15. Luz
—18/05/2022 ✧
✧ AU: HELL
✧ Canción: Exist for love — Aurora
Miró las hojas en sus manos una vez más, estas estaban ya maltratadas por las esquinas, con las orillas blandas por tanta manipulación, pero a pesar de todo aún se podía leer la letra clara y perfecta que narraba el cuento que fue plasmado en papel a modo de regalo del mayor.
Había perdido la cuenta de las veces que había oído la historia, de los cientos de finales que le habían inventado juntos, de los más alocados que él mismo proponía y el mayor sólo sonreía y alimentaba la emoción que brillaba en sus ojos pero que a la mañana siguiente se había extinto por completo de nuevo por culpa de la dura noche.
Pero siempre recordaría la primera vez que escuchó la historia, el día en que lo conoció.
Tenía once años, habían pasado sólo unos meses desde que salió de los Valles y fue enviado a aquel hospital. Y aunque físicamente se hubiera estabilizado al menos un poco, los daños psicológicos seguían muy presentes todavía.
Recién se había despertado, pero como era costumbre en él, se quedaba acostado hasta que lo invitaran a hacer alguna otra cosa o le dieran el permiso de hacerlo. Nadie lo obligaba a quedarse en la cama siempre y cuando su condición fuera adecuada, al menos no ahora, pero antes en verdad tenía penalizado levantarse sin permiso.
En sus primeros meses recibió regaños, golpes y castigos por levantarse solo sin que nadie le hubiera dado la instrucción de hacerlo si es que podía. Pero el día en que definitivamente dejó de hacerlo fue cuando se levantó al alba pretendiendo ir al baño, y nada más poner los pies en el suelo helado, escupió lo que él sintió que era hiel para luego desplomarse sin poder mover ni siquiera sus manos, sólo conseguía respirar para volver a escupir aquel líquido amargo que le quemaba la garganta y escurría por sus comisuras. Por el susto de no poder moverse y peligrar por ahogarse en cualquier momento, su cuerpo tampoco tuvo control sobre su vejiga y comenzó a sentir cómo sus piernas se mojaban lentamente. Y el mayor de sus sustos fue cuando comenzaban a aparecer manchitas de sangre en su pantalón en mitad de las punzadas agudas que sentía en el abdomen como si lo perforaran.
Por suerte o por desgracia una enfermera cruzó por aquella habitación y lo encontró en el suelo. Lo colocó de vuelta en la cama y avisó a los encargados de lo sucedido. Nunca supieron que el detonante fue levantarse sólo, aplicar un mínimo de fuerza en su cuerpo, sólo vieron cómo frente a la deshidratación y exceso de medicamentos sus riñones se habían infectado, y que la producción de bilis por parte de su organismo se había disparado. Pero para él fue un trauma que le tomó años superar, sintió tanto miedo que nunca más quiso levantarse solo o sin alguna orden de por medio.
Una vez en los Valles esto no se repitió, él se quedaba acostado hasta recibir alguna instrucción. Pero al llegar al hospital del Centro este comportamiento sorprendió a las enfermeras y médicos que lo trataban. Era obvio que en sus peores días no podía ni hablar, pero incluso cuando tenía la fuerza suficiente como para simplemente moverse hasta el tapete que tenía en su habitación junto a varios juguetes, no lo hacía por más ganas que tuviera.
Cuando la enfermera fue a cambiarle el suero de buenos días como lo llamaba él, y a deicrle que podía ir a jugar si quería, se sorprendió al ver que la rutina iba un poco distinta. Ella no le colocó una bolsa nueva de suero, sólo le puso una venda en el brazo con el cateter ahora desconectado, y le dijo que irían a otro piso para un evento. Con un suéter y sus zapatos ya puestos, se fue con ella hacia el ascensor y ahí se enteró que aquel evento especial era una pequeña actividad que hacían en el hospital por el día del niño.
De pronto sintió mucha emoción, ya no recordaba la última vez que había celebrado algo así, probablemente había sido en la escuela, cuando aún vivía en Tobolsk, mucho antes de los gulags.
Entró a la sala que habían llenado con juegos, mesas para dibujar, hacer construcciones, jugar con plastilina, hacer rompecabezas... Todo parecía tan fantasioso para él que no podía creerlo.
Al principio él fue a pasearse entre todas las decoraciones, se quedó embobado jugando solo con un globo que perseguía toque tras toque, incluso fue con la enfermera que estaba maquillando a los niños que así lo querían. Él quiso que le dibujaran varias estrellas alrededor de su ojo, pasó otro par de minutos mirando los brillos que le habían puesto en la cara, y finalmente se fue a sentar en una de las mesas con pequeñas piezas que colocaba sobre un patrón y después de calentarlas quedaban unidas formando la figura deseada.
En cada mesa había alguna enfermera, doctor, padre o incluso pacientes mayores que ayudaban a los niños o simplemente jugaban con ellos.
—¿Te quieres sentar? —preguntó un chico de pelo negro que estaba sentado a un lado de la mesa. Hablaba con otro chico igualmente mayor de pelo rubio, pero a diferencia del otro y varios de los demás chicos de la sala, no llevaba ni la pulsera de papel con su información o ropa del hospital.
Él asintió y se sentó en una de las sillas.
—Aquí tienes, ¿ya has hecho de estas figuritas antes? —preguntó el de pelo más oscuro y semblante más alegre, pero Sasha negó— Bueno, te explico. Primero eliges una figurita de estas, una vez la tengas mira los cuadritos de los que está hecha, cada uno corresponde a una cuenta. Entonces vas formando la figura con las cuentitas sobre este plástico, y cuando ya esté, nosotros lo planchamos y ya tienes tu figura.
Aún había varias palabras que no entendía, pero captó rápidamente lo que quiso decir, entonces asintió y recibió el molde para luego elegir la figura que quería y así empezar a buscar cuentas del recipiente que le habían dado para empezar a formar lentamente la silueta.
—¿Cómo te llamas? —preguntó el mismo chico de antes mirándolo con ternura.
—Aleksander —respondió un poco sorprendido por haber pasado segundos muy concentrado en formar la figura.
—Qué bonito nombre —sonrió para luego—. Yo soy Akechi, y este chico de aquí es Calixto.
Él sonrió y los saludó a ambos de nuevo para luego seguir con las cuentas.
—Vas a necesitar muchas rojas para hacer esta parte... Si quieres las vamos buscando —Akechi señaló una parte del dibujo que, efectivamente, necesitaba muchas cuentas rojas.
Entre él y Calixto fueron recogiendo todas las cuentas rojas que encontraron en el recipiente y se las pusieron a parte.
Pasaron un buen rato hablando entre los tres. A los dos mayores no parecía afectarles haber cambiado su conversación para integrar a Sasha quien opinaba de vez en cuando interrumpiendo su concenctración. Así fue hasta que avisó de que había terminado, y después de felicitarlo por haber conseguido una figura un tanto laboriosa, se llevaron el trabajo a otra pequeña mesa que tenían al lado para planchar así la figura.
—¡Ay! —se quejó Akechi al haber comprobado con la mano la temperatura de la plancha.
—Qué pendejo eres —aunque los otros dos se estaban riendo, fue Calixto quien le habló en mitad de las risas por su reacción.
—¡Oye, las palabras! —le llamó la atención señalando a Sasha quien llevaba un rato riendo.
—Ay, perdón —se cubrió la boca mirando al pequeño apenas habiendo reaccionado—, perdón, perdón, tú no oíste nada.
Pero él sólo se seguía riendo y terminó por contagiar a Akechi y luego de nuevo a Calixto.
—Es que mis hermanos ya están acostumbrados a mi vocabulario indecente, se me olvida que no todos los niños son tan malhablados como ellos.
Akechi se volvió a reír y una vez terminó de planchar la figura y esta se enfrió se la entregó a Sasha.
—Este... ¿Puedo hacer otra? —pidió con cierta vergüenza, pero causando bastante emoción y ternura en los dos chicos. Muchos niños eran aún pequeños y se hartaban rápidamente de las cuentas, de hecho varias madres habían terminado por hacer las figuras para no dejarlas a medias. Él era el primero que quería hacer más de una.
