Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Día 2 (Mañana 1/2): Excursionista mal.

Aparece José María en un pasillo estrecho con las luces apagadas, se encuentra solo, había perdido a todos sus amigos en la excursión a la montaña que hicieron. Parecía una especie de pasillo de un almacén ya que al pasar por una ventana se encontró con varios bidones y suministros de cierta marca irlandesa. 

—¿Dónde cojones estoy? —se preguntó a sí mismo observando el lugar. 

Siguió avanzando buscando una salida, cuando de repente notó como todo se movía como si fuera el movimiento de las olas. José María se sujetó al marco de una de las puertas. 

—¿Qué es esto? 

—¿Cariño? —se escuchó a una voz femenina más al fondo del pasillo. 

—¿Cómo que cariño? ¿Qué fue esa zorra?

Mientras iba insultando continuó avanzando tratando de averiguar de donde provenían las voces. 

—Ven con nosotros, te estamos esperando. 

—¿Cómo que me estáis esperando? ¡No sé quien putas eres, pero aparece de una vez!

En ese momento una mujer algo gordita y corpulenta con una capucha abrió una puerta al fondo del pasillo, no se alcanzaba a ver bien el rostro. José María tragó saliva y se dirigió a donde estaba la mujer. 

—¿Q-quien eres? —preguntó bruscamente.

 La mujer le invitó a pasar. Era una sala bastante oscura con dos sillas en mal estado y una estancia gris en su totalidad. 

—Tu esposa, cariño 

Esta se destapó la capucha... ¡¡¡Era Ilario!!!

—¡¡¡Ah!!! ¡¡El marica de los cojones!!

José María intentó huir pero Ilario en seguida lo paró con la mano chocándolo contra la pared.

—Nuestro pequeño quiere verte. 

—¿Cómo que "nuestro pequeño"?

Antes de que José María pudiera hacer nada, de la silla bajó un niño de unos 4 años con rasgos tanto de Ilario como de José María, bastante corpulento, algo gordinflón,  desnudo y ... bueno... con una enorme polla erecta. Se dirigía a José María machacando semejante aparato con la mano a modo de maza. 

—¡¡Paapa... quiero jugar contigo!! —dijo con una voz exageradamente grave. 

—¡¡¡Oh, PUTA MADRE!!

José María estampó a Ilario contra la silla grisácea y avanzó corriendo por el pasillo hasta dar con una puerta que abrió de un golpe  y avanzó, sin embargo se paró en seco contra una valla al ver que estaba en mar abierto. 

—¿Qué cojones? 

—Ay papa, ya te tengo dicho que no me gusta que juegues al escondite. 

—¡¡¡No!!! No quiero jugar contigo.

José María le cerró la puerta en la cara del niño. Pero en seguida comenzó a sonar golpes y a abultarse la puerta con formas de pene. Estaba aporreando la puerta con la polla. 

—¡¡¡¡IHIHIHIHIIII!!!! ¡¡¡La tiene muy duraaaa!!! —José María comenzó a correr por la proa del barco gritando cosas y el niño de fondo con la polla haciendo el helicóptero y persiguiéndolo lentamente. 

De la nada apareció Ilario enfrente suya y sujetó a José María. 

—Vamos, no desilusiones a nuestro bebé. 

—¡¡Escúchame una cosa!! ¡No sé de donde cojones has sacado esta polla con patas pero preferiría que me cogiera un PUTO KRAKEN antes que...!

En ese momento un tentáculo enorme agarró a José María y se lo llevó a hacer cosas sucias al fondo del mar. 

—¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAA!!!!

***

—¡¡Ahhh!! ah, ah ah —José María se despertó de golpe mirando a su alrededor pero al poco tiempo volvió a dormir. 

***

El kraken tenía la cara del niño. 

***

—¡¡ME CAGO EN LA PUTAAA!! 

***

En el capítulo anterior nuestros queridos inútiles se pasaron bebiendo como las pedazo de zorras alcohólicas que son. Jaime estalló un cristal y se hizo un pequeño corte en la mano que ya está curándose. También hubo una guerra civil en la cabaña de Sonia, Sergio, José María y Mireia que se solucionó con diplomacia y un tratado de paz entre las dos partes beligerantes, para posteriormente dormir como marmotas hasta que Jaime decidiera que ya era hora del desayuno. 

—¡¡ZOOOOOOOORRAAAAAAAS!! —gritaba Jaime por la mañana despertando a Braulio y Fátima—. ¡Es la hora de despertaaaaarse! —le dio un cabezazo en la pared que daba al cuarto de Braulio. 

—Uyyyyyy ¡Que jostia le voy a meter! —decía Fátima molesta tapándose los oídos con la almohada. 

—¡¡¡Levanta tu maldito culo de la maldita cama!!!

En seguida Braulio salió de su cuarto ya vestido y apareció en el cuarto de Jaime y Fátima. 

—Por fin nos despertamos, ya era hora. Llevo desde las 9 despierto y son las 10.  

—Perfecto. ¿Fátima, me acompañas a la otra cabaña a despertar a mis pequeños hijos de puta? 

Fátima le sacó el dedo del medio a Jaime bastante molesta y este se encogió de hombros. 

—Pues voy solo. 

—¡Espera! —dijo Braulio—. Para estas cosas me apunto yo. Seguro que están todos dormidísimos. 

—Braulio, a veces eres un tremendo hijo de puta. Por eso me caes bien. 

***

—Vamos a ver. Hay varias formas de hacer esto —comentó Braulio tratando de desarrollar una estrategia camino a la cabaña. 

—Ajá —Jaime continuó andando. 

—Podríamos ir uno por uno o hacer algo... 

En ese momento Jaime abrió la puerta sin ningún tipo de cuidado y comenzó a gritar. 

—¡¡¡AAAAAAA!!! ¡¡¡PEDAZOS DE MIERDA, MOVED SUS PUTOS CULOS DE LA CAMA QUE NOS VAMOS A CULIAR RICO!!! 

Se escuchó un silencio por unos instantes en la cabaña hasta que José María abrió la puerta de su cuarto. 

—¿Alguien dijo culiar rico? —José María abrió la puerta de su cuarto—. Hmmm culito de negro para desayunar.

—Perfecto, ya tenemos uno despierto. 

—Soñé con que me violaba un kraken, créeme cuando te digo que estoy muy puto despierto. 

—Ostia puta, que asco —comentó Jaime pensando en ello. 

José María los miró asustado. 

—La verdad que fue terrible 

—Oye —interrumpió Braulio pensando por unos instantes—. ¿Nos ayudas a despertarles? 

—Por supuesto  —sonrió.

***

Los tres muchachos abrieron lentamente la puerta de Mireia. Se encontraba profundamente dormida. Jaime buscó en Google el sonido de una alarma de incendios. 

—A ver, le pongo la alarma y vosotros gritáis fuego —susurró Jaime maliciosamente. 

—Venga venga —afirmó Braulio. 

La alarma comenzó a sonar bastante fuerte lo que provocó que Mireia abra los ojos rápidamente. 

—¡¡FUEGO!!

—AHHHHHHH FUEGOOO ¡¡DONDE!!

—¿¡Fuego!? —se escuchó en la habitación de al lado, era Sonia. 

José María se asomó al pasillo por Sonia pero también vio a Sergio abrir la puerta de su cuarto al fondo del pasillo aún con gorro de dormir, pijama y una tremenda cara de porreta. 

—¡¡No preocuparse, soy guardabosques, sé perfectamente lo que hago!! 

Procede a tirarse por la ventana gritando.

—Perfecto Jaime, de rebote hemos despertado a los dos que quedaban. 

—Tooma ya. 

—¡¡Sois unos hijos de puta!! —gritó Mireia bastante moleta.

—Ahora vestíos que vamos a desayunar —dijo Jaime alegre. 

***

Una vez que todos se habían despertado, Jaime se puso a hacer el desayuno, mientras el resto estaban molestos por la forma de haberse despertado. 

—Solo tengo una pregunta —comentó Sonia aún con pelos de loca tras la broma del fuego—. ¿Quién fue el lumbreras que tuvo la idea de gritar fuego con una alarma? 

Braulio y José María no dudaron un segundo en incriminar a Jaime que se encontraba de espaldas. Este se dio la vuelta al ver el silencio incómodo y vio que lo estaban señalando. 

—Eh eh eh. Un momento. Fue aprobado por todos, no me seáis hijos de puta. Tú, Braulio, te viniste conmigo para joder y José María soñó con que le violaba un kraken y quería joderos a todos la mañana así que no me toquéis los cojones. 

—Pero fue idea tuya —añadió Fátima enfadada—. Tú fuiste quien comenzaste a gritar por la mañana para despertarnos. Puta. 

—Eh... 

—¡¡Eso!! —dijo Braulio—. Fue culpa tuya. 

—Pedazo de negro puto, me llevé un susto de muerte —se quejó Mireia agresivamente. 

—¡Yo pensé en tirarme por la ventana! —añadió Sonia. 

—¡Yo me tiré por la ventana! —gritó Sergio. Esto provocó que Sonia lo mirase confusa. 

Jaime mostró la olla e hizo como que iba a echar un escupitajo en ella

—¡¡¡Vale vale vale!!! Ya paramos —se rindió Braulio. 

—Así me gusta. A tragar como putas, que ya tenemos el desayuno listo. 

Jaime comenzó a servir las tazas para cada uno. Para Fátima una taza de Disney, Braulio una taza de cierto anime de espadas con mal guion, Sergio la taza de un pikachu pastelero, Jaime tenía su taza con una foto de sus amigos, Sonia y Mireia simplemente tenía una taza normal, y para José María, Jaime sirvió un vaso algo más pequeño de lo normal y se dirigió a la bodega donde sacó una botella de Whisky. 

—Y para ti, mi pequeño nazi hijo de puta, un whisky. 

—¡Bieeeen! —Sergio alzó los brazos dándose por aludido. 

—Para ti no, puta, es para José María. 

—Chi. —sonrió mientras Jaime le servía el whisky. 

—Jo...

Todos se sentaron en la mesa de la cabaña ya que afuera hacía bastante frío para ser agosto y comenzaron a desayunar galletas, magdalenas etc. Mireia decidió pillar los macarons que compró en el Mercadona. Mientras tanto intentaban planear qué harían por la mañana. 

—Vale. ¿Y a qué se debe el despertarnos tan temprano? —preguntó Sonia—. ¿Tenéis plan? 

—Eh... 

—No te puto creo.

—A ver, dijimos de hacer una excursión. Solo queda concretar por dónde —se excusó Jaime. 

—Vale, eso lo podemos ver fácilmente. 

—Yo lo miro —Braulio se prestó voluntario y enseguida se sacó un mapa de la zona. 

El resto se puso a su alrededor mientras José María de fondo mojaba las galletas en el whisky. 

—Ostia, es bastante lioso ¿no? —dijo Mireia nada más ver el mapa. 

—Si, y hay bastantes rutas, demasiadas, ¿no creéis? 

Sergio señaló una de ellas. 

—Ahí pone warning. ¿Eso quiere decir que es peligrosa? 

—Tiene pinta —observaba Sonia—. Lo que no sabemos es si es por las ventiscas o por el terreno. 

—Entonces por ahí no vamos —dijo Fátima negando con la cabeza—. No me voy a meter en sitios raros. Quiero rutas normalitas que ya bastante tengo con tener las patitas cortas. 

—Maldito bicho paticorto —se quejó Jaime. 

—¡Que no soy un bicho!

—Oye —Braulio miró a todos. Al fondo se observaba a José María echándose algo de Nesquik al whisky—. ¿Y si vamos a preguntar a algún sitio cercano? Es que la ruta pasa por sitios bastante chulos, como lagos y el camino según parece es la ostia. Además, si llegamos a un lago podríamos montar en barcas y esas cosas. 

En seguida Fátima miró a Braulio bastante feliz. 

—¿Barcas? ¿¡Ha dicho barcas!? ¡¡Vamos ahí ahora mismo!! —ordenó de una forma bastante agresiva pero feliz. 

—El problema es que no sabemos si... 

Fátima ya se encontraba bebiendo el Nesquik de un trago. 

