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[ C a p í t u l o - (3 6) : C o h i b i d o ]


Diario 031

Las tinieblas siempre son un lugar seguro. Es un sitio en el cual nuestra visión como especie no puede ser sino de lo más inerte. No hay mayor miedo que ese, o al menos de lo más cotidiano, pues además de ser algo que no podemos controlar, es el primer acercamiento al miedo más humano de todos; el miedo a lo desconocido. La solución, por incapaz que suene, es el del atisbo de luz, invocando a una llamarada que cegaría cualquier rastro de penumbras.

Sin embargo, cuando llevas tiempo en la oscuridad, oculto y sin ser notado, no solo se va el miedo, sino que se convierten en una frazada cálida, sincera y pacífica. Mirar a través de las mismas y no ser notado es un regalo que muy pocas veces te da la vida. En tiempos modernos todos son vistos, todos son notados, todos son juzgados.

Noto varias cosas que me causan repelús de quienes cohabitan aquí. Veo a personas vagando sin rumbo alguno. No me agoto pues estoy sentado o estoy recargado contra esquinas y paredes tapadas por las sombras. Cubro la mitad de mi rostro con mi bufanda y pongo mis manos sobre mi cabello. Mis ojos son lo único que logra sobresalir, y en buenos momentos.

Todos los presentes no son más que seres disfuncionales.

Sin embargo, y es algo que me causa mucha curiosidad y miedo.

¿En dónde se encontrará Jessica?

...

Atte. Dolphin, W.

***

-Oye Loren – Preguntó Ezra a Loren, tras salir de aquellas practicas grupales del Dr. Eliot y ambos sentarse en el suelo aledaño a una de sus celdas - ¿Alguna vez has escuchado a The Smiths?

- ¡Oh! ¡Si! Recuerdo que mis padres solían escuchar mucho a los Smiths. No recuerdo bien los nombres de las canciones, pero había una que siempre oían. ♪ A jumped up pantry boy, who never know his place, he said "return the ring". He knows so much about these things ♪. Era una canción muy linda realmente. Mi padre solía cantarla con mi madre. Era muy normal para ellos cantársela. Nunca entendí el significado, aunque me dijo papá que era de dos hombres que se declaraban amor.

- ¿En verdad? Yo pensé que hablaba de amistad – Dijo Ezra.

- ¿Sabes que canción es?

-Si, pero no recuerdo el nombre.

Loren comenzó a reírse un poco, mientras platicaba con Ezra.

-Si – Prosiguió Loren – Nunca pude saber que decía bien, aunque no importaba su significado. Hay canciones que son tristes pero que para ti son un recuerdo muy bello. Recuerdo a mi padre cantar She's leaving home, y aunque sea una melodía sobre una chica que se va de su casa para no volver, mi cabeza solo imagina a mi padre, rasurándose, mientras que mi madre preparaba el desayuno.

- ¿Y como te sientes cuando escuchas una canción?

-Son muchas emociones, ¿sabes? No es como que alguien se encuentre a mi lado para convertirla en algo bello o nostálgico, tampoco es que algo desagradable ocurra para ser un trauma. Simplemente las emociones naturales de la canción salen. Y ya... Se desvanece cualquier otro significado.

- ¿Y tú escuchas música?

-Mucho. Muy seguido. Es... como un refugio para mí...

Loren apretó los puños mientras los tenía en sus rodillas, a la par que Ezra notaba su turbación.

-Es complicado vivir realmente en silencio o escuchando el rumor de la calle. Me veo a mi paseando entre callejones con música en mis oídos que disfrazan y condimentan mi viaje. Es mejor así que escuchar cosas que no quiero.

-Entiendo – Concluyó Ezra, pues alguien los había interrumpido; era Josef.

-Oigan, ¿saben donde ha estado Jessica? – Preguntó exacerbado y alarmado.

-No – Sinceró Loren.

- ¿No está en su celda? – Propuso Ezra.

-La he buscado, pero nada – Intrigado por ello, Loren y Ezra se miraron, pues no era común que alguien como ella desapareciera de esa forma tan sencilla.

-Eso es muy raro – Observó Loren – Una persona tan escandalosa no puede simplemente "desaparecer".

-Quizá está en otra parte... Estoy seguro que está bien, Josef – Alivió Ezra a Josef – Solo sigue buscando.

-Oigan, ¿han visto a Jessica en algún lado? – Interrumpió William al trio que se había formado en el mismo lugar aledaño a la celda de Loren – La he buscado por casi todos los lugares que reconozco visibles.

