[ C a p í t u l o - (4) : D o c t o r e s ]
Los doctores tenían una apariencia algo extraña, mostrándose más como pacientes de un psiquiátrico con batas, aunque tienen formalidad en su vestimenta.
El Dr. Eliot era alguien que podría tener entre cuarenta o cuarentaicinco años. Era algo regordete, con bigote, cabello corto y con gabardina negra encima de su bata, ojos con ojeras, cejas pobladas y despeinadas, nariz respingada y larga, con una voz algo tranquila, relajado pero firme. Tes pálida y zapatos elegantes eran otros detalles que él tenía.
La Dra. Sandy tenía el rostro cubierto con vendajes. Era como ver una especie de momia, aunque con el resto de su cuerpo completamente normal. Era de tes morena, manos finas, uñas alargadas, tenía una bata de color amarillo y zapatillas que eran adornadas por enormes calcetines.
El Dr. Louis era delgado, sumamente delgado, de tes grisácea inclusive, con ojos pequeños, nariz aguileña, gafas enormes y un ceño fruncido, increíblemente marcado, tenía una bufanda negra con detalles en líneas blancas, un suéter de color gris, una chaqueta de cuero y un bata de color negra que llevaba en sus brazos.
La Dra. Lauren Cross era algo regordeta, cabello lacio, rostro fino, tes de color rojiza, ojos claros sin color de iris, siendo un ojo blanco con la pupila, manos grandes y una bata de color amarillo. Parecía ser más joven de lo que aparentaba ser.
Y por último, el Dr. Wayne, quien anteriormente habían visto los reclusos, subió junto a sus colegas para presentarse ante ellos.
La platica que ellos dieron no fue muy relevante, simplemente presentando a cada uno de los doctores, a excepción de Sandy, quien no podía hablar, teniendo que comunicarse en lenguaje de señas. Siendo algo que Martin Wayne logró traducir.
En realidad, no había nada destacable en sus palabras, sin embargo, un hombre, de gabardina negra, pantalones oscuros, zapatos de bota, bufanda verde opaco, pálido como la tiza, con ojos amarillos y cabello blanco, usando guantes, veía detenidamente a los doctores, anotando varios detalles. Esto fue algo que logró notar Grant, quien no parecía ver otra cosa que el detenimiento con el que el chico escribía.
A pesar del color de sus ojos, no parecían tener vida, tenía ojeras enormes y su pupila era ridículamente profunda. Algunos cabellos blancos cubrían su mirada.
Esto inquieto un poco a Grant, quien no paraba de preguntarse quien era el sujeto de cabello blanco y guantes negros. Otra cosa menos importante que le pareció en serio curiosa fue el hecho de que tanto él como Ezra no habían pasado a exponer sus crímenes, o tal vez solo no eran relevantes.
Dejando de lado toda la parafernalia de la exposición de los doctores, muchos de los reclusos fueron invitados a dejar la habitación. Entre ellos, el chico de cabello blanco. Había dejado su libreta en la silla en la que estaba sentado. Grant fue para tomarla, abriéndola y encontrándose con letras ilegibles. Nada de lo que había allí era entendible para ningún ser humano. De forma apresurada, la libreta fue tomada por el chico de cabello blanco. Miró con vacuidad a Grant, sin expresión, ni carisma; como un maniquí o un retrato.
-Oh – Dijo Grant – Mil disculpas jóvenes, no quería...
-Basta – Dijo el chico – No es malo ser curioso, de hecho, me causa cierto halago que muestres interés en mi libreta. Sin embargo, lamento decepcionarte que solo hay garabatos en ella.
El chico mostró la libreta con prisa, exhibiendo sus páginas y mostrándosela a Grant. Cuando terminó, miró al grandulón con cierta risa en su rostro, haciendo que sus ojos tomaran vida de nuevo.
-Jaja – Dijo Grant – Había pensado...
- ¿Pensaste que tenía algún plan secreto? – Dijo el chico de cabello blanco, riendo y exagerando su voz, sin gritar.
-No – Dijo Grant riendo junto al chico.
-Me da gusto conocerte – Dijo el chico extendiendo su mano - ¿Cuál es tu nombre?
-Me llamo Grant – Dijo Grant, estrechando la mano con el chico - ¿Cuál es el tuyo?
-No lo sé – Dijo el chico albino, alejándose de Grant lentamente mientras ojeaba su libreta, perdiéndose entre los reclusos.
Grant no pudo divisarlo más, pareciendo muy peculiar ante sus ojos aquél muchacho.