—¡¡No hay ningún problema!! Vamos a la puta ruta esa. ¡Que son barcas! ¡Barcas de verdad! —dijo totalmente entusiasmada. 

—Barcas de verdad dise la pendeja —Jaime la miró con cierto desprecio. 

—Gente, escuchad, tiene razón Braulio —comentó Sonia—. No sabemos si necesitamos algo de equipo, si es zona peligrosa etc. No podemos jugárnosla e ir por ahí a lo loco. Son las 10 y media, vamos a preguntar en un momento y vemos si podemos ir o no. 

—Vale... está bien. 

—Pues desayunamos y nos acercamos en un momento al puesto de cabañas y el bar. 

—Perfecto —asintió Jaime. 

***

Una vez acabaron de desayunar se dirigieron hacia el puesto anterior donde había más bungalow y un pequeño bar. Fueron hacia aquel bar. Cuando entraron, que Sonia entró primero, fue observada por un par de hombres fornidos, uno más grande que otro, con boina y pipa que se la quedaron mirando a medida que pasaban hacia el mostrador a esperar a ser atendidos.  

—¡Mozá! ¡Si tu culo fuera un banco te la meto a plazo fijo! —comentó el alto levantando la pipa y las cejas. 

—¿Y ezas piernas, a qué hora abren? —comentó el otro más chico. 

—¡Dime cual es tu ginecólogo, pa chuparle el dedo!

Sonia los miró frunciendo el ceño, cuando de repente la señora del bar llegó por detrás de la barra y le aventó un escobazo por toda la cabeza. 

—¡¡Edelberto!! —dijo la mujer bastante cabreada guardando la escoba—. ¡¡Ya te he dicho que te guardes los piropos estos para cuando vayamos al pueblo!! ¡Que aquí vienen franceses amariconaos y me espantas a la clientela!

—¡Oye! —se quejó Braulio por el insulto a los franceses, lo que provocó que Jaime, Sergio y José María aguantasen la risa.  

—¡Pero hombre, mujé! ¡No te pongas así, que también ha sido Rufino, que ahí donde lo ves tan retaquino a la que una buena moza bostece, le mete to el pepino porque le apetece! —el señor comenzó a reír con una risa de tetera mientras que su amigo reía a carcajadas. 

La mujer le dio otro escobazo bastante alterada. 

—¡Ya está bien! Ni una palabra más o saco la escopeta. 

—Vale vale vale, lo que tú digah, mujer —dijo levantando la mano con cara de incredulidad. 

La señora posteriormente se dirigió a Sonia que estaba la primera quien aún observaba a los señores con bastante asco. 

—Buenos días jóvenes. Disculpad al inútil de mi marido y a su amigo. ¿Quieren algo?

—Un whisky —dijo José María. 

—¡Pero si acabas de tomar, puto imbécil! —susurró Jaime en un tono algo agresivo mientras José María lo miraba con indiferencia—. Puto alcohólico de los cojones.

—Marchando un whiskito. ¿Algo más? 

—Eh, sí —asintió Sonia—. ¿Vosotros conocéis las rutas de por aquí? Es solo por una cosa que...

—Ah, claro, mi marido es leñador por la zona, conoce bastantes de las rutas de por aquí. 

—Eh, bueno, no sé si es buena idea que... 

La mujer estiró un poco el cuello mirando a su marido con Rufino y dio una potente voz. 

—¡¡¡EDELBERTO!!!

El hombre se atragantó con la pipa. 

—¿¡Y ahora yo que he hecho, localcoño!? 

—Ven aquí un momento. 

El hombre dejó la pipa en el cenicero y se dirigió entró por la barra donde estaba su mujer aunque algo desganao. 

—Tanto muslo pa estos huevos... ¿Qué quieres? 

La mujer cogió el mapa de Sonia. 

—Estos chiquillos quieren viajar. ¿Conoces algunas rutas?

—Eh, de ahí, toas. Luego tenemos más mapas con más rutas pero son pa nosotros ya que requieren de equipo. 

Jaime señaló la ruta que estaba marcada con una señal de peligro. 

—Es que queríamos ir por ahí y no sabemos si es peligroso o no. 

