[ C a p í t u l o - (3 1) : D r a - C r o s s ]
Todos los miembros de L Y N X, se dirigieron a continuación a la aula mayor de costumbre, sin embargo, a diferencia de las otras presentaciones de doctores, ya se hacía presente una doctora que era, en perspectiva realista, un tanto incomoda en el aspecto de su presencia. No era extraña, ni siquiera en un sentido burlesca; su aura y su espectro demostraban bastante seriedad y horror.
-De acuerdo, tomen asiento – Dijo la Dra. Cross – Ya les fui presentada por la mayoría de ustedes, sin embargo, espero que hayan firmado el contrato.
Muchos estaban confundidos sobre que contrato era el que tenían que firmar.
- ¿Cuál contrato? – Dijo uno de los prisioneros.
- ¡¿Acaso no recuerda, animal mono neuronal?! ¡Usted investigue! Ya no es mi problema.
- ¿Entonces por qué lo menciona?
-Me parece cínico tu parte preguntar ese tipo de cosas. Largo de mi clase. No hay puntos para ti.
Ese prisionero, el cual tenía una bandana negra y cabello en rastas, salió decepcionado, aunque liberado, al saber que no tendría que permanecer en esa aula.
-Me imagino que el resto no leyó nada. Siempre, inmundos animales. Son menos que repulsivas bolsas de deshecho humano. No se porqué el gobierno y el experimento L.Y.N.X. los mantiene con vida. No merecen nada bueno y jamás deberían estar vivos.
- ¿Qué demonios le pasa? – Preguntó Paola a uno de los de su grupo de maleantes.
-Entonces ¿Qué dije Santis? – Dijo la Dra. Cross.
- ¿Qué? – Respondió Paola.
- ¿Es más interesante tu plática que mis advertencias, italiana de porquería?
Paola no respondió, pese a que su orgullo y estado de ánimos se encontraban dilapidados.
- ¿De qué año eres?
-Principios del siglo XX.
-Y me sigo preguntando porqué el régimen fascista no te usó de juguete sexual antes que un ser humano con derechos.
Paola no pudo hacer más, se levantó de su asiento, se fue con fuerza y furia hacia la Dra. Cross, sin embargo no contó con que tenía una pistola eléctrica en sus manos. Tras estar a unos metros de distancia, la Dra. Cross disparó hacia Paola y esta, al sentir el choque eléctrico y la carga pasando por todo su cuerpo se desplomó.
-Ghhghhgh – Paola murmuraba, más bien se retorcía de dolor.
-Será mejor que nunca, nunca más... – La Dra. Cross volvió a pasarle carga, causando que Paola se retorciera aún más – Nunca más te vuelvas a atrever siquiera a verme a los ojos... maldita itálica de mierda.
Paola quería levantarse y soltar golpes a diestra y siniestra, no obstante la inmovilización por el dolor fue algo que le impidió actuar de forma rápida y apresurada, ni siquiera en esa situación; el lugar podría estar en llamas y ella preferiría morir en las llamas antes que escapar.
-Trata de levantarte y tomar asiento. No tienes permitido producir ningún ruido en mi charla, basura humana – La Dra. Cross recogió las tiras eléctricas de su pistola, retomó la plática que iba a otorgarles, ignorando la expresión de incredulidad y completa impotencia que tenían los demás prisioneros.
Cuando Paola quería levantarse, lo único que podía reproducir era un quejido. La Dra. Cross se escandalizó.
- ¡¿Qué parte de no produzcas ningún ruido no comprendiste, italiana mierdera?! ¡Puta bastarda! – La Dra. Cross se abalanzó hacia Paola y comenzó a pisotear su cabeza, haciendo que ella se quejara más del dolor. La Dra. Cross comenzó a sentir placer al momento que torturaba a Paola, a quien pedía que no hiciera ruido - ¡¿Quieres motivos para escandalizarte?! ¡¿Quieres una razón para chillar como ramera?! ¡Aquí lo tienes, zorra! ¡Sufre en silencio maldita puta! – Seguía pisoteando a Paola, hasta el punto en que no surgió ningún sonido de dolor de ella.
Al levantarse, con las pocas fuerzas que tenía y habían emergido de la adrenalina causada por los ataques desenfrenados de la enfermiza doctora, logró sentarse en su banca. Esta causó un chirrido estruendoso.
- ¡Ningún ruido, malnacida! – Gritó la Dra. Cross.
Paola solo se acariciaba su cabeza, sintiendo sangre húmeda y sudor en ella. Quería asesinar a la Dra. Cross a como diera lugar, lo cual era imposible.
-Es un monstruo – Dijo entre dientes Loren.
La Dra. Cross miró atrás de ella, detectando el discurso oculto.
- ¿Quién mierda dijo eso? – Dijo la Dra. Cross encolerizada.
Nadie respondió. Ella no quiso perder los estribos y solamente soltó una carcajada narcisista.
-Bueno – Prosiguió – Para quien le interese saber... Esos insultos me saben a poco. De hecho, si quieren saberlo, me sube el ego saber que les causo temor. Si esto fueran los años treinta, con gusto latiguearía a cada uno de ustedes; para los blancos, los explotaría en fábricas; para los demás, recogiendo algodón en campos extensos y amenazados con un rifle; para las mujeres, prostituidas en los barrios bajos y no precisamente a los hombres más pulcros. Entonces no pierdan su tiempo insultándome... No me interesa.
El silencio posterior, incomodo y repleto de miedo, no dejó más que muda a Loren y al grupo en el cual estaba incluida. Sentía pena por Paola, aunque no comprendía porqué debía reaccionar así a unos insultos; realmente Loren sabe que son verdaderas segregaciones, como una buena marginada social.
-Bien – Dijo la Dra. Cross – Hablemos sobre... La adultez. Su etapa en estos momentos y por la cual ocurrirán los cambios más significativos antes de que, para fortuna del oxígeno restante, fallezcan o mueran. – La Dra. Cross soltó una carcajada al pronunciar estas últimas palabras – Como sea. Supongo que también creen que soy alguien insensible. No en lo absoluto se encuentran equivocados. Solamente soy un ser humano normal.
Loren se preguntaba que clase de ser humano no tenía ningún tipo de sentimiento ¿Por qué personas como ella podían existir? ¿Cómo era posible que un ser humano que siente egocentrismo y gratificación al ser tratada como un ser cruel y causar temor puede ser real?
-De acuerdo. Les pediré amablemente que, si tienen algún tipo de duda, ahórrense las preguntas – Dijo la Dra. Cross – Ninguno de ustedes tiene derecho a preguntar ni siquiera que están haciendo; recuerden, no pregunten, no fallen; solo sigan las indicaciones que se les da.
- ¿Y en caso de que no haya indica...?
- ¡Qué se ahorren las preguntas! ¡¿Acaso son imbéciles?! – Interrumpió la Dra. Cross a uno de los convictos.
***
Nota rápida.
No puedo creer que crueldad la de esa mujer.
Es horrido que clase de ser humano como ella puede existir. Es escabrosa la simple idea de sentir placer por ser un objeto de terror y de temor absoluto. No se trata de autoridad por respeto; es miedo, puro horror y sórdidas sensaciones repletas de melancólica soledad.
¿Qué clase de ser humano siente placer por eso?
¿Por qué ella existe?
¿Por qué es posible esto?
¿Por qué?
Atte. Loren Parr...
No se si ya había firmado antes... Ni siquiera se si ya he escrito algo.
¿Qué es esta libreta?
***
Tras la charla melancólica y sin sentido de la Dra. Cross, todos los convictos salieron del aula, esperando lograr conciliar el sueño y poder recobrar fuerzas para el día que venía después. Todo estaba cambiando de una forma inexplicable. Cada día la vida allí se hacía más oscura. El edificio que antes parecía ser un simple patio de recreos para carceleros y enfermos mentales se sentía como un matadero; quizá siempre lo fue, solo que nadie se lo había planteado.
- ¿Qué clase de doctora es esa? – Preguntó Lewis.
-Creo que prefiero morir de gripe aviar antes que ser atendido por tal espécimen enfermizo – Respondió Grant.
-Si lo piensan bien, es una persona común y corriente. – Dijo William rompiendo un pan duro que tenía en su posesión.
- ¿Qué clase de ser común actuaría así? – Preguntó Grant.
-Alguien con suficiente libertad para hacerlo – Dijo William mascando un trozo de pan duro – Esto me recuerda a la cárcel de Standford. Un experimento donde se demostró que el poder no solo cambia las perspectivas, sino que corrompe a las personas.
-Ella tenía algún poder para hacer lo que sea, concuerdo con ello – Prosiguió Edward.
-Si, pero – prosiguió William – a pesar de lo horrido que suena, no hablo del poder en cuanto a la palabra poderío en un estado absoluto; se trata de una de las ventajas más poderosas que acompaña al poder.
- ¿Y cual es esa ventaja? – Preguntó Grant.
-La libertad del poder – Dijo William – Ejercer fuerza sobre los demás, es un ejercicio placentero que tiene un ser humano por biología genética y molecular. No se trata solamente de un mandato sin sentido; es una cualidad orgiástica sin precedentes.
-Haré como que comprendí lo que dijiste, William – Dijo Grant.
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