- ¿Quién era? – Preguntó Ezra.
-No lo sé – Dijo Grant, mirando a ver a Loren, quien tenía los ojos rojos y con lágrimas aún emergentes.
-Por favor, Loren – Dijo Ezra.
-Tranquila Loren – Dijo Grant, limpiando las lágrimas de Loren con su mano. Ella reaccionó al instante, con nerviosismo - ¡Oh, lo siento! – Dijo Grant asustado.
-No te preocupes – Dijo Loren.
***
Posterior a la exposición de los doctores, se les indicó a los presos las salas en las que podían pasar libremente, obviamente con la supervisión de la policía. Había varios guardias con armas de fuego, unido a ello, habían cientos de cámaras en todas ellas. Era como una enorme escuela, con pasillos, corredores, una biblioteca, una estancia con sillones y, como era de esperarse también, una enorme cafetera, que era más un comedor comunitario. Allí, una chica los recibió, no se sabía cual era su nombre, pero portaba una camisa de cuello de tortuga, con mangas cortas, de color rojo, con la palabra LYNX en el pecho, en el lado izquierdo.
-Bienvenidos a la cafetería de LYNX. Mientras esta sea su nueva casa, deberán comer de aquí. Claro, no es gratis del todo, puesto a que, en sus clases con los doctores, ustedes ganarán puntos, con los cuales deberán comprar alimentos o víveres, si es que así lo requieren. No obstante, no pienso forzarlos a nada, al menos por sus primeros días, en los cuales no harán más que encontrarse con ustedes mismos y con la nueva oportunidad que les han otorgado los encargados del proyecto LYNX. Todos los alimentos serán completamente gratis en estos primeros días, pueden servirse si les es necesario.
A la par que varios reclusos afirmaban estar muertos de hambre, mirando los grandes y deliciosos monstruos de carne. Todo era un banquete exorbitante, inacabable, en donde todos y todo ser humano comía cualquier cosa. Loren, Grant y Ezra fueron simplemente por una pequeña comida y algo con líquido. Grant fue por unas papas al horno, con una sopa de calabaza; Ezra, por otra parte, fue por un sándwich normal, con una deliciosa ensalada de col y un poco de puré de papa; Lorena parecía no tener hambre, sin embargo, Grant pudo notar como veía su papa al horno con cierta ansia, por lo que le trajo una. Tuvo algunas complicaciones para llevarla, puesto a que la chica del café lo confrontó.
-Lo siento – Dijo la chica – No puede llevarse más de una ración hasta que termine la primera.
-No es para mí, señorita – Dijo Grant – La mujer que nos acompaña está algo débil y necesita comer un poco.
-No es problema mío eso.
-Tiene un problema de salud algo delicado. No sea así. Ayude a una linda dama como ella.
Tras ello, no hubo problemas con que Grant se llevara una segunda papa al horno, para Loren.
-Gracias – Dijo Loren con un tono leve de voz.
-Disculpen – Dijo un hombre con barba corta, sin bigote y con gabardina café – ¿Puedo sentarme con ustedes a comer?
-Si es demasiado para el psicólogo, no creo que sea necesario – Dijo Grant sarcásticamente, riendo cuando la mirada pasmada de Edward se había manifestado.
-Pensé que...
-Tranquilízate muchacho – Dijo Grant – Siéntate y degusta este festín con nosotros.
-De acuerdo – Dijo Edward levantando un poco su labio, como si fuera algo alegre para él.
-Parece ser que hemos hecho un nuevo amigo – Dijo Ezra.
-Espero que así sea – Dijo Grant dándole una palmada en la espalda a Edward - ¿O no Edward?
-No prometo nada, pero son agradables.
-Eso es algo ¿No? – Dijo Grant en voz alta – Bueno, como dicen en Francia Bon Appétit.
- ¿Hay lugar para uno más? – Dijo un enorme hombre, militar y con una sopa de calamar en una bandeja de metal.
-Siempre hay lugar para más – Dijo Ezra – Ven aquí, mi amigo...
-Soy Lewis.
-Lewis – Dijo Ezra – Ven con nosotros.
Todos estaban juntos en una banca, con diversos platillos. Parecían ser casi como amigos del colegio, o de una universidad.
- ¿Por qué te metieron a la cárcel? – Preguntó Lewis curioso a Grant.
Grant dejó de comer su sopa de calabaza y miró con curiosidad a Lewis.
- ¿Por qué me metieron a la cárcel? – Preguntó retóricamente Grant
-Si – Dijo Lewis.