—Nah, eso no pasa na por ir pa ya. Quizá unas buenas botas pero no mucho más.  Eso sí, es una ruta alta de cojones y un viento que a la que te descuides te mete una pelá que te quedas tieso. Pero podéis ir sin problemas. 

Jaime lo miró algo pensativo.  

—Está bien. Muchas gracias. 

—No es nada, chaval.

***

Tras la conversación con Edelberto, nuestros queridos inútiles salieron del bar y comenzaron a hablar. 

—A ver, nos ha dicho que cuidado con el viento y que nos recomiendan botas por la nieve. —dijo Jaime—. ¿Qué opináis? 

—Que guay —dijo Fátima ilusionada—. Voy a llevar botas de nieve y no será por capricho. 

—Por mí bien —asintió Sonia—. Creo que todos tenemos botas de ... —Sergio levantó la mano tímidamente—. Porras. 

Jaime en seguida intervino

—Yo tengo. El problema que son más de montaña que de nieve. Pero creo que te valdrán. 

Sergio se encogió de hombros. 

—A ver, mejor que nada es. 

—Perfecto. Pues ya tenemos plan. 

Mientras iban andando, Braulio comenzó a tener dudas. 

—Jaime. 

—¿Qué? 

—¿Nos llevamos bocadillos para comer allí o qué?

—Cierto... No sé si habrá puesto de montaña allí, pero por si acaso preparaos un bocadillo. 

***

Una vez que todos habían llegado a sus cabañas, Jaime abrió el frigorífico y junto con Sonia se pusieron a hacer los bocadillos de los amigos mientras el resto se preparaba para salir. 

—¿Cómo los vas a hacer? —preguntó Sonia. 

—Tú déjame a mí los bocatas de Braulio y Fátima, que son los más raritos para la comida. Al resto, prepara unos bocatas de salmón y filadelfia que tengo en la nevera. 

Fátima comenzó a acercarse al ver que estaban haciendo cosas. 

—Ugh. ¿Has dicho pez? 

—Salmón. 

Fátima arrugó la cara. 

—Pez. Que asco. ¡Yo quiero pollo! —Sonrió. 

—A eso voy, niña estúpida. Vete a preparar tus cosas. 

—Vale —dijo subiendo las escaleras para meterse en su cuarto. 

Mientras estaban preparando sus bocadillos. Entre Sonia y Jaime había bastante silencio. Jaime quería iniciar una conversación pero no se le ocurría por donde empezar. 

—Oye. ¿Qué tal estás? ¿Te caen bien mis amigos? 

Sonia continuaba con la mirada atenta a su bocata. 

—La verdad que estaría mejor si estuviéramos en la misma cabaña. O eso o me quitas al madrileño. 

—Vamos, no me seas. Estás provocándole todo el tiempo —decía cortando el pollo en finas lonchas mientras tenía el aceite calentando. 

—Es que es tonto. No veo ninguna capacidad cognitiva desarrollada adecuadamente en esa cosa —comentó algo enfadada. 

—Estoy seguro de que os acabáis llevando bien. Lo que pasa que si no paras de chincharle, él lo va a hacer peor.

—Pues por eso mismo.—hizo una pequeña pausa montando el bocata de salmón—. Un momento, voy a coger un vaso de agua. 

—Vale. 

Sonia intentó coger un vaso de arriba del fregadero que no llegaba muy bien, pero al tener las manos grasientas se le escapó y cayó en el fregadero rompiendo el vaso en varios cachitos. La chica en seguida se asustó bastante y retrocedió unos pasos. 

—Lo... lo siento mucho —dijo preocupada—. No quería... 

—Joder, que susto. ¿Estás bien? —dijo preocupado. Sin embargo, cuando se acercó y fue a coger otro vaso para Sonia, observó que cerró los ojos y se cubrió con el brazo atemorizada. Jaime pasó a mirarla preocupado—. ¿Qué...?

Ella aún seguía asustada con la respiración bastante agitada y dando algunos pasos hacia atrás. 

—¿Qué te pasa?

El muchacho se acercó a ella y le dio unas palmaditas en el hombro, ella comenzó a abrir los ojos y lo observó mucho más calmado. 

—Eh, no pasa nada. Ven, toma otro vaso, anda. Y tranquilízate. 

Sonia cogió el vaso con más cuidado y siguió mirando a Jaime.  

—No... no pude evitarlo —respiró más calmada—. Gracias.

Jaime la seguía mirando, esta vez siendo consciente de lo que le ocurría y con algo de tristeza. 

—Oye, aquí estás bien. No te va a pasar nada, ¿Vale? Ahora lo limpio yo, no te preocupes. 

Ella asintió más relajada y continuó preparando los bocatas junto con Jaime y aún con los ojos llorosos. 

***

Mientras tanto, en la habitación de arriba, Fátima se encontraba haciendo sus últimos preparativos cuando escuchó a Braulio hablar por teléfono. La chica dejó su mochila para acercarse a la habitación de Braulio. 

—¿Mamá? Sí, ahora nos estamos preparando para irnos por una ruta. Te llamo porque no sé si tendré cobertura allí (...) Sí, tendremos cuidado. No te preocupes. (...) Vale, mamá. Adiós (...) Gracias. 

Cuando Braulio acabó de colgar el teléfono, se puso a preparar la mochila que aún no había empezado. Cuando Fátima sigilosamente apareció por detrás. 

—¡¡Bugabugabuga!!

—¡¡¡PUTA MADRE!!! 

—Jaaaa te asustaste. 

—Hija de puta —Braulio seguía con la mano en el pecho. 

La chica aún continuaba riéndose y se sentó en la cama mientras Braulio metía una botella de agua en la mochila. 

—¿Cómo vas con todo?

—Bien, la verdad. ¿Y tú?

—Perfecto, ya acabé. 

—Yo estoy en ello, enana —dijo colocando otro abrigo en su mochila por si acaso. 

—Mira quien fue a hablar. 

Braulio la miró más enfadado y cerró la mochila. 

—Vamos abajo si ya estamos listos. 

—Yo siempre estoy lista. 

***

Una vez que todos se habían preparado, con sus mochilas y las botas de nieve, decidieron continuar una ruta que era bastante larga, de unas 2 horas y media. Por el camino iban parando de poco a poco ya que Fátima se cansaba muy a menudo. 

—¡Nieve! —dijo Fátima contenta al ver la nieve por primera vez—. ¡Es nieve de verdad!

—También va a ser de verdad el guantazo que te voy a meter como no tires hacia adelante —dijo Jaime bastante enfadado por las constantes quejas de Fátima. Pero de repente le llegó una bola de nieve a la cabeza. 

—Deja amargarte tanto que tenemos todo el día para llegar. Negro puto —respondió Mireia en tono borde. 

—Jaaaa, te llamó amargado —reía Fátima. 

—Exacto, que pareces una jubilada —dijo Sergio cogiendo una bola de nieve—. A veces hay que divertirse un rato —le tiró la bola de nieve a Mireia—. ¡Toma, zorra!

—¡Ah! —exclamó Mireia—. Te vas a cagar maldito niño unihuevo culiao. 

En ese momento recibió otra bola de nieve de Jaime.

—¡¡Jódete!! Pelirroja puta

Comenzaron a hacer una pequeña guerra de bolas de nieve. Hasta Jaime tiró a Braulio contra la nieve y comenzaron a tirarse encima suya. Al acabar, una fuerte ráfaga de viento gélido les dio de lleno

—Ostiaaa—se quejaba Fátima—. Hace mucho viento. 

—Ya. Bueno, supongo que no será demasiado importante. ¿Seguimos? —preguntó Sergio. 

—Está bien. 

Fueron caminando durante un rato, pero en seguida vieron el porqué era una ruta peligrosa. La ventolera más la nieve intensa hizo que nuestros protagonistas no vieran absolutamente nada, el viento era ensordecedor y amortiguaba los gritos de los amigos. Iban muy desperdigados y a pesar de los esfuerzos por reunirse, no conseguían escucharse. Estaban perdidos en la inmensidad de la montaña y del hielo, con un enorme horizonte de nieve y ventisca.

—¿Chicos? —preguntó Fátima asustada. 