-No – Manifestaron los tres al unisono.

-Mierda – Respondió con total despreocupación William.

***

Grant estaba encerrado en su habitación. Nadie debía verlo, nadie tenía que molestarlo. Seguía su curso, aunque fuera en las tinieblas. Se encerró para pensar demasiadas cosas. Muchas cosas que no eran fáciles de asimilar. Un tropel encadenado sin fin de ideas e imágenes que lentamente lo consumían de un modo que, pese a todo, no era normal, ni siquiera para él.

-Liese – Se dijo a si mismo, en susurros – Se que no hemos hablado en mucho tiempo. Que lastima sería siquiera recordar los buenos ratos, ¿no? – Soltó una risotada tras ello.

Miró detenidamente la esquina con pintura carcomida de su habitación.

-He conocido a una jovencita. No tiene muchos años, a diferencia de mí. Soy de su edad físicamente, pero no somos iguales. Ella es vibrante, ella es alguien... diferente... Me recuerda mucho a ti, antes de que aquel mal te quitase la capacidad de caminar. Me recuerda cuando tú y yo éramos un equipo indestructible, impenetrable, ignifugo, impermeable... Un todo que podía sobrellevar malestares. Wir waren stark. No creo que puedas perdonarme... pero no puedo mirarla a ella sin mirarte a ti... Creo que... me he vuelto a enamorar.

Grant se tapó el rostro con sus manos y suspiró profusamente durante tres minutos seguidos. Fue un mar de aire y sofocación enorme, una sofocante realidad que había llegado, golpeando a su rostro y destrozando lo que, hasta ese entonces, era normal.

-Qué maldita vergüenza decírtelo... Deberías estar decepcionada de mí, y lo entiendo. No te culpo en lo más mínimo. Pero solo es un enamoramiento... Solo quiero volver a ser joven... humano... Como lo fui alguna vez, en aquellas calles de Berlín. Apenas te ví con aquel cabello fino cual seda y tus pecosas mejillas. No puedo compararte con nadie, porque quizá ahora parezca intimidante y eso como exalta a las damas. Tu me contemplaste como un amigo, un amante, cuando no era nadie... Temo por que tu amor hacia mí se vuelva odio y mi amor hacia ti sea doloroso.

Grant miró de nuevo hacia el suelo, sentándose en el mismo y sintiendo como sus ojos se humedecían. Se sentía tan aislado del mundo que era la primera vez que algo así volvía a ocurrir.

-No quiero ser ya una criatura ¡Quiero ser humano otra vez! ¡Sentir que puedo ser un humano de nuevo! ¡Ser mortal! ¡Ser frágil y fácilmente despedazado!

Grant sintió un agobio tan desagradable en su cuerpo que nadie podía pararlo. Ese pesimismo que lo acarreó en vida, que lo hizo tomar el final que lo llevo a ser ese ser misterioso y criatura afable, había vuelto del siglo XX y lo volvió a carcomer con la bestialidad de una jauría de perros salvajes.

-Loren... me recuerda a ti, Liese, ¿acaso no habéis reencarnado en aquella bella dama? ¡Espero que ese sea la realidad y podamos ser tu y yo de nuevo!

La puerta tras él, la que protegía su celda, fue tocada con fuerza, con dos golpes secos y uno rápido. Era como un redoble de tambores que, con brusquedad, lo sacaron de una realidad en la cual se marginó.

-Grant – Preguntó William, interrumpiendo su juicio interno.

- ¿William? ¿Qué necesitas?

-Has sabido algo sobre Jessica, ¿no?

-No... ¿Por qué?

-Es extraño – Resaltó William – Nadie la ha visto en lo que lleva del día. Ni siquiera yo que vago entre todos lados la he notado.

- ¿Qué habrá pasado con ella? – Se cuestionó Grant.

-Espero que nada. No me agrada, pero no merece nada realmente malo.

-A veces sueles ocasionarme agruras, William.

-Te acostumbras, Grant – William abandonó la habitación tras aquella declaración suya.

Volviendo a su estado de transe personal, Grant simplemente siguió cuestionándose, aunque internamente y sin hacer ruido, si realmente sentía algo por aquella chica o solo era un instinto protector de adulto lo que lo estaba consumiendo.

***

Paseando por los pasillos del instituto, Dhúl estaba pensando varias cosas que recorrían su cabeza. No se trataban de meras nimiedades, puesto a que estaba genuinamente preocupado por algo. Entre sus manos tenía lo que parecía ser un gorro. Un gorro que usualmente tenía y portaba Simone. Al igual que Vianney, Simone había desaparecido y eso mantenía en un estado de alerta a Dhúl, quien no sabía que demonios significaba que aquellas dos hubieran desaparecido. Parecía estar realmente preocupado en un sentido natural, pues ya habían sido casi tres o cuatro días en donde ellas dos no se presentaban, si no es que más tiempo, pues William lo tenía bastante ocupado.

Seguía vagando por toda la instalación del instituto, notando diversos factores que lo hacían sentir algo incomodo. El color oscuro de las paredes, el grisáceo carboneado de los muros junto a las tinieblas de pasillos sin nada de iluminación podían hacer sentir un horror indescriptible a cualquiera. Dhúl ya no sentía mucho terror ante ello, pues ha estado presente en sitios más apagados y oscuros, sin mencionar que era alguien que no le gustaba no enfrentar los retos o inclusive, las incertidumbres de la vida.

Dhúl siguió caminando entre todas las posibles entradas entre los pasillos. Todos estos tenían una iluminación precaria, la cual no sería solucionada con absolutamente nada. Entre aquellos pensamientos, no se percató de algo que se encontraba tras él.

Un rubor que no pudo notar fue el de un objeto tras de si caminando, respirando y sin siquiera existir, hacerle daño. Una aguja penetró en su espalda con la furia de tres colmillos de un perro. Al momento que el primer ataque de la jeringa entró, este no pudo resistirse y termino cayendo al suelo con rapidez, a la par que una persona frente a ella, tapando la poca luz de las celdas, con lo que parecía ser una porra de policía, le propició un golpe con fuerza en la cabeza, aterrizando en la zona de la cien, y tan inmediato que nada, se desplomó Dhúl, perdiendo el conocimiento.

***

Todo era oscuridad al inicio. Un eco silencioso, producido por el aire, es lo único que se escuchar en un rumor vacío. Era un eco que chocaba con paredes de forma ondulatoria, pues sus repeticiones eran irregulares, pareciendo que subía y bajaba la frecuencia de aquel sonido sin sonido. Lo único que era completamente verídico y concreto era que no tenía una temperatura neutra; era un sitio completamente frio.

Algunas luces, con un estruendoso sonido de prendido, comenzaron a hacer visible el espacio en el cual se encontraban tres personas, estas tres personas estaban completamente desnudas, con suciedad en su cuerpo y con cicatrices en el mismo. Había espaldas magulladas con marcas de latigazos, sangrantes y con costra. Una mujer, en el suelo, con las piernas y brazos atados, cegada y amordazada, se encontraba en el suelo, con cicatrices y marcas de rasguños. Dos hombres, ambos de un porte sensible y afeminado, estaban completamente adormilados, a la par que sus cuerpos estaban marcados con pintura blanca en su espalda.

-¡Despertad, inmundicias de la sociedad! – Dijo una voz femenina ante altavoces con distorsión, muy probablemente fue Hilda - ¡Este es un chequeo de rutina para los inadaptados!¡Ninguno de ustedes fue capaz de relacionarse con nadie de forma genuina!¡¿Qué desagradables criaturas son ustedes?!¡No merecen misericordia de la manada!

Tan rápido como aquel mensaje fue sustituido por interferencias repitiendo la ultima frase como un error de programación, otra voz entró de forma cautelosa. Era afeminada pero masculina, con ciertos tintes de egocentrismo y un aire elevado, sin escrúpulos.

-Soy el doctor Martin Wayne. Esto no les agradará más que a mi. Espero lograr que con esto sean capaces de tratar de hablar con los demás. De interaccionar. El mundo está repleto de criaturas inadaptadas. Son seres sin ningún tipo de agrado; criaturas indescriptibles. Si quieren salir de esto deberán hacer dos cosas.

Las luces terminaron por iluminar el sitio sucio, desagradable y con hedor a metal fundido. Los hombres, ambos con manías afeminadas, entre ellos un magullado y herido Dhúl, se postraron hacia la pared, intentando cubrir sus genitales y su trasero. Las esquinas eran imposibles de usar.

-Si quieren salir de aquí deberán de jurar, solemnemente, intentar ser como el resto, ser seres sociables. Da igual si se pierden a ustedes. No dejen de ser como los demás, vestir como los demás, hablar como los demás. Déjense a ustedes mismos.

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