Capítulo 2
Terminé esto ayer como a las 3 de la mañana, y no se si saben pero a mi no me gusta quedarme luego de esa hora fuera de la cama, así que la segunda edición se quedó para hoy.
Ayer le eché la culpa a Kyle de lo difícil que fue escribir su parte, y ahora se la echo a Cartman. Todavía quiero ahorcarlo, pero bueno.
Día 4 - Dulces
Advertencias: no beteado, montaña rusa emocional, probablemente OoC
PSD: Pueden ver el momento justo en que me debatía entre darle la madurez que un adolescente de 17 años tendría vs a un niño de 10 años, y el momento en que me acordé que madurez o no, Cartman seguiría siendo un imbecil en cierta medida.. cómo vi en un tag por ahí, por favor bordeen cualquier agujero argumental que se encuentren (y si algo no tiene sentido dejenmelo saber, hago lo que puedo al momento de corregir, pero mi cerebro autocompleta algunas cosas porque yo sé lo que quiero narrar y se le olvida que no sólo narro para mí, sino para otras personas)
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2-Goût amer
La cagó. En grande.
Eric es perfectamente consciente de que la cagó.
—¿Es enserio Cartman? —y, precisamente porque lo sabe, es que no necesita que Kenny se lo siga repitiendo, pero tal parece que el rubio se ha apuntado como su consciencia personal y por más que lo intente no logra hacer que cierre la boca al respecto—. Creí que estabas bromeando, tratando de desviar la atención para que no sospechara que eras tú quién le tenía que regalar. Demonios, me sorprendió tu nivel de compromiso de comportarte más mierda de lo usual, pero ¿en serio?
Gruñe bajo para hacerle saber que lo está escuchando, en contra de su voluntad, pero lo hace, porque de lo contrario Kenny va a halarle las orejas de nuevo, lo hará detenerse y lo regañará hasta el hartazgo antes de permitirle seguir su camino y seguir despotricando en su contra. Cómo el regaño y su diatriba pueden ser diferentes entre sí y, a la vez, ser lo mismo, le parecería impresionante si no lo estuviera sacando de quicio. Considera por un segundo permitirle hacer justamente eso, porque al menos le serviría como un jodido descanso luego de los diez minutos, quizá quince, que llevan caminando. El imbécil lo había obligado a abandonar la idea de tomar el autobús, llamándolo su 'penitencia' por su estupidez, y Stan había sido un imbécil aún más grande no sólo al apoyar la moción, sino al haberse adelantado en el auto de Wendy para ver a Kyle primero que ellos.
Sin embargo, desiste de la idea al recordar en que consiste el regaño mayor, que el rubio desbordó una vez terminó la clase y le costó su preciada hora de almuerzo.
En su defensa, no que nadie se haya detenido a preguntarle en lugar de mirarlo como si desearan que cayera muerto en su lugar, que no duda haya sido el pensamiento que haya cruzado por la cabeza de la mayoría, no es que no haya querido hacerle un regalo a Kyle. Su intento de cambiar de persona con Kenny había sido para evitar lo que justamente terminó pasando: cagarla.
En su defensa, no que la necesite pero que no va a dudar en repetírselo hasta creérselo, en un intento de ignorar la forma en que su corazón se aprieta, no es que no haya pensado en que regalarle al pelirrojo. Es sólo que nada de lo que le vino a la mente le parecía suficiente. Todo en lo que pensó se sentía... inadecuado.
Regalarle chocolates le pareció barato y predecible, lo que cualquiera daría en San Valentín y, de todas formas, no es como que pudiera ser cualquier chocolate. Flores sonaba demasiado cursi, sin contar conque delataría inmediatamente lo que ha tratado de ocultar por años por el estúpido simbolismo que tienen las flores en San Valentín. Un peluche lo llevaba de regreso al mismo problema de las flores, sin contar que, si realmente se hubiera decidido por ese camino, ningún peluche era lo suficientemente bonito, o adorable, o adecuado para dárselo a Kyle.
Así se había pasado la semana, paralizado en medio de tomar una decisión u otra y que ninguna idea parecía convencerle.
También influye el factor de que, en su más honesta defensa, de no contenerse como lo hace fácilmente le hubiera regalado su otro riñón a Kyle sin miramientos. ¿Qué lo había llevado a hacer algo tan estúpido como no hacer nada? Miedo, y, por lo tanto, había terminado haciendo lo mismo que hace siempre que lo que más quiere está al alcance de su mano: autosabotearse.
