Capítulo II
Nevado acababa de volver de caza cuando vio a uno de los miembros de la Manada del Liquen salir corriendo de su propia aldea. Había escuchado unos aullidos realmente desgarradores pero no sabía si habían sido de la Manada del Cuarzo o del Liquen. Ahora la aparición de este lobo le dió una nueva pista.
Dejó la carne en el centro del claro de su aldea y se acercó a un grupo que estaba hablando. Parecían nerviosos.
—Oye ¿Qué se supone que está pasando?—Preguntó Nevado.
El grupo se giró hacia el lobo blanco.
Urraca fue la primera que habló.
—El líder de la Manada del Liquen ha sido asesinado.
—¿Qué?—Nevado estaba perdido.
—¡Asesinado, Nevado, asesinado! Y en mitad de la noche—Azufre pisó el suelo con fuerza.
—¿Qué insinúas con eso?
Arrendajo se adelantó con las orejas gachas.
—Bueno...creemos que ha sido un lobo de su propia manada quien lo ha asesinado.
—¿Para obtener su puesto?–Nevado empezaba a enlazar la información.
Los otros tres lobos asintieron.
—Eso creemos—Urraca siguió hablando–lo más seguro es que haya sido aquel que ahora vaya a ocupar su puesto...
—hm...es muy posible...pero entonces, ¡Estamos culpando al siguiente líder!
—Tenemos que hablar de esto con Aurora.
Los cuatro fueron a hablar con su líder.
La líder miró a todos de reojo.
—¿Noticias?
—¡Si! Creemos que el culpable es...el siguiente líder—dijo Urraca.
Aurora negó con la cabeza.
—No hagáis suposiciones, no podéis saber en realidad quién ha sido el culpable.
Urraca fue a replicar pero Aurora se adelantó.
—No le deis más vueltas, hablaremos de todo esto esta noche.
—¿Esta noche? Pero si la reunión es mañana—dijo Nevado.
—Hemos adelantado la reunión. Será hoy, tenemos que dejar zanjado este asunto y resolverlo cuanto antes.
Dicho esto Aurora dió la espalda a los cuatro lobos y se fue hacia su cabaña.
Los cuatro se quedaron en silencio y se miraron los unos a los otros.
—Así que esta noche ¿Eh?–Arrendajo se quedó pensativo.
Azufre se encogió de hombros.
—Bueno, ya veremos lo que ocurre.
Los demás asintieron. A Nevado le entró la curiosidad por saber lo que le había pasado al líder del Liquen, ¿Un enfrentamiento llevado al odio en su Manada? ¿Ansía de poder de parte de alguno de sus betas? Quién sabe.
Miró al cielo: al menos estaba más despejado y con suerte aquella noche no llovería en la reunión. El sol estaba ya casi en su cénit así que solo faltaba esperar la mitad del día hasta la hora de la reunión.
El tiempo se le pasaría muy lento, se le antojó dar un pequeño vuelo por la zona.
Se despidió de sus tres amigos y se fue hacia la salida de la aldea, pero antes de salir Mangata, una omega rubia, se acercó a él.
—¡Nevado espera!
Nevado se giró hacia ella y se cruzó con sus oscuros ojos verdes.
—¿Puedo hablar contigo un momento? Necesito consejo y...
Mangata desvío la mirada sin saber cómo proseguir.
—¿Y por qué acudes a mi? Sabes que soy malísimo con los consejos.
—¿A dónde vas? ¿Puedo ir contigo?
Nevado entrecerró los ojos. ¿Qué tramaba ahora Mangata?
—Está bien, ven conmigo.
Nevado salió de la aldea y Mangata lo siguió con prisa. El lobo extendió sus blancas alas y alzó el vuelo de una batida, Mangata lo siguió dando unas cuantas batidas de sus claras alas. Desde arriba el territorio parecía muy extenso, a pesar de que por tierra no se tardaba llegar a ninguna zona. Se la conocían tan bien como la almohadilla de sus patas.
Nevado descendió un poco y se colocó al lado de Mangata.
—Y ¿De qué querías hablar conmigo?
—Bueno...A ver por dónde empiezo—Mangata pensó en silencio y luego dijo de golpe–Quiero ir a la reunión.
—¡¿Qué?!—Nevado abrió los ojos de par en par—pero ¡Ya sabes las normas! Veteranos, omegas y cachorros ¡no pueden ir!
—¿Y por qué no? ¡Es muy injusto!
—Porque debe haber lobos protegiendo la aldea mientras estemos fuera.
—¿Y por qué no se queda alguno de los gamma?
—Porque ellos deben estar en la reunión. ¡No vas a poder ir Mangata!
Mangata gruñó y batió las alas acelerando el vuelo. Nevado le siguió con un suspiro.
—Mangata, ¡espera! No puedes enfadarte por...
—¡Tengo todo el derecho a enfadarme! Mis opiniones no valen, soy la última en comer, muchas veces me toca quedarme en la aldea ¡Y encima no puedo ir a la reunión! ¿Ni siquiera a esta? Porque es realmente importante.
Nevado no dijo nada. Era cierto que ser Omega era duro y Mangata estaría deseando subir de rango, ¿Quién sabe si no lo consigue y ve crecer a otros cachorros en rangos mayores que el suyo? Debe de ser frustrante.
—Oye Mangata...entiendo que estés así de molesta...pero yo no puedo hacer nada para...
Mangata se colocó delante de él impidiendole avanzar.
—¡Si que puedes! Eres un Beta, podrías intentar convencer a Aurora de que me lleve al menos esta vez a la reunión.
Nevado dudó. Su líder era muy cabezota, era casi imposible hacerla cambiar de opinión.
—Por favor Nevado...
Sabía que eso sería una perdida de tiempo, pero al menos podía intentarlo.
—Está bien...lo intentaré, pero no te aseguro que vaya a aceptarlo, ni siquiera de mi.
La expresión de felicidad de Mangata apareció de golpe.
—¡Oh Nevado, muchísimas gracias! ¡De verdad! ¡Gracias, gracias, gracias!—Agradeció dando vueltas alrededor del lobo.
Tras una pequeña vuelta, Nevado volvió a la aldea junto con Mangata. Sabía que era Beta y tenía más poder de palabra que otros lobos, pero aún así era joven y su superior no le haría mucho caso.
Entró en la cabaña de su alfa y esperó en la entrada.
—¿Aurora? ¿Puedo pasar?
—Adelante.
Nevado se adentró más en la cabaña y fue hacia su alfa, que se encontraba al lado de su compañero Abedul.
—¿Qué ocurre Nevado?—Aurora entrecerró los ojos—No serán más suposiciones del asesinato, ¿Verdad?
La conversación ya empezaba con mala pata.
—No, no es eso, pero tiene que ver con la reunión de esta noche.
Hubo un breve silencio hasta que Aurora habló.
—Adelante, cuéntame.
Nevado le explicó que ésta iba a ser una reunión importante y Mangata tenía la necesidad de ir. Aurora escuchó en silencio sin intervenir y cuando por fin Nevado terminó de hablar ella habló.
—La respuesta, Nevado, es no. No puede ir.
Nevado bajó las orejas decepcionado. Al menos lo había intentado, pero antes quería saber...
—¿Por qué no?
—Si dejamos a Mangata ir los demás omegas también querrán, es injusto para ellos que una vaya y los demás no, ¿Entiendes?
—Entiendo. Pero...
Abedul fue quien habló esta vez.
—Aunque la reunión sea importante las leyes de la manada no se pueden incumplir.
Nevado suspiró. Tenía razón, pero Mangata también: las leyes eran injustas.
—Lo siento Nevado, pero Mangata no puede ir a la reunión.
—Está bien...gracias por escucharme.
El joven salió de la cabaña de Aurora y se fue a buscar a la Omega.
Mangata, en cuanto le vio, se acercó trotando hacia él.
—¿Qué te ha dicho?—Su mirada era esperanzada y a Nevado le entristeció la idea de darle la respuesta.
Miró al suelo intentando no hacer contacto visual con la loba.
—Mangata...Aurora ha dicho que no, lo siento.
La única respuesta que Nevado recibió fue el silencio. Levantó la mirada hacia la joven: su expresión de felicidad y esperanza había desaparecido y ahora solo había tristeza y rabia.
—Esto es injusto.
Antes de que Nevado pudiera acercarse a ella para consolarla la loba dió media vuelta se fue corriendo.
Nevado se quedó observado cómo desaparecía tras una cabaña.
La hora de la reunión había llegado.
Todas las manadas no hablaban de otra cosa y la manada del Liquen estaba destrozada: ahora todos sospechaban los unos de los otros y muy pocos grupos de lobos seguían confiando de sus miembros. La muerte de su líder les había dolido y aún no podían imaginar que uno de los suyos lo hubiera asesinado...a no ser que hubiera sido uno de otra manada...
Ahora la duda recorría toda la aldea del Liquen. No solo desconfiaban de ellos mismos sino que ahora desconfiaban de las demás Manadas.
Las Cinco Manadas de lobos alados caminaron hacia el punto de reunión. El primer grupo en llegar al Claro de Los Cinco Pilares fue el del Cuarzo, que no tuvieron que esperar mucho a que los demás llegaran. La Manada del Helecho llegó casi a la par que la de la Escarcha. Nocturna miró a su alrededor: La Manada del Liquen no había llegado aún.
Los lobos congregados intercambiaron saludos y palabras amables, pero se notaba tensión en el ambiente.
Nocturna caminó entre lobos conocidos y enemigos mirando hacia su Alfa. Estaba hablando con Aurora. De repente chocó contra alguien y cayó sentada.
—¡Hey, cuidado! ¿Estás bien?—Un lobo blanco de ojos amarillos le observaba sonriendo—Buena manera de caer.
Nocturna se levantó.
—Perdona, no te había visto.
—No pasa nada, ninguno ha salido herido...tú eres de la Manada del Helecho ¿Cierto?
—Si, soy Nocturna.
—Encantado, Nevado.
Ambos agacharon la cabeza como saludo.
—Hay tensión hoy...—dijo el Lobo.
—Si, lo se, espero que esto se solucione pronto.
Ambos alzaron las orejas al escuchar el trote de unos lobos acercandose al claro.
La manada del Liquen había llegado. Todos estaban serios y parecían cansados. A Nocturna le llamó la atención una loba bicolor que caminaba con la cabeza alta, demostrando fuerza a pesar de la situación que estaba pasando.
Nevado siguió la mirada de Nocturna.
—Son unos lobos bastante tercos y fuertes ¿No crees?
Nocturna miró a Nevado arqueando una ceja y luego devolvió la mirada a la loba.
—Supongo que si.
La loba, como si se hubiera sentido observada dirigió sus ojos verde claro hacia Nocturna y ésta pillada por sorpresa miró hacia otro lado, nerviosa.
Nevado río en bajo y luego miró hacia su Alfa al oírla aullar. Seguidamente los demás Alfas aullaron.
—Es la hora, un placer Nocturna, nos vemos—Nevado se despidió y corrió junto a su grupo.
Los Alfas se colocaron en corro, cara a cara y los miembros de cada Manada se colocaron detrás de sus líderes. Todos dirigieron su mirada hacia un Beta que se había colocado en el corro. León era un robusto beta de la Manada del Liquen, que cuando notó todas las miradas clavadas en él dijo con toda tranquilidad:
—Nuestra subordinada Alfa no se ve capaz de venir a la reunión. Me ha elegido para sustituirla, por lo que hoy hablaré en nombre de toda la Manada.
Los Alfas dieron su aprobación.
Roble le dió el poder de palabra.
—Adelante León, informanos.
El Beta avanzó un paso para salirse del corro y alzó la voz.
—Sabemos que nuestro Alfa, que la Luna lo acompañe, ha sido asesinado por un lobo y no por otra criatura. No sabemos la identidad del asesino, pero hemos llegado a la conclusión de que es imposible que haya sido un miembro de nuestra manada.
—¿Estás culpando entonces la muerte de tu Alfa a las demás Manadas?—Halcón, Alfa del Brezo, erizó el pelo del cuello.
—Que permanezca la paz—Roble fulminó a Halcón con la mirada–ninguno de nuestros lobos tenía algo en contra de vuestro Alfa, así que es imposible.
—Mi Manada tampoco tenía nada en contra—aseguró Aurora.
Halcón respondió lo mismo con un gruñido.
—Pues en nuestra Manada tampoco hay ningún lobo que tuviera nada en contra suya–aclaró León.
Azufre dió un paso adelante situándose al lado de su Alfa.
—¿Y si ha sido un Perro? ¿No sabéis de ninguna otra criatura que tuviera algo en su contra?
León negó con la cabeza.
—No ha podido ser un perro. Y tampoco sabemos de ningún problema si es que nuestro líder tuvo alguno con alguien.
Hubo un silencio pensativo.
La loba de la Manada del Liquen que Nocturna había visto antes se adelantó junto a León.
—Antes he compartido esta hipótesis con otros de mis compañeros, ¿Y si ha sido un Solitario?
—¿Y cómo iba un Solitario a entrar en una aldea protegida por Centinelas?—respondió Azufre.
—Puede haberse colado por algún lado.
—Hemos revisado todo el perímetro de la muralla de la aldea–dijo León–No hay sitio por donde pueda colarse, Duna.
Duna dió unos pasos atrás dejando zanjada su hipótesis.
Azufre en cambio volvió a hablar.
—¿Y si vuestra gema estaba rota? Eso podría haber roto el escudo protector y el Solitario podría haber entrado volando.
Todos murmuraron discutiendo.
—Es imposible, la gema está en perfecto estado—negó León.
Los murmullos cesaron y el silencio reinó de nuevo hasta que León volvió a hablar.
—Hemos decidido poner cuatro Centinelas al anochecer, hacer más revisiones en la aldea y hacer más vuelos patrulla por todo el territorio–añadió amenazante–Estaremos ojo avizor para que esto no vuelva a ocurrir.
—Todos deberíamos—Dijo Roble con calma.
Aurora pisó el suelo con fuerza arañando el suelo.
—No sabemos quién ha sido, pero tarde o temprano se descubrirá al traidor–Concluyó la Alfa.
—Se concluye este tema–Acabó zanjando Halcón.
Los demás Alfas asintieron y los demás lobos estuvieron de acuerdo.
Después de la discusión del asesinato cada Manada habló de los cambios típicos de cada estación: Ahora las pequeñas presas eran escasas pero por fin había agua bajando por los ríos, los grupos de Córnidos y otros venados más pequeños se acercarían más a menudo al río, al igual que otras criaturas que podrían ser una amenaza para las Manadas. Volverían peligros pero la comida no se iría hasta el invierno.
Mientras los Alfas hablaban de todo esto Nocturna buscó con la mirada entre las otras Manadas. ¿De verdad los enemigos pueden ser tan amables? Pensó recordando a Nevado. Le vio entre sus compañeros de manada dando un gran bostezo. Parecía estar aburrido. Dejó de mirar a Nevado cuando sintió que alguien estaba mirándola a ella ahora, buscó con la mirada entre la multitud de cánidos pero no veía a nadie que estuviera dirigiendo su mirada hacia ella.
«Extraño...» pensó.
Luego se le vino algo más a la mente: las gemas de cada aldea.
Así que era cierto que tenían poder y protegían los hogares de los lobos...
Nunca entendería realmente su poder.
Un trueno resonó por todo el bosque. Nocturna miró al cielo, que estaba completamente nublado y no dejaba ver la Luna.
—Esta reunión se da por concluida–Oyó decir a su Alfa.
Nocturna estaba de acuerdo, ya iba siendo hora de volver a casa, pero algo la dejó intranquila esa noche, pues en realidad nada se había arreglado después de la reunión.
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