Siguió un buen rato con las figuras, Calixto se tuvo que ir tiempo después, pero Akechi al ser también un paciente de ahí, tenía todo el tiempo del mundo hasta que les dijeran que ya había acabado el evento. Por eso siguió hablando y ayudando a Sasha a hacer las figuras, incluso él se puso a hacer una también.
Su conversación fue casual y tranquila hasta que Sasha, en mitad de un silencio de concentración, miró fijamente a Akechi y le hizo la pregunta que lo inició todo.
—¿Te sabes un cuento?
—Sí, me sé unos cuantos. ¿Quieres que te cuente alguno?
—Sí, por favor.
Por un momento él alzó la cabeza pensando en alguno.
—El que sea —pidió al verlo mantener el silencio más tiempo.
—Es que seguro que el de Caperucita Roja y Blancanieves ya te los sabes, así que estoy pensando en alguno que quizá no conozcas... —siguió pensativo unos segundos más hasta que dio con un buen título— ¿Conoces el cuento de La camisa del hombre feliz?
Pero él negó. Y entonces comenzó a contárselo por primera vez, la primera de muchas.
Hace mucho tiempo, en las tierras del norte, vivía un zar que enfermó gravemente. Se reunieron los mejores médicos de todo el imperio, que le aplicaron todos los remedios que conocían y otros nuevos que inventaron sobre la marcha, pero lejos de mejorar, el estado del zar parecía cada vez peor. Le hicieron tomar baños calientes y fríos, ingirió jarabes de eucalipto, menta y plantas exóticas traídas de tierras lejanas. Le aplicaron ungüentos y bálsamos con los ingredientes más insólitos, pero la salud del zar no mejoraba. Tan desesperado estaba el hombre que prometió la mitad de todo lo que poseía a cualquiera que fuera capaz de curarlo.
El anuncio se propagó rápidamente, pues las pertenencias del gobernante eran cuantiosas, y llegaron médicos, magos y curanderos de todas partes del mundo para intentar devolver la salud al zar. Sin embargo fue un trovador quien pronunció:
—Yo sé el remedio: la única medicina para vuestros males, Señor. Sólo hay que buscar a un hombre feliz: vestir su camisa es la cura a vuestra enfermedad.
Partieron emisarios del zar a todos los confines de la tierra, pero encontrar a un hombre feliz no era tarea fácil: aquel que tenía salud echaba en falta el dinero, quien lo poseía, carecía de amor, y quien lo tenía se quejaba de los hijos.
Sin embargo, una tarde, los soldados del zar pasaron junto a una pequeña choza en la que un hombre descansaba sentado a la lumbre de la chimenea:
—¡Qué bella es la vida! Con el trabajo realizado, una salud de hierro y afectuosos amigos y familiares, ¿qué más podría pedir?
Al enterarse en palacio de que, por fin, habían encontrado un hombre feliz, se extendió la alegría. El hijo mayor del zar ordenó inmediatamente:
—Traed prestamente la camisa de ese hombre. ¡Ofrecedle a cambio lo que pida!
En medio de una gran algarabía, comenzaron los preparativos para celebrar la inminente recuperación del gobernante.
Grande era la impaciencia de la gente por ver volver a los emisarios con la camisa que curaría a su gobernante, mas, cuando por fin llegaron, traían las manos vacías:
—¿Dónde está la camisa del hombre feliz? ¡Es necesario que la vista mi padre!
—Señor —contestaron apenados los mensajeros—, el hombre feliz no tiene camisa.
Quizá fue ese final lo que más impactó a Sasha, la primera vez se quedó callado. Él esperaba escuchar cómo finalmente el zar se curaba, cómo el hombre feliz recibía su recompensa y todos eran felices. La mirada acusadora de Danilov hizo que Akechi le intentara explicar el final desde su punto de vista. Comenzó a entenderlo poco a poco, pero en verdad se quedó pensando muchos días en aquello.
Un día preguntó por Akechi a la enfermera que lo cuidaba y le dijo que él estaba en otra planta, y al día siguiente lo acompañó para visitarlo y el mayor se emocionó al recibirlo. Su familia estaba en Nagasaki, él estaba solo en el Centro desde que lo reclutaron como cadete y nada más graduarse le diagnosticaron leucemia; por eso las visitas de su amigo y antiguo compañero Calixto, y Sasha lo alegraban tanto.
Le volvió a pedir que le contara el cuento, quería entenderlo mejor, se había quedado tan impactado por este que no paraba de darle vueltas. Incluso Akechi aprendió aún más de su propio relato al destriparlo junto a Sasha y pensar cosas que no se le habían ocurrido.
—¿Qué es un zar? —esa fue una de sus primeras preguntas respecto al cuento.
—Es como un emperador, en Rusia y esa zona así se llamaban los emperadores, los reyes pues. ¿Has visto la película de Anastasia? Pues ella se supone que era hija del zar de ese entonces, era como la princesa. De hecho existió en la vida real.
—¿En serio? —cuando él asintió, se quedó sorprendido— Mi mamá se llama Anastasia.
—Sí, creo que es un nombre común en los países que hablan ruso y... de esa zona. No sé mucho, la verdad, si quieres lo buscamos, yo sé lo justo.
Terminaron acostados en la cama de Akechi, buscando información en la laptop del mayor, incluso buscó la película que le había mencionado y le propuso verla al día siguiente ya que esa tarde él tendría quimioterapia y seguramente no estaría muy bien esa noche.
Y esa se convirtió en la rutina. Sasha empezó a levantarse de la cama sin ningún permiso o invitación para ir al cuarto de Akechi y pasar el día juntos. El mayor empezó a enseñarle algunas cosas más sobre el lenguaje, de hecho le enseñó a leer en ayu ya que hasta el momento sólo sabía hablarlo. Se volvió prácticamente su hermano mayor, encontraron una familia en el otro.
Su relación adquirió confianza hasta el punto en el que Akechi se tomaba las libertades de regañarlo cuando era necesario e incluso discutían como si hubieran pasado toda la vida viviendo bajo el mismo techo, pero era cuestión de tiempo lo que tardaban en reconciliarse.
Sasha se quedaba noches en el cuarto de Akechi cuando este se sentía mal ya fuera por la leucemia o la quimioterapia, las enfermeras comenzaron a dejarle quedarse ya que parecía ser mucho más llevadero para ambos. Y Akechi comenzó a acompañar a Sasha a todos los estudios que le hacían, se quedaba con él cuando peor se sentía.
Y al haberse rendido en darle un diagnóstico al cuadro clínico de Sasha, decidieron llevarlo al área de oncología ya que sus síntomas eran similares a algún tipo de cáncer con sus debidas complicaciones. Ahí fue cuando no tuvieron problema en ponerlos en el mismo cuarto para que no se sintieran aún más solos.
Pero con el paso del tiempo Sasha adquirió una estabilidad en su enfermedad que le permitía vivir casi con normalidad. Tenía momentos mejores que otros. Estuvo en un par de casas de acogida, en residencias para menores, pero lo que más lo marcó fue su estancia con los Slocker. A Sasha lo obligaron a alistarse como cadete dentro de sus posiblidades para pertenecer así al Centro no sólo como residente legal, sino también como un soldado a su disposición. Se conocieron en las clases de capacitación teórica a los catorce años, y la madre de Slocker habló con los encargados para ofrecer su casa para así poderlo cuidar en vez de tenerlo de aquí para allá estando tan delicado.
El tiempo que pasó con los Slocker fue increíble, sintió que tenía una familia de nuevo, se encariñó de ellos así como ellos de él. Por eso sufrió la muerte del padre de la familia en un accidente automovilístico. Recurrió a Akechi al saber que su dolor, aunque fuera mucho, no se comparaba con el de Luciel y su madre quienes habían pasado aún más tiempo con él.
Pero Akechi no estaba tampoco en sus mejores condiciones. La leucemia lo demacraba cada vez más fuerte. Cuando Sasha volvía a pasar tiempo en el hospital veía más de cerca cómo él sólo iba directo hacia su muerte, justo cómo él también lo hacía, y como sucedió con Calixto. Aunque era cierto que las muertes abruptas de Calixto y Liam Slocker habían marcado más de lo que harían las de ellos que ya estaban destinados desde antes.
Además de la capacitación como cadete, también asistió a la escuela normal, a una escuela para niños con discapacidades o cuidados especiales. Ahí de nuevo encontró un mundo nuevo, al cruzar aquellas paredes sentía que estaba a salvo, que todo estaba bien, que lo peor que le podía suceder era que discutiera con algún compañero o reprobar un examen.
En esa escuela conoció a Einar quien pronto se volvería su mejor amigo.
—¿Y seguro que dirás eso dentro de unos años? —rio Einar antes de seguir comiendo de su sándwich.
—Claro que sí. Es que, Einar, piénsalo por un momento: no hay diferencia.
—Yo creo que sí. Nunca he besado a nadie pero estoy seguro de que no es así —siguió entre risas.
—No, no, piénsalo. Un beso de lengua es como si... me lamieras la mano y luego yo lamiera tus babas, es tan... ¡Agh, basta, no, ya me dio asco, y estamos comiendo! —Einar comenzó a reírse al escuchar cómo en verdad se provocó una arcada.
—Entonces mejor que ni te pongas a analizar lo antihigiénico que es el sexo —dijo entre risitas por seguir escuchando cómo Danilov se quejaba del asco.
—Ay no, Einar, vomito aquí y ahora, vamos a parar ya —negó con la cabeza parándose para respirar un momento.
—¿Te acuerdas cuando fuimos a comer con Luciel y te empezaste a reír tanto que te dieron arcadas? —recordó él de nuevo con gracia, contagiándosela así a Sasha quien después de reír sólo suspiró cubriendo su cara.
—¿Por qué siempre terminamos igual?
—Porque eres muy fino a veces —siguió la broma el menor.
—Bueno, es que somos los extremos. A ti no te da asco nada en la vida, no importa lo que te estemos contanto ni que estés comiendo en ese momento, tú no te inmutas. Y luego estoy yo que vomito hasta por reírme.
—¿Somos una buena combinación?
Sasha se quedó callado unos segundos y luego lo miró con una sonrisa aunque él no pudiera verla.
—Claro que sí —eso provocó una sonrisa en Aksnes, y era una verdad universal que las sonrisas de Einar iluminaban hasta los días de tormenta—. Oye, ¿y al final qué pasó con eso que te habían ofrecido?
—¿Lo de la radio?
—Sí.
—Ah, dije que sí.
—¿En serio?
—Sí, el jueves a las cinco voy al estudio.
—Oye, eso es genial. Pues me voy a poner un recordatorio para escucharte, no me puedo perder tu primera locución en directo —en ese momento sacó su teléfono para escribir aquel recordatorio—. Lo vas a hacer genial.
Pero esos recreos de risas por cualquier cosa pararon pronto. Esa misma semana le avisaron a Sasha de que Akechi había fallecido después de tantos años de lucha.
Sintió que lo había perdido todo. Ni Luciel ni Einar podían hacer nada. Ellos eran pequeñas estrellas que alegraban sus días cada vez menos crueles, pero Akechi había sido el sol que le hizo ver la luz por primera vez desde que murió su padre y lo separaron de su madre.
No pudo llorar, lo primero que hizo fue dejar de respirar. Recibió la noticia en casa de Luciel y diez minutos después su madre lo tuvo que llevar al hospital porque no estaba reaccionando, había empalidecido y le faltaba el aire pero ni aún así conseguía volver al mundo para respirar o siquiera estar consciente de su alrededor.
Pasó la noche en el hospital y a media noche se desató por primera vez el llanto. Por primera vez experimentó un dolor mayor que el físico que tanto lo perseguía. Su condición empeoró rápidamente, estuvo alrededor de tres meses en el hospital por no mostrar ninguna mejora, sólo decaía física y emocionalmente.
Dejó de prestarle atención a los trabajos y preparación que le enviaba el Centro al estarlo entrenando como estratega. Bash Lancer, su principal maestro, entendió la situación y le dio su espacio, pero también estaba preocupado por su estado.
