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[ C a p í t u l o - (2 5) : D h ú l ]


La gran estancia estaba repleta de varios criminales, los cuales salían lentamente del foro de discusión de Eliot. Las pláticas de ese hombre eran tan distantes de lo que podrían significar para cualquiera que se encontrase en ese momento cerca de él. No pertenecían a este mundo y podían confundir a cualquier individuo que tuviera el mínimo interés de escucharlas.

No obstante, todos allí estaban obligados a escuchar lo ilegible de aquel sujeto. Era muy extraño para todos. Su humanidad y carácter eran lo más distante a lo que se habían encontrado hasta ese momento. Presumía de tener un código de autoridad el cual jamás respetaba por un tiempo prolongado; esto fue algo de lo cual se dio cuenta Edward, quien no sabía si tomarse en serio a Eliot o verlo como un ser risible.

- ¿En que piensas Edward? – Preguntó Lewis.

-Oh – Edward se sobresaltó al momento que Lewis llamó su atención – En nada importante. Solo cosas sin sentido.

-Espero que solo sea eso – Lewis se alejó de Edward para hablar un poco con Ezra.

Edward continuó caminado por su lado, encontrándose de frente con varios prisioneros que veía de forma diaria, como si fueran repeticiones. Uno de ellos se llamaba Lui, quien había asesinado a su esposa para sacarle unas incrustaciones de titanio que tenía en sus pulmones artificiales; otro era Marco, quien había violado a una niña bajo la influencia de drogas; uno más era un asiático de nombre desconocido, quien era culpable de la muerte de 24 pasajeros en un autobús por manejar ebrio.

Todos allí habían cometido un crimen y se encontraban arrepentidos. O tal vez no era un arrepentimiento real; era una estafa de ellos mismos para ellos mismos. Era una situación que jamás se podría saber. Es un temor de los psicólogos que lo que hagan, sea lo que sea que intenten demostrar, jamás sea en su totalidad algo verídico. Quizá ellos podrían decir aproximados, pero jamás un "real" de algo. No tenían la certeza pura.

Este pensamiento le trajo a Edward recuerdos de la academia, o más bien, su etapa universitaria, repleta de soquetes los cuales presumían saberlo todo. Él no le gustaba saber que había personas las cuales presumían saber más que él. Eran una bola de fracasados y eso era algo que Edward entendía. Podría decirse que vivía amedrentado.

Edward no se sentía tranquilo al pensar eso. Imaginar que este mismo egocentrismo de los psicólogos pueda causar peleas entre ellos en vez de ser cómplices. Su principal aporte a la sociedad es la comprensión del comportamiento humano, análisis, explicación y cura; discutir sobre quien tiene más razón es gritarle a una pared; no tiene sentido.

Recuerda mucho a una estudiante la cual presumía lo bien que hacía las cosas, siendo una psicóloga mediocre. Tenía la ansiedad de solo buscar lo necesario, olvidándose por completo de una "atención al paciente" correcta. No le causa sino colera a Edward aquello. Tenía un petulante andar y solo demostró ser solo una charlatana.

- "¿Me preguntó que serán o fue de aquellos ridículos?" – Edward solo podía reír en su cabeza, creyendo que logró más que ellos. Era lo único que podía hacer para entretenerse; disfrutar del posible fracaso del resto. Era placentero pero sentía culpa el poco tiempo – "Creo que no me hace bien pensar en que les ocurrió. Quizá ellos no harían eso".

-Edward – Una voz poco conocida llamó a Edward por detrás de todos los criminales – Edward, por acá.

Edward configuró su mirada para poder detectar a quien fuera la persona que estaba buscando su atención de forma deliberada. En eso, se encontró con una mujer. Una extraña mujer, con vestido verde de patrones indistinguibles, cara de muñeca y que acariciaba de forma grotesca su vientre. Le causó asco a Edward, pero también lo inquietó; más bien, despertó su curiosidad.

-Deja de mirar al horizonte pobre hombre blanco – Dijo una voz con un tono mediterráneo; era Dhúl.

- ¡¿Qué?! Ah, eres tú – Edward se sobre saltó, retomando velozmente su compostura frente a Dhúl, quien estaba con William.

-Será mejor que prestes atención a tu entorno o las libres te tomarán como su mercader.

- ¿Qué?

-Que, si no te mantienes alerta, posiblemente te utilizarán de la forma más vil posible.

- ¿Un mercader es una buena metáfora para una vida ruin?

-De donde yo vengo, si – Dijo Dhúl – Los dejo chicos. Necesito tomar un poco de respiro con Vianney.