—... creí que iba a patearte el trasero ahí mismo, con justa razón —Kenny sigue calentándole la oreja. Dios, ¿Cuándo va a callarse? No puede recordar la última vez que habló tanto, tan seguido.
¿Hasta cuándo pretende seguir en lo mismo?
—¿Podrías callarte de una maldita vez? Ya, me quedó bastante claro el mensaje. Soy el imbécil más grande de todo South Park —se detiene de golpe girándose para confrontarlo, frunciendo el ceño—. Por favor, cuéntame algo que no sepa.
—De todas las ocasiones —Kenny continúa como si no lo hubiera interrumpido, presionando su dedo con fuerza contra su pecho—, de todas las malditas ocasiones en que podías romperle el corazón a Kyle, tenía que ser en San Valentín, ¡en público! —sesea con fuerza, la seriedad en su rostro le hace retroceder un paso, seguro de que en cualquier momento las cosas se tornarán físicas entre ambos.
No es que le tenga miedo a Kenny, después de todo lo dobla en estatura y tamaño, además de que fácilmente lo cuadruplica en peso. Sin embargo, un Kenny serio nunca es una buena señal. ¿Un Kenny enojado y serio? De temer.
Pero, ¿qué demonios quiere que haga?
—Tienes que disculparte —dice como si estuviera leyendo sus pensamientos—. Sinceramente y de corazón. Arrástrate a sus pies si es necesario —eso último no suena como una sugerencia.
—Es un poco exagerado, ¿no crees? —pregunta bajando su mano, empujándolo un poco lejos de él.
—¿Te parece que me importa una mierda, Eric?
Ugh, con nombre de pila. Está hablando más que en serio.
—Ok, como quieras, ¿pero puedes cerrar la maldita boca ya? —pregunta girándose para continuar su camino.
Kenny no se digna en responderle, caminando a su lado. Por lo menos parece haberse cansado de regañarlo.
—¿Por qué lo hiciste?
O tal vez no.
—No lo sé —admite en voz baja, bajando la vista a la bolsa de regalo que carga consigo.
No se ha atrevido a abrirla desde que Kyle la dejó en su pupitre, por lo que no tiene ni la más mínima idea de su contenido, pero no puede ser algo muy elaborado si el peso es algún indicativo. Mentira, de seguro es algo jodidamente elaborado, bien pensado y planeado con antelación; Kyle no es el tipo de persona de dejar algo tan importante para último minuto. De seguro lo escogió, lo que sea que hay dentro, el mismo día en que los nombres fueron repartidos.
El pensamiento hace que su corazón se acelere y que el peso en su estómago se duplique al mismo tiempo.
Centra su atención en los pequeños corazones rojos que decoran la bolsa, rojo sobre un fondo rosa, el papel seda es blanco, sobresaliendo por los bordes de una forma que, si lo mira gracioso, también parece un corazón. Las agarraderas se sienten delicadas en sus manos, forzándolo a apretar un poco más por miedo a que en un mal movimiento se pueda caer.
'No me lo merezco' piensa con amargura, alzando la vista al frente, rogando que una ráfaga de viento sople en ese momento, para tener una excusa plausible de porque sus ojos enrojecen y lágrimas se forman en el borde.
La cagó en grande, y teme que esta sea la ocasión en que no pueda solucionarlo.
—Oh Eric, ¿cómo estás? —la sonrisa que le regala Sheila al abrir la puerta se ve algo forzada, pero el hecho de que no lo esté maldiciendo o, en su defecto, no haya cerrado una vez lo vio, es una buena señal. Al menos, es lo que Eric quiere pensar.
—Todo bien, señora Broflovski, gracias —dice tratando de regalarle una sonrisa amable, mantener las apariencias de que todo está bien, pero los nervios le traicionan y en su lugar sus labios forman una mueca. Carraspea suave, removiéndose un poco sobre sus pies. —¿Está Kyle? Quiero... dejo algo en la escuela y quería devolvérselo.
¿Por qué no pensó en una maldita excusa de antemano? Duda mucho que, aunque Sheila no haya estado ahí cuando Kyle se escapó de la escuela, la mujer no haya notado que algo raro pasaba con su hijo. Siempre ha tenido un maldito sexto sentido alrededor del pelirrojo, aunque supone que es parte de ser una madre responsable y todo eso, pero ruega con todas sus fuerzas que este no sea uno de esos momentos en que esté activo y funcionando.
—Lo siento querido, Kyle está un poco... indispuesto en el momento —la mujer lanza una rápida mirada hacia las escaleras, el ceño fruncido en un gesto preocupado que le deja saber que, efectivamente, sabe lo que está pasando—. Stan vino hace un rato y se negó a verlo, supongo que algo pasó en la escuela. ¿Sabes algo de ello?
Si Stan, su mejor amigo, no había podido hablar con él, Eric la tendrá aún más difícil. Maldición.
—Oh, ¿en serio? No, lo siento señora Broflovski, no tengo ni idea —miente sin problema alguno, su estómago revolviéndose a modo de castigo—. Lo intentaré mañana entonces, gracias.
—Puedes darme lo que sea que haya dejado —la mujer lo detiene, extendiendo su mano hacia él—, debe ser importante si viniste hasta aquí para regresarlo.
Eric mira su mano y luego su rostro, intentando discernir si es que sabía más de lo que está dejando ver, pero no encuentra nada más que honesta preocupación.
—No se preocupe señora Broflovski, es algo que puede esperar a mañana —se da la vuelta antes de que pueda responderle, apresurándose por el camino de entrada hacia la acera, empezando a caminar en la dirección que lo llevará a su casa.
Sigue hasta que está seguro de que la mujer ya no está parada en la entrada antes de detenerse. Balancea su peso de una pierna a otra, considerando sus opciones. Puede irse a casa, informarle a Kenny que su intento fue infructífero y dejar las cosas fluir hasta que las aguas se calmen, esperar al lunes para confrontar a Kyle y disculparse. La ventaja de eso es que puede preparar una disculpa lo suficientemente convincente como para sacarse a Kenny de encima, la desventaja es que es tan cabeza dura que lo va a fastidiar todo el fin de semana. Y está el pequeño detalle de que algo lo está carcomiendo por dentro y él mismo no va a estar tranquilo hasta... intentarlo.
Pasa una mano por su rostro, mascullando entre dientes, antes de moverse de regreso a la residencia Broflovski, en dirección al patio y hacia una ventana con la que está bastante familiarizado. La escalera que hace años apostilló ahí y que suele utilizar para fastidiar a Kyle sigue en el mismo lugar de siempre, lo que hace su trabajo mucho más fácil. Empieza a subir por la escalera, murmurando maldiciones en contra de cualquier cosa que se le pueda ocurrir para desviar la molestia que siente contra sí mismo, con el cuidado que los escalones cubiertos de nieve se merecen; cuando alcanza la ventana respira hondo para armarse de valor y toca con suavidad.
La única respuesta que obtiene es silencio y el soplar del viento. Frunce el ceño y toca de nuevo, con un poco más de fuerza. Desgraciadamente para él, no puede ver que está pasando dentro porque las cortinas cubren la ventana, cosa rara considerando que aún no empieza a anochecer, pero eso no lo detiene de volver a tocar. Espera un poco más, sin obtener respuesta, y rueda los ojos balanceándose en la escalera para poder liberar su otra mano. Se acomoda en el escalón que ocupa y coloca sus manos en el borde de la ventana tratando de abrirla. No se mueve ni un ápice.
—Me tienes que estar jodiendo —murmura, aplicando más fuerza, lo que sólo consigue que el cristal se agite un poco pero el marco no se mueve.
Está cerrada y asegurada, y sin forma de ver hacia dentro no tiene ni la más mínima idea de si el ruido ha alertado a Kyle de que está ahí. Su ceño se frunce aún más e intenta de nuevo, pensando que la tercera debe ser la vencida, pero obtiene el mismo resultado; peor aún, la fuerza que aplica le hace perder el equilibrio y se habría caído de no ser porque rápidamente se aferra a las escaleras.
—Khal, abre la maldita ventana —dice golpeando el borde una vez asegurada su posición. De nuevo, no obtiene ninguna respuesta.
¿Por qué no puede sólo... asomarse en la ventana y dejarlo expresar su parte? Está seguro de que está dentro, de lo contrario Sheila le habría dicho que salió, por lo que simplemente está siendo terco negándose a hablar con él. ¿Por qué tiene que hacerle las cosas tan difíciles?
—Khal yo... —traga con fuerza, las palabras en la punta de la lengua, pero negándose a salir.
Golpea la ventana una vez más decidiendo que lo mejor será marcharse. Al diablo lo que pueda hacer Kenny, no piensa hacer absolutamente nada.
Se apresura a bajar de las escaleras y mete las manos en los bolsillos de su abrigo, apretándolas con fuerza por la frustración, emprendiendo el camino de regreso a casa.
