Narra Álvaro:

Me desperté, lo primero que vi nada más levantarme fue a Quique rezando al lado de un tipo de altar cristiano. Me acerque a él, para preguntarle porque estaba rezando. Cuando me dijo...

-Hola Álvaro, gracias por haberme salvado el otro día en el barco. Menos mal que Alejandra me bendó-.

En ese mismo momento mire su pierna derecha, llevaba una benda amarillenta que le cubría del tobillo hasta la cadera.

Me volví al refugio, me sorprendí mucho, porque empece a ver pequeñas chozas. Uno, dos, tres... ¡Habían 19 chozas y en medio un edificio más alto que las demás!

En ese momento se me acerco Ángel diciéndome.

-Por fin te has despertado eh, hemos hecho muchos progresos mientras dormías. En cada choza viven dos o tres personas. El gran edificio de en medio es un tipo de zona para estar todos juntos, o mejor dicho, una zona de juegos.-

-¿Pero de donde habeis cogido los sofas, mesas, sillas, ...?- Le pregunte a Ángel con mucha duda.

-Muy facil, cogimos los objetos del barco naufrago.- Respondio Ángel con evidencia.

En ese momento Ángel se despidio de mí y se fue directamente al "ayuntamiento" para gestionar unos problemas. Yo me fui a buscar mi choza, en cada choza había un cartel donde ponía los nombres de los niños que se suponía que dormían ahí. Mi choza era la numero 7 y estaba compuesta por mi compañero Joan (aún desaparecido) y Xavi que se había ido a buscar a más gente.

Entre en el "Ayuntamiento" donde me encontre a Hugo y Sofía listos para salir de caza. Me preguntaron si querían que fuera a cazar con ellos.

Yo sin pensarlo dos veces, les dije que me encantaría.

Nos fuimos al este donde había una gran selva tropical. Sofía que estuvo creando un mapa para situarnos geograficamente nos dijo que en el este y oeste de nuestra pequeña ciudad habían selvas tropicales, al sur una zona montañosa y al norte el inmenso mar donde estaba el dichoso barco que nos había hecho acabar aqui.

Cuando ya estuvimos en las entrañas de la selva, Hugo comenzo a montar una trampa para animales de estatura más o menos mediana, sí algun animal tocara la trampa sería propulsado hacía una estaca situada a unos metros de distancía que se le clavaría en la garganta o en los pulmones dejandolo sin vida.

Sofía decidio irse por la izquierda mientras que yo me iba por la derecha. Mientras que caminaba oí un rugido que me recordaba a un jabalí. Cogí mi navaja y lentamente me acerque, en el momento que pude ver al animal me lleve un gran susto. No era un jabalí normal, era un tipo de jabalí medio lobo, de dos metros cincuenta.

Intente alejarme poco a poco, pero por desgracía, me pudo oír. Nada más girarse, el bicho raro empezo a correr como si no hubiese un mañana. Mientras corrí pense en tres cosas, la primera es que tenía que luchar o moriría porque cada vez se acercaba más a mi, dos, me apetecía un helado de chocolate, huum... helado de chocolate, riquísimo, y la tercera es que tenía muy buen oido para haberme podido oir y que seguramente hubieran más como él.

Cogí mi navaja, me giré con toda mi voluntad y le ví... la boca llena de sangre y una piel grisacea y grasienta. De una coz me tumbó, al instante le lancé la navaja al costado, parecía que no le hubiera hecho nada. Me iba a arrancar la cabeza de un mordisco... En ese momento se oyó un disparo de escopeta que mató al animal, miré de donde provenía el disparo, era mi compañero Joan el que consiguió dispararle.

Cuando intenté levantarme no pude, al parecer me había caído baba suya que me había paralizado los músculos, Joan se quiso quedar conmigo toda la noche para defenderme de algún otro jabalí extraño.