-Pues – Dijo Grant – Fui un desertor de las fuerzas armadas en mi país.
- ¿En serio? – Dijo Lewis emocionado – Yo también.
-Si – Dijo Grant – Parece ser que tu tuviste suerte.
- ¿A qué te refieres?
-Bueno – Dijo Grant – El motivo de que estés aquí fue otra causa y no traición a la patria. Debo reconocer que los alemanes son un poco mojigatos.
-Concuerdo contigo – Dijo Lewis.
De la nada, a lado de ellos, un hombre con cabello negro algo alargado, que le llegaba a las mejillas, con peinado desde el centro, miró hacia ellos.
-Parece ser que los más enfermos se han vuelto amigos de la nada.
Loren miró detenidamente al hombre; tenía una postura afeminada, vestía con un pantalón ajustado de látex, una pequeña pechera que cubría solo debajo de sus clavículas y el primer par de abdominales. Brazaletes en sus dos manos y con una mirada algo perspicaz y seductora.
-Disculpa – Dijo Ezra - ¿Por qué dices eso?
-No es nada – Dijo el hombre – Solo parece ser que la gente vulgar puede comer junta. La gente como yo no puede soportar tal cosa. En algún momento tendrán una orgia como los griegos y harán más insípido e insignificante este lugar.
-El único que es más propenso a ello eres tú, Dhúl – Dijo una voz femenina atrás de él – Disculpen a este tipo, Es algo extraño y a veces, su egocéntrica personalidad lo hace un completo soquete.
-No hay cuidado – Dijo Grant.
-De acuerdo – Dijo la mujer – Espero que no. Tú, mariquita árabe, será mejor que te largues antes de que te haga explotar como lo haría un talibán.
Dhúl no dijo absolutamente nada, dejando de ver con cierto sentido déspota al grupo de amigos, que con cierto repudio, aunque no completo e insignificante, tomaban lo que había dicho él.
-Mi nombre es Paola – Dijo la mujer, extendiendo la mano hacia ellos.
-Mucho gusto, Paola – Dijo Grant hacia la mujer, quien estrechó su mano – Tienes un fuerte agarre, mujer – Dijo Grant riendo un poco.
-Si – Dijo Paola – Parece ser que la guerra me dejó algo bueno. Los veo luego.
Paola se alejó de ellos, cargando una bandeja de comida. Al parecer yesto era un detalle que había notado al instante Grant, tenía bastante fuerzasu agarre. Era como tomar de la mano a un militar.
- ¿La guerra? – Se preguntó a si mismo Lewis - ¿Acaso ella...?
- ¿Será latina? – Se preguntó Ezra.
-De hecho es italiana – Dijo Edward – Está en la cárcel por el mismo motivo que Lewis; traición a la patria. Su dolor fue peor al tratarse de una mujer que no debía actuar en fuerzas militares. Trabajó para el gobierno fascista de Mussolini.
-Entonces...
-Si – Dijo Edward interrumpiendo a Ezra – Ella proviene de los inicios del siglo XX. Eso es extraño, lo aseguro. Hasta el momento parece ser que hay personas de épocas futuras. Yo fui encerrado en el año 2001. Parece ser que también fuiste encerrado en el 2001.
-No – Dijo Ezra – Yo fui llevado a la cárcel en el 2013.
-De acuerdo ¿Cuántos años tienes?
-Veinticuatro.
- ¿Veinticuatro? – Preguntó asombrado Edward – Tienes la misma edad que yo ¿Qué hay de ti, Lewis?
-Tengo treinta años – Dijo Lewis.
-Menos mal ¿Cuándo naciste?
-Déjame recordar – Lewis empezó a hacer cuentas – Fui encerrado en el 2008... Nací en 1978.
-Que curioso – Dijo Edward – Todos aquí son más jóvenes que yo.
-No todos, muchacho – Dijo Grant.
- ¿En serio? ¿En que año te encerraron?
-Soy recluso de los alemanes, mis aliados, desde 1935.
Edward no pudo si no mostrar asombro e incredulidad con lo que había escuchado de la voz de Grant.
- ¿1935? – Dijo Edward – Creo que me voy a volver loco.
-No te preocupes – Dijo Grant – Ezra y Loren se asombraron al saber eso. Estoy seguro que tú también, Lewis.
-Realmente me da igual, pero es algo curioso ¿No? Además hablas como un anciano – Dijo Lewis riendo un poco.
-Este anciano dura más vivo que tú, pequeño bastardo – Dijo Grant riendo con Lewis.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro