[ C a p í t u l o - (2 4) : O j o s - o c u l t o s ]
Las duchas comenzaron a sonar. Las gotas de agua comenzaban a caer lentamente, luego se precipitaron. Era casi un escape de aquel artilugio de metal. Varios hombres comenzaron a quitarse la ropa para poder dejar que el agua los limpiase. Entre ellos, Khaled se encontraba haciendo lo mismo. Su cabello abultado era un tanto susceptible a ensuciarse por el paso del tiempo y de los días.
No tuvo elección que tomar una ducha. Comenzó a quitarse toda su ropa, pieza por pieza. Su pecho y el resto de su cuerpo estaba repleto de cicatrices, como si fuera una pizarra repleta de restos de dibujos o trazos anteriores. No era para nada cómodo a la vista verlo. Era trágico y tal vez atrayente; atractivo. Sus cicatrices eran desde quemaduras, con la sombra del fuego, rasguños y golpes.
Sus más destacables cicatrices eran dos; una de ellas tenía una insignia grabada, la cual era un "M" rotada, pareciendo más el símbolo de sumatoria matemática. La otra gran cicatriz era la de un tajo enorme que cubría toda su espalda, como una firma o un recordatorio
Las cicatrices también estaban en zonas las cuales prefería no decir. Todas ellas lo han hecho sentir distinto en cualquier etapa de su vida. Ahora no es más que un tortuoso muñeco de trapo. Se mira a si mismo en el cristal de la ducha, encontrándose con un cuerpo que, a pesar de estar tonificado, se encuentra masacrado.
Lavando su cabello y usando jabón, sus ojos lo hicieron transportarse a un lugar extraño. Ya no era una luz blanca lo que sentía en su mirada, sino un entorno rojizo. Al percatarse de ello y tras escuchar un eco familiar, sintió como su cuerpo comenzaba a flotar. Abriendo sus ojos vio que el suelo era un pastizal de flores rojizas, pero no eran rosas, sino skailas; flores que normalmente son blancas, sin embargo se pueden transformar al momento que un espíritu Olhem se encuentra cerca.
- ¿Pero que demo...?
-Señor Khaled – Dijo una voz que le resultaba familiar.
Mirando al cielo, el cual era de colores naranjas y verdosos, entre la neblina verdosa, pudo notar a un viejo conocido; Kaijath, la líder tarántula de los espíritus Olhem. Su enorme cuerpo se postraba frente a Khaled, tomando una postura arrogante en contra del espíritu, quien notó que su cuerpo ya no era el de Oskar. Era un simple cuerpo hecho de energía pura, como una estatua de mármol brillante y de tonos azules.
-Veo que te has tomado con poca seriedad tus servicios ante tu labor.
-No piense mal de mí, madame Kaijath. Solo estoy teniendo un pequeño retardo y no puedo hacer mucho. Mi cuerpo humano está atado a un experimento. Ni siquiera se en donde estoy parado. Solo busco no meterme en problemas y ocasionarle más problemas a Oskar.
-Oskar murió hace siglos, Khaled. Deja de creer que eres él. Solo dejas en una burla sin precedentes al cargo de los espíritus Olhem. Me obligaron a mandarlos porque su líder anterior, Taurths, decidió cuidar a los espíritus Kelham. Esperaba más de ustedes. Solo veo que han logrado generar aprecio a los humanos.
-Perdone madame Kaijath. Es difícil para nosotros no sentir afecto por lo extraños e incomprendidos que son los hombres en la tierra. No es raro para nosotros sentirnos ciertamente corrompidos por ellos. Se encuentran como nosotros. Unidos, pero con un profundo sentimiento, a veces de soledad, de miedo, de ira, de melancolía o vacuidad que es difícil de extraer de lo más profundo.
-Eso es lo que temo. Los espíritus Kelham son fríos, asertivos y solamente hacen lo que se les ordena. Ustedes son corruptibles; ellos no. Me preocupa saber en que demonios terminarán ustedes siendo una plaga con humanidad adoptada.
-Nuestra labor es ser seres de luz para la población y dispersar el karma por toda la comarca. No creo que eso sea ajeno a nuestro deber.
-Lo es... Y es precisamente porque la labor, al igual que la décima división de la policía japonesa, dar arbitrariamente su poder al mundo.
-Entiendo esa parte.
-Ustedes deberán alejar del karma a quien sea necesario, lo merezca o no. En caso contrario, ustedes serán exiliados y serán alimento para la bestia de las profundidades, Khaled.
-Eso es lo que más temo, madame Kaijath.
-Entonces quiero que comiences a comportarte como un espíritu Olhem. Deja de lado aquellos arranques de empatía humana que te han corrompido a ti y a todos los demás espíritus.
-Lo intentaré señora.
-No lo intentes... hazlo.
-De acuerdo... Lo haré.
Despertando de su visión, Khaled regresó a su cuerpo humano, notando que se había quedado por completo detenido en el tiempo. Era como si no hubiera pasado ni un segundo.
No prestó atención de ello y solo siguió con lo mismo de siempre, lavando su cabello y pensando en lo que podrían hacerle a Githzel y a Kyo. Era aterrador para él pensar en que podrían hacerles a esas pobres criaturas. No le gustaba para nada la idea de que tuvieran a las dos encerradas en una prisión, una para cada una. Sus ideales sobre lo correcto y lo que deseaba estaban en juego. Podía escaparse si lo deseara.
Ellas lo retenían. Quizá debía escaparse, quizá no tendría por qué preocuparse por ellas.
Khaled analizó mucho sobre lo que estaba pensando y esa clase de ideas no les estaban agradando. Eran desagradables en cualquier ángulo que se pudieran pensar.
-Estoy condenado – Dijo Khaled para sí mismo y cerrando la llave del agua. Las gotas restantes chasqueaban contra el suelo como un paso de jazz.
-Oye – Escuchó una voz detrás de él, haciendo que se cubriera con sus manos sus genitales. Al darse la vuelta, vio que era William, quien le extendió una toalla – Creo que necesitas esto.
-Gracias – Dijo Khaled extrañado y tomando la toalla - ¿Qué haces aquí y por qué me pasaste una toalla?
-Por capricho – Dijo William tomando asiento en la pequeña banca para sentarse de las duchas – Aunque me causó un poco de curiosidad lo que dijiste.
- ¿Ah sí? ¿Y que dije?
- "Estoy condenado" – William repitió el mismo dialogo que había dicho para sí mismo Khaled. Este volteó a ver un poco preocupado a William – Se que no debo entrometerme, sin embargo me causó curiosidad esa línea.
- ¿Quieres que te diga el porqué de esa línea?
-Si lo deseas.
-No lo deseo.
-Entonces no me lo digas, Khaled.
-Gracias por la toalla.
-Fue un placer.
Khaled notó que William no se retiraba, aunque había mostrado que no se sentía cómodo con su presencia.
- ¿Qué estás esperando?
-Que me regreses mi toalla – Dijo William.
- ¿Qué? ¿Esta es...?
-Si, pero no te preocupes... no suelo estar muy sucio...
William comenzó a reírse mientras Khaled se sentía asqueado.
-Es broma Khaled – Dijo William – Ni siquiera tengo toalla.
-Pero en las que se usan para...
-Nunca tomo algo así para mi higiene personal. Suelo secarme con el viento y limpiarme con prendas que encuentro de varias habitaciones abiertas o abandonadas.
-Espero que no hayas hecho eso con la mía, que la he dejado abierta varias veces – Dijo Khaled.
-Ignora ese detalle... Bueno – William se levantó de la banca – Me retiro.
Antes de que William saliera de las duchas, Khaled lo detuvo.
-Espera.
William volteó, con una mirada de curiosidad por lo que Khaled le dijese.
- ¿Qué harías en esta situación?
- ¿Cuál situación?
-Imagina esto William. Tienes a tu mejor amigo y al que podría ser tu hijo como rehenes por otra persona. Esta autoridad te...
-Ya se todo eso, Khaled... Tu mismo te lo dijiste al espejo esa vez que el Dr. Louis te había torturado. Lo sé Khaled.
-Bien... Me alegra que no lo hayas olvidado.
-Tampoco olvido cuando una persona se está torturando por una decisión difícil. Mira. Te lo diré con mucha obviedad, pero eres un número más.
- ¿Qué?
-Velo de esta forma, Khaled. Todos nosotros somos una cifra más para las grandes autoridades. Hacemos lo que queremos por un miedo mayor que nos controla. Muchas veces nuestra presencia no es notada por nadie y somos algo significativamente minúsculo en todo el colectivo.
- ¿Qué? – Khaled se sentó en la banca – No te entiendo.
-Has aquello que tu desees hacer y no prestes atención a si serás castigado o no. Porque los cobardes tienen la peor condena que ninguno podría tener; el arrepentimiento. Incluso si vivieras ante lo que te aqueja, ¿aceptarías esa vida con esa espina, preguntándote que hubieras hecho en lugar de aceptar un mandato que al final te remplazará?
-Tal vez... solo es que...
-No hay un porqué, Khaled.
-Solo quiero saber... ¿Por qué piensas de esa forma? No estas aquí por buscar ser lo que no profesas, ¿o sí?
-Se más explícito.
-Me estas diciendo que no haga lo correcto cuando todos aquí buscan redimirse de algo malo que hicieron – Khaled se acercó a William – En cambio tu... ¿qué haces aquí si no piensas igual?
-Como te lo he dicho siempre... Es mero capricho mío – William le dio una palmada en el hombro a Khaled – Solo busca aquello que te haga sentir bien, incluso en la penitencia. Porque el alivio más grande para un hombre es haber logrado lo que puede ser castigado y aun así, hacer lo correcto; eso decía mi padre.
William se alejó de Khaled y este mismo comenzó a reflexionar, quitándose la toalla y comenzando a ponerse su ropa de nueva cuenta.
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