Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

13. Con Amor, Desde Stalingrado

—20 de abril de 2022

AU: Con Amor, Desde Stalingrado

Canción: OST 108 — Hiroyuki Sawano

TERCERA PARTE

28 de noviembre de 1942 | Kursk

El frío ya comenzaba a hacerse presente, y era peor al tener que estar fuera, al estar ayudando para la próxima misión.

Artyom aprovechó aprovechó que ya habían terminado y se les permitía volver a sus tiendas de campaña, para continuar lo que llevaba escribiendo desde ayer. Encendió la lámpara de aceite y se acomodó en una mesita para poder escribir y terminar aquella carta sin destinatario fijo.


Para el amor que aún no tengo:

Todos le escriben a sus parejas, a sus hijos, a sus madres... Ya que no tengo hijos y ya está escrita la carta a mi madre, escribo ahora para ese amor que aún no tengo.

Amor mío, lo único que conozco de ti es tu ausencia, pero aún así te quiero como no tienes idea. Deseo conocerte, deseo ver tus ojos y confirmar que son los más preciosos que he visto nunca.

No te conozco pero sé que eres la más hermosa de este mundo, de mi mundo. Quiero sentir tus manos, tocar tu cabello, escuchar tu voz; sé que es capaz de callar el miedo de cualquier bomba.

Anatoli y Deidra durmieron abrazados toda la noche, desayunaron compartiendo la misma taza, y ahora mi hermano sigue secando sus lágrimas mientras abraza a su novio en una larga y cruel despedida que va a terminar cuando llamen a los miembros de los escuadrones de tanques. Así de crudo es esto, así de horrible es esto.

Sé que parecerá estúpido estar escribiendo una carta a alguien que no conozco, a alguien que no existe. Pero si por las desgracias de la vida, muero sin conocerte, quiero que sepas que esta ilusión de tener a alguien que recibirá esta carta, me hizo sentir lo que debe ser tener a alguien a quien ames.

No sabemos quién va a ser el siguiente, quién va a volver a casa, qué corazón va a ser el siguiente en deternerse... Pero quiero que sepas que aún muerto, el mío va a seguir latiendo por ti, mi amor que aún no tengo.

Artyom Sergeyevich Shevchenko.

28 de noviembre de 1942, Kursk.


Se quedó mirando el papel unos segundos antes de suspirar y guardarlo en un sobre como si fuera a enviarlo. Pero sólo lo guardó en el interior de su chaqueta antes de salir a ver qué tal iban los demás. Le gustaría despedirse de Deidra y Dima antes de que se fueran junto a los demás al frente.

Al ver cómo el tránsito de soldados sólo parecía haber aumentado, supo que ya estaban a punto de irse. Consiguió llegar hasta donde estaban Anatoli y Deidra junto a Edgar.

Edgar los miraba mientras estaba al pendiente de los avisos para permitir así que la pareja se despidiera tranquila y que no fuera alguna llamada de atención lo que los separara.

—Artyom —lo saludó el mayor al verlo acercarse.

Correspondió con media sonrisa que realmente no reflejaba alegría, podría decirse que era todo lo contrario.

—Tranquilo, voy a estar bien, ¿sí? —Deidra se tuvo que agachar un poco y sujetar de los brazos a Anatoli para que lo mirara a los ojos al haber comenzado a llorar por la inminente partida de su pareja— ¿Confías en mí? Dime, ¿confías en mí?

—Sí —asintió entre lágrimas que pronto fueron secadas por el pelirrojo quien se esforzaba por mantener una sonrisa para él.

—Entonces todo va a ir bien, voy a volver, nos veremos en unos días, quizá en unas horas incluso, ¿no quieres eso?

Él asintió varias veces de vuelta antes de recibir un abrazo con fuerza del mayor.

—¡Todas las unidades de tanques a su posición!

Deidra cubrió los oídos de su novio dejándole unos segundos más de aquel abrazo silencioso en el que sólo podía escuchar sus latidos esperando que eso lo tranquilizara un poco.

—Deidra... —murmuró Edgar recibiendo una afirmación del nombrado.

Separó al menor lentamente y le dedicó una última sonrisa.

—No te preocupes por mí. Nunca olvides que te quiero, Anatoli —dijo antes de besarlo en otro par de segundos que silenciaron todo por completo. Al separarse y mirarse una vez más, sólo había una sonrisa en Deidra que consiguió calmar finalmente al menor—. ¿Te lo acabas por mí?

Anatoli asintió intentando dejarle también una sonrisa como último recuerdo de la despedida y luego tomó el cigarro que no pudo terminarse Ácrux por culpa del tiempo.

Finalmente caminó hacia la fila despidiéndose de la mano de sus otros compañeros antes de perderse en el camino hacia la zona donde los tanques ya estaban en formación y ocupó su puesto como artillero.

Anatoli, ya sólo en compañía de Edgar y su hermano, dio una calada al cigarro que ayudó también a tranquilizarlo del todo. Ya no recordaba el día en el que casía veía la muerte, ya no se tranquilizaba a la fuerza por recordar momentos de terror y tensión en su máximo apogeo. Desde la noche en la que empezó su relación con Deidra, cuando se dieron su primer beso bajo el cielo estrellado de septiembre; desde entonces cada vez que fumaba le venían a la mente los recuerdos de aquel cigarro que encendieron con las cenizas incandescentes del otro, aquel que compartieron en la mejor noche de su vida. Ahora se tranquilizaba con una sonrisa sin importarle la fragilidad que esta pudiera tener.

Se quedaron sentados en esa zona, estaban cerca de una fogata así que era hasta agradable estar ahí a pesar del frío. Artyom y Edgar conversaron un buen rato y poco después Anatoli se les unió. Así se fue el tiempo hasta que escucharon algo hacia sus espaldas, parecía una voz pero no estaban seguros.

Artyom fue el primero que se levantó y caminó hacia donde habían escuchado la voz, venía del bosque ya que estaban justo en el límite del campamento. Por eso se adentró con cuidado entre los primeros árboles seguido por su hermano y Nowak algo más atrás.

—¡Ayuda! —pero al reconocer la voz empezó a correr hacia él.

—¡Aleksei!

Anatoli siguió a su hermano y a los pocos metros vieron a Pavlichenko esforzándose por caminar sin soltar a Enver quien sólo se mantenía por Aleksei.

Los dos hermanos los sujetaron comenzando a preguntar por lo sucedido.

—Unas minas... una explosión. Cuando reaccioné Enver ya estaba en el suelo... se quedó incosnciente en la mitad del camino —no sólo se sorprendieron por lo que contaba. Era la primera vez que habían oído tanta desesperación en la voz de Aleksei, la primera vez que lo habían oído hablar entre lágrimas. Cuando Misha murió, sus pocas palabras se redujeron aún más, casi se habían olvidado de cómo sonaba su voz.

Edgar llegó a tiempo para escuchar la corta y aturdida explicación de Pavlichenko.

—Perdió mucha sangre... Edgar... —murmuró al entregarle a Enver al castaño.

—Ustedes ayuden a Aleksei. Voy a buscar a Rhett.

Los Shevchenko asintieron y cada uno pasó un brazo de Aleksei por detrás de su cuello para ayudarlo a llegar al hospital de campaña. No se encontraba en muchas mejores condiciones que Enver; lo supieron cuando Anatoli lo quiso acomodar y este se quejó en el reflejo de encogerse. Entonces vieron la herida en su costado que les hizo cambiar de estrategia pero apretar el paso lo más posible.

Durante el camino Mirzayeva había perdido la consciencia varias veces, pero era capaz de recuperarla como para esforzarse y seguir caminadno para no hacer tan pesado el trabajo a su compañero, pero cuando la recuperó una vez más y vio cómo Edgar lo estaba tomando en brazos, supo que ya podía relajarse.

—Edgar... —al oír su nombre, el castaño colocó una mano en la nuca de Enver evitando seguir tocando su espalda pero sin detenerse en su carrera hacia el hospital.

—Aquí te tengo, Enver... No te preocupes, vas a estar bien, ¿sí, amor? —habló con la mayor tranquilidad posible entre sus jadeos.

Nada más entrar al hospital se topó con Rhett quien venía de cambiar el vendaje a un soldado herido hace días, tuvieron la suerte de que no hubiera nuevos heridos en ese momento.

—Edgar, ¿qué pasó? —preguntó algo preocupado al verlo entrar de golpe.

—Es Enver —consiguió decir antes de necesitar aire por la carrera—. Aleksei lo trajo, estaban en una misión, salieron esta mañana... Aleksei dice que fue una explosión, tiene heridas de metralla en la espalda, ha perdido mucha sangre.

Mientras Nowak seguía hablando sin soltar a Enver, Anna se acercó con una camilla en la que lo ayudó a colocarlo con cuidado.

—¿Y Aleksei?

—Ahora lo traen los Shevchenko.

—Bien. Anna, atiende a Pavlichenko, yo me ocupo de Mirzayeva —le dio las instrucciones a la chica quien se preparó para recibir al otro chico.

Enver nada más sentir la camilla, nada más tocar la tela no demasiado suave con la mejilla, dejó de esforzarse por completo.

—Enver, Enver —Rhett continuaba llamándolo, insistía mientras le colocaba la mano en la mejilla, pero al ver cómo después de cerrar los ojos ya no volvía abrirlos, supo que era inútil intentar mantenerlo consciente—. No reacciona ya. Dame las tijeras, Edgar.

Comenzó a cortarle la ropa, aunque la zona de la espalda apenas era servible, tenía numerosos agujeros hechos por la metralla que había herido a Enver. Al ver las heridas esparcidas por toda su espalda supo que tenía que darse prisa o sino no se podría salvar.

El tiempo siguió pasando hasta que Anna fue a la oficina de Rhett donde estaban esperando los gemelos noticias sobre alguno de sus dos compañeros.

—Coronel Shevchenko —al ver a los dos chicos dormidos habló en voz baja e incluso con algo de timidez.

Artyom estaba sentado en la silla del escritorio y recargado en este con los ojos cerrados, pero su sueño seguía muy ligero en ese momento así que se despertó rápidamente pudiendo poner atención a Anna. No como Anatoli quien se había sentado en el suelo hecho un ovillo y dormía recargado en el escritorio.

—Sí, dígame —movió su cabeza tratando de despertarse por completo.

—Camarada Artyom Sergeyevich, ya todo está en orden con el camarada Pavlichenko.

Por un momento le causó ternura su forma de referirse a él tan formal. Incluso después de conocerse por un buen tiempo ella lo llamaba todavía por su patronímico. Aunque tambié le sorprendió saber que los pudo diferenciar sin duda alguna, cosa que pocos hacían al primer intento.

—¿Cómo está?

—Tuvo una quemadura un poco grave en su costado derecho y perdió un poco de sangre por ahí, pero ya está bien. Tendrá que pasar dos o tres días aquí pero no hay ningún peligro, aún así el doctor Becke recomienda que siga inactivo hasta que sane por completo: al ser francotirador y pasar tanto tiempo inmóvil y en contacto con el suelo podría sufrir una infección o formarse un coágulo.

Artyom suspiró con alivio disfrutando unos segundos de aquella paz al saber que no debía preocuparse más por Aleksei.

—Eso es bueno de escuchar, me alegro de que esté bien —la sonrisa del pelirrojo se contagió a la chica quien lo hizo con mucha más discreción—. ¿Puedo verlo?

—Amm... Mejor no. Ahora está dormido y necesita descansar así que será mejor dejarlo tranquilo, mañana en la mañana ya podrá verlo, ¿sí?

—Claro, entiendo —asintió él—. ¿Y sabes algo de Enver?

Ella suspiró y lo miró con una mueca.

—El doctor Becke ya debe estar terminando también con él, pero al contrario que el camarada Pavlichenko, él si se encuentra más delicado. El doctor incluso está considerando inhabilitarlo o mandarlo a casa hasta que se recupere.

—¿Y los superiores están de acuerdo con eso? Digo... si es necesario y Enver se va a recuperar bien si vuelve, será lo mejor, pero ahora las cosas no están como para dar de baja a soldados tan especializados como él y me temo que los superiores no estén muy de acuerdo con eso...

—Aún no lo saben. Van a evaluar su condición en unos días, lo hablarán con él, y si prefiere volver a casa aunque luego tenga que regresar al frente, el doctor Becke va a contactar con la coronel Deleito y su hermano. Tiene mucha confianza en ellos así que creo que todo está bien de esa forma.

—Comprendo —asintió él antes de mirarla con una expresión algo más alegre—. Anna, muchas gracias por todo.

—No es nada, sólo hago mi trabajo, camarada —respondió con cierto sonrojo. 

—Oye, puedes llamarme sólo Artyom, ¿sí? Nos conocemos desde hace tiempo, somos amigos, ¿no es así? Además, para alguien que no me confunde con mi hermano a primera vista, sería genial que nos llamaras por nuestros nombres.

—A-ah, claro —asintió algo más sonrojada—. La verdad es que yo los veo bastante diferentes entre sí, no me cuesta diferenciarlos. Así que si no le molesta que le llame por su nombre, eso haré.

—No es ninguna molestia, al contrario —pero entonces se interrumpió por una risita antes de mirarla de nuevo—. ¿Sabes? Ojalá nuestros maestros de la primaria hubieran sido como tú. Donde vivíamos la escuela era pequeña y había un solo grupo, pero los maestros no tenían mucho interés ni perseverencia para aprenderse nuestros nombres, así que nos ponían unos brazaletes de colores para diferenciarnos. Pasamos de ser Artyom y Anatoli Shevchenko a ser Anatoli El Rosa y Artyom El Azul. Ahora nos da algo de risa pero en ese momento no nos gustaba nada, parecíamos prisioneros o algo así. De hecho llegábamos a llorar a nuestra casa porque no nos gustaba que nos llamaran por colores.

—Eso debio ser horrible, además eran muy pequeños, pobrecitos... —se llevó una mano al pecho con lástima al pensar en ellos dos niñitos llorando por algo tan primordial como ser llamados por sus nombres.

—En ese entonces sí lo parecía. Conforme íbamos creciendo comenzaron a marcarse más nuestras personalidades, la gente nos diferenciaba más y sino nos hacíamos diferenciar. Y para llamarnos estando uno solo, siempre tenían la opción de decir Shevchenko y fuera cual fuera de los dos, se iba a voltear. Aunque una vez Anatoli sí que se metió en problemas, estaba muy enojado.

