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Día 1 (Tarde 1/2): Estrés y desesperación.

En el capítulo anterior nuestros queridos inútiles llegaron al puesto de control de la cordillera de los pirineos. Tuvieron algunos problemas con el recepcionista por marica, obtuvieron las llaves y emprendieron el camino hacia la zona con cabañas con las 3 bolsas de la compra. Debido a la cuarta bolsa que rompió Sergio, Jaime sacrificó una bolsa de basura y obligó al chaval a llevar la bolsa por toda la cuesta, aunque después se apiadó y lo ayudó. 

***

El camino era bastante florido con numerosa vegetación y flores a los lados del camino. En los bordes se encontraba vegetación típica de la alta montaña. Posteriormente ese camino se abrió dando a un prado abierto con unos bungalow a lo lejos y con montañas detrás. Al haber escogido unos bungalow más lejos, vieron que las dos cabañas estaban más alejadas que el resto a pesar de que la distancia caminando era más o menos la misma

—Ostias —dijo Jaime bastante sorprendido al ver la bajada hasta llegar al valle—. Esta mierda es enorme —detrás llegaron el resto y Sergio cansado por llevar la bolsa de basura grande. 

—Joder, como cansa esto —se quejaba Sergio—. Jaimeeeeeee me arrepiento de todo. Ten piedad —puso las bolsas en el suelo mientras suplicaba a Jaime

—Te he ayudado un buen rato, maldita sea—le miró algo enfadado—. A parte de que tú rompiste la bolsa —lo señaló con el dedo. 

Sergio lo miró cabreado. 

—Ya lo sé, pero no es para matarme en vida. Esto es como los trabajos forzados que les hacían a los republicanos en la guerra civil. 

—Exagerado —Jaime cogió la bolsa de Sergio, la cargó en la espalda al lado de la mochila y continuó avanzando junto con los demás. 

—¡Yuju! —Sergio levantó los brazos sintiéndose más aliviado. 

—Yuju mis tetas —Sonia le dio su bolsa a Sergio bastante cansada mientras se apoyaba en él y se ajustaba los pantalones—. Hasta el coño ya de la caminata, se me va a correr el rímel con el sudor y voy a matar a alguien a taconazos.

—Jo —Sergio aceptó la bolsa desilusionado—. Al menos no pesa dos muertos como esa cosa —hizo un pequeño levantamiento con la bolsa.

Siguieron avanzando hasta llegar a la zona de Bungalow, las caras de la mayoría eran de felicidad salvo de Sonia que estaba algo desganada y cansada.  

—Oye —preguntó José María acercándose a Jaime—. ¿Cuándo lleguemos a las cabañas qué haremos?

—Pues tenemos bastantes opciones... —dijo Jaime pensando

—¡Yo tengo algunas ideas! —se exaltó Braulio levantando el dedo—. Podríamos ir a hacer una ruta por la montañ...

—¡Los cojones! —se quejaba Sonia—. Estoy ahora mismo para ponerme el pijama, y tu quieres que vayamos a hacer una ruta de no se cuantos kilómetros. Nonono hoy quiero relax.  

—¡¡Eso!! —exclamaba Fátima—. Tiene razón. ¡Mucha razón! hoy relax. 

—¡Que falta de aventura! —aborrecía Braulio. 

Sonia lo corrigió.

—Sino es por falta de aventura, es por que caminar por una cuesta con una bolsa de la compra y una mochila con dos sets de maquillaje, tacones y un macuto de ropa de invierno, no te dan ganas para hacer más rutas. 

Sergio apartó un poco a Sonia. 

—¿Cómo que ropa de invierno? —preguntó en voz baja aprovechando que Jaime se encontraba hablando con José María y Mireia

—Pues como que hace un frío que pela por las noches —dijo Sonia despreocupada—. Son los Pirineos, aquí siempre es invierno. Con decirte que pueden hasta haber ventiscas en verano te lo digo todo. 

Braulio miró fijamente a Sergio, se encontraba en manga corta y pantalones cortos. 

—Sergio, ¿no te has traído ropa de invierno a los Pirineos? 

—Eh... A ver, nadie me avisó de esto...

—Es subnormal el chaval —dijo Sonia por lo bajo. 

Braulio, por el contrario, se mostraba preocupado.

—Pero es montaña ¿Solo tienes mangas cortas? 

—No, tengo algunas sudaderas, y algún pantalón largo, pero ningún abrigo. 

Braulio cerró los ojos un poco. Sergio intuyó que la había cagado. 

—Ay madre mía ¿Y qué hacemos? —dijo Fátima preocupada. 

—A veces hay que cometer algunos sacrificios por el bien del grupo —Sonia se mantenía fría—. Te quedas en la cabaña. 

—¿Qué? ¿Cómo? —dijo Sergio preocupado—. No me voy a quedar en la cabaña sin salir durante 7 días. 

—¿Y vas a pasar frío? —dijo Braulio—. Te recuerdo que hay ventiscas por las rutas más altas. 

—Dan igual las ventiscas, me pongo mas sudaderas y listo.

Sonia dio un suspiro decepcionada y llevándose la mano a la frente. 

—Definitivamente Darwin estaba equivocado con la selección natural. Los tontos nos invaden.

Sergio se sintió ofendido.

—Tengo razón, dos sudaderas hacen más que una. 

—¿¡Cómo te vas a poner más sudaderas!? ¿¡Tú estás tonto!?

—¡Pues poniendo una sudadera encima de la otra! ¿Qué preguntas son esas?

Fátima les llamó la atención.

—¡Hacerme caso! —dijo con decisión alzando los brazos—. Mi plan es decírselo a Jaime y que haga algo. 

—¿¡Decírselo a Jaime!? —exclamaba Braulio preocupado—. ¿Acaso quieres que lo mate?

Fátima se encogió de hombros.

—No... no. Yo que sé, tenemos un problema y no podemos hacer nada... Que lo solucione él. 

—Va a acabar mal —advertía Braulio. 

—¿Pero tanta mala ostia tiene? —preguntó Sonia algo confusa—. Si parece un cachito de pan, mírale —en ese momento Jaime le estaba sobando el culo a José María mientras Mireia sacaba foto con José María poniendo cara de placer.

Braulio comenzaba a hablar con la mirada perdida. 

—Eso es que no lo conocéis bien. En la anterior acampada me caí de un acantilado y me echó crema solar a sangre fría. Y por no hablar de sus curaciones... —Braulio miraba a Jaime con miedo. 

—No puede ser tan cabrón. Se lo diré y a ver qué hace. 

Braulio colocó su brazo en el hombro de Sergio. 

—Suerte, amigo, suerte. 

***

Llegaron a las cabañas, en un principio acordaron que todos dejarían las mochilas en una de las cabañas y posteriormente se repartirían, 3 en una cabaña y 4 en la otra. Jaime abrió la puerta de una de ellas y nada más abrirla se encontró con un arco de madera que daba al salón con un interior totalmente de madera, un salón con varios sofás y una mesa de piedra en el centro, del centro del techo colgaba una pequeña lámpara y justo en frente de los sofás había una chimenea de piedra con algunos troncos de leña a los laterales. 

Detrás de los sofás se encontraba una barra de bar de piedra con algunos taburetes, detrás de la barra estaban los fogones, el frigorífico, y algunos cajones para colocar cubiertos y demás alimentos. A los laterales de la cabaña habían dos ventanales por el que corría la luz haciendo la estancia muy luminosa. 

Las escaleras eran de madera y se tenía que trepar por ellas para dar a las habitaciones, eran cuatro habitaciones pequeñas y una de ellas, subiendo otras escaleras, se encontraba en la buhardilla superior tocando con el techo en el que había una ventana que se podía abrir y salir por ella. 

—¡¡Ostras!! —Jaime estaba flipando—. Mucho mejor de lo que me esperaba, la verdad. 

—Como mola —decía Sonia sonriendo. 

—¡Sofaaaa!

Sergio corrió hacia el sofá pequeño, se tiró a plancha, pero hunde el suelo y rompe la pata del sofá. Sonia le tiró un tacón a la cabeza y Jaime mira la escena con la boca abierta.  