Desde pequeño le quitaron la resistencia física como para pelear, pero ahora no tenía fuerza emocional como para seguir luchando. Por primera vez en sus diecisiete años de vida, diez de ellos marcados por la tortura de los gulags y Valles, había perdido las ganas de vivir.
Tiempo después volvió a las preparaciones, a los entrenamientos, a la escuela incluso. Pasó su último año de preparatoria odiando cada instante de su existenia, sintiéndose ahogado en esas paredes por no poder simplemente abandonarlo todo cuando quisiera y desahogarse llorando más tiempo. Le dolía ver cómo ya no podía hacer feliz a Einar aunque lo quisiera, le dolía ver triste a su mejor amigo por su culpa, pero él no podía hacer nada.
No sintió nada cuando le dieron veinte años como máxima esperanza de vida, no sintió nada cuando le dijeron que lo harían un militar oficialmente activo. No estaba vivo, su corazón sólo latía.
Pensó en la historia de Akechi, ¿él se había vuelto ese zar enfermo? Físicamente llevaba años así, pero ahora finalmente sentía que en verdad su condición lo ahogaba, ahora por primera vez se sentía desesperado por no poder mejorar ni física ni emocionalmente. ¿Qué era lo que él necesitaba?
Antes Akechi era su hombre feliz, era aquel que lo cuidaba, aquel que le alegraba la vida y hacía que una condición terminal no fuera tan mala como pudiera parecer. Y al igual que en el cuento, no había nada de Akechi que pudiera ponerse para curarse de repente. Einar y Luciel tampoco podían ayudar.
Pero él dejó de buscar otro hombre feliz con una camisa que le pudiera quitar para ponérsela, él ya no lo quería. Y con el paso de los meses se rindió en buscar una cura, perdió el interés en todo. Dejó incluso de llorar, dejó de sentir. Por eso su rango como militar del Centro creció de esa forma: por no tener piedad, por no tener nada que le pudieran quitar ni nada que ambicionara.
Conseguía sentir dolor al ver las hojas con el cuento escrito por Akechi, recordaba su voz y en ocasiones eso lo hacía sonreír. Poco a poco fue recuperando las sensaciones, los pensamientos hacia Einar y Luciel lo hacían querer esforzarse para no convertirse en el motivo de su tristeza, no quería que sufrieran algo como lo que él había pasado, pero era duro.
A los dieciocho comenzó a vivir solo por orden del Centro, se mudó a los departamentos exclusivos para militares, y ahí siguió esforzándose por recuperarse sin mucho éxito. Hubo un punto en el que dejó de avanzar, lo máximo que conseguía eran sonrisas efímeras y un par de sollozos al recordar a Akechi. Ya habían asumido que así se quedaría, que era mucho mejor que cuando era incapaz de sentir nada.
Pero Bash Lancer fue el mensajero que le informó de la creación de una nueva unidad del Centro, una que planeaba ser la élite y llegar al grado del Dragon Link y la élite de mercenarios: la Unidad Imperial.
También le informó de que él había sido escogido para ser el líder, a lo que aceptó sin problema.
Días después le llegó la información de los candidatos a formar la Unidad Imperial, él tendría que opinar también así que leería los archivos de todos ellos, aunque su opinión no tuviera tanto peso como la de Cinquedea, Quagmire o el mismo Bash. De hecho él había quedado con Sasha en que lo que Danilov opinara sería respaldado por él para tener más opciones de que sus sugerencias fueran tomadas en cuenta.
Era una pila con archivos que incluían la información básica de cada integrante acompañada por un informe detallado de su entrenamiento y experiencia.
01 — Michael Maes "Elnath"
02 — Aleksander Romanovich Danilov "Tsar"
03 — Nyx Shapiro "Earphone"
04 — Luciel Slocker "Shtuck"
05 — Noel Loubté "Shián"
06 — Genkei Sugawara "Six"
07 — Konrad Gerlach "Irmin"
08 — Fey Rune "Robin"
09 — Rina Ibara "Nymph"
10 — Cora Ibara "Moira"
11 — Muun Cha'ak Canul "Ixbalanqué"
12 — Wayak' Cha'ak Canul "Hunahpú"
13 — Chad Leng "Chitoh"
14 — Calíope Karpenko "Queenie"
15 — Ángel Rey Cano "Arc"
Leyó todos los informes, cómo muchos de ellos habían llegado al Centro incluso. Pero con el último informe sólo sintió cómo las lágrimas comenzaron a resbalarle por las mejillas.
Varias de las historias de ahí eran dolorosas, sintió mucha empatía por varios, pero la historia de Arc, sobre todo la descripción de lo que era llamado juicio, le rompió el corazón. Quizá influía que fuera un informe de sólo meses atrás, que fuera algo tan reciente en comparación a las historias de otros que eran ya de hace años.
Pero desde luego el lujo de detalles en la explicación de aquel juicio que él llamaría más bien tortura, y de por qué actualmente a pesar de que fuera un prisionero querían incluirlo en la Unidad.
De pronto sintió algo que no había notado en meses. Miró la foto del chico una y otra vez mientras sus ojos seguían llorando sin que los controlara. La mirada de Ángel hablaba por él, le destrozó ver esos ojos aún sin conocer al chico más allá de aquel informe, sin haberlo escuchado presentarse.
Sintió tanta intriga de repente, lo invadió una necesidad imperiosa de protegerlo, de poder prometerle que no sufriría eso de nuevo. De pronto sintió la necesidad de que aquel chico supiera de su existencia, que se enterara de que alguien entendía su sufrimiento y quería evitar que volviera a suceder. Quería convertirse en su luz como Akechi fue la suya cuando era niño.
Había encontrado un nuevo motivo para vivir, una excusa para seguir sufriendo todo lo que la guerra y la enfermedad conllevaran. Tenía una nueva meta en la vida.
Ahora él quería a ese chico y necesitaba que él lo quisiera de vuelta. No se iba a dejar morir hasta que eso sucediera.
Feliz cumpleaños, Sasha ;_; </3
Esto de dar regalos trostes de cumpleaños va mal. Pero bueno, al menos ya quedó aquí el one-shot para el primer primerísimo cumpleaños de Sasha. Igual habría cuadrado un capítulo de Stalingrado, pero tuve muchas ganas de subir esto y debo decir que lo escribí en un solo día. Me tomó sus horitas pero me puse, venía muy inspirado y esto resultó. Estamos a seis de mayo, lo hice en un speedrun y aún no tengo ni título ni separadores XD
Pues así es como se nos explica la historia de Sasha a mayor profundidad. Probablemente queden bastantes dudas y falta de contexto ya que la historia base de Sasha aún no se ha explicado en HELL y aún falta un poco, pero espero que algo se haya entendido y lo hayan disfrutado. Básicamente en HELL se contará lo que pasó hasta que llegó al hospital y en este one-shot fue lo que pasó después del hospital y cómo llegó a la Unidad Imperial. Y ya de paso nos enteramos de quiénes eran candidatos para la UI pero al final no entraron.
Ya conocimos a Akechi, el guía espiritual de Sasha y el hermano mayor que nunca tuvo. Que por cierto era amiguísimo del hermano de Michael Maes, Calixto. Vimos un poco de su relación con su amiguísimo Einar, cómo conoció a Luciel, ¡y cómo se enculó de Ángel! Empezó con un sentimiento desesperado de empatía y dolor ajeno, acabó con la pareja del siglo, banda, así funcionan las cosas en HELL XD
Por favor, escuchen o al menos busquen la letra de la canción que está en la multimedia, representa por completo la situación del one-shot. Podemos decir que es un hecho que si Sasha supiera cantar, le dedicaría esta esta canción a Ángel UnU <3 La verdad es que representa bastante sus sentimientos y mientras la escuchaba pensé que estaba quedando muy bien con el one-shot así que quedó adjudicada como canción oficial en vez de Everything matters igualmente de Aurora, que era la que iba a poner antes.
Puedo decir con seguridad que la canción y el cuento fueron el detonante para que llevara acabo esta idea que ya llevaba un tiempo pensando jsjs
Espero que les haya gustado. Muchas gracias por leer y nos vemos pronto :')
Atsushi~
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