—¿En serio? —inconscientemente se recargó en la pared dejando la puerta cerrada para poder escuchar la historia con interés.

—Fue en nuestro último año estudiando juntos. Un profesor lo llamó Artyom y él no se volteó así que el maestro le llamó la atención pero él le dijo que era Anatoli, le respondió que daba lo mismo y entonces Anatoli ya no se aguantó. "No, no da lo mismo, por parecidos que seamos somos personas diferentes, ¿sabe? Por eso tenemos nombres diferentes, por eso uno sí saca buenas calificaciones en su materia porque le interesa y el otro no la soporta. ¿Y sabe qué? Yo soy el que no la soporta, yo soy el que casi rerprueba el mes pasado, el que le ha escrito siete redacciones como castigo que nunca lee. ¿Sabe por qué sé que no las lee? Porque la última la escribí en bielorruso y usted no sabe hablarlo, me hubiera dicho algo por esto, y también porque escribí que la literatura se nos tendría que enseñar en bielorruso, sabiendo que usted es Moscú y no se ha molestado en aprender el idioma de aquí aún dedicándose a la literarua y la enseñanza." Y de repente el maestro le da tremenda cachetada que unos compañeros y yo que recién había salido al pasillo, lo tuvimos que agarrar.

—¿Tan fuerte le dio que casi se desmaya? —su voz demostraba lo interesada que estaba en la historia y lo sorprendida. Anatoli era el más calmado de los dos, quien menos propenso era a enojarse, por eso le parecía raro escuchar todo aquello. Pero ahora le quedaba claro que cumplía la ley de que el más tranquilo terminaba siendo el más violento al enojarse.

—No, lo cogimos porque le iba a pegar de vuelta —el suspiro de sorpresa de Anna le arrancó una risita a Artyom—. Anatoli cuando llega al borde es otra persona completamente diferente. Lo peor es que el maestro no le pegó tanto por enojo o por ofendido, es que se sintió amenazado porque lo que le había dicho era verdad y sabía que todos los profesores que eran muy bielorrusos lo tenían fichado por ser de los que apoyaban la sustitución del idioma por el ruso, además le vino el discurso de quien menos se lo esperaba... Los otros maestros que estaban por ahí también se sorprendieron y hubo unos cuantos que ya el poco tiempo que quedaba cambiaron el Shevchenko a secas por intentar atinar nuestros nombres y disculparse cuando no.

—En serio no me lo esperaba, ¿quién diría que Anatoli puede ser así? Es una sorpresa —asintió mirando al chico dormir en el suelo—. ¿Y es así también en las misiones?

—Para él no importa si es una misión o una cena familiar, él tiene una paciencia gigante, pero cuando se desborda, como si está enfrente del mismísimo Stalin, explota y listo. Tenía miedo de que le pasara en el momento menos adecuado y con alguna persona a quien no debería de hablarle así, pero es que es tan puntual que las veces que ha pasado incluso en misiones, es el arma perfecta. Él va directo a la yugular, incluso infiltrado se ha peleado con un par de oficiales alemanes, al último le dio una buena bronca antes de apuñalarlo —de nuevo rio por la expresión de Anna—. Normalmente él es quien me controla a mí para que no me meta en pleitos por cosas pequeñas, pero cuando está así soy yo quien debe intentar contenerlo un poco.

Los dos miraron a Anatoli quien seguía dormido recargado en el escritorio, y justo cuando lo miraron, él arrugó la nariz hasta acabar en un estornudo muy pequeño y casi disimulado aunque estuviera dormido. Fue una mezcla entre risa y ternura lo que los hizo taparse la boca para no hacer mucho ruido y despertarlo.

—Otro dato de nosotros: estornudamos dormidos. Por alguna razón a nuestro primo le da mucha risa y se lo dice a todo el mundo, así que ahora ya lo sabes. 

Rhett volvió a la oficina poco después. Ahí se encontró a los dos chicos hablando mientras que Anatoli seguía dormido en el suelo arrancándole una risa por la curiosa estampa. Volvió a informar a Artyom de la situación de los dos chicos y luego les dijo que se fueran a descansar, que él se ocuparía de la guardia de esa noche.

Por otra parte, en uno de los pasillos donde sólo había unas cuatro camas y sólo dos ocupadas, Edgar llevaba un buen rato sentado a la orilla de donde Enver dormía bocabajo aún temblando. 

El frío que sentía en el interior de su cuerpo se debía a la pérdida de sangre, por eso la manta y la calefacción apenas ayudaban en algo, pero aquel temblor no sólo era por eso, también era por los nervios de la explosión como su último recuerdo completamente consciente, y por la cantidad de hormonas que circulaban por sus venas debido al shock y más tarde por la anestesia inyectada. Podría decirse que tenía saturado su sistema nervioso en esos momentos.

Pero Edgar sólo lo miraba cuidadosamente mientras le acariciaba la mano que en ocasiones Mirzayeva apretaba como tic. Al verlo abrir los ojos, llevó la mano hasta su cabeza para acariciar su pelo pretendiendo calmarlo.

—Tranquilo, estás bien —susurró.

—Edgar —su voz también tembló al pronunciar su nombre.

Recordó cómo se habían reencontrado después de tanto tiempo, de nuevo fue en el hospital, cuando él había recibido un disparo en el abdomen y Enver lo fue a buscar desesperadamente al hospital. Pasó toda la noche en el borde de su cama, ni siquiera quiso ir por su comida a la mañana siguiente, no se quería despegar de Edgar para cuidarlo y asegurarse de que nada se complicaba.

Él se quedó con la necesidad de algún día poder demostrarle lo agradecido que estaba con él, que no dudaría en hacer lo mismo por Enver, pero le dolía que tuviera que ser justo en la misma situación pero con los papeles invertidos y la gravedad de las heridas aumentada.

—Enver, tuve mucho miedo, ¿sabes? —murmuró sintiendo unas pocas lágrimas empezar a escurrirse por su mejilla.

—¿Miedo? Pero... pero tú nunca tienes miedo —incluso Nowak se sorprendió por cómo él pudo seguir la conversación razonadamente a pesar de los fármacos y shock. Rhett le había advertido que podría pasar días o incluso semanas sin recuperarse del impacto, que incluso podría quedarse marcado en él para siempre. Pero fue un alivio ver cómo podía responder casi con normalidad.

—Tuve miedo por ti, porque no te pudieras recuperar —ni siquiera consiguió seguir, se acercó para besar su mano y luego mirar los ojos cansados y perdidos de Enver una vez más.

—¿E-estoy bien?

—Sigues herido, pero Rhett te atendió y pronto vas a recuperarte. Estás a salvo y te vamos a estar cuidando hasta que mejores por completo, ¿sí? No voy a dejar que nada malo te pase, puedes estar tranquilo.

No pudo responder de inmediato, tuvo que detenerse para volver a respirar con pesadez. Seguía la conversación con Edgar aunque su cuerpo siguiera muy cansado como para responder, por eso asintió muy ligeramente dejando libre un ruidito.

Nowak continuó acariciando su mano entendiendo que no podía seguir hablando por mucho tiempo, por eso se sorprendió al escucharlo hablar una vez más ya con los ojos cerrados de nuevo.

—Te amo.

—Y yo, Enver —sus ojos se cristalizaron un momento y se acercó para poder darle un beso en la cabeza—. No tienes idea de cuánto.

9 de diciembre de 1942 | Stalingrado

Entre los dos no había más que silencio, no podía haber nada más, además del frío, claramente. Ambos quedaban cubiertos por la nieve que caía con suavidad para su buena suerte. Aunque llevaran u abrigo impermeable encima del normal, por llevar ya casi dos horas quietos en la misma posición, el frío comenzaba a hacer sus estragos. Movían los dedos dentro de las botas para evitar que se les congelaran, querían moverse, irse a cubierto, pero no podían.

Les habían reportado la presencia de un grupo de por lo menos dos francotiradores alemanes que estaban en la zona oeste de las ruinas, a las afueras de la ciudad. Llevaban dos días en esa misión, y finalmente los habían encontrado. Probablemente ellos ya sabían que otros dos los habían ido a buscar para cazarlos. Ellos tenían a Micah, pero seguramente que los alemanes tendrían a alguien parecido que cumpliera igual su trabajo.

Estaban en un edificio, en uno de los pocos de más de tres pisos que había, ahora sólo estaban esperando el momento adecuado para poder dispararles ya que ellos no habían sido vistos. Llevaban mucho tiempo en el bosque, acostados bocabajo y en posición sin ser vistos gracias a la nieve que había bañado sus espaldas como una parte más del paisaje.

Ángel vio cómo comenzaban a colocar el rifle para poder hacer una ronda de vigilancia, aunque no parecían percatarse de ellos todavía, pero esa posición ya le daba un mejor blanco. Los dos aguantaron la respiración para ver lo que hacían, pero parecía que tendrían que seguir esperando.

La forma de respirar de su compañero lo llevaba poniendo intranquilo desde hacía un rato, pero al escuchar un pequeño sonido de su parte en un intento de seguir centrado, habló sin apartar el ojo de la mira.

—Sasha, duérmete.

Su órden le extrañó por un momento, pero al no poder permitirse una conversación en condiciones, respondió sin poder mirarlo al seguir pendiente de sus enemigos también.

—No.

—Duérmete.

—No.

Sin desviar su mirada ni su concentración, soltó su mano derecha y la movió muy lentamente hacia su compañero, sorprendiéndolo al conseguir tocar parte de su pelo.

—Ángel —lo llamó a modo de regaño para que siguiera centrado en su objetivo, pero él no le hizo caso, siguió su cabello hasta alcanzar la frente del rubio consiguiendo que por un momento tuviera que contener un escalofrío por el choque entre la desgradable sensación de frío adicional, así como la agradable de sentir algo frío en su frente.

—Estás hirviendo, descansa.

—No. Ya los tenemos.

Su mano volvió a moverse siguiendo el cuerpo del rubio hasta conseguir tocar una de las manos con las que sujetaba el rifle.

—Te tiemblan las manos, podrías fallar. Yo puedo con los dos.

No hubo respuesta de su parte, los dos se quedaron en silencio, pero de nuevo habló Ángel.

—Por favor.

Muy poco después sintió cómo Sasha se movía lentamente, se arrastró unos pocos centímetros hacia atrás mientras quitaba su rifle de la posición hasta dejarlo a su lado y recargar la cabeza en su brazo aún dejando su cara hacia abajo para evitar ser visto.

Ángel sabía que ahora él estaría fastidiado, quizá incluso molesto, pero no le importó. Más que por fallar el disparo, lo que le preocupaba era que él siguiera esforzándose, más aún en unas circunstancias tan duras como en las que estaban. Se sintió algo más tranquilo al ver que había terminado haciéndole caso, aunque también sabía que era porque en verdad se sentía mal.

Pasó su mano por su cabeza dándole una última caricia a modo de disculpa antes de volver a su posición. Sasha no tardó ni dos minutos en quedarse dormido, pudo saberlo por cómo había cambiado su respiración. El oído de Ángel debía estan súmamente afinado, todos sus sentidos debían estar al cien para que así pudiera hacer eficientemente su trabajo, para hallar enemigos sin importar cuánto se escondieran. Por eso pudo identificar con facilidad el ritmo en la respiración de su novio y superior.

Pasó otra hora y media hasta que Danilov se despertó por el sonido de un disparo. Instintivamente volteó a ver a Ángel tratando de no levantar la cabeza demasiado, pero al verlo recargar una bala nueva se tranquilizó a la vez que volvió a tomar su rifle mucho más rápido.

—Sasha, son tres, no te muevas —le dijo rápidamente algo tenso al ver que, aunque ahora uno de ellos estaba muerto, aún quedaban dos compañeros suyos.

Acertó otro disparo en una cabeza enemiga desplomando de inmediato a la víctima, pero cuando recargó la siguiente bala, pudo ver en la mira cómo el enemigo restante se quitaba del área corriendo rifle en mano escaleras abajo. En ese momento ni siquiera pensó en culpar a Aleksander por haberse movido más rápido y delatar quizá su posición, ya que no lo sabía. Pero el principal motivo fue que el rubio nada más intentar dispararle y fallar, se levantaba corriendo en dirección.

—¡Sasha! —al verlo correr hacia adelante sentía que se le saldría el corazón. Se levantó de inmediato y lo siguió sintiendo cómo sus piernas estaban entorpecidas.

Cuando lo vio volver a disparar al vuelo cuando el soldado alemán pasó corriendo a través de la calle, pensó que realmente Danilov no sabía lo que hacía. Quizá estaba en shock por la fiebre y por haber despertado de golpe por el disparo.

Siguió corriendo detrás del soldado y él detrás de Sasha quien de vez en cuando disparaba de forma aleatoria. En serio Ángel sólo se sentía más y más desesperado, temía que el siguiente sonido de disparo fuera seguido por el cuerpo de su novio en el suelo.

Al perseguir al enemigo y ver cómo iba a tomar la calle de la derecha, Sasha maldijo en voz baja antes de tomar una granada de su cinturón y lanzarla en su dirección. Pero el objetivo no era el chico, era el suelo, quería hacerlo cambiar de dirección. Por eso al verlo ir hacia la izquierda, dejó de perseguirlo, sólo disparó un par de veces para que siguiera corriendo.

—¿¡Qué estás haciendo!? —gritó con desesperación Ángel al llegar a su lado al ver que se detuvo. Estuvo a punto de colocar su rifle en posición, pero Sasha se lo impidió.

—¡Vámonos!

Lo tomó del brazo y corrieron por el mismo lado donde habían llegado. Ángel no lo entendía, en serio comenzaba a asustarse. No eran pocos los soldados que sufrían crisis de pánico, que perdían el control. Algunos se quedaban paralizados e incapaces de pelear, pero otros reaccionaban violentamente y temía que ese fuera el caso de Sasha.

Pero al escuchar una explosión a unos cuantos metros lo entendió todo. Esa fue seguida por otra y otra más, fueron un total de cuatro incluso dejando escuchar cómo alguna pared ya medio derrumbada colapsaba por completo.

Al ya haber pasado las explosions y estar en una zona segura, los dos se detuvieron.

—No soy francotirador... —negó entre jadeos muchos más evidentes que los de Ángel quien seguía perplejo por las explosiones— soy artificiero.

Apenas le dio tiempo de terminar la palabra antes de que le llegara una arcada e inmediatamente vomitara alejándose un poco de Ángel. Pero este, aún sorprendido, se acercó a él para acariciar su espalda y esperar a que se tranquilizara.

La enfermedad empeorada por el shock y la adrenalina le habían causado las náuseas, y los jadeos por la carrera fueron sólo el detonante. Incluso después de vomitar le seguía faltando la respiración, por eso caminaron detrás de un muro donde se sentaron y Ángel hizo de todo por calmarlo.

Las lágrimas de desesperación y frustración por ponerse así después de una simple carrera relativamente común en el ejército, le dolían más a Ángel que al propio Sasha. Pero tiempo después, cuando el rubio se dejó abrazar en unos eternos minutos de silencio ya bastante más tranquilo, Ángel también volvió a respirar: ni el enfrentamiento ni el ataque dentro de su cuerpo le habían impedido sostener a Aleksander una vez más en sus brazos.

—Ángel...

—No hables —dijo casi en un murmuro acariciando su cabeza que seguía recargada en él.

—¿Estás enojado?

Mantuvo unos segundos de silencio y luego volvió a deslizar la mano por su cabello.

—Asustado, más bien —dijo en seco.

—Lo siento.

Por un momento él no dijo nada, en serio tenía muchas emociones en esos momentos, había tenido el corazón al mil mientras suplicaba porque Sasha se detuviera y los dos volvieran a salvo. No pensó en que su idea siempre había sido llevar al soldado a la trampa.

—Sé que estás molesto, que no te avisé, que nuestras formas de trabajar son las opuestas... Pero no fue un arrebato, lo pensé, no lo hice...

—Sé que lo hiciste conscientemente, que sabías lo que hacías. Sé que tienes el mapa de la ciudad tatuado en la memoria y sabes todas y cada una de las calles donde tenemos minas plantadas. Pero sigo teniendo miedo. No es que no confíe en ti, Sasha, aunque seamos novios sigues siendo mi superior, soy capaz de seguir tus órdenes ciegamente... Pero no confío en los demás, menos en los enemigos. No sabemos si ellos también tenían minas, si él quería llevarte a una trampa; todo eso me asusta, Sasha, tengo miedo de que algo te pase. Te prometo que tenía miedo de que el siguiente disparo te tirara al suelo, de que en algún momento no pudieras seguir corriendo y te dispararan.

—Perdón —dijo en un murmuro llevando la mano hasta la pierna de Ángel para acariciarlo con suavidad.

—Sólo quédate aquí —se interrumpió para besar su cabeza antes de apretar un poco el abrazo—, por favor, Sasha. Deja que te cuide, déjame tenerte más tiempo.

Fue entonces cuando él recordó lo que había pasado semanas atrás, cuando entendió la otra parte del miedo de Ángel.

—Gracias por quererme así —fue lo único que dijo antes de colocarse de rodillas para poder tomar las mejillas de Ángel y besarlo mientras él correspondía con una mano en la mejilla del rubio.

Se mantuvieron unos segundos así, hasta que Danilov sintió un escalofrío recorrer su espalda, los dos comenzaban a tener frío aún después de la carrera. La nieve que los rodeaba, aunque no era demasiada, sí que reflejaba el frío que se sentía.

—¿Vamos a la casa de la otra vez? Pronto va a anochecer y hará más frío, además aún tienes fiebre, intentemos descansar esta noche.

No se hizo de rogar, se levantó con ayuda de Ángel y siguieron el camino por la ciudad, siempre atentos a cualquier sonido o movimiento. Y finalmente llegaron al edificio de departamentos donde ya se habían quedado varias veces, el mismo donde Sasha le habló por primera vez a Ángel sobre su padre, cuando le explicó su motivo para seguir en el ejército aún enfermo. 

Habían encontrado la forma de encender la estufa del comedor y así poder calentarse y cocinar sin que fueran delatados por el humo de esta. Sasha se había ocupado de hacer que el humo en vez de ir hacia el exterior, se fuera a las casas de edificios superiores donde terminaba escapando por las ventanas abiertas cuidadosamente para que no se notara cómo este salía.

Revisaron muy bien su perímetro antes de entrar al edificio y más tarde dirigirse al departamento cuya entrada habían tapado con muebles de otras casas, tenían que entrar por la casa de junto, a través de un agujero en la pared que cubrían con una alfombra. Sin darse cuenta esa casa se había convertido en suya, habían pasado suficiente tiempo en ella como para cogerle cariño. Habían sacado toda la comida echada a perder, habían cubierto las ventanas para no ser vistos, lo habían hecho su lugar seguro para descansar, para sobrellevar todas las misiones que tenían en la ciudad. Después de todo, eran los únicos del escuadrón que seguían en Stalingrado, los demás estaban en Kursk o Moscú.