Eric mira el techo de su habitación, incapaz de dormir. Lo ha intentado, claro que lo ha hecho, se ha pasado la última hora dando vueltas en la cama en busca de una posición cómoda hasta que terminó así, boca arriba, con las manos apoyadas contra el abdomen e incapaz de cerrar los ojos.
En realidad, no es ni siquiera la posición lo que le ha impedido conciliar el sueño, sino el hecho de que cada vez que cierra los ojos, su mente es plagada con los eventos del día.
Más específicamente los segundos antes de que Kyle abandonara el salón de clase.
Cerrar los ojos se ha convertido en su tortura personal la última hora. Sólo puede ver el rostro de Kyle, sus ojos enrojecidos por lágrimas contenidas, los labios fuertemente apretados en una línea inescrutable. Sólo puede ver como la confusión había sido reemplazada por comprensión, antes de tornarse en dolor, el brillo en sus ojos atenuándose y algo más floreciendo en el fondo, algo que no tuvo tiempo de reconocer.
Se veía tan... acongojado.
Traga con fuerza girándose nuevamente en la cama para colocarse de lado, halando su almohada en el proceso para poder envolver sus brazos alrededor de ella, acunándose lo mejor que puede. Una vez se encuentra cómodo en la posición, su mirada es atraída hacia su escritorio por la luz de la lámpara de noche que había olvidado apagar, y maldice cuando, una vez sus ojos se ajustan al cambio de iluminación, nota la estúpida bolsa de regalo posada inocentemente junto a la lámpara.
Todavía no la ha abierto. Supone que ahora, plagado por el insomnio, es tan buen momento como cualquier otro.
Deja escapar un suspiro cansado, enderezándose lentamente. Se estira, prolongando el momento tanto como puede, antes de ponerse en pie y caminar hacia su escritorio arrastrando los pies. Se deja caer en la silla del escritorio y toma la bolsa, ignorando el ligero temblor en sus manos, removiendo con cuidado la cinta adhesiva que une ambos extremos. Respira hondo, contiene la respiración por unos segundos y la deja salir de golpe, moviendo el papel seda a un lado para poder ver en el interior.
Dentro se encuentra con algo envuelto en más papel seda, esta vez rojo. Mete la mano y saca el empaque con cuidado, dejando la bolsa a un lado para poder verlo directamente. Si en algún momento pensó que podría adivinar que diablos le había regalado Kyle, ahora no está tan seguro; el empaque es ligero, demasiado para tratarse de algún tipo de libreta o algo similar, y al presionarlo se siente suave. No pudiendo con la intriga, rompe uno de los bordes del papel para poder levantarlo hasta revelar su contenido.
Ahí, colocados inocentemente en el papel, hay un par de guantes de lana, idénticos a los suyos, mismo color y todo. Sobre ellos hay una pequeña nota, escrita en la letra perfectamente cuadrada y neurótica de Kyle.
''Con lo quejica que eres, poco parece preocuparte que tus guantes se están cayendo a pedazos. Espero te sean de utilidad. Feliz San Valentín ~ K''
Por supuesto que había notado el mal estado en que estaban sus guantes. Difícil ignorarlo con el frío mordiendo sus dedos cada día, especialmente cuando en la parte más dura del invierno había tenido que recurrir a pasar la mayor parte del tiempo con las manos metidas en su abrigo para conservar calor. No creyó que nadie más habría notado eso, mucho menos Kyle.
No se da cuenta que está llorando hasta que, al tratar de leer la nota de nuevo, se encuentra con que las palabras están borrosas y gotas caen sobre la tarjeta, haciendo que la tinta se corra. Lleva una mano a su rostro, sorprendido al sentir la humedad en sus mejillas; aprieta los ojos con fuerza y los abre, tratando de detener las lágrimas, pero eso sólo parece hacer que corran con más fuerza. No puede creer que algo tan simple haya sido capaz de romper su resolución de no llorar, aunque en el fondo no le sorprende en lo absoluto.
Aprieta los guantes con fuerza, alzándolos para llevarlos a su pecho.
Maldito judío y su capacidad de recordarle que, en el fondo, sigue siendo humano.
Al día siguiente, a media mañana, Eric hace un nuevo intento de disculparse con Kyle.
Se presenta en su casa con un envase en las manos, lleno de bombones de chocolate y la esperanza de que el pelirrojo estuviera de un mejor humor para recibir visitas. Desgraciadamente, cuando Sheila abre la puerta y le pide verlo, la mujer le informa que Kyle había salido temprano a cumplir con un recado que le había pedido. Por su expresión de alivio, supuso que el pelirrojo estaba de mejor humor, pero cuando Sheila le ofreció esperar por Kyle en la casa, declinó amablemente. La conversación que deben tener no es una que puedan hacerlo estando Sheila ahí, o ninguno de los otros Broflovski realmente, considerando que lo mínimo que se espera es un puñetazo en la cara.