—¡Aquí! Estoy aquí —José María se dio la vuelta y al ver a la chica, la agarró con fuerza. 

***

—¡Mireia! ¡Braulio! —gritaba Jaime, con una voz desgarrada por la ventisca que apenas le dejaba ver unos metros por delante. De repente, sintió una mano firme sobre su hombro izquierdo. Sobresaltado, se giró y encontró a Sergio, jadeando y con los ojos entrecerrados por el frío.—¡No te separes! —dijo Jaime con firmeza. 

—¿¡Qué clase de ventisca es esta!? —respondió Sergio, alzando la voz para superar el rugido del viento.

—No podemos detenernos ahora. ¡Sigamos adelante! Ya los encontraremos.

—¿Y si no los encontramos? —preguntó Sergio, su tono cargado de duda.

—¡Joder, Sergio, no empieces con eso! No tenemos otra opción.

El suelo resbaladizo y traicionero no perdonaba, y antes de que Jaime pudiera dar un paso más, su pie se hundió en un escalón de nieve que no había visto. Todo sucedió en un parpadeo: perdió el equilibrio, cayó de espaldas y empezó a rodar por una pendiente empinada, golpeándose varias veces antes de detenerse bruscamente en una explanada helada.

—¡Mierda! —gruñó, incorporándose con dificultad mientras se frotaba el costado adolorido. Al observar el lugar, notó un acantilado no muy lejos, flanqueado por árboles secos y algunas rocas que parecían haber caído desde alturas mayores.

—¡Jaime! ¿¡Jaimeee!? —la voz de Sergio resonó desde arriba, cargada de pánico.

—¡Aquí abajo! —respondió Jaime con esfuerzo, pero su voz no llegó a Sergio

—¡Bajo a por ti! —murmuró Sergio, visiblemente nervioso. Intentó descender con cuidado, pero en un desafortunado paso, resbaló y terminó rodando cuesta abajo. Un golpe seco lo lanzó contra un árbol al borde del acantilado, dejándolo colgado de una de las ramas que sobresalían.

—¡Sergio! —gritó Jaime al verlo, su estómago encogiéndose al comprender el peligro de la situación.

—¡Jaime! ¡Haz algo! ¡No puedo mantenerme aquí mucho tiempo! —exclamó Sergio, sus manos aferradas a la rama mientras intentaba no mirar hacia abajo.

Jaime, cojeando por los golpes, se acercó lo más rápido que pudo.

—¿Cómo demonios has acabado ahí? —preguntó incrédulo.

—¡Intentaba salvarte, imbécil! —respondió Sergio con un tono de miedo y sarcasmo. 

—Bueno, admito que tiene su gracia... —empezó Jaime, sin poder evitar una sonrisa tensa.

—¡Ninguna puta gracia! —gritó Sergio, moviéndose con torpeza para intentar subir a la rama—. ¡Haz algo de una vez!

Jaime se tomó un momento para pensar, ignorando el dolor en sus músculos. Finalmente, tomó una decisión.

—Voy a subir. ¡Aguanta ahí!

—¿¡Qué!? ¡No puedes conmigo! —protestó Sergio, mirando con horror cómo Jaime se encaramaba al árbol tambaleante.

—¡Ya basta! ¡Dame la mano! —ordenó Jaime, tendiéndole el brazo.

—La madre que te parió... —murmuró Sergio, estirándose para coger la muñeca de Jaime. Con un esfuerzo conjunto, Jaime logró tirar lo suficiente para que Sergio apoyara un pie en una rama más gruesa.

Pero entonces, la rama principal crujió.

—¡No, no, no! —gritó Sergio, aferrándose con todas sus fuerzas a Jaime mientras la rama cedía de golpe. El tirón hizo tambalear a Jaime, que perdió momentáneamente el equilibrio.

—¡Sergio! —jadeó Jaime, pero antes de poder reaccionar, Sergio perdió la sujeción y cayó.

—¡¡¡Nooooo!!! ¡¡¡Sergiooo!!! —gritó Jaime mientras veía a su amigo desaparecer por el borde del acantilado.

CONTINUARÁ

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro