—¡¡Propiedad pretada ser de perra capitalistia!! ¡¡Tú hacer caso o yo prender fuego cosas ya!! Ritzoska —añadió casi sin aire.
—Vale, vale —suspiró la chica—. ¿Entonces cual es el plan?
—Tú venir conmigo a profanar cabañas apretadas hasta dar con cabaña de Jaison.
—Y una mierda, yo no voy a entrar en propiedades de otra gente... —mientras la chica hablaba, Ivanov se levantó y se dirigió a su cuarto—. Porque a mi padre unos gilipollas de mierda le okuparon su casa que teníamos en Chiclana y pos ahora estamos hasta el culo de juicios y mierdas por el estilo...—el ruso llegó con una garrafa de gasolina y un soplete y comenzó a abrir la garrafa. La cara de Bratislava cambió completamente—, que hacen que ame el comunismo y la okupación ilegal tanto como usted —dijo con una sonrisa.
—Así me gusta, camarrada. Nosotrios deber apoyarnos el uno al otro en una colisión basada en paz y libertad. Slava Sovetskoko Soyuza. —alzó el puño.
—Que huevazos tienes —susurró.
—¡¡Yo oírte!!
***
Mientras Mireia esperaba bastante incómoda debido a lo ocurrido en el cuarto de baño hace pocos minutos, Braulio estaba acabando de hacer cosas. De repente sonó la cisterna del váter y Braulio salió de la puerta, observando a Mireia con la mirada fijamente hacia él.
—¿Qué? —dijo incómodo
—Tus muertos. Puto gremling pajero —dijo yendo al cuarto de baño—. Voy a cagar —añadió dando un portazo.
Pasaron unos minutos y Mireia volvió a salir del cuarto de baño observando nuevamente a Braulio fijamente y este reaccionó.
—Bueno a ver, no sé que más quieres que te diga.
—Te he visto el rabo, y cómo lo agitabas. Necesito olvidar esta información.
—La culpa es tuya por no llamar a la puer...
—¿¡Y por qué no pusiste el pestillo!? —dijo enfadada.
Braulio se quedó en blanco.
—Tenía demasiado estrés acumulado. A parte, ya estamos en paz. Ayer olí tus fluidos vaginales en el sofá, y tu me viste hacerme una manuela. No hay reproches.
—¡Yo no tengo la culpa de que viniera un ruso buenorro!
—Y yo tampoco de que entres sin llamar.
—Pos vale —dijo Mireia sentándose lejos de él en el sofá.
—Pos me voy y que te den
—Pos no me importa.
—Pos gilipollas.
—Pos tus muertos. Y que te aproveche con tus cerdas francesas —tras decir esto, Braulio cerró la puerta de la cabaña muy agresivamente dejando a Mireia esperando sentada.
***
Mientras tanto, Jaime estaba llegando al parking donde tenía la caravana, cuando se encontró con el marica puto.
—¡Holiwiiiiiiis! —dijo saludando abriendo y cerrando la mano—. ¿Todo bien, bebé?
—Ostia puta lo que faltaba—dijo para sí mismo—. Ah... eh... sí, voy a salir un momento con la caravana —dijo con cierto tono de asco.
—Pues ten mucho cuidadito. Siempre smile. Recuerda que cada diíta tiene 24 horitas para que las aproveches al máximo—decía mientras Jaime iba aligerando el paso hacia la caravana—. Super happy saturday, bebé, que todo vaya super cool —dijo dando saltitos despidiendo a Jaime.
—Bffff. En estos momentos hecho de menos a Franco—dijo avanzando a la caravana.
Justo entonces, detrás de unos árboles, asomaron las cabezas de Juan y de Ángel.
—¿Voy a salir un momento con la caravana? ¿A donde cojones va el notas este? —susurró Juan escondido detrás de un árbol. En otro árbol pegado a él estaba Ángel.
—No sé ¿Quizá va a algún sitio con la caravana?
—No me jodas, Ángel —dijo reprochándole semejante obviedad.
—Yo que sé, podría simplemente coger una cosa de dentro.
Ambos se asomaron y vieron a Jaime subirse a la caravana en el asiento del conductor.
—Que no, subnormal, ¡Que se va! —dijo Juan separándose del árbol—. ¿Tienes las llaves de la furgoneta del ruso?
Ángel las sacó de su bolsillo y esperó a que Jaime cerrase la puerta para pulsar el botón de encendido del llavero. La furgoneta comenzó a iluminarse y a sonar el himno soviético remix mientras las luces de la furgoneta comenzaban a rotarse cosa que alertó a ambos.
—¡Joder! —Juan abrió la puerta de piloto y la furgoneta dejó de sonar. Ángel se sentó de copiloto.
—¿Crees que habrá alertado a Jaime?
—No lo sé. Esta furgoneta llama demasiado la atención. —dijo cerrando la puerta y esperando que Jaime saliera del sitio.