Decide intentarlo de nuevo a media tarde, luego de la hora del almuerzo. Esta vez quién lo recibe es Ike, que petulantemente le informa que, en primer lugar, su hermano no estaba en casa, y en segundo lugar no querría verlo ni en pintura. Pensaría que Kyle le había contado al mini judío lo sucedido, de no ser porque lo conoce lo suficiente como para saber que no fue así, por lo que se debió haber enterado por los chismes de pasillo.
Nadie sabía guardarse nada en esa estúpida escuela, al parecer.
Negándose a rendirse por segunda vez consecutiva, la conclusión a la que llega es que su mejor apuesta es esperar a Kyle en la calle. Sólo debe esperar e interceptarlo, el pelirrojo no se echaría a correr en dirección contraria para evitar llamar la atención sobre su persona y, si corre con suerte, todavía estará tan enojado con él como para dejarlo a él llevar la conversación. Sino es que decide golpearlo primero, preguntar después.
Por favor, que esté de suficiente humor como para no golpearlo primero.
Así había terminado paseando de un lado a otro entre la casa de Kyle y la continua, esperando impacientemente a que el judío asomara su estúpida cara. ¿Qué tanto podría estar haciendo? Según lo que entendió de lo que dijo Ike sólo había salido a dar una vuelta, no se supone que debería tardar tanto, ¿no?
Considera si seguir dando vueltas o quedarse en el pórtico de la casa de Kyle cuando una mota de verde y rojo se asoma en la distancia. Reconociéndola de inmediato, se endereza en toda su estatura y se apresura en su dirección para cortar su camino.
Kyle camina en dirección a él con las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones, mirando hacia el suelo y pateando de vez en cuando los pequeños montoncitos de nieve que se encuentra en su camino. A medida que se acerca, la expresión en su rostro se hace más visible para Eric, pausando su andar, y su corazón se aprieta al ver lo derrotado que luce; la punta de su nariz está enrojecida, cosa que le haría pensar es por la brisa friolenta que sopla de vez en cuando, de no ser porque, cuando alza la cabeza, el sol golpea sus mejillas dejando en evidencia el camino de lágrimas secas que lo cubre.
Por su culpa.
Cuando Kyle finalmente posa su mirada en él, su expresión se endurece, un destello de ira expandiéndose por su rostro. Se esperaba eso.
—¿Qué carajos quieres Cartman? —Kyle se detiene a pocos pasos de él, sacando sus manos de sus bolsillos para poder cruzarse de brazos.
Lo que no esperaba es que su voz sonara tan ronca, un rastro de humedad en el fondo que le confirma estaba llorando recientemente.
—Esto es para ti —dice extendiendo el envase hacia él, agitándolo un poco para que los bombones sean más evidentes—. Feliz San Valentín... atrasado.
—No quiero tus estúpidos chocolates, Cartman —Kyle retrocede un paso, mirando el envase con disgusto—. Si viniste sólo a eso, puedes irte al carajo.
—Kyle —protesta, cortándole el paso cuando intenta bordearlo—, necesito hablar contigo.
—Yo no tengo nada que hablar contigo —gruñe, deja caer sus brazos e intenta bordearlo por el otro lado, pero Eric vuelve a cortarle el paso—. Déjame cruzar Cartman.
—Ok, no tienes que hablar conmigo, al menos déjame hablar a mi —intenta de nuevo avanzando un paso hacia él, lo que lo hace retroceder.
—Cartman... —advierte apretando los puños. Eric se consuela con el hecho de que aún no ha empezado a lanzarle puñetazos, pero duda que tenga mucho margen para seguir presionando sin que lo haga.
—Cinco minutos —alza una mano a modo de rendición, aferrando el envase con fuerza con la otra.
El pelirrojo, que había intentado bordearlo una vez más, se detiene, considerando la propuesta. Frunce el ceño y Eric casi puede ver las ruedas dando vueltas en su cabeza. Luego de unos minutos en silencio, que se sienten como una eternidad, Kyle suspira cansado y se cruza de brazos nuevamente.
—Te escucho —dice a regañadientes.
—Quiero empezar diciendo que no era mi intención... lo que dije no lo decía en serio —se había pasado la mañana completa preparándose para esto, sólo para que las palabras le fallen.
