Capítulo V
Azafrán acababa de llegar a su Aldea junto con su manada y habían informado de lo sucedido y de todos los planes a todos los que no habían podido ir a la reunión. Estaba nervioso, igual que los demás. Toda la Manada del Brezo estaba confundida y ninguno de ellos quería marchar a buscar la Gema de la Vida.
Diurnal se acercó a Halcón y apoyó su cabeza junto a la suya.
—Todo irá bien—susurró ella.
—Espero que así sea.
Azafrán pasó cerca de ellos y pudo oír los susurros. Su Alfa estaba inseguro y eso era mala señal para la Manada.
De camino a la Aldea Diurnal había hablado con Halcón y se había ofrecido como voluntaria a buscar la Gema pero él se negó en rotundo por miedo a perderla.
Nadie quería ir y Halcón sabía que tendría que elegir él a alguien aunque no quisiera.
Se apartó de su Subordinada y llamó a la manada. Todos se acercaron a escucharle.
—Camaradas, la Luna ya está bajando y pronto amanecerá, necesitamos elegir a alguien ya mismo para esta misión.
La mayoría de lobos miraban hacia otro lado, no querían responder a su líder ofreciéndose.
—Si nadie se ofrece iré yo—dijo Diurnal.
—No, tu no irás Diurnal—Halcón se negó en rotundo de nuevo–Necesitamos a alguien ya, se que todos vosotros sois grandes guerreros y podréis salvar nuestro mundo, sabéis que no estaréis solos, como lobos haremos todo en equipo y esta vez juntaremos a las cinco Manadas.
La Manada aún estaba indecisa, estaba claro que nadie iba a dar el paso. ¿Cómo era posible que su Manada fuera tan cobarde? Era cierto que era una situación difícil, y que no eran la Manada más fuerte, pero la Manada del brezo era muy rápida y ágil y eso era algo que les caracterizaba.
Azafrán cerró los ojos. «No pienso dejar que el equipo de búsqueda se quede sin nuestras virtudes» pensó.
Dio un paso al frente y miró a su líder a los ojos.
—Iré yo. Yo participaré en la búsqueda de la Gema.
La Manada del Helecho estaba también bastante indecisa.
Pero no porque nadie quisiera ir, sino porque no sabían a quién elegir para la búsqueda.
—Por favor Roble, déjame ir a mi–pidió Robledo—se que soy joven pero eso no significa que no sea capaz.
—Robledo, eres un lobo fuerte pero no estás preparado para esta misión.
—¡Nadie está preparado! Nunca antes ha ocurrido algo similar.
Roble gruñó para mantener al joven al margen.
—Eso no significa que puedas ir, aún te queda mucho por aprender antes de hacer misiones similares, Robledo.
Robledo suspiró resignado.
Luciérnaga se acercó a su superior.
—Roble, yo podría ir, no tengo ningún inconveniente.
Robledo abrió los ojos de par en par.
—¡¿Qué?! Luciérnaga tampoco es la más conveniente para ir, ¡Está embarazada!
Luciérnaga gruñó a Robledo con las orejas altas.
Roble miró a Luciérnaga dubitativo.
—¿Es eso cierto Luciérnaga?
—Si, es cierto, pero...
—Entonces te quedarás aquí. No sabemos cuánto se tardará en encontrar la Gema.
—¿Tornado lo sabe?—preguntó Robledo curioso.
—¡Cállate!—ladró Luciérnaga con el lomo erizado.
Roble miró a los demás miembros de su Manada y les llamó.
—¿Alguien más se ofrece?
Todos se quedaron en silencio.
—Yo no estaría preparada para ir, lo siento—se disculpó Pinar.
Tornado miró hacia otro lado dando a ver que no iría, sin dar explicaciones.
Nocturna miró hacia el suelo sin saber que hacer y Robledo daba golpecitos con la pata en el suelo.
Boreal se acercó al grupo para ver la respuesta de su Manada.
Nocturna miró a Boreal y luego a su hermano. Podía ir, sabía que podía hacerlo, por su hermano y sus seres queridos. Pero tenía miedo.
—Roble—Comenzó la loba negra–se que me dirás que soy joven e ingenua, pero, si nadie piensa ir a buscar la Gema seré yo quien vaya a buscarla.
Todos se giraron para mirarla y ella se sintió incómoda; aún así siguió hablando.
—Si nadie va dejaremos a las demás Manadas tiradas y también estaremos dejando morir a nuestro Reino. Y a nuestra propia manada.
—Si ella va yo iré con ella—Robledo se situó a su lado.
Nocturna miró a su hermano. Él parecía dispuesto a cien por cien.
—Lo siento Robledo, pero tú no irás—repitió el Alfa.
—Si mi hermana va yo voy.
—Robledo...
—¡Ambos nos ayudaremos mutuamente!
—¡Robledo!—Exclamó el líder con las fauces abiertas–No es no, no sigas intentando hacerme cambiar de opinión.
Robledo soltó un gruñido por lo bajo y dió un paso atrás.
—No tenemos tiempo para decidir a quien elegir, así que serás tú quien vaya Nocturna.
Nocturna inspiró hondo.
—Muy bien, entonces seré yo quien vaya.
—Eres muy valiente al ofrecerte Nocturna, estoy muy seguro de que lograrás encontrar la Gema.
Al escuchar a su líder Nocturna se puso nerviosa. Ella sería una de las responsables de salvar el mundo y si no encontraba la Gema la culpa caería sobre ella como una enorme roca.
—Acercate Nocturna—Pidió su Alfa.
Ella se acercó sintiendo todos los ojos de la Manada sobre ella. Se situó frente a su líder. Roble acercó su hocico a la frente de la joven y un vaho con brillos verdes salió de sus fauces. Era cálido y frío a la vez y un escalofrío recorrió el cuerpo de Nocturna. ¿Que había sido eso?
Roble levantó la cabeza de nuevo y miró a la joven.
—Ahora estarás protegida, el poder de la Gema te será mucho más útil a ti que a mi en estas circunstancias, así que una parte de mi poder ahora es tuyo.
Nocturna miró a su líder con los ojos muy abiertos. ¿De verdad le había dado parte de su poder?
Buscó a Boreal con la mirada y cuando la encontró ésta afirmó con un movimiento de cabeza.
El cielo estaba clareando ya; pronto iba a amanecer. Una gota de rocio cayó sobre la cabeza de Nocturna. Ya casi era la hora.
—Buena suerte Nocturna, y que la Luna te acompañe—Dijo su superior inclinando la cabeza.
Todos los demás le imitaron y luego se acercaron a Nocturna entre lametazos y palabras de suerte.
Boreal se acercó y le dió un lametón en la oreja.
—Ha sido muy valiente por tu parte decidirte a ir, se que lo conseguirás Joven.
—Gracias Boreal.
—Cuídate y no olvides todo lo que te he enseñado.
—No lo olvidaré.
Nocturna vio que su hermano no se atrevía a acercarse a ella. Tenía la cabeza gacha y miraba con el ceño fruncido.
Nocturna se acercó a él.
—Robledo, no estés así por favor, siento que no puedas ir pero...
Robledo enterró su cabeza en el esponjoso cuello de su hermana.
—No te vayas Nocturna, no quiero que te vayas—dijo con un tono triste.
—Oye...volveré, lo prometo.
—No puedes prometerlo, no sabes lo que ocurrirá.
Nocturna encerró el miedo que sentía y se apartó de su hermano para mirarle a la cara con seguridad.
—Lo prometo. No se cuánto tiempo estaré fuera, no se cuánto tardaré, pero prometo volver.
Robledo dejó caer una lágrima y miró hacia otro lado.
—Ten mucho cuidado, ¿Vale?
Su hermana le dió un lametón en la cabeza.
—Lo tendré, no te preocupes.
Se despidió también de Pinar, que parecía preocupada también pero aún así sonrió y deseó buena suerte a su amiga. Dijo que le llevaría una bellota a la cabaña por cada día que pasara sin volver y que la cabaña se llenaría al completo. Nocturna rió.
Los primeros rayos de sol iluminaron la Aldea y Nocturna supo que debía irse. Se despidió de nuevo de todos y caminó hacia la entrada de la Aldea. Inspiró hondo antes de pasar el arco de la entrada y luego alzó el vuelo en dirección al Claro de Reunión.
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