—No me jodas, cualquier furgoneta roja con símbolos comunistas y un wallpaper de Hitler besando a Stalin es cantosa. —dijo bastante mosqueado.
—No tenemos otra furgoneta, salgamos de aquí y sigamos a Jaime lo más lejos que podamos.
—Joder, verás tú como se de cuenta. Nos hace picadillo.
—Juan, deja de tenerle miedo, somos dos contra uno.
Juan dio un golpe encima del salpicadero del coche.
—¡Y él es alguien muy peligroso! No sé si leíste el historial que nos dio Chloe e Ilario. Vendedor de drogas desde los 14 años, alcohólico, terrorista en potencia, agresivo...
—Espera, espera ¿¡Cómo que terrorista!?
—Cojones, Ángel, ¿no te contó Ivanov que fabricó explosivos?
—Ostia ¡Sí! y que fueron por la noche para lanzárselos a Ilario, Daniel y estos pero que no explotó por la humedad o alguna cosa así.
—Exacto. Aún sigo con miedo de lo que hubiera pasado si...
—Es que puro terror, hermano. La caravana hubiera parecido una lasaña. Entre planta y planta, boloñesa
—Con lo bien que me caen Chloe e Ilario. Ya hay que tener mala fe para hacer algo así.
Ángel trató de calmar a Juan que era quien llevaba el volante y estaba más nervioso.
—Bueno, ahora mismo debemos quedarnos en que vamos a perseguirle y él no sabe nada. No sabe quienes somos, por qué estamos aquí y que le estamos persiguiendo. Malo será que tenga una bomba de clavos en el maletero de ese cacharro.
—Tratamos con expertos, Ángel, expertos y asesinos. Debemos estar siempre lo más alerta posible.
Jaime desapareció del parking, y Juan y Ángel salieron detrás de él.
***
Mireia se quedó sentada en el sofá, sacó el móvil de su bolsillo y comenzó a hablar por Whatsapp con Miriam un buen rato hasta que Sonia entró por la puerta mientras contaba los billetes que acaba de recibir.
—De puta madre, 200 euros en negro —dijo dirigiéndose directamente a su mochila para guardarlos
—Hija de puta. Comparte
—De hija de puta nada que esto va para el banco —dijo guardándolos en un monedero que tenía con candado.
Mireia se levantó curiosa por esa declaración.
—¿Debes dinero?
Ella se encogió de hombros.
—Algo de dinero. También irá para mi hermano supongo. Dentro de poco es su cumpleaños.
—Qué buena hermana eres.
Ella la miró algo triste y asintió.
—Bueno, se intenta —dijo con una sonrisa—. ¿Tú qué tal estás? He visto a Braulio salir hace nada con los franchutes estos.
—¿A dónde?
Ella se encogió de hombros indiferente.
—Ni puta idea. Pero he conseguido esto —dijo sacándose un par de bocatas de la mochila y ofreciéndole uno a Mireia.
—¡Ooooooh bocataaa! —dijo bastante emocionada—. ¿De dónde lo sacaste?
—Había un par de los porretas esos que no tenían pasta para pagarme, así que le cobré el resto en bocatas —añadió dándole un muerdo con ansias—. Para que veas que no soy tan hijaputa también pensé en Braulio y tengo un tercer bocata.
Ella comenzó a reír.
—Pues que no tarde mucho que entonces me lo zampo yo.
—Los cojones. Debo cuidarle que es muy buen amigo de Jaime, aunque me caiga medio mal.
En ese momento Braulio volvió a entrar en la cabaña, cosa que hizo que ambas diesen un rebote por haber entrado bastante brusco, aunque estaba algo más calmado. Solo un poquito.
—Hola.
—Joder, que susto —decía Sonia acercándose un poco a mirar.
—Perdón —se disculpó.
—No pasa nada. ¿Qué tal?
—Bien—se encogió de hombros—. Venía porque os quería comentar una cosa.
—¿El qué?
Braulio avanzó por el pasillo hasta llegar el salón donde estaban las chicas.
—Los franceses se van a ir en nada, quiero seguirles.
—¿Ya encontraste a tu putita francesa? —preguntó Mireia enarcando una ceja.
—Enseña foto ya, quiero juzgar —añadió Sonia chasqueando los dedos.
—Que no, cojones. Me refiero a que van a continuar su excursión.
Sonia lo miró ligeramente extrañada.
—¿Y qué vas a hacer? ¿Vas a desertar?
—Precisamente voy a seguirles para ver si una de esas rutas pasa por donde están nuestros amigos. Vosotras os quedáis aquí por si acaso viene alguien más del grupo. Si veo que se alejan demasiado me doy la vuelta
—Bien pensado. Pero ponte algo que no sea ese traje para ir a una excursión de montaña, haz el favor. Quiérete un poco, cojones.