—¡¡Puto niño subnormal!! ¿Qué mierda haces?

—¡Ah! —Sergio se quejó mientras Jaime se llevaba las manos a la cabeza. 

—Es que ni un minuto. Ni un puto minuto ¡Y ya has deformado la puta casa! 

—No vale. En mi casa lo hago y no se deforma. Pinche casa de madera. 

—Y en tu casa no te cuesta 150 euros de finanza. 

—Chicos, chicos. No os preocupéis —dijo Sonia moviendo el sofá—. Cuando se comete un crimen se oculta la escena del crimen —movió la alfombra hacia la rotura en el suelo—. Así no se ve. Y al sofá ese pequeño lo movemos bien hacia atrás, le ponemos un cacho de roca en la pata y ya está. —Sonia se sacudió las manos. 

—Claro, tiene sentido, si no ves el problema no está —comentó Sergio—. Tremenda genio

—Más os vale que no mire demasiado el de la fianza. —decía Jaime no muy conforme con los brazos cruzados. 

—¿El maricón? Me prometiste que me dejarías a solas con él. 

—Si, pero para eso tienes que portarte bien

—Jo... pero eso es trampa —dijo decepcionado. 

—No es trampa, es una forma segura de que no causes daño al chaval que bastante tiene con ser marica 

Sergio miró a Jaime fijamente, y vio como se sentaba en el sofá pequeño. 

—¿Ahora que vamos a hacer? 

—Son las 12:30. Vamos a no hacer nada hasta la hora de comer. Quiero algo de relax —comentó estirando los pies. El resto estaba sentado también mirando el móvil. Aunque enseguida Mireia se acercó a hablar con Sonia. 

—Perfecto, pues voy a colocar mis cosas. 

Braulio y Fátima se levantaron y decidieron acompañarlo, pues conocían la situación de Sergio y querían ver qué mierda había traído. 

***

—¿Por qué me acompañáis? —Sergio se metió en la primera habitación que encontró, y tras ellos Braulio y Fátima. 

—Queremos saber como acaba esto —comentaba Fátima con una sonrisa. Sergio colocó la maleta encima de la cama y Braulio se sentó en una silla.

—¿Pero se lo vas a contar? —preguntó Braulio. 

—Cuéntaselo, al fin y al cabo es comprensivo. 

—¡Ni de coña se lo voy a contar ahora! Menos con lo que ha pasado —decía Sergio alterado y con miedo. Se asomó un momento a la buhardilla y vio a Jaime descansando, José María con el móvil y Sonia y Mireia hablando—. Está descansando. Dejémosle un rato más y luego se lo digo —dijo sonriendo levemente. 

Mientras tanto, Fátima se encontraba viendo la ropa que trajo Sergio para ver si era necesario el contárselo a Jaime. 

—A ver qué llevas: Camiseta manga corta gris, otra manga corta negra, otra negra, gris, negra, sudadera negra, sudadera blanca, negra, gris, camiseta negra... ¿¡Donde está el rosa!? ¡Aquí hace falta rosa!—comenzó a mirar desesperada la maleta en busca de algo rosa. 

Sergio la miró de reojo pero continuó hablando con Braulio.

—Oye —comenzó hablando Braulio—. ¿Qué te parece si ahora que está dormido, vamos a la caravana e intentamos pillar un abrigo en algún pueblo cercano?

—Se va a dar cuenta —intervino Fátima rápidamente levantando el dedo índice en señal de autoridad—. Por mi experiencia viviendo con él tiene el sueño muy frágil. A la que hay un ruido más grande de lo normal da un botecito, así —Fátima dio un botecito. 

—Pinche Jaime —se quejaba Sergio—. Siempre alerta el cabrón

—¿Porqué no se lo dices ya? Si total se va a dar cuenta. 

—Jamás —Sergio se cruzó de brazos—. Ya le he dado dos disgustos, he agotado mis cupos por hoy.

—A ver para qué mierda te tiras al sofá —le reprochó Braulio entre risas. 

—Yo que sé, parecía buena idea. 

—Pues te has llevao un buen taconazo de Sonia —reía Fátima.

—Ya lo sé... —miraba Sergio cabizbajo—. El caso que no voy a decírselo, me propuse cagarlas solo dos veces al día.  

—Pues me da a mí que van a ser tres —comentaba Fátima levantándose de la cama—. Me voy abajo a por un vaso de agua. 

—Voy contigo —dijo Braulio tras ella. Sergio se encogió de hombros y también fue con ellos. 

Los tres muchachos bajaron y nada más bajar Jaime abrió uno de los ojos, Fátima miró a los dos chicos susurrando un "os lo dije". El muchacho se incorporó y se estiró los brazos. José María lo miró con el móvil en la mano desde el otro sofá. 

—Oye, ¿Hoy que comeremos? 

—Bocatas. No pienso cocinar absolutamente nada —respondió Jaime seguido de un bostezo—. Y además hoy toca siesta hasta por lo menos las 6. 

Al fondo se observaba a Fátima bebiendo agua y a Braulio intentando empujar a Sergio para hablar con Jaime pero se dio la vuelta y le dio colleja cosa que Braulio esquivó inmediatamente. 

—Lo apoyo —Sonia lo señaló con el brazo—. Una siestecita tras la comida viene de lujo. 

En ese momento Mireia observó a Braulio y Sergio y comenzó a poner cara de extrañada. 

—¿Qué mierda hacéis? —preguntó bastante alto. En ese momento las miradas se volvieron hacia los dos muchachos mientras Fátima casi escupe el agua de la risa

—Nada, Braulio que de repente le da por empujarme —dijo señalándole con el dedo pulgar—. Pero no puede. Está chikito —lo miró agachando la cabeza y sonriendo. 

Braulio lo miró enfadado y ofendido. 

—Es que Sergio quería comentarte una cosa, Jaime. 

—¡Que hijo de puta! —Braulio le señaló con la cabeza mientras Sergio lo miraba bastante enfadado. 

Jaime por su parte estaba rascándose la cabeza. 

—¿Qué cojones has hecho ya? Juro que como te hayas cargado la casa te reviento a pedradas. 

—No, eso no —intentaba convencerlo Sergio. 

—Peor —añadió Sonia que ya sabía todo—. Se ha dejad...

—¡Tú cállate!

—A ver... —Jaime resopló un poco—. Suéltalo de una. No me enfadaré. 

—¿Seguro? —Sergio sonrió y Jaime asintió con la cabeza.

—Seguro. 

—¿Seguro seguro seguro seguro? —preguntó Sergio más sonriente. 

—Que sí cojones —dijo algo más enfadado. 

—Te estás enfadando. 

—No. 

—Si. 

—Que no.

—Tienes cara de enfadado. 

—Me estoy enfadando porque piensas que me voy a enfadar si me lo dices. 

—Pues entonces ya estas enfadado de antes. Lo cual quiere decir que si te lo cuento te vas a enfadar más. 

Jaime respiró profundamente con paciencia. 

—Sergio —dijo en el tono más amable—. No me voy a enfadar, me lo puedes contar. 

—Vale a ver... —Sergio cogió aire mientras cerraba los ojos—. No he traído abrigos para la montaña y tengo frío jejeje... —reía tímidamente mientras Jaime cambiaba la cara progresivamente a medida que iba procesando la información. 

—¿¡Qué!? —Jaime levantó la cabeza inmediatamente. 

—¡Dijiste que no te enfadarías! —Sergio se escondió tras un sofá al ver que Jaime se levantaba del asiento y se dirigía a su cuarto que estaba en la planta baja de la cabaña

—¿Ves como es tontico el niño? —comentaba Sonia por lo bajo—. Le falta la subvención. 

Por su parte, se escuchaba jaleo y movimiento en el cuarto de Jaime.

—Es que me cago en la puta, Sergio ¡¡Te dije que íbamos a los pirineos!! —gritaba mientras le tiraba a Sergio un abrigo suyo desde el otro lado de su cuarto—. ¡¡¡Claro que hace frío!!!

—¡Y a mí que me cuentas estamos en agosto! —comentó sorprendido mirando el pedazo de abrigo—. En el contrato no ponía nada de llevar obligatoriamente abrigo

Jaime le tiró una bota de montaña a Sergio agresivamente.

—¡¡Gilipollas!!

—Pero escúchame —Sergio miró detenidamente al suelo—. Falta una bota —enseguida Jaime le tiró la otra bota—. ¡Ah! Vale... ya estoy feliz. 

—Feliz mis huevos, tenemos que ir a comprarte un abrigo que ese es el único tocho que tengo.  

—¿Y porqué me lo das? 

—Para que comas sin tener frío. Y cámbiate de pantalones. Mira que no llevarte abrigo a los pirineos

—Perdón... —dijo arrepentido—. Te juro, juro solemnemente que no te joderé más en lo que queda de día. 

—¿En lo que queda de día? ¿No seria mejor ¡En toda la semana!?

—No —decía totalmente tranquilo—. Según el contrato se establece un cupo de...

—¡PERO QUE CONTRATO!

—En el que te meto mi aparato —Sergio comenzó a reír solo y José María también por lo bajo. 

—Me cae bien este chaval

En seguida el silencio se apoderó de la sala. 

—Vale. Ya paro. 

Jaime lo miró con profundo odio. 

—Sergio, ya no te pido por el bien del grupo ni de tu salud, sino por nuestra amistad. O te estás quieto o... —hubo una pausa dramática—. ¡o por el culo te la meto! —Jaime le soltó una ostia en el pecho a Sergio. 

—¡Ah! Qué cabrón —se quejó—. Pues cuando quieras. Todo lo que sea introducirme cosas bienvenido sea. 

—¿Uno rapidito? 

—De una. 

Sergio se montó encima de Jaime y se fueron al baño pero Jaime no vio bien el marco de la puerta y estampó a Sergio contra el marco, Jaime se resbaló y se pegó tremenda ostia. 

—Joder, Sergio, hueles a choto —le reprochó Jaime apartándose de él mientras tosía exageradamente. 

—¿¡Ah que ahora huelo mal!? ¿¡Eso insinúas!? ¿Me follas y luego me abandonas, jodida cerda malagradecida?

—Cerda malagradecida tu puta madre —Jaime le dio un bofetón apasionadamente estilo novela italiana. 

—Tremenda la novela —se levantó Sonia del sofá aplaudiendo y con ella el resto de los presentes mientras al fondo se escuchaba la risa ahogada de Fátima

—A la segunda parte me uno yo —decía José María bastante emocionado.

Jaime se sacudió los pantalones y se dirigió nuevamente al resto. 

—Vale, a ver, comemos y luego me voy con la puerca esta a por un abrigo. 

—Suuuuu viaje —Mireia se mostraba feliz. 

—Ah ¿Qué vosotros también venís?

—Por supuesto —asintió Sonia—. O sea, ¿Ibais a ir de compras? ¿¡Sin mi!? Yo os elijo las buenas marcas, las de imitación y las baratas. 

—¡Eso eso! ¡Que nosotras entendemos! —decía Mireia—. Además os preparamos conjuntitos para vuestra novela. 

—Hay que comprarle algo rosa —comentaba Fátima bastante decidida. 

Sergio la miraba algo asqueado. 

—Pero no me gusta el rosa en la ropa

Jaime se encogió de hombros

—Bueno, pues vamos todos al pueblo. 

—¡¡¡SUUUU!!! —Mireia lo celebraba extendiendo los brazos hacia arriba. 

***

Tras comer los bocadillos, hicieron un breve descanso y se dirigieron a la caravana de Jaime. Sonia y Mireia iban un poco detrás. Estuvieron hablando durante un buen rato y han congeniado bastante bien. 

—La verdad que pasar de ir mega cargada con bolsas y mochilas a ir con un bolso cambia bastante la cosa —decía Sonia que llevaba una bolsa con tacones para ponerse cuando llegaran al pueblo. 

—Ya ves —contestó Mireia—. Se hace menos pesado. 

—Oye, ¿A ti te molaría ir de tiendas en el pueblo? He estado viendo sitios y la verdad que tiene algunas calles con tiendas 

—Pues sí, ¿Pero no íbamos a ayudar a Sergio a conseguir un abrigo?

