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꒰ ⌗ cuarto ! ꒱

Habían alfas de todos los linajes posibles, aromas de los mismos que merodeaban por la zona para atraer a algún Omega asustadizo que fuese débil ante su fragancia, como si fuese una zona de pesca donde los más tontos caían unos detrás de otros. Vagando por las salas de lujosa mueblería y de iluminación azulada, los Omegas que allí se presentaban también tenían las cartas a su disposición, las sensuales anatomías de éstos dejaban a más de uno gruñendo en su asiento.

El porte de cada especie era diferente pero no por ello habían diferencias de castas, todos llevaban apellidos importantes y grandes cantidades de dinero crecía segundo a segundo. Podían ser políticos, artistas, deportistas, jefes y gerentes, daba igual.

Pero Jeongin no era un Omega de mucho dinero que acudía a aquel especial bar a jugar con Alfas cachondos, era uno de los empleados del local, atendiendo mesas y barras. Si en un primer momento dices que trabajas en un lugar repleto de Alfas, no significa que vendas tu cuerpo a ellos, tampoco deriva a dedicarte al PoleDance, simplemente puedes ser un camarero.

Aunque en el bar no solo se vendan bebidas alcohólicas y una estancia de paraíso, algunos trapicheos y negocios sucios se trataban.  Aquello tampoco impide pensar que más de un camarero u otro tipo de trabajador se haya ido con alguien que le ofreciese unos fajos de billetes. Si los Omegas eran tan sensuales y los Alfas mostraban tanto porte, algunos clientes imaginaban que podían hacerse con compañía pagada.

El lugar era conocido por mucha gente famosa y adinerada.

Cuando él empezó a trabajar allí, se llevaba en propina lo que jamás cobraría en un laburo normal con un sueldo equivalente. Por lo que tuvo que hacer un esfuerzo para permanecer en su puesto de trabajo, encantando a muchos Alfas y, aunque no muy a menudo, a unos cuantos Omegas que se interesaron en él de muchas maneras. Ganó algo de popularidad, muchos murmuraban entre resoplidos a qué olía, en cómo el uniforme se ceñía a su cuerpo o en la carismática y bella sonrisa que los recibía.

Atendía en la zona más prestigiosa del bar, donde eran más bien pocos los que acudían a diario, aunque aquello variaba depende del estatus social.

Yang hacía su trabajo como cualquier otro ese día, algunos de sus compañeros, entre ellos alfas y Omegas, discutían sobre las llegadas en su zona cuando él llegó. Alardeaban de varios jóvenes que destacaban en belleza y cómo era de esperarse, debían ser hijos de bienaventurados capitales.

Él no se unió a la platica de inmediato, su turno ese día era de noche y parte de la mañana siguiente así que no quería entretenerse demasiado tiempo a rumores. Saldría más o menos sobre las diez de la mañana, tenía un turno bastante complicado pero igual de concurrido, lo que le hacía pensar en las propinas de los más borrachos y de los que más se interesaran por él.

—Hey, Innie -Le llamaron a él a sus espaldas, reconoció a voz y rápidamente se giró a verle- Hay un grupo interesante hoy.

Él terminaba de vestirse mientras que su amigo estaba listo para empezar, por lo que mostró una mueca cansada en su rostro para replicar.

—Acabo de llegar, no me digas que tengo que estar con sobrios hoy -Se quejó entre pucheros y su amigo se mofó.

—Sobrios de nuestra edad, no será un pervertido el que te toque el trasero, Innie -Tras decir lo último le dedicó una reverencia- Te espero fuera, hagamos un buen servicio.

El mayor le devolvió la acción castamente, abrochando los últimos botones de su camisa blanca y observando su cabello en el espejo del vestuario. No es que su uniforme fuese muy complejo pues contaba únicamente con un delantal como accesorio con la estampa de la empresa encima del bolsillo. Lo demás era de su armario: una camisa formal negra, pantalones de tela del mismo color, zapatos de vestir sin mucho variante de tono y el delantal blanco. Sí, era todo un pingüino sexy.

Salió del vestuario preparándose para la jornada laboral.

Al entrar en la barra se encontró a su amigo ya sirviendo en vasos de cristal de cuerpo alargado algo de cerveza y unos cuantos de agua, al parecer se trataba de negocios. Si hubiesen venido a emborracharse, no hubieran optado por pedir aquello tan sencillo.

Tomó una bandeja y su compañero colocó los vasos con cuidado.

—Mesa dos, han pedido tres cervezas y un vaso de agua.

—El agua ¿para? -Fue lo único que preguntó antes de marcharse.

—El de pelo negro que parece recogido de la calle -Explicó con confusión en su rostro- Lo reconocerás.

Sin mucho más, Jeongin se marchó a su servicio, encontrando en la mesa dos más de cuatro personas y definitivamente reconoció al que su amigo le había descrito. Cómo no hacerlo si vestía con ropa casual y juvenil, una cara de pocos amigos y metido de lleno en la pantalla de su móvil. A su costado sus amigos charlaban y compartían sus relatos de años pasados muy animados.

—Tres cervezas y un vaso de agua -Informó llegando, rápidamente entregó las cañas pero tardó un poco más en encontrar al dueño del agua.

—Aquí -Exclamó por fin viéndole.

Y lo reconoció como su compañero le había dicho.

¿Cómo no? Si era el veterinario de sus gatos.

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