Braulio volteó los ojos desesperado.
—Vooooy —dijo subiendo las escaleras para cambiarse.
—¡Y no te pierdas tú solo que entonces sí que las cagamos!
—¡¡¡Cállate!!!
—No te enfades, cariño. Luego cuando bajes te doy un bocata y un vasito de agua. ¿Lo quieres con pajita?
En ese momento Mireia comenzó a descojonarse para sorpresa de Sonia. Braulio se asomó de la buhardilla visiblemente enfadado.
—Con pajita JAJAJA —dijo haciendo el gesto de una gayola.
—¡¡¡Hija de puta!!!
—¿Pero qué cojones? ¿Yo ahora qué he dicho? —dijo totalmente confundida.
—Luego te cuento —comentó, ahogada de la risa.
—¡¡No cuentes nada!! —gritó Braulio. Acto seguido se volvió a meter a su cuarto.
—Luego me cuentas —asintió Sonia susurrando.
***
En ese momento, Juan y Ángel continuaban siguiendo a Jaime por la carretera, él estaba bastante lejos, mientras que estos trataban de no perderlo y que no se diera cuenta.
—¿Si se da cuenta, qué hacemos? —preguntó Juan, situado en el asiento del conductor.
—No se va a dar cuenta, tú mantén las distancias y no te pongas nervioso
—¿Que no me ponga nervioso? —lo miró brevemente suspirando—. Ángel, tenemos una caravana tintada de rojo con Stalin y Hitler dándose un beso en la boca. ¡Es lo más cantoso y hortera que hay!
—¡Culpa de eso al puto ruso! Yo quería algo discreto ¿Vale?
—Joder, vaya mierda de trabajo.
—Cállate y písale un poco. Se va a alejar demasiado.
Continuaron avanzando por la carretera lo más distanciados posible con Jaime, pero bajando por los pirineos, la carretera comenzó a serpentear, y las curvas hacían que mantener contacto visual con Jaime se complicase.
—¡Lo estoy perdiendo, Ángel!
Él, tratando de mantener la calma continuó mirando al frente.
—Juan, lleva una caravana, no un bugatti, no va a desaparecer de repente.
—¡Este tío es capaz de convertir un triciclo en un bugatti! —alzó la voz más nervioso—. Se ha dado cuenta y está haciendo la táctica del despiste para que nos estrellemos!
—¿Cómo cojones se va a dar cuenta, Juan? ¡Ni siquiera sabe que lo estamos siguiendo! Estamos bajando una montaña. Mantente firme y concéntrate.
—¡Por eso mismo! Con tanta curva se puede desviar en cualquier momento y no lo veremos.
Ángel se enfadó y dio un golpe en el reposabrazos
—Aquí el único desvío que hay es despeñarse los pirineos abajo, Juan. ¡No me toques los cojones!
—¡Qué sí coño! ¡Que te lo digo yo! Que este tipo es como Houdini, es capaz de tirarse los pirineos abajo en el punto justo para dar con un lago y escapar de nosotros.
—¡Si no paras de decir gilipolleces voy a hacer que seas tú quien se despeñe por un barranco! ¡¡Me tienes hasta los cojones!!
—Bueno, vale, pero como pase, te lo advertí. Que estamos siguiendo a alguien mu chungo.
En un desvío hacia la derecha que iba hacia Bolquère, Jaime puso el intermitente y giró, parándose en el stop del cruce.
—¡¡¡Ángel!!! ¡¡¡Ángel por la santa madre de la virgen de Guadalupe!!! ¡¡¡Que se ha parado en medio de la carretera!!! —decía gesticulando demasiado
—Es que tiene un stop, gilipollas.
—Pos yo también me paro aquí mismo, ¡Nos va a ver!
—Es que ya nos ha visto puto subnormal, está esperando a que pases ¡¡Tira hacia donde va él!!
—Es un tío peligroso, Ángel. Los tíos peligrosos no hacen stops, hacen lo que les sale de los cojones
—Sí, pero no se paran en medio de la puta carretera ¿¡Quieres ir por donde él va!? ¡¡No me seas cagado!!
***
Jaime se encontraba mirando por el retrovisor al mismo tiempo que cambiaba de canciones.
—Ostia, qué guapo, una caravana comunista JAJAJA. Voy a hacerle foto para Sergio —dijo sacando el móvil y apuntando hacia ellos. Pero en ese momento la caravana se puso detrás de él.
***
—¿¡Nos ha sacado una foto!? —preguntaba Juan cada vez más nervioso.
—No, Juan, sigue conduciendo anda. Que ahora en el pueblo sí que podemos perderle.
—Ángel, tengo miedo, démonos la vuelta.
—¡¡Deja de hacer el gilipollas, el ruso nos va a matar!!
Juan quiso dar media vuelta, pero Ángel le sujetó el volante en dirección a Bolquère.