—¿Qué parte exactamente? —Kyle interviene, alzando una ceja, —¿la parte en qué 'tu presencia es regalo más que suficiente' o la parte dónde 'esa persona no te importa en lo absoluto'?
Eric tiene que estar teniendo un infarto en ese momento, porque se niega a aceptar que el dolor que siente en el pecho es causado por algo más. No es ni siquiera que le esté lanzando sus propias palabras de regreso, sino el dolor enlazado con el tono sarcástico con el que las dice.
—Lo último —traga con fuerza—. Ya me conoces Khal, ¿no? La mitad del tiempo no controlo lo que sale de mi boca.
—Muy convincente Cartman, ahora si me permites...
—No he terminado —vuelve a interponerse en su camino, manteniendo su distancia cuando los hombros del pelirrojo se tensan, su lenguaje corporal inclinándose más a la agresión física que al fastidio.
—Mi intención no era... en realidad intenté... conseguir algo —admite bajando la vista al suelo, encontrando más interesante la mancha que ha dejado la nieve derretida en la punta de sus botas que el enredo emocional que intenta desenmarañar—. Kyle, yo lo...
Alza la vista, dispuesto a decirlo de frente, pero las palabras se traban en su garganta. Kyle lo está mirando con algo de sorpresa, su postura mucho más relajada que antes, expectante. Supone que ha adivinado lo que intenta decirle. Lame sus labios nerviosamente, carraspeando con fuerza.
—Kyle yo... —traga, ordenándole al nudo en su garganta a desvanecerse—. Yo lo... —intenta decirlo, tres simples palabras, pero se niegan a salir. Siente algo caliente removerse en su estómago, escalando por su garganta hasta quemarle la boca y volver a bajar, haciéndole sentir mareado y como si le faltara aire.
Con cada segundo que pasa sin decir nada, la mirada expectante de Kyle se desvanece, transformándose poco a poco hasta dejar detrás la misma expresión del día anterior. Con la vista clavada en él, tan cerca que solo debe estirar una mano para tocarlo, Eric puede ver con nitidez esa emoción que no había logrado identificar.
Es la misma mirada que su madre tiene años dándole cada vez que se mete en problemas o su rendimiento en la escuela es subóptimo. Es la misma emoción con la que todo el mundo parece mirarlo cada día de su vida. Es una expresión que nunca antes había plasmado el rostro de Kyle con tanta fuerza, dirigido a su persona.
Decepción.
Y en cualquier otra persona le importaría un comino. No le importa que esa se la emoción general que provoca en todos a su alrededor. ¿Pero Kyle? ¿Qué siempre ha estado ahí para detener sus locuras o seguir sus bromas? ¿qué parece ser la única persona en todo el jodido pueblo que no se ha rendido con él?
¿La persona que plaga sus sueños todas las noches y por quién su corazón late alocadamente?
Si antes no estaba teniendo un infarto, este es un buen momento para que pase. Prefiere eso mil veces a seguir viendo el corazón de Kyle romperse una vez más, por su culpa.
—Dios, por un segundo pensé... —Kyle aparta la vista, lágrimas inundando sus ojos—. Como sea, tengo cosas más importantes que hacer. Muévete.
No. No puede rendirse tan fácilmente. Tiene que solucionar este desastre, ya. De lo contrario, es posible que pierda a Kyle para siempre.
—Cartman, salte de mi camino, ahora —advierte, no considerando que bien podría cruzar la calle para evadirlo y luego volver a cruzar frente a su casa.
Eric nota la resistencia que parece oponer a buscar otra solución, y algo dentro de él lo impulsa a aprovecharse de ello. Si no puede pedirle disculpas con palabras, supone que sus acciones deberían bastar, ¿verdad? Sin pensarlo demasiado, acorta la distancia entre ellos y sostiene el rostro de Kyle con fuerza, dejando caer el envase que choca con sus pies, dándole poca importancia. Si se echan a perder, tiene más en casa.
—No me toques —el pelirrojo protesta tratando de apartarse, pero Eric se lo impide halándolo hacia él hasta que sus rostros están a meros centímetros.
Considera por una fracción de segundo si realmente ese es el camino que quiere seguir, pero la expresión pasmada de Kyle lo llena de valor, sobre todo porque probablemente le tome un tiempo antes de reaccionar, y elimina el espacio que hay entre ellos uniendo sus labios.
