[ C a p í t u l o - (7) : P r i m e r a - c l a s e ]
La primera clase empezó y todos los reclusos se encontraban en una tensión algo similar a la tensión que se presenta en un salón de clase normal. Era como volver a los tiempos del colegio o el instituto, donde todos estaban callados escuchando las palabras de algún catedrático cuya visión del mundo, enajenada por su egocentrismo y su sentido narcisista de las cosas le hace dudar del conocimiento de los demás y guía el todo de un grupo con menos conocimiento del intelectual, a la par que tiene una mejor comprensión del mundo real.
Era extraño regresar a una etapa de este tipo para Loren, quien no podía evitar tener recuerdos de la escuela. Todos ellos eran algo extraños. Plagados de momentos borrosos y algunos que han sido olvidados por el bien de la psique de la chica.
Un recuerdo que tiene presente fue un tanto reciente. Cuando recién empezaba la universidad, a sus dieciocho años, más bien diecinueve, su padre había sido degradado de un puesto en la empresa en la que trabajaba por llamar "idiota incompetente" al hijo del administrador. Por ello y a pesar del verdadero disfrute que tenía de sus amigos de la universidad, debía aplicar para una escuela menos costosa. Un instituto más normal y común era lo que ella necesitaba. De todas formas, podía ver a sus amigos de la universidad con frecuencia y tranquilidad después de haberse cambiado; la única persona que jamás le agrado, siendo un chico obeso e imbécil, era su alivio saber que no volvería a verlo.
Allí, tras notar que sus amigos de la universidad dejaron de hablarle, notando de nueva cuenta que la amistad era un privilegio al que ella no estaba completamente preparada para experimentar, sintió como su cuerpo se desvanecía junto a sus emociones; todo era un vacío eterno, del cual no pudo salir con facilidad, recayendo en su depresión, la cual había surgido hacía mucho tiempo antes.
Ahora, de algún modo Loren se sentía diferente, experimentó en su ser algo que podía mantener sesgada su visión de la vida misma, sin embargo, enriquecería ese manjar de sentimientos que con el tiempo se desvanecieron, mermaron por el ambiente y se convirtieron en la nada misma; un desierto donde la única salvación en él, era la muerte o su parecido.
Grant sentía que tenía una nueva oportunidad para hacer las cosas bien, de algún modo podía sentirse eso en su piel, en su mirada y en su esperanza, remarcada en su semblante, siempre firme pero confiable.
Lewis, Edward y Ezra solo actuaban y "entendían" la clase, notando que no había motivación en ellos para cambiar, para ser diferentes y para abandonar su pasado. Por lo general, Ezra fastidiaba a Lewis, Lewis hacía chistes de todo tipo, como chistes racistas, homofóbicos, machistas y todo aquello que pudiera ser mal visto.
-Oigan ¿Saben por qué no hay negros zurdos? – Dijo Lewis.
-No lo sé – Dijo Edward.
-Porque no tienen derechos – Lewis rio a carcajadas, mientras el Dr. Wayne reprendía el comportamiento políticamente incorrecto de Lewis.
-Señor Chadwick – Dijo ciertamente furioso el Dr. Wayne – Debo de recordarle que se encuentra aquí porque es un escape para su vida como un criminal. En caso de olvidarlo, recuerde que lo único que le resta es la silla eléctrica. No lo olvide señor Chadwick.
-De acuerdo – Dijo cabizbajo Lewis.
-Perfecto.
Edward, por el contrario, le parecía cómico ver como Lewis era reprendido por actuar como un neandertal, como solía decir el mismo Edward.