—¿Y si nos mata él?
—Pues estamos muertos de todas formas, sigámosle a ver qué pasa.
—Que va a poner nuestros órganos en Wallapop, maldita sea. Piénsalo, Ángel, una retirada a tiempo también es una victoria.
—¡¡¡Que dejes de hacer el puto gilipollas!!! ¡¡Tira hacia el pueblo!!
Juan obedeció a regañadientes y siguió la caravana de Jaime por el pueblo.
***
Mientras tanto, Ivanov se encontraba junto a Bratislava justo en una de las casas que marcó Edelberto que estaban ocupadas. En un momento en el que ella estaba tensa, él con total calma desplegó el mapa del señor del bar.
—Bratislava —inquirió Ivanov señalando la casa—. ¿Esta casa ser pretada?
—Sí, es privada —respondió algo confusa.
Antes de que Bratislava pudiera reaccionar, Ivanov dio una potente patada a la puerta justo donde se encontraba la cerradura. Rompiéndola de un golpe.
—Expropiada, podemos entrar.
—¡¿Pero qué cojones haces?! ¡Eso es un delito! —Bratislava gritaba, escandalizada—. ¡¿Y si hay gente adentro?!
Ivanov apenas prestó atención, estaba a punto de sacar su esparadrapo de silenciar gente cuando, de repente, se quedó quieto. En el salón, un hombre mayor en calzones los miraba con los ojos abiertos de par en par, petrificado. Bratislava se quedó mirando con él tratando de retroceder muerta de la vergüenza. Después de unos segundos de silencio incómodo, el anciano se tiró detrás del sofá en un ataque de pánico.
—¡AAAAAAAAAAAAAAAA!
—Puta madre, cabaña equivocada, nosotrios deber ir a otra.
Sin darle tiempo a procesar lo que acababa de pasar, Ivanov la agarró del brazo y comenzó a arrastrarla hacia la salida, mientras ella seguía lanzando improperios a todo pulmón.
—¡¡Me voy a cagar en todo, maldito ruso de mierda!! ¿¡Qué cojones estás haciendo!? ¡Acabas de cometer allanamiento de morada y desperfectos en vivienda ajena! ¡Estás como una maldita cabra mhmhmhmmmmm!
Ivanov le colocó un cacho de esparadrapo en toda la boca. Callando a la chica.
—¡¡Nosotrios salir de aquí antes de que vengan refuerzos!!
—¡Hmmmmhmhmhmmm!
—¡Tú callarte ya!
***
Tanto Jaime como Juan y Ángel llegaron a Bolquère, Juan seguía a Jaime cautelosamente por las calles del pueblo hasta verlo aparcar en una farmacia.
—¿A una farmacia? ¿Para qué narices va a ir a una farmacia?
—Cállate y gira en esta calle a la derecha. Debemos salir del coche, y esperar lejos de él a que salga.
—Sí, lejos, muy lejos.
Estuvieron esperando, en silencio, por unos minutos hasta que saliera de a Durante ese tiempo Juan estuvo en tensión y dando vueltas de aquí para allá mientras que Ángel permanecía inmóvil viendo a Juan moverse sin descanso.
—¿Sabes que por mucho que te muevas no va a cambiar la cosa, no?
—Sí, sé que esto es poco profesional pero es que no puedo, esto es como el momento ese en el que Blancanieves se enfrenta a la madrastra.
—¿En Blancanieves había madrastra? —preguntó Ángel extrañado intentando recordar.
—Sí, coño, la que la envenena.
—Ah... —asintió Angel—. Espera. ¿Cuándo se enfrenta a la madrastra? Si lo que hay es un tío que le da un beso y la despierta.
—Ah... pues eso sería en Cenicienta.
—De esa creo que ni me acuerdo. A mí la que me gustaba era el Rey León.
—Es verdad, yo hace la tira de tiempo que no la veo ¿Cuándo volvamos nos vemos la life action esa? Sé que es una mierda, pero por ver algo.
—Vale —Ángel se encogió de hombros mientras Jaime pasaba de largo con una bolsa de caramelos y se montaba en la caravana.
En seguida Juan se dio cuenta y se puso histérico.
—¡Ángel que se escapa! ¡¡Corre a la caravana!!
Este se lanzó y le tapó la boca.
—¡Pero no grites, cabezón, anda sube y tira!
Juan se fue a subir a la caravana, pero Ángel le dio un tirón del hombro.
—Esta vez YO conduzco. Que tu eres un paquete y un cagao.
—Bueno vale, pero no te me pongas así. Que soy muy sensible a los tirones. A ver si me vas a dislocar el hombro que luego arreglarlo va a costar lo...
—Juan ¡¡CÁLLATE!!