No es, ni de lejos, como había soñado que su primer beso con Kyle sería, pero por Dios que sus labios se sienten mucho mejor de lo que esperaba. Aunque, más que un beso, es simplemente una unión forzosa de sus labios; Kyle permanece paralizado entre sus manos, y Eric no tiene ni idea de que expresión tiene ahora porque una vez juntó sus labios cerró los ojos para no verla. Su corazón late con fuerza, bombeando sangre a todas partes como loco, sin embargo, en lo único que puede pensar es en el calor de su rostro y el calor que desprenden las mejillas de Kyle.
Cuando está a punto de separarse, aceptar su destino y recibir el puñetazo que está seguro se le viene, el pelirrojo reacciona. Las manos de Kyle se envuelven en el borde de su abrigo, apretándolo con fuerza, pero, en lugar de empujarlo, lo aprieta más contra él respondiendo al beso.
Ahora es un beso, piensa, luchando por no derretirse ante el contacto. Sus labios se mueven torpemente, tratando de acomodarse contra los del otro, hasta que encuentran la posición perfecta y de ahí, fuegos artificiales.
Eric suelta su rostro para poder bajar sus manos a su cintura, abrazándolo con fuerza negándose a permitir que el momento se acabe antes de tiempo. Kyle debe estar pensando lo mismo que él porque sus brazos se envuelven a su alrededor lo mejor que pueden, regresándole el abrazo.
El aire se vuelve necesario más pronto de lo que le gustaría, por lo que no tiene de otra más que cortar el beso. Debe contener una sonrisa cuando Kyle gruñe en protesta, inclinándose hacia él buscando reconectar sus labios de nuevo, cosa que le permite sin mucha protesta.
El segundo beso es mucho más corto, suave, menos desesperado. El tercero es a penas un roce, que se acaba más rápido de lo que inicia y es lo que marca que ambos den un paso atrás, sus manos aún fuertemente apretadas en el abrigo del otro.
Eric es el primero en abrir los ojos, no porque realmente quiera hacerlo sino porque no quiere perderse la expresión de Kyle. No se arrepiente de haberlo hecho porque es simplemente encantadora; con las mejillas enrojecidas, los ojos fuertemente apretados y la respiración agitada, Kyle se ve completamente adorable. Cómo desea que se repita. Por si las dudas, decide grabar el recuerdo en su memoria y guardarlo celosamente.
Cuando el pelirrojo abre los ojos, Eric siente como si su corazón estuviera a punto de estallar. El infarto que estaba deseando hace un momento puede esperar un poco más.
—Lo siento —susurra, aliviado de que las palabras por fin hayan decidido cooperar con él—. Lo siento. Intenté conseguir algo para ti, pero...
—Cartman —Kyle intenta separarse.
—Nada era suficiente. Khal, tú te mereces todo el puto mundo, pero yo no podía decidir si darte una estúpida caja de chocolates o unas jodidas flores, o un peluche —continua, las palabras fluyendo a borbotones que no puede detener.
—Cartman —el pelirrojo golpea su costado con suavidad, intentando hacer que se detenga.
—Y luego tu te pusiste todo intenso con lo del intercambio, y me puso nervioso que tu ya había escogido alguien para alguien más y yo no podía hacer algo tan simple como escoger algo para ti —toma una bocanada de aire, pero eso no ayuda a detener la verborrea.
—¡Cartman!
—Si hubiera sido otra persona, totalmente no le habría regalado nada. Pero eras tú, y aún así te decepcioné. Y yo...
—¡Eric!
Eric cierra la boca con tal fuerza que un segundo más en la diatriba y se habría mordido la lengua. Kyle respira hondo, logrando apartarse de él.
—Está bien, me quedó claro que eres un imbécil —el pelirrojo sonríe, divertido, y aunque quiere protestar, es incapaz de hacerlo—. No debería hacerlo, Dios sabe que aún quiero patearte el trasero, pero... disculpas aceptadas.
Alivio se queda corto ante lo que siente en ese instante.
—¿El beso también era parte de la disculpa o alguno de tus juegos mentales? —pregunta luego de unos segundos en que no dice nada.
—Me parece que es bastante obvio, Khal —dice removiéndose un poco, repentinamente incomodo, —¿qué hayas correspondido es parte de que aceptes mis disculpas o acumulas material para humillarme luego?
—Me parece que es bastante obvio —Kyle repite sus palabras, alzando sus cejas algo ofendido por su estúpida conclusión. Comprensible la verdad.
—Carajo —maldice cuando, al apartarse, recuerda que el envase que había llevado se cayó. Al mirar hacia abajo suspira aliviado al notar que no se abrió, ni se rompió, por lo que su contenido sigue intacto—. Ugh, que alivio. Hubiera sido un desperdicio —se agacha para recogerlo.