En el caso de Dhúl, se había juntado en un grupo con Vianney y Simone, pareciendo que ellos tuvieran algo en común, como un sentido del humor algo extravagante, carente del mismo humor o meramente ridículo en un sentido sumamente absurdo. Ellos eran la viva imagen del grupo popular o que actuaba como una horda de imbéciles, en los estereotipados colegios de las películas o vistos en ciertos colegios prestigiosos. Todo ello era algo incómodo para el grupo de rebeldes de Paola, quien actuaba de forma contraproducente en cuanto a su grupo. Ella siempre parecía mostrarse activa en la clase, participando y siendo alguien muy correcta; era llamada lustra botas, gilipollas, traga sable, alcahueta o lamehuevos, por varios criminales de todas las nacionalidades, siendo algo que ella ignoraba o meramente le restaba importancia, remarcando que era superior a ellos, reprimiéndolos como si fueran estudiantes de clases normales.
El único estudiante que parecía ser indiferente ante el anarquismo y el fascismo presente en aquel salón de ex reclusos era William. Solo anotaba cosas en su libreta, hacía nota de situaciones y notorias cuestiones relevantes de la clase, algo que, de hecho, era remarcado por el Dr. Wayne.
-Lo veo bastante entretenido señor...
-Dolphin – Dijo William mirando asustado al Dr. Wayne.
-Señor Dolphin – Dijo Dr. Wayne riendo - ¿Acaso te gusta violar a los de tu especie?
-Con todo el respeto que usted merece – Dijo William riendo un poco – El hecho de que mi apellido sea Dolphin, no quiere decir que sea un precoz y cachondo animal marino, como los delfines.
Todos parecían mostrar atención con lo que William y el Dr. Wayne platicaban.
-Parece que tú no vives en la fantasía de los delfines lindos ¿Eh?
-Un poco de conocimiento – Dijo William tembloroso.
-Jum – Rio el Dr. Wayne – Parece ser que sí. Todos vuelvan a sus libretas.
Entonces el Dr. Wayne empezó a hablar un poco de su tema favorito.
-Se nota que ya hemos hablado de cómo es que la edad afecta y cobra factura al cuerpo, ¿correcto? Entonces vamos a hablar de esas formas de factura que nuestro cuerpo cobra en el aspecto cognitivo.
Presentando diapositivas, en un salón de clases genérico, con bancas y paredes blancas, algo sucias, repletas de moho y pintura descarapelada por el paso del tiempo, el Dr. Wayne empezó a hablar de afecciones cognitivas que evolucionan en el paso de la edad.
-Antes de empezar, debo remarcar que mi especialidad como neurólogo me hace un persona menos sensible de lo que piensan, por lo que si se encuentran con algo que les parezca inhumano de mi parte, les pediré amablemente que lo ignoren o que se rían conmigo, porque la vida es una desgracia cómica que merece ser tomada como un chiste, todo es divertido, dependiendo que tan inmutable seas antes esas situaciones. Me hablan de niños muertos por cosas sin sentido, no podré evitar carcajear por lo hilarante de la situación ¿Entendido?
Todos dieron su visto bueno, y así fue como tuvieron una clase curiosa sobre las afecciones cognitivas que los adultos mayores, sino es que más jóvenes, presentaban por el poco cuidado.
***
-Bien clase – Dijo Dr. Wayne - ¿Qué hemos aprendido hoy? ¿Cómo podemos diferenciar los cuerpos de Lewy con el mal del Parkinson?
Paola levantó la mano desde el fondo de la clase, siendo de nueva cuenta degradada por sus compañeros rudos e inútiles.
-Si Paola.
-Que los cuerpos de Lewy ocasionan primero un mal cognitivo y después físico, con un año de diferencia, mientras que el mal físico se presenta antes que el mal cognitivo en el mal del Parkinson.
-Muy bien – Dijo el Dr. Wayne.
Toda la clase no dijo absolutamente nada, mostrándose algo indiferente ante la situación. Habiendo pasado dos horas, todos salieron de la clase para poder retomar un periodo de descanso en sus celdas, más bien recamaras personales. Grant se acercó a William para platicar un poco, puesto a que le causaba cierta curiosidad como es que este reaccionaba ante los comentarios del egocéntrico Dr. Wayne.
-Oye William – Grant llamó la atención del joven William, quien volteó a mirarlo con cierto nerviosismo.
- ¿Eh? – Dijo William nervioso mientras guardaba su libreta en su gabardina.
- ¿Te sientes bien?
-Si... ¿Por qué me sentiría mal?
-Bueno... lo que te dijo el Dr. Wayne y...
-No pienses mucho en eso, Grant. En realidad, me da igual lo que él me diga, inclusive si fuera algo bueno para mi. Sus comentarios me son miserables. No te preocupes Grant. Todo está perfectamente bien.
El chico le dio unas palmadas en la espalda a Grant.
-Oye.
- ¿Si, Grant?
-Tengo una duda... no quiero sonar indiscreto ni mucho menos faltarte al respeto.
-Solo es una curiosidad, Grant. Nadie falta al respeto con la curiosidad. Aunque supongo que tu duda es porqué estoy aquí ¿No es así?
-Si... pero si no quieres contestar, lo aceptaré.
-Para nada. Claro, no te lo diré con totalidad, sino que tendrás que buscar en los periódicos del año 1999, si quieres saber por qué estoy aquí.
- ¿1999?
-Si... Busca el ejemplar del 12 de noviembre. Y cuando lo hagas, sabrás porqué estoy aquí.
-Está bien, William – Grant se alejó de William, caminando hacia donde estaba el resto de su camaradería.
William, mientras caminaba hacia el resto de las habitaciones y en búsqueda de la suya, miró detenidamente hacia el techo, hacia las esquinas y todos los lugares. Había notado que había más sombras de las que podía existir en un complejo, no obstante, la mirada de las cámaras daba hacia esas sombras. Tenía curiosidad en cuanto a si las cámaras podían ver en la oscuridad o simplemente paseaban tranquilamente.
-Disfrutando de su estancia señor...
-Dolphin – William respondió a Ruben.
-Dolphin... Disfrutando de su estancia ¿No?
-Si, de hecho, si – Dijo William – Gracias por darme la oportunidad de participar en este proyecto.
-No es un gracias, señor. Recuerde que este es un centro generado con los ingresos de impuestos de todas las naciones. Solo me encargo de vigilar que todo salga bien, aunque siendo sincero, no hago mucho en realidad.
Ambos rieron al momento que Ruben terminó la frase.
-Me parece perfecto que usted, Señor Dolphin, esté disfrutando de su estancia temporal en este sitio, repleto de criminales que no son tan criminales.
-Eso lo noté, señor – Dijo amablemente William.
-Si... Bueno, discúlpeme – Dijo Ruben caminando a un lado de William para moverse.
-No se preocupe – Dijo William, observando a Ruben alejándose.
De la nada, el semblante de William pasó de ser tímido y débil a uno menos expresivo, serio y completamente seguro.
Dirigiéndose hacia su celda o su habitación, Paola le llamó la atención.
-Oye tu – Dijo Paola - Te llamas William, ¿verdad?
El semblante de William cambió drásticamente, regresando a la timidez que tenía,
-Si... – Dijo William temblando un poco - ¿Qué pasa?
-Oh, nada. Solo quería saludarte, mi buen compañero.
William no dijo nada, para evitar ser grosero y no ser cariñoso a la vez.
-Perfecto – Dijo William – Te veo luego.
-Igualmente, Billy – Dijo Paola riendo un poco, percibiendo algo de molestia en William y molestándolo de todos modos.
William siguió caminando hacia su habitación, mirando con seriedad todo el sitio, no prestando atención a nada y logrando conservar una respiración insonora.
Al momento que vio su celda, con su matrícula, tomó la llave que estaba colgada en el centro de la puerta y, con tranquilidad, metió la llave en la cerradura y abrió la puerta, pasando a su alcoba y cerrándola bruscamente.
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