***
Mientras, Bratislava, agotada por el esfuerzo, e Ivanov, que se encontraba nuevamente desplegando el mapa, sacó un rotulador táctico, (es táctico porque es rotulador más navaja suiza) y tachó la cabaña que acababan de visitar. En una de las posiciones del mapa junto a un lago se observaba un corazón con una M bien grande.
—¡Trae para acá ese mapa! Maldito ruso chiflado.
—¿Tu ayudar a expropiar casas? —dijo asomando la cabeza por encima del mapa, algo más calmado
—Yo querer irme a casa ya, ritzoska.
—Como tú volver a copiar ritzoska, tú quedarte sin cena.
—Vale vale, no lo utilizo. Por cierto. ¿Qué significa eso?
—Tu callar y descifrar mapa en lenguaje indomable. —dijo otorgándole un mapa agresivamente—. Y rápido que nosotrios deber hacer muchas cosas antes de anochecer.
Bratislava frunció el ceño al ver el mapa.
—Ivanov, esto es la Unión Soviética
—Fallo mío —dijo quitándole el mapa de la URSS y entregándole el de el complejo—. ¡Ahorra tú darte prisa!
—Vale pero tranquilito —la chica miró detalladamente el mapa y al mismo tiempo miraba a su alrededor—. Bien, estamos... yo diría que aquí, puesto que esas montañas de allí, son las que veo justo aquí, y la cabaña de la cual hemos huido está justo a nuestro lado.
—¡Más rápido! ¡¡Casas no allanarse solas!!
—Que sí, tu confía. Escucha, nos hemos ido a tomar por culo. Literalmente tenemos que rodear esa montaña de ahí para llegar a donde queremos ir, por aquí la siguiente cabaña está a 10 kilómetros.
—¿Cómo que rodear montañas? —dijo enarcando una ceja y frunciendo el ceño
—Pues siguiendo el camino. ¿No os enseñan eso en la madre Rusia? —se atrevió a vacilar con una sonrisa
Ivanov, orgulloso, se señaló a sí mismo con el dedo.
—En madre Rusia nosotrios no rodear montaña como marricas acomplejados, nosotrios escalar montaña.
—Ya, pues en madre España sale más barato rodearla, además es más cómodo y... —Bratislava dejó de hablar cuando vio a Ivanov hurgar en su mochila y sacó dos pares de piolets—. ¡No me toques los cojones maldita sea! No voy a subir la puta montaña con...
—¡¡¡Vamos!!! —dijo tirando de ella del brazo.
—¿No sería mejor encontrar un camino que...?
—¡Caminante no camino, caminante caminar!
—¿¡Y qué ostias significa eso!?
—¡Calla y camina, caminante!
*2 horas más tarde*
Jaime ya se encontraba llegando al aparcamiento de las caravanas con la bolsa de caramelos hall en la mano para el dolor de cabeza de Sergio, las botas nuevas y la comida en la mano. Se bajó de la caravana, insultó al marica que estaba en recepción y se dirigió nuevamente a la cabaña donde estaba Sergio. A unos pocos metros atrás, se encontraban Juan y Ángel siguiéndolo lo más cautelosos posible detrás de un matorral.
—¡Pudimos haberlos esperado en el aparcamiento y nos ahorramos toda la maldita parafernalia esta! —dijo Juan para sí mismo.
—¡No hables tan alto que nos va a oír!
—Técnicamente ya podríamos asaltarle ¿no? —preguntó Juan algo tembloroso.
—No, todavía no. Nos tiene que llevar a su madriguera.
—¿Qué madriguera ni qué ostias? Estamos secuestrando, no cazando conejos. Escucha. Somos dos, le damos un golpe por la espalda y nos lo llevamos a la cabaña de Ivanov, y ahí que largue lo que sea. Mira en la mochila táctica del ruso a ver qué hay.
—Juan, te estás precipitando. Si dependemos de que hable, puede engañarnos fácilmente. O llevarnos a otros sitios. Es mejor ver a dónde va.
—¿Y si nos lleva con sus amigos? —dijo visiblemente molesto por no hacer entrar a Ángel en razón—. Ahí dejamos de tener ventaja numérica. Es mejor darle ya el porrazo ¡Lo tenemos ahí delante y no hay ningún testigo que...! —Comenzó a apretar los puños y a hincharse la vena en el cuello hasta que Jaime se dio la vuelta.
—Shhhhh —Ángel le tapó la boca inmediatamente, observando una cara de enfado en él que acojonó a ambos.
—Ostia... —dijo Juan pasando a estar asustado y desinflándose la vena.
Estuvieron unos segundos en completo silencio detrás de unos matorrales rezando por su vida hasta que vieron a Jaime continuar su camino.
—Joder Juan —susurró Ángel.
—Perdón. Esperamos... esperamos. Lo mismo se sublevan sus amigos buscando escapar de su yugo.
—Vamos a quedarnos aquí por un tiempo hasta que baje de nuevo la guardia.
