Día 1 (Tarde 2/2): El pueblo franchute.
En el capítulo anterior nuestros queridos inútiles se dirigieron al pueblo de los baguettes con el fin de conseguir un abrigo para Sergio. Por otro lado, Mireia y Sonia decidieron irse por su cuenta de compras y el resto fueron avanzando por unas calles hasta dar con una tienda que venda abrigos de calidad para Sergio.
***
—Vale, ahora solo queda encontrar la calle con tiendas —decía Jaime encendiendo el móvil—.A ver que putas dice el Google nalgas.
—No no no, déjate de Google maps —decía Braulio sintiéndose importante—. Preguntaremos a un francés —dijo señalando a un franchute que pasaba por ahí.
De repente Braulio se dirigió hacia el señor mientras Jaime lo miraba totalmente sorprendido.
—¿Pero este chaval no era tímido?
—No lo sé —comenzó a reír Fátima—. Al parecer con franceses no.
—Oye, a mí también me viene bien practicar el acento fálico —Sergio fue detrás de Braulio dando saltitos.
Braulio saludó al señor con una reverencia mientras el señor se atusaba el bigote con aire de superioridad.
—Bonjour monsieur... Eh...
—Ugh —corrigió Sergio por la espalda—. Es así ¿no? Como si te diera asco la vida. Ugh
Braulio se dio la vuelta y le susurró al oído.
—Cállate la puta boca. Que me jodes el momento —se volvió hacia el hombre que este se mantenía observando por debajo del hombro a Braulio, o sea, prácticamente al suelo.
—Baise espagnoles... Voulez-vous quelque chose?
—Pardon, monsieur, savez-vous où se trouve la rue commerçante?
—Oui... oui, c'est tout droit, restez à droite sur la place mort espagne, puis vous arriverez dans la rue supérieure, rua vive la France.
Braulio asintió haciendo como entendió algo.
—Merci, monsieur.
El hombre se levantó el sombrero y continuó su camino como si nada. Braulio se dirigió a sus amigos que lo miraban con aire de indiferencia.
—Vale, pues ya estaría. tenemos que... que seguir recto, creo.
—Todo recto a la derecha ha dicho —Interrumpió Sergio algo vacilón—. ¿Y tú eres pro Francia? ¿Con ese nivel de francés?
Braulio lo miró con una cara de extremo cabreo ajustándose las gafas.
—Lo había entendido, pero el acento es muy fuerte y no se le entendieron algunas palabras —se excusó Braulio algo nervioso.
—Por eso decimos que comen pollas —añadió José María provocando el enfado de Braulio quien hinchó los mofletes.
—Bueeeeeno —Jaime alzó la voz—. ¿Podemos ir ya a por el jodido abrigo?
—Siiii —dijo Fátima alzando los brazos.
***
Mientras tanto, Sonia y Mireia se encontraban en una calle alterna. Sonia con el google maps mirando sitios del pueblo y Mireia detrás suya. De repente Sonia se paró en seco.
—Vale. Vamos a ver. El Google maps dice que hay varias tiendas de ropa, una pastelería, varios bares... ¿Y discoteca? ¿¡Donde pollas está la discoteca?
Mireia la miró algo confusa.
—¿Buscas discoteca a las 4:30 de la tarde en un pueblo en la montaña?
—¿Por qué no? Una vez llegué a ver una puta al lado de una Iglesia.
Mireia comenzó a reír bastante.
—¿Y alguien pagó?
—El cura —bromeó—. ¡Yo que sé! No estamos aquí para hablar de las cosas que hacen las putas en las Iglesias. ¿Qué quieres hacer? ¿Vamos de compras directamente? O hacemos algo antes.
Mireia pensó brevemente por unos instantes. De repente comenzó a sonreír de forma perturbada.
—Puterío... —Mireia rio brevemente y al ver la indiferencia de Sonia dejó de reír—. Vale no... dijiste antes que había una pastelería. ¿Vamos a la pastelería?
Sonia la miró con una ceja levantada.
—¿A la pastelería? ¿¡A engordar!?—. Se notaba algo ofendida.
—Chi—dijo con algo de miedo
Sonia pensó brevemente.
—Vamos a la pastelería. La verdad que hace siglos que no voy, no porque engorde, sino porque ando escasa de dinero y... bueno pues una tiene que tener ciertas prioridades.
—Pues vamos.
—Genial. Antes de ir debo pasarme por un banco, que debo guardar dinero para ahorrar
—Vale —dijo algo feliz.
***
Mientras tanto, los demás se encontraban en las calles del pueblo franchute buscando alguna tienda donde poder encontrar un buen abrigo para la zorra de Sergio.
—Vamos a ver —comentaba Jaime mirando el Google Maps en busca de alguna marca conocida—. ¡Fátima!
La chica se pegó un susto ante la llamada del amigo.
—¡Qué! ¿Qué pasa? —dijo acercándose.
—¿Conoces alguna de estas marcas? —Jaime le acercó el móvil mientras Fátima arrugaba la cara tratando de entender marcas de ropa en francés.
—Eh... no
—Habrá que simplemente buscar alguna tienda y entrar —respondió Jaime.
Los chicos se dieron la vuelta y continuaron avanzando por la calle. Fue entonces cuando vieron a José María salir de la tienda de enfrente con una cachimba amarilla echando una enorme columna de humo. Los chicos se acercaron a él.
—¿¡Has comprado una cachimba!? — preguntó Jaime extrañado.
—¿Por qué no? Hay que animar la wea esta —de repente abrió los ojos y absorbió aire con todas sus fuerzas, tornándose las venas del cuello algo rojas para después echar una columna de humo entre tos y mocos —AHHHHHH que buena está joder.
—Deja que le de una calada! —Sergio se lanzó bastante decidido a probar la cachimba mientras Jaime lo miraba entrecerrando los ojos.
—Adelante, prueba —José María le dejó la cachimba, pero al tomar calada enseguida tosió hacia dentro, infló los mofletes y expulsó el aire con todas sus fuerzas,
—Au... No se que he tomado pero mola
Jaime lo miraba riéndose bastante mientras Sergio se recuperaba de la tos.
—Jajaja eh, Sergio Sergio ¡CHU CHUUUUU! —gritaba tirando del brazo de manera exagerada
En ese momento a Sergio le dio un ataque de risa y comenzó a toser mucho más fuerte hasta el punto de asustar a Fátima que comenzó a darle golpecitos en la espalda mientras también reía con soniditos de chihuahua entrillado.
—¿Estás bien?
Sergio tosió fuerte.
—Si... —tosió muchas veces—. Ay... Putísimo Jaime... Me ha matao el cabrón. —Suspiró algo aliviado—. Vale, creo que ya estoy bien... podemos continuar
—Perfecto, he encontrado la tienda de ropa allí al fondo —comentaba Braulio
—Pues vamos —respondió Jaime.
***
Mientras tanto, Sonia y Mireia se encontraban en un banco de Francia ya que Sonia tenía que ingresar algo de dinero.
—¿Pero son deudas que tienes que pagar o algo?
—Algo así —Sonia introdujo 60€ en el Banco—. Perfecto, ya podemos ir a la pastelería.
—Guay, pues vayamos.
Continuaron dando un paseo por la calle, hasta dar con la pastelería. La fachada ponía en grande "pasteles" en francés y tenían un enorme escaparate del interior de la tienda. Sonia y Mireia se miraron y decidieron entrar. El interior de la pastelería era de color azul en las paredes y un tono más claro en las mesas de la pastelería, que se encontraban con un mantel y unos platitos de borde dorado.
La tienda no estaba muy llena, tan solo alcanzaron a ver a dos muchachos al fondo, y se acercaron a la mujer de la tienda, la cual tenía un vestido bastante ajustado.
—Hola —comenzó hablando Mireia acercándose al mostrador—. Quería pedir un batido de oreo y... —miró así de reojo lo que vendían en la pastelería cuando de repente vio varios macarons de colores postrados enfrente suya—. Ohhh macarons —dijo mirándolos con deseo mientras tenía los ojos como platos deseando comerlos—.Deme diez.
—Yo quiero un capuchino y un Croissant.
—Todo perfecto, en unos instantes le doy lo pedido. Tomen asiento.
Las dos chicas se sentaron en una de las mesas del bar. Justo la que daba al escaparate, Sonia se sentó mirando hacia el escaparate y Mireia se iba a poner enfrente suya.
—¿Por qué te pones de espaldas a la calle?
—Eh... Pues no sé, para hablar mejor supongo ¿no?
—Mal. Vamos a ver, es primero de puterío, mirar desde el escaparate el menú para luego elegir a la carta a quien te llevas a la cama.
—¿En serio vamos a hacer puterío? —preguntaba Mireia frunciendo el ceño.
—Pero si fuiste tú la que dio la idea.
Mireia se encontraba algo incomoda. Por primera vez se encontraba con alguien más zorra que ella y debía marcar su territorio.
—Pues vamos de puterío. A tomar por culo todo. —levantó el brazo
—Pues siéntate a mi lado, mi pequeña padawan, te voy a instruir en el arte de seducir pollas —comentaba dándole golpecitos en la cabeza a Mireia.
—Vale —asintió comiendo un macaron de un bocado.
***
Mientras tanto, nuestros queridos inútiles ya habían entrado a una tienda de ropa que parecía que vendía abrigos.
—Vale, a ver, Sergio, ¿Cuánto dinero tienes?
—Eh... A ver... Esa es una buena pregunta— comenzaba a mirar en la mochila en busca de la cartera mientras Jaime lo miraba fijamente con algo de suspicacia.
—No te puto creo
—Espera. Espera. No me mates todavía, esto tiene solución. Le digo a mi padre que te envíe dinero y tu me pagas el abrigo —dijo con una sonrisa algo forzada suplicando piedad.
—O sea, que no te has traído dinero, ¿verdad, pedazo de zorra autista?
—Tengo dinero, pero no aquí.
—Vamos a ver —hizo una breve pausa que provocó la risa de Fátima y Sergio—. Dije antes de salir que iríamos a comprar tu abrigo y ¿no te traes dinero?
—Vaaaale, pido perdón, pero te voy a pagar de todas maneras.
—Pilla el abrigo ya y volvamos a casa, anda.
—Vaaale, gracias
Justo cuando Sergio se fue a buscar un abrigo con Fátima, Braulio se acercó a Jaime.
—Tío, pareces su Sugar Daddy.
—Si, solo me quiere por dinero la muy zorra.
Sergio a pesar de que escuchó todo decidió pasar. Encontró un abrigo con capucha de pelo suave.
—¡Ehhhhh! —dijo pasando su mano lentamente sobre la capucha—. Es suave...
Sergio movió la cabeza hacia Jaime con una sonrisa mientras se dirigía a él.
—Quiero ete —lo señaló con el dedo.
Jaime lo examinó brevemente pensando si sería apto para la nieve.
—Pero este abrigo no es tan grueso. Puede que tengas frío. Y además el pelo es sintético. Estas acariciando un jodido mapache de plástico.
—Pero es suaveeeee. Y blanquito —pasó la nariz por el pelo del abrigo realizando un sonoro ruido—. Y huele bieeeeeen —de repente sacó el móvil y encendió la linterna de manera totalmente random, la luz se reflejaba en el abrigo. En ese momento Sergio sonrió mucho más mientras Fátima y Jaime lo miraban frunciendo el ceño—. Y briiiilla
—Cago en la puta, vamos a ver, pedazo de anormal, ¿prefieres algo bonito o no morirte de frío?
—Boniiiiito boniiiiito.
—Comprado —Jaime pilló el abrigo estando ya hasta la polla—. Ojalá se te congelen los cojones pedazo de mamón retrasado.
—¡Yuju! —exclamó Sergio extendiendo los brazos bastante contento.
***
Mientras tanto, afuera de la tienda, estaban Braulio y José María, quien se encontraba dándole caladas a la cachimba.
—Oye —comentó Braulio observando a José María toser humo bastante fuerte—. ¿Te apetece después ir a la pastelería?
—Vale, tengo algo de hambre.
—Perfecto. Pues se lo decimos a estos ahora después.
***
Mientras tanto, Jaime ya estaba entregando el abrigo para poder pagar al dependiente.
—Son 180€
—¿Qué? Pero si es puro plástico
—No, no es así ni mucho menos, es un muy buen abrigo.
—Bueno... Eso lo decidirá él... —dijo sacando varios billetes y pagando justo lo que tenía.
—Espero que les sea de utilidad el abrigo
—Ya... Yo también —comentó mirando a Sergio.
Tras comprar el abrigo se dirigieron afuera donde se encontraban Braulio y José María
—Oye gente —comenzó Braulio—. ¿Os gustaría ir a una pastelería que hay aquí cerca?
—Ogh, pasteles —decía Jaime relamiéndose los labios
—¡Pasteleeees! —decía Fátima feliz
Nuestros queridos inútiles comenzaron a caminar buscando una pastelería, cruzaron un par de calles y entraron en una de ellas, la cual se situaba justo enfrente de la pastelería donde estaban Sonia y Mireia. Se sentaron en una de las mesas de la pastelería. Y en seguida apareció el camarero para atenderles.
—Bonjour...
José María comenzó a rasgarse la garganta interrumpiendo al camarero.
—En español.
—Baise Spagnoles... —susurró para sí mismo—. Buenas tardes, señores. ¿Qué quieren para beber?
—Coca Cola —pidió Jaime.
—Yo igual —dijo Sergio.
—Yo un batido de chocolate —comentó Fátima
—Un nestea —pidió Braulio.
—Un Whisky
En ese momento todos miraron a José María extrañados y en un silencio incómodo. El camarero se encontraba con la mano en el pecho y visiblemente sorprendido mientras Sergio intentando aguantar la risa.
—Que sean dos —alzó la mano Jaime rompiendo el silencio provocando un sobresalto del francés.
—Pero si tu conduces, anormal —señaló Braulio provocando la risa de Sergio y que el camarero se lleve las manos a la cabeza
—Ahora conduces tú. Bebé.
—Ya, ya me imagino. Que zorra.
—O si no conduzco yo, que aunque no tenga carnet es solo mover pedalos —comentaba José María. El camarero comenzó a hiperventilar.
—Fátima —Sergio miraba a Fátima tratando de no reír y entrecruzando los dedos—. Pide otro por mí, solo por las risas —el francés cayó al suelo
—¡No!
—Jo... —se veía decepcionado. Acto seguido el camarero se levantó.
—Que barbaridad monsieur... —observaba el camarero decepcionado atusándose el bigote y limpiándose los hombros tras la caída—. ¿Queréis algo para comer o solo embriagaros en mi local?
—Ahora vemos la carta, no se preocupe. Vuelva en un rato —decía Jaime algo más contento.
—Qué majo el camarero —comentaba Sergio mirando la carta feliz.
***
Mientras tanto, Sonia y Mireia se encontraban en el escaparate de la pastelería, viendo a la gente NO pasar porque era un pueblo de mierda.
—Igual nos hemos flipado con lo de ir de puterío —decía Sonia decepcionada dándole un muerdo al croissant—. Ni un francés buenorro ha pasado por aquí.
—A este paso no ligamos ni con un grillo.
—Los grillos lo tienen más fácil, mueven las alitas y hacen esos sonidos de mierda que atraen a las hembras. Los hombres podrían hacer eso cuando necesiten follar. Todo sería más fácil —decía dándole un sorbito al café.
—¿Y si los modificamos genéticamente para que suenen como grillos?
—Sería una completa burrada, pero me gusta. Necesitamos ADN de grillos y algún voluntario. O eso o podríamos crear un dispositivo con un sonido que los humanos asocien al querer tener sexo indiscriminadamente con un desconocido. Tipo, te miro y te embarazo aquí mismo ¿Sabes lo que te digo?
Mireia comenzaba a reír.
—Aunque de vez en cuando nos toparíamos con algún que otro espécimen raro.
—Tienes razón. Imagina que vas todo contenta pensando que vas a follar y de repente se saca la pija y la tiene como la pata de un grillo, pues te corta todo el rollo.
De repente y de manera totalmente inesperada, una cabeza se acercó a ellas por la espalda.
—Cri cri cri —dijo con una voz masculina.
—¡Ostia! —Mireia encogió su cuello como tortuga al escuchar al hombre.
—Uhhh —Sonia lo miró de arriba a abajo como si fuera un scaner. Tenía el pelo corto, con un flequillo peinado hacia la izquierda que le llegaba a la ceja, complexión delgada, con camisa y una chaqueta de cuero.
—Hola. Estaba sentado solo y no pude evitar escuchar vuestra conversación.
—Mierda... —decía Sonia decepcionada—. Otra vez me han escuchado delirar cosas sucias
—No... no te sientas mal. Me pareció de lo más... esto... pintoresco.
—¿Te parece pintoresco escuchar a dos tías hablando sobre modificar genéticamente a los tíos para que hagan sonidos que se escuchen a kilómetros cuando tengan ganas de follar? —comentaba Sonia sujetando su croissant con las dos manos.
El hombre comenzó a reír y se sentó en frente de ellas.
—Si, la verdad que sí. Es... cuanto menos algo que no te esperarías de dos bellezas como vosotras
—Ajá... —Sonia comenzó a sonreír—. No es por nada, aquí la guapa soy yo, ella solo estaba acompañándome, venía de paquete en el viaje.
—¡Que hija de puta! —decía Mireia riéndose aunque medio enfadada.
—No os peleéis chicas, aquí todos podemos salir ganando. ¿Venís solo vosotras dos?
—No... somos un grupo, con cuatro chicos funcionales y medio
—¿Medio chico? —decía el hombre algo extrañado.
—Es menor de edad, retrasado y encima madrileño. No cuenta.
—Ah... vale. Tiene sentido.
—Y bueno, además de esos cuatro hay otra chica —añadió Mireia
—Si —asintió Sonia—. Se llama Fátima. Muy maja ella, la verdad
—Está muy bien eso. Bueno, permitid que me presente, mi nombre es Roger ¿Cómo os llamáis vosotras?
—Yo Mireia —Roger se levantó de la mesa y dio dos besos en la mejilla a Mireia.
—Yo me llamo Sonia —lo mismo hizo con ella. Posteriormente se volvió a sentar en la mesa.
—Encantado de conoceros a las dos. Parecéis de fuera, ¿es cierto eso?
—Sí —asintió Sonia—. Ella es de Extremadura y yo de Barcelona
—De Badajoz, más bien —añadió Mireia.
Roger se mantuvo pensativo durante unos instantes.
—Yo soy de Girona, estoy aquí un tiempo de vacaciones con dos amigas y otro chico más ¿Cuánto tiempo tenéis pensado estar por estos lares?
—Hmmm. Una semana dijo Jaime ¿No? —preguntó Sonia mirando a Mireia.
—Sí, una semana
—Perfecto —dijo Roger poniéndose bien el flequillo—. En unos días comienza una feria en un pueblo algo más al norte de aquí. ¿Os suena Bolquere?
—La verdad que no sabemos ni en el pueblo en el que estamos —dijo Sonia acabándose el café.
Roger rio bastante.
—¿Tan perdidas estáis? Estamos en Mantet.
—Tampoco es que nos importe demasiado, ahora íbamos a llamar a nuestros amigos para ver cómo van con la compra. Resulta que el madrileño se olvidó el abrigo en Madrid y hemos tenido que venir a comprar otro para él.
—Jajaja —decía riéndose el chico—. Madrileño tenía que ser
—Acho pobrecito —decía Mireia con cierta compasión aunque con risas—. Un fallo lo tiene cualquiera.
—Una cosa es tener un fallo y otra SER un fallo.
—Pero es buena gente —decía Mireia intentando defenderlo.
—Eso lo determinaré yo misma. Aún quedan muchos días. De momento me cae mal.
De repente Roger sonó la garganta.
—Chicas, veo que habéis acabado, ¿os apetece dar un paseo y luego llamáis a vuestros amigos?
Mireia asintió mirando a Sonia.
—Sí... ¿por qué no? Aun tienen que estar eligiendo abrigo.
—Pues vamos —dijo Sonia levantándose del asiento.
***
Mientras tanto, el resto se encontraba en la pastelería, ya habían pedido lo que querían para comer y justo en ese momento venía el camarero con las bebidas.
—A ver... dos whiskys por aquí, un Nestea, una Coca-Cola y el batido de chocolate. —decía mientras iba colocando los vasos para cada uno—. Y ahora traigo los pasteles que habéis pedido ¿vale?
—Perfecto, muchas gracias —decía Jaime que comenzaba a beber del whisky mientras el camarero se iba apartando la vista.
Hubo un silencio incómodo mientras Jaime y José María bebían Whisky. En un momento inesperado, Sergio intentó beber del Whisky de Jaime pero este le dio un collejón y volvió a beber de la coca Cola. Posteriormente intentó del Whisky de José María, pero esta vez recibió otra colleja de Jaime, lo que provocó el cabreo de Sergio.
—Puta, déjame bebeeeer. Un poquito —juntó sus dedos pulgar e índice mientras encorvaba los hombres—. No me seas monja.
—Vaaaaale —Jaime cedió y le dio a beber un poco. Al fondo se observaba al camarero con cara de asustado.
—Bieeeeen —Sergio bebió del whisky de Jaime y posteriormente exhaló un poco de aire—. Está rico.
Continuaron en el silencio incómodo, Fatima y Braulio se estaban mandando whatsapps por el móvil aun estando casi al lado, y Sergio se mantenía esperando que alguno de los dos soltase el cubata. De repente vino el camarero con todas las comandas.
—Vale, mis queridos alcohólicos, tenemos por aquí un gofre para usted —dijo poniéndole los gofres a José María—. Unos crepes para la chica, un croissant para el otro alcohólico —Jaime comenzó a mirar mal al camarero—. Siete bollos de crema para el autista —Sergio contemplaba los bollos feliz mientras Jaime ahora miraba peor al camarero—. Y por último otra de crepes para el que queda.
Acto seguido el camarero se fue mientras Jaime insultaba internamente al camarero. De repente se escucharon las quejas de José María
—Todo tan caro para unos gofres que parecen que son los que venden en el Mercadona.
—Ya ves, esto es Francia —comentaba Sergio mordiendo un pastel de hojaldre relleno de crema—. Aunque ezo zi, el pahtel eztá de puta madre —comentaba hablando con la boca llena mientras Jaime observaba la ingente cantidad de comida.
—Aunque cabrón, te has cebado pillando siete bollos de crem...
—¡Tuz muertoz! —Sergio tosió algo de azúcar glas—. Tengo hambre porque no me alimentaz, Puta.
—Ah bueno, perdón por irte a comprar un abrigo CON MI DINERO.
—Eh... pero...—Sergio se quedó pensando—. Mierda, esta vez trago polla
—A dos manos. Y por debajo del culo.
—Jo... otra vez.
De repente Fátima probó del batido y en seguida se observó su cara de decepción.
—El batido de chocolate vale 3 euros y es de botella —se quejaba Fátima algo decepcionada—. Yo pensaba que lo hacían ellos...
—Y los bollos están ricos, pero en Madrid los he probado mejores y más baratos —continuaba diciendo Sergio mientras Fátima probaba los crepes.
—Y los crepes están secos —se quejaba también Fátima
—Chavales, no quejarse tanto, y mas alegrarse porque estamos en ¡Francia! —comentaba Braulio más contento mientras se tomaba el Nestea con los ojos cerrados.
—PUTA FRANCIA —gritaron todos provocando el casi atragantamiento de Braulio.
—Qué hijos de la grandísima puta —comentaba enfadado.
***
—Entonces dices que en cinco días es la feria de un pueblo llamado... ¿Cómo era? —preguntaba Sonia mientras caminaban por una de las calles del pueblo franchute.
—Bolquere —añadió Roger.
—Eso —señaló Sonia—. Bueno, lo hablaré con mis amigos haber si quieren venir, yo garantizo que iré, ya sea con o sin ellos.
—Yo me acoplo a ti —dijo Mireia—. Putivuelta en la feria —comentaba riendo.
—Pues perfecto, ya tengo una amiga que viene a la feria.
—Eso está genial —dijo Roger sonriendo—. Veré si puedo traer a todos mis amigos y así nos unimos.
—Vale, mientras más gente mejor —decía Sonia.
—¿Y puedo preguntar por qué os separasteis?
—Simplemente no soporto demasiado al madrileño. Su energía me hace querer golpear cosas y Mireia... Pues me ha seguido creo.
—Chi. Aunque no entiendo por qué te cae mal Sergio.
—Por inútil. Se le rompen las bolsas al salir del Mercadona, rompe la puñetera silla nada mas entrar a la cabaña, se le olvida el abrigo. A estas alturas seguro que también se le ha olvidado traer dinero y pagar el abrigo. Simplemente no tengo paciencia para la gente así.
—Quizás después te cae mejor... —decía Mireia.
—Ya, la esperanza no la he perdido. Solo que tengo el defecto de vivir de primeras impresiones. Si la primera impresión de alguien no me gusta, me va a costar más conocerlo, o voy a hacer lo posible para evitar estar con él. Es algo que también me pasó con Jaime.
—Entiendo. ¿Yo te he dado buenas impresiones? —preguntó Roger.
—Si te soy sincera, no demasiadas. No te ofendas, te acabo de conocer, no sé cuales son tus intenciones. Apareciste de la nada y te pusiste a hablar con nosotras. Tiene pinta de que son buenas intenciones, pero siempre dudo de la gente en primera instancia.
—¿Puedo preguntar por qué? —preguntó Roger.
—Por qué qué.
—Que por qué dudas de la gente.
Sonia se quedó pensativa por unos momentos aunque se notaba algo incómoda.
—Eh... demasiadas... decepciones —dijo rascándose la frente y cerrando parcialmente los ojos—. Por cierto, ¿Sabes cómo es esa feria?
Roger sonrió.
—Hay algunas casetas donde hay fiesta, el resto son cacharros para montarse. Seguro os gustará.
—No me gustan demasiado los parques de atracciones, aunque puedo disfrutar de ellos con gente.
Justamente Roger dobló una esquina y Mireia y Sonia le siguieron.
—¿¡No te gustan!? —preguntaba Mireia extrañada—. Con lo que mola subirte a todas las atracciones y volar.
—Prefiero tener los pies en la tierra, eso es todo.
Comenzó un breve silencio. De repente Sonia comenzó a observar a su alrededor. Era todo el camino campo, no había casas más hacia adelante. Sacó el móvil, pues no sabía exactamente donde estaban. Vio que Roger las estaba alejando del pueblo. De repente Sonia cogió a Mireia del brazo y se paró en seco. Roger se dio la vuelta.
—¿Qué pasa? —preguntó algo confundido.
—¿Dónde nos estás llevando? —dijo Sonia frunciendo el ceño
—A dar una vuelta, ¿no?
—Por aquí se sale del pueblo —respondió Sonia—. ¿Qué mierda pretendes? —comentaba enfadada.
—En la cafetería estabais hablando de querer follar ¿no? Conozco un buen sitio para eso y... creo que sería bueno ¿no?
Justo en ese momento a Sonia le dio un escalofrío en la espalda, y Mireia comenzó a mirar a Sonia con algo de miedo.
—¿Y en qué momento dijimos que queríamos hacerlo contigo, brazo alambre?
—Ya, pero siempre podemos llegar a algo más ¿no? —dijo el hombre mientras comenzaba a temblar
—Pues ya la hemos liado.. —Sonia expiró aire mientras rebuscaba en su mochila. De un movimiento sacó el arma de gas y apuntó a Roger—. Escúchame, tienes dos opciones, largarte y que no te vuelva a ver, o que te cosa a tiros aquí mismo.
—Joder —dijo el hombre acojonado y encorvado—. Vale, vale. Me largo —comenzó a correr y posteriormente gritó—. ¡Estrechas!
—¡No vas a tocar una teta en tu vida, subnormal! —gritó Sonia guardando el arma.
—Joder —decía Mireia asustada casi a punto de llorar—. Quería...
—Sí... quería mojar el churro en dos tazas. En fin, otra experiencia más. Llamemos a los chicos y volvamos con ellos. Visto el espécimen al que nos hemos encontrado, hasta me apetece estar con el madrileño
—Vale... —dijo Mireia con la mirada perdida—. Es curioso como queríamos hacerlo en un principio, hablándolo entre nosotras, pero luego nos ha dado miedo.
—Escucha, nos ha dado miedo, porque no le hemos visto las intenciones desde un principio, ha sido cuando le he preguntado donde vamos en un principio que nos lo ha dicho. Y porque joder, la situación en general da mal rollo, nos estaba guiando a un sitio perdido en mitad del campo. Claro que vamos a negarnos a eso.
—Me jode que parecía buena gente
—Ya. Todos parecen buena gente. Vámonos anda —dijo dándole un toque en el hombro
Sonia llamó a Jaime, quien le respondió con un tono algo tonto.
—¿Has bebido, pedazo de anormal?
—Un whisky.
—¿Añejo, irlandés o escocés? Hay varios tipos y cada uno pega más fuerte.
—Yo que cojones sé, Sonia. ¿Qué queréis?
—Ah, nada, volver con vosotros y esas cosas.
—Estamos en la pastelería de la calle principal
—Perfecto, ahora vamos para allá. Ir acabando, que tenemos ganas de volver.
—A sus órdenes, mi señora.
***
Sonia y Mireia volvieron a la pastelería con el resto, fue una caminata en silencio, algo fría por la situación anterior. No tardaron demasiado en llegar, pues el pueblo era bastante pequeño. Cuando llegaron, todos estaban fuera esperando y se reunieron con ellos. Mireia aún estaba con mirada algo perdida cosa que Sergio se dio cuenta, se acercó a Mireia y le pasó la mano por enfrente suya, aunque se mantuvo sin pestañear.
—¿Mireia? —preguntó preocupada
Sonia intentó acercarse a hablar con Sergio.
—Mireia, no le des más vueltas. Está todo bien.
—¿Qué la pasa? —preguntó el muchacho
Sonia pasó a mirar a Sergio cabreada entre pequeñas convulsiones.
—Qué la pasa... la pasa... Es que putos madrileños —susurró para sí misma—. Bueno, resulta que hemos conocido a un chico que parecía majo, nos hemos ido a dar una vuelta y cuando ha cruzado una esquina nos quería llevar por el campo. Cuando le he preguntado a dónde íbamos pues, nos dijo que a hacer cosas sucias. Y obviamente lo he amenazado con la pistola hasta que se ha largado.
Sergio la miraba con la boca abierta.
—¿Qué cojones?
—Sí, justo lo que oyes.
—Pues menos mal que tenías la pistola, sino...
—Sino hubiera tocado ir a puñetazos —decía apretando los puños
—Ehhh ¿Sabes pelear? —preguntó Sergio con una sonrisa.
—Sí... Te miro y te destruyo, chaval.
—Eso habría que verlo.
—Ya... pues cuando quieras, madrileño.
—Te hundo el pech... la barriga... Perdón la costumbre.
Sonia tocó el hombro de Sergio mientras sonaba la garganta.
—Escúchame una cosa, me hundes el pecho y te meto una ostia que te va a estorbar el cielo para hacer la vuelta campana. Con lo que me ha costado mantener las tetas firmes.
—Niiiiiños, cálmense, que aún tenemos que llegar a casa —dijo Jaime por detrás
—Ha empezado ella —la incriminó Sergio.
—¡Los huevos!
CONTINUARÁ
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