—Me disculpo por eso —Kyle hace una mueca, apenado.
—No, no, está bien —se encoje de hombros, ofreciéndoselo de nuevo, —¿ahora sí vas a aceptar mi regalo?
—Supongo que no tengo de otra —Kyle sonríe aceptando el envase. Lo abre mirando los bombones con curiosidad. —¿Dónde los compraste? Nunca he visto bombones tan... curiosos.
—¿Oh? Pensé que nadie querría algo comprado con mi dinero —pregunta, alzando una ceja, tratando de no ofenderse por el comentario de como se ven.
—Cartman... —Kyle hace una mueca.
—No te preocupe, de todas formas, no los compré —asegura, encogiéndose de hombros—. Hechos en casa, disculpa si la forma no cumple con tus estándares judíos.
—¿Tú los hiciste? —pregunta, sorprendido, alzando la vista.
Más que hacerlos. Aprovechando su insomnio, Eric se había pasado toda la madrugada y una pequeña parte de la mañana haciendo los estúpidos bombones, con nada más que su terquedad y tutoriales de internet para que pudiera comerlos sin preocupaciones. Un conjunto de prueba y error lo había llevado al balance perfecto entre el chocolate amargo, que está seguro Liane no va a extrañar, y el azúcar. Incluso se permitió experimentar con algunos rellenos.
—Eh, más o menos —responde encogiéndose de hombros, enlazando sus manos frente a él en un intento de quitarle importancia.
—Gracias —Kyle le sonríe con suavidad, tapando el envase y abrazándolo contra su pecho.
Permanecen en silencio por unos segundos más, que resultaría cómodo de no ser porque el pelirrojo no aparta la mirada de él.
—¿Ahora qué judío? —pregunta, encogiéndose un poco de hombros.
—Estás usando los guantes —murmura, señalando sus manos.
El sonrojo que cubre sus mejillas es totalmente por el frío de la tarde, no por el brillo de autosuficiencia en los ojos de Kyle... ok, tal vez sea un poco por eso, pero no es su culpa que el estúpido judío se vea tan bien cuando está orgulloso de sí mismo.
—Son bastante... prácticos, y agradables —dice con fingido desinterés, pero la sonrisa que se extiende por el rostro de Kyle le hace cosas a su corazón que no deberían ser legales.
—¿Quieres saltarte el plan de Stan y quedarte en mi casa a jugar un rato? —pregunta Kyle, tratando de lucir despreocupado.
Eric está seguro de que, si lo molesta por ello, va a asegurar que el sonrojo en sus mejillas es por el frío.
—Vaya, vaya, Khal, ¿abandonando a tu mejor amigo mí? —pregunta pestañeando coquetamente hacia él, a lo que el pelirrojo bufa, golpeando su hombro.
—Sólo di si sí o si no, imbécil. La invitación es de tiempo limitado —la risa que deja escapar traiciona cualquier intento de irritación que quiere impregnar en su voz.
—Bueno, cuando lo pones de esa forma —suspira dramáticamente—. Por suerte para ti, el resto de mi agenda está despreocupada.
—Claro, porque tienes una larga fila de amigos locos por pasar tiempo contigo, culón —Kyle rueda los ojos, ofreciéndole su mano.
—Sólo para que lo sepas, hay cientos de personas que se mueren por ser mis amigos —responde inflando el pecho orgulloso, tomando su mano—. Pero te elijo a ti, judío, por encima de todos ellos. Se agradecido.
—Aja —Kyle asiente, escuchándolo a medias mientras camina hacia su casa.
Eric sonríe, siguiéndolo sin dudar, aliviado de que lo peor ha pasado.
Conociendo a Kyle, en un par de días tendrá una crisis al caer en cuenta de todo lo que ha pasado en los últimos minutos, y luego lo va a obligar a expresar sus sentimientos con más palabras, sino es que terminaba en una espiral de ansiedad primero. Pero, por supuesto, prefiere tener que pasar por todo ese estúpido proceso emocional antes que la probabilidad de no tener nada de eso.
Tienen una larga historia que resolver antes de ponerle un nombre a esto, pero bueno. Las cosas podrían ser peor.
—Hey —Kyle protesta cuando intenta quitarle el envase para poder tomar uno de los bombones—, son mis chocolates, quita tus sucias manos de mi regalo, Cartman.
—Yo los hice, tengo todo el derecho a comerlos también —responde sin verdadera intención, sonriéndole divertido.
Pero las cosas también podrían ser mejor. Mucho, mucho mejor.
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