-No tengas cuidado – Dijo William, a la par que acariciaba la barbilla de Dhúl y le susurraba algo al oído. Dhúl respondió a eso con una sonrisa.

Alejándose de ellos, Dhúl caminó hacia Vianney y Simone. William se sentó cerca de Edward, para hablar, cara a cara.

- ¿Qué mierda fue...?

-Solo un simple gesto, Edward – Dijo William secándose los labios con su mano – Solo eso. Ahora necesito tu ayuda de una forma más personal.

-Si es lo que creo que es, entonces no... No soy de... esos.

-Sea lo que sea que describas como "esos", me da igual. No es para eso por lo que te pido ayuda.

-Entonces, ¿para qué es?

-Vamos a tu celda y te lo explico.

William y Edward se dirigieron hacia la celda de Edward, siendo William solo quien seguía a Edward.

***

-Bien – Dijo William paseándose en círculos por toda la celda – Esto que necesito de tu mano no es algo simple. Más bien, carece de superficialidad. Solo necesito una pequeña ayuda.

-Habla.

-Dhúl es un sujeto extraño. Eres psicólogo. Lo escuché en la reunión de inicio con todos los prisioneros; donde Loren rompió en llanto.

-Si... ¿Qué te hace útil eso?

-Necesito que me des algún consejo psicológico que pueda usar para poner a Dhúl en nuestro favor.

Edward se sorprendió al escuchar eso.

- ¿Te refieres a manipularlo? Si es así, entonces no tendrás nada de mí si no me pagas.

-No hablo de manipulación, Edward. Hablo de ponerlo de nuestro lado y de la forma más legal posible. Dame el consejo más gratuito que tu tengas. Incluso si es uno tan insignificantemente obvio.

-En ese caso puedo ser más permisivo.

-Todo lo que busco es tenerlo de nuestro lado. Esta prisión... es extraña.

-Ni me lo digas – Edward suspiró – Hace un instante vi a lo lejos a una mujer y me pareció tan...

- ¡¿Mujer?! – William interrumpió a Edward, no sin antes abrir de forma exuberante sus ojos y fruncir el ceño - ¡¿Cómo que una mujer?!

- ¡Espera! – Edward se alteró al igual que William al notar su exagerada expresión - ¡No creo que sea algo del otro mundo!

- ¡Esto es más valioso! – William suspiró e intentó contener la calma, aunque su siguiente pregunta vino de la mano con un ahogamiento interno y tartamudeo - ¿Có-có-cómo era esa mujer?

-Era una mujer y ya.

-No creo en eso Edward ¡Dime como era! – William se acercó de forma exagerada hacia Edward y este se escandalizó.

- ¡Aléjate de mí, maldito marica!

- ¡Entonces habla, idiota! – William preguntó por ultima vez y con un tono más serio y firme - ¿Cómo era esa maldita mujer?

-No lo sé. Tenía un vestido verde y acariciaba su vientre. Era repugnante.

- ¿Te llamó por tu nombre?

-Si... Espera... ¿Cómo lo...?

-Si alguien no te habla por tu nombre, ignoras al mundo entero...

Edward se detuvo antes de refutar lo que había dicho William; tenía razón.

-Bien... Si vuelves a ver a esa mujer, necesito que lo hagas conmigo o con Grant.

-Pero...

- ¡Hazlo!

-De acuerdo, de acuerdo – Edward se puso aún más nervioso, pero decidió no prestar atención a esa perturbación.

-Bien... Disculpa mi alterado estado de ánimo... Pero créeme. Esto es otra cosa.

- ¿Qué? ¿La mujer?

-Si... Pero si quieres hablar de eso necesita estar Grant. Por ahora no quiero eso.

- ¿Por qué no?

-Primero necesito tu consejo para tratar a Dhúl y pasarlo a nuestro lado.

-Oh... cierto – Edward pensó un poco, acariciando su barba con las puntas de los dedos – Creo que, si prestas atención a los pequeños detalles, puedes hacerlo sentir conforme. Solo tienes que identificar cuando una emoción lo controle; viendo como es no va a ser complicado.

- ¿Por qué lo dices?

-Porque es solo un sujeto impulsivo más del montón. Quizá su ego se interponga, pero contigo, por lo que parece, no se muestra como un narcisista.

-Espero que no... Bueno... – William ofreció salir a Edward.

- ¿Qué?

-Salte.

- ¡Pero si es mi celda imbécil!

-Necesito que hablemos en mi celda con Grant.

-Oh... disculpa.

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