—Podríamos hacer eso o irnos nosotras de tiendas —Sonia sonrió de manera tentadora. 

—La verdad que me tienta bastante eh. 

—Como veas, damos una putivuelta por el pueblo franchute 

—Trato —Mireia levantó la mano y se la dio a Sonia. 

—Perfecto. ¿Te gusta la verga francesa?

—Chi 

Mientras tanto, el resto caminaba hacia la caravana. Sergio ya se había cambiado de ropa y se encontraba con el abrigo un pantalón largo. Consiguieron llegar a la caravana, Jaime se sentó en el asiento de conductor y Sergio de copiloto. 

—Muy bien, rumbo al pueblo franchute —decía Jaime dando marcha atrás bruscamente. 

—¡Oye! —se quejaba Braulio—. Un respeto a mi querida Francia. 

—Uy sí, el lugar donde venden pan mas caro y con olor a culo —respondió Jaime. 

—Bien dicho —comentaba José María—. En Francia solo hay maricas.

—¿Pero porqué es más caro todo? —preguntaba Fátima. 

Braulio respondió antes que Sergio. 

—Porque todo es mejor, más glamuroso y con más estilo. 

—Eso son mentiras y mentiras. Es por el impuesto fálico. 

—¿Qué cojones es esa mierda? —preguntó Braulio—. ¿El impuesto por comer pollas?

—Claro, los trabajadores necesitan dinero extra para comprar dildos y mantener ese exótico acento. 

—Que te den, puto. 

—Te van a dar a ti por afrancesado. Que hay mucho marica —respondió José María. 

Sonia hizo ruidos con la garganta para llamar la atención

—A ver, en mi humilde opinión. ¿Porqué cojones habéis ido a Francia si odiáis Francia?

—Porque son subnormales

—Porque sino Braulio no venía —dijeron Fátima y Jaime a la vez. 

—Espera ¿Qué? —dijo Braulio sorprendido. 

—Pues que te conocemos de sobra. Si decimos que vamos a cualquier otro sitio te quedas haciendo cosas aburridas de economía en tu narcopiso con 40 inmigrantes ilegales. 

—Bueno, os lo concedo. Muchas gracias. 

***

Tras media hora de conducción nuestros queridos inútiles consiguieron llegar al pueblo francés. Era un pueblo con bastantes elementos rurales de piedra, la entrada en sí misma era un puente de piedra bastante abrupto con casas de piedra y algunas estructuras de madera. Era un pueblo bastante bonito para ser de Francia y con algunas tiendas marcadas con carteles que Braulio iba pronunciando sin ningún tipo de sentido. 

El problema era que la caravana era muy ancha y no cabía por la mayoría de calles, por tanto Jaime tuvo que aparcar a las afueras del pueblo por no poder subir al centro. 

—Vale a ver, gentuza —preguntaba Jaime—. Sergio y yo vamos a ir a por el abrigo. ¿Vosotros vais a hacer algo?

—Mireia y yo hemos dicho de dar una vuelta por la calle de las tiendas. 

—Ugh, tiendas —aborrecía Fátima. 

—¿No te gustan las tiendas? —preguntó Sonia sorprendida. 

—Me aburren. 

Sonia la miró con la boca abierta. 

—Anonadada me hallo. ¿No sabes nada de moda?

—Me pongo lo que me da la gana —Fátima se encogió de hombros y Mireia sujetó a Sonia llevándosela a otro sitio mientras esta gritaba. 

—¡Pero cómo se te ocurre maldita hereje! ¡Suéltame! ¡¡Sueltameee!! ¡Tiene que conocer las técnicas básicas de maquillaje y...! —Mireia dobló la esquina. 

Jaime pestañeó varias veces seguidas 

—Bueno, ¿pues el resto vamos todos juntos? —preguntó Jaime. 

José María y Braulio se encogieron de hombros. 

—Vale. Aunque no prometo nada, a lo mejor nos vamos a tomar por culo. 

—Bueno, la verdad que comprar un abrigo no es lo más emocionante del mundo, también te digo —respondió Jaime—. En fin, hacer lo que queráis. 

—Pues vamos todos juntos. 

CONTINUARÁ.

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