***
Mientras tanto, Sergio estaba tumbado en el sofá con la botella de whiskey bajo el brazo hablándole al gato.
—Yo ahora mismo estoy en un momento de mi vida —dijo dándole un trago al whiskey—. En el que no tengo ni puta idea de lo que estoy haciendo, ¿sabes? En plan, sé que estoy haciendo algo, y que voy a hacer algo. Pero no estoy de acuerdo, ni me gusta, ni tampoco sé si me gustará lo que voy a estudiar.
—Maaao
—Sí, sé que una opción es hacer lo que me da la gana y estudiar lo que yo quiera. Pero es que el que pone el dinero es mi padre, ¿sabes? Y es de esos que piensan que hay que hacer una carrera de verdad. Entonces tampoco estoy para contrariarle mucho. Pero vamos que en cuanto tenga dinero me largo de ahí.
Sergio le volvió a dar un trago al whiskey solo que se atragantó y tuvo que incorporarse a toser bastante fuerte. Esto ahuyentó al gato, que se encontraba encima de su panza. Su tos era bastante seca y fuerte, lo que lo acompañó con otro trago de whiskey.
—Joder, acabo de quitarme el atragantamiento de whiskey con más whiskey. Soy un puto genio.
—Miau —dijo el gato volviendo a estar cerca suya, restregando su cuerpo por su pierna.
—Hermano, acabo de pillar una peda... ¡Se habla bien contigo! ¿Eh? Escuchas muy bien.
El gato simplemente volvió a restregarse y Sergio vio que la candela tenía muy poco fuego.
—Voy a quemar más cosas que este cabrón no viene y la candela está empezando a consumirse. Siempre tengo frío. Me cago en la puta.
***
Sonia y Mireia permanecían en silencio, cada una concentrada en lo suyo. Sonia, distraída, sacó una botella de agua de su mochila y le ofreció a Mireia, que aceptó sin despegar los ojos de la pantalla.
Al guardar la botella, Sonia se dio cuenta de algo importante.
—Mireia... —dijo, rompiendo el silencio.
—¿Qué pasa? —preguntó Mireia, alzando la vista, algo sorprendida.
—¿No tenías algo que contarme?
Mireia parpadeó, como si intentara recordar.
—¡Ah, sí! —exclamó de repente—. ¡Chisme con Braulio! —y silbó dramáticamente, acompañando con un gesto de llamada con la mano.
Sonia alzó las cejas, aquello despertó su curiosidad.
—¿En serio? ¿Braulio? ¡Cuenta, cuenta!
—Te lo cuento, pero... ¿salimos afuera? Me estoy asfixiando aquí dentro.
Sonia asintió.
—Claro. ¿Qué tal si volvemos a la barca? —preguntó con una sonrisa traviesa.
Mireia la miró, arqueando una ceja con desconfianza.
—Solo si prometes que esta vez no acabaremos varadas sin remos y no me caeré al agua. No he traído más ropa de repuesto.
Sonia soltó una risa.
—Prometido. Esta vez los remos no se nos olvidan —dijo, levantándose de forma exageradamente animada.
—Que lo sepas, si me salpicas o pasa algo raro, me largo —advirtió Mireia, siguiéndola hacia la puerta con una mezcla de humor y precaución.
—Tranquila, fue un lapsus mental... culpa de una embolia o algo así. Esta vez será distinto. Además, gracias a eso, tuviste una mañanita bastante entretenida —le guiñó un ojo con picardía.
Mireia se encogió de hombros, con una sonrisa cómplice.
—Bueno, no te voy a mentir... tienes razón.
Sonia la miró con satisfacción.
—¿Ves? Al final contribuyo a tu vida amorosa.
Mireia se rió.
—Puto ruso, qué bueno estaba.
—Ay, qué envidia me das —se lamentó Sonia, riendo.
El cielo se teñía de naranja y rosa mientras caminaban hacia el lago. La luz del atardecer se reflejaba en el agua, creando una escena tranquila y casi mágica. Sonia acercó la barca a la orilla, mientras Mireia agarraba los remos.
—Subo yo primero —dijo Sonia con cautela, tambaleándose un poco al entrar—. Pásame los remos y luego te subes tú... con cuidado.
Mireia la siguió, algo más tensa, pero se sentó con suavidad.
—Menos mal que salió bien —dijo Sonia, suspirando aliviada mientras comenzaba a remar—. Me hacía ilusión un paseo tranquilo. En Barcelona me encanta hacer kayak en el mar, ¿te he contado?
—Mola —respondió Mireia, disfrutando de la brisa en su cara—. Yo siempre me lío con los remos. ¿Cómo lo haces tan fácil?
—No sé, es automático para mí. Lo aprendí de niña —dijo Sonia, con naturalidad.
Mireia se acomodó el pelo que el viento le había despeinado.
—Bueno, ¿te cuento ya lo de Braulio? Porque es buenísimo.
—¡Por supuesto! —exclamó Sonia, expectante.
—¿Te acuerdas cuando Braulio intentó ligar con esa chica francesa?
Sonia puso cara de sorpresa.
—¿Se la tiró al final?
Mireia soltó una carcajada.
—¡Qué va! Acabó yéndose al baño a hacerse una paja. Lo pillé infraganti.
Sonia dejó de remar y se echó a reír a carcajadas.
—JAJAJAJA, ¡qué fuerte! Pero... dime, ¿cómo la tiene? —preguntó, todavía riendo.
Mireia la miró con incredulidad.
—¡Sonia! ¡No seas guarra!
—Ah, por favor, ¡como si no fuéramos ya así!
Mireia negó con la cabeza.
—Bueno, sí, pero no a ese nivel.
—Pobre Braulio... está amargado. Tendríamos que buscarle una novia.
—Sí, porque su última relación fue un auténtico Chernobyl.
Sonia asintió, pensativa.
—A lo mejor, si le conseguimos una chica, deja de tenerme asco.
Mireia se rio, burlona.
—Podrías ofrecerte tú.
Sonia casi se atraganta con la risa.
—¿¡Yo!? ¡Ni de coña! Le saco una cabeza, y creo que hasta mi hermano pequeño es más alto que él.
Sonia remaba lentamente, pero notó que Mireia no se reía con las mismas ganas que antes. Su expresión estaba más apagada, más preocupada. Sonia la miró con atención.
—Ey, ¿te pasa algo? —preguntó con suavidad.
—No es nada —respondió Mireia, aunque su voz temblaba un poco—. Solo que... me ha venido el bajón. Estoy preocupada.
Sonia dejó de remar de inmediato, dejando que la barca flotara suavemente en medio del lago. Se inclinó un poco hacia su amiga, notando el miedo en su mirada.
—¿Es por nuestros amigos, no? —preguntó Sonia en un tono comprensivo.
Mireia asintió, mordiéndose el labio.
—Ya está anocheciendo... y ellos no aparecen. Les llamo y no hay cobertura, no sé qué hacer —su voz se quebró un poco mientras intentaba contener las lágrimas—. Tengo miedo de que... Braulio tampoco regrese.
Sonia respiró hondo, buscando cómo calmarla. Ladeó la cabeza, pensativa.
—Escucha, él sabe lo que hace. Ha seguido un camino claro... o bueno, más o menos claro —intentó bromear, sonriendo ligeramente—. Volverá. Si de aquí a la noche no aparece nadie más, iremos a buscarlos, ¿vale?
Mireia se secó las lágrimas rápidamente y asintió, aunque seguía tensa.
—Sí, pero no quita que esté preocupada. Quiero volver a estar con ellos, saber que están bien.
—No podemos hacer mucho más por ahora —Sonia alzó un brazo, dudando si abrazarla, pero lo dejó caer a su lado, insegura.
Se quedaron en silencio un momento, sintiendo la tensión entre ellas, sin saber qué más decir. El viento suave movía el agua del lago a su alrededor provocando un sonido que una y otra vez rebotaba en la barca.
—Oye, Mireia —dijo Sonia finalmente, rompiendo la quietud.
—¿Qué pasa? —respondió Mireia, mirándola con más interés.
—Llevo pensando en esto desde la mañana... Quería disculparme por lo que te dije ayer. Fui demasiado brusca cuando solo estabas preocupándote por mí.
Mireia se sorprendió, alzando una ceja.
—¿A qué viene eso ahora? —preguntó, un poco más animada.
Sonia soltó una pequeña risa, nerviosa.
—No lo sé. Solo... me vino a la mente lo mal que me sentí después. No quise ser tan agresiva contigo. No estabas haciendo nada malo, solo intentabas ayudarme.
Mireia la miró con suavidad, sonriendo un poco.
—No te preocupes. Entiendo que estabas incómoda, ¿no?
—Sí... —Sonia desvió la mirada hacia el horizonte—. Es que tengo muchas cosas encima, y a veces no sé cómo manejarlas. Me irrito y termino diciendo cosas que no quiero. No quiero hacerte daño... ni a ti ni a los demás.
—Te entiendo más de lo que crees —Mireia suspiró, acomodándose en el asiento—. Yo también he tenido mis problemas con la familia... aunque, por suerte, ninguno me ha llevado a huir de casa. Ni siquiera sé qué me haría tomar esa decisión.
—Créeme, no te lo recomiendo —Sonia bostezó, estirándose—. A menos que estés muy segura, es una decisión difícil.
Mireia la observó, relajándose un poco y acabó bostezando ella también. Lo que provocó la risa de ambas.
—Gracias por contarme todo esto.
—De nada. Bueno, ¿quieres seguir remando? —preguntó Sonia, cambiando de tema.
Mireia asintió y retomaron el paseo. A lo lejos, un grupo de pececillos nadaba bajo la luz del atardecer, lo que hizo que ambas sonrieran, olvidándose por un momento de sus preocupaciones. Sonia enseñó a Mireia a remar, y aunque al principio le costaba, poco a poco consiguió coger el truco.
—¡No está nada mal! —exclamó Sonia con alegría—. Solo mantén los remos más rectos, que se te están torciendo un poco.
—Esto es muy relajante —respondió Mireia—. ¿Repetimos mañana?
—¡Claro! —rio Sonia—. Pero mira, va a anochecer pronto, deberíamos dar la vuelta.
Cuando giraron la barca, ambas se quedaron perplejas al ver una columna de humo en la distancia, saliendo de una cabaña. Se miraron la una a la otra durante unos instantes.
—Sonia... ¿serán ellos? —preguntó Mireia, inquieta.
Sonia frunció el ceño, observando el humo con atención.
—No lo sé, pero puedo ir a comprobarlo.
—Voy contigo —dijo Mireia, con un toque de miedo en la voz.
Sonia negó con la cabeza, sonriendo.
—No, si vamos las dos y Braulio vuelve, se quedará solo. Mira, el tiempo es justo, déjame los remos.
Mireia, aunque dudosa, le cedió los remos.
—¿Pero y si te pierdes? —insistió.
—No lo haré —respondió Sonia con confianza, mientras comenzaba a remar rápidamente.
—Pero... —Mireia hizo una pausa, preocupada.
—Sé que te da miedo quedarte sola, pero no hay otra opción. Tengo unos 20 o 30 minutos antes de que anochezca. Si son ellos, nos quedamos tranquilos. Si no...
—¿Y si no son ellos? —preguntó Mireia, nerviosa.
Sonia sonrió, dándole un toque de humor a la situación.
—Si son ellos, me quedo a dormir. Si no lo son... también podría quedarme, depende de quién esté en la cabaña —bromeó, guiñándole un ojo.
—¿Quedarte sola con desconocidos? —Mireia la miró con incredulidad.
—No voy a ser la única a la que le sacudan el ganso, ¿no? —rio Sonia.
—¡JAJAJA! No me refería a eso, bruta. ¿No te da miedo?
Sonia la miró divertida.
—Como tú siempre dices: "Quien tenga miedo a morir, que no nazca".
Mireia sonrió, sacudiendo la cabeza.
—Tienes razón. Qué chica esta...
***
En el mismo plano temporal pero en un espacio diferente, Juan y Ángel continuaban siguiendo a Jaime. Subieron por un cerro para tenerlo localizado desde lo lejos e intentando no hacer mucho ruido. Luego tuvieron que bajar debido a que se fue por otro camino, perdiéndolo por unos instantes hasta que lograron encontrarlo de nuevo. Al fondo, ya observaban la cabaña donde estaba Jaime.
—Ya estamos. ¡Ya estamos cerca! —dijo Juan con cierta sed de venganza.
—No te emociones demasiado, vamos por este lateral, que nos verá menos.
Jaime estaba abriendo la puerta de la cabaña y entró dentro. Mientras Juan y Ángel estaban acercándose sigilosamente hasta esconderse detrás de un árbol medio podado por la tala indiscriminada que hizo Jaime para conseguir leña.
—¡Sergio! Ya estoy, traigo caramelos para... ¿¡Qué cojones estás haciendo con una botella de whisky?! ¿¡Y no compartes!? Me cago en la puta madre que te parió. Cojones ya.
—Este tío es como el ruso pero en lugar del vodka con el whisky. —susurró Juan.
—Cállate que no escucho bien
—¡Por fin estás aquí, sucia puta! —dijo eructando—. ¿¡Qué horas son estas de llegar!?
—Traigo tus putas botas, comida, he tenido que hacer 2 horas ida y 2 horas vuelta en coche para ir a un pueblo de la Francia profunda de mierda con farmacia para comprar las pastillas para tu dolor de cabeza. ¿Y ahora me vienes borracho y con exigencias?
—Tengo frío, he tenido que quemar sillas porque nos hemos quedado sin leña.
—¿¡LAS SILLAS!? ¡¡ERES IMBÉCIL!! —sonó algo roto.
—Hermano, le está dando como cajón que no cierra —susurró Ángel.
—Pobrecito. Está bajo su yugo.
—¡Pero mira que calorcito dan las putas sillas! He guardado dos, una para ti y otra para mí
—Tu puta madre calorcito ¡¡¡Tienes más leña en la entrada!!! —sonaron varias ostias—. Gilipollas
—Me dijiste que no saliera de casa. Ñeñeñeñe
(...)
—Oye, ¿intervenimos ya o les dejamos discutir un poco más?. Está interesante —comentó Juan
—Yo me estoy descojonando pero... ahora es el momento.
CONTINUARÁ
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