Encendieron la estufa y se acomodaron en el sofá que habían movido desde la sala días atrás.

—¿Ya estás mejor? —preguntó Ángel después de haber pasado un buen rato acurrucados. Se apañó con un trapo de la cocina y el agua que habían traído en forma de nieve que se derritió rápidamente frente al fuego, para intentar bajarle la fiebre.

Él asintió abriendo los ojos por primera vez en varios minutos y dedicándole una sonrisa cansada a su novio.

—Sí. Lo siento.

—No te debes disculpar, ¿sí? —lo acomodó en su cuerpo para abrazarlo una vez más después de otro beso.

Lo que había pasado semanas atrás y había hecho sentir culpable a Aleksander, había sido el momento en el que Ángel sintió el mayor terror en su vida. Esta vez ellos no fueron los persecutores, habían sido perseguidos por un grupo de unos cinco hombres. No tuvieron tiempo como para defenderse, sólo para salir corriendo del escondite que no les había funcionado.

Corrieron hasta la ciudad sin dejar de ser perseguidos. Los dos sabían que Danilov no iba a aguantar muchos metros más, por eso buscaron un refugio desesperadamente. Aunque lo encontraron, su temor ahora era otro: desde casi el principio de la carrera, el principal objetivo de Sasha, más aún que no ser alcanzado, era seguir respirando. La desesperación con la que inhalaba los iba a delatar pronto, y aunque los dos intentaran que se calmara, no podía.

Ángel logró tranquilizarlo un poco al cubrirle la boca para que respirara por la nariz aunque siguiera sin poder recibir suficiente oxigeno. Pero pronto tuvo que ponerse alerta en caso de que alguno de sus persecutores los encontrara y él tuviera que dispararle. Veían a través de las rendijas cómo el grupo seguía buscándolos, cómo estaban caminando por la calle en la que estaba ese sótano donde se habían atrincherado.

Y no pudo ser en otro momento, justo al haber recuperaro un poco de aliento, Sasha comenzó a toser ahora teniendo que callarse él mismo sabiendo el miedo que tenía Ángel también. Se quedó apuntando a la única entrada por si estos se acercaban más, mientras que Sasha se encogió en un rincón tratando de no hacer ruido.

Poco tiempo después ellos se fueron, Ángel bajó el arma y se acercó a ver a su novio que seguía hecho un ovillo en el suelo contra la pared. Al no recibir respuesta de su parte, lo movió sólo para darse cuenta de que los últimos segundos, durante casi un minuto, Aleksander también se había cubierto la nariz para asfixiarse y, una vez muerto, no poder hacer algún ruido que delatara a Ángel.

Si no consiguió morir en ese momento fue porque Ángel llegó justo a tiempo, fue porque la vida no lo quiso así. Aún respiraba débilmente pero ya estaba inconsciente, por eso hizo de todo para que desperata, para que volviera a respirar con fuerza. Nada más conseguirlo, salieron de ahí tratando de no ser vistos, encontraron un transporte recién llegado, y consiguieron volver a la base. Sasha quería que lo atendiera Rhett, el único que sabía lo que ocultaba, pero Ángel le dejó claro que si no se podía, lo atendería cualquier otro médico aunque eso supusiera que reportara a los superiores la enfermedad de Danilov. Por suerte, Becke estaba de guardia, lo recibió de inmediato y pudo controlar la situación sin problema.

Sasha sabía que el mayor temor de Ángel en esta última persecución, no habían sido las minas, se trataba de que de nuevo él intentara suicidarse para no ser descubiertos si la situación lo requería.

Siguieron pasando las horas y todo estaba en tranquilidad. Ángel consiguió que Sasha comiera un poco de pan e incluso unas cucharadas de la sopa que habían traído desde la base. Danilov había dormido un rato mientras ahora Ángel comía, pero luego se dedicó a hacer una revisión del perímetro con los binoculares, comprobando la tranquilidad de la calle.

Sasha se quedó acostado en el sofá, cubierto con la manta, con el trapo en la frente sin dejar de recibir el calor de la estufa, y viendo desde atrás cómo Ángel se asomaba por una pequeña abertura de las persianas. No pensaba en nada, su mente estaba en blanco, podía asegurar que habían sido las horas en las que más paz había sentido desde que se alistó.

Así fue hasta que él se volteó mirándolo con algo de extrañeza.

—Sasha, mira —se notaba bastante confundido. Se acercó al ver que Danilov se descubría para levantarse y lo ayudó para ir a la ventana y entregarle los binoculares.

—¿Qué es? —preguntó al no encontrar nada en la calle principal.

—En la puerta del edificio 6 —le hizo caso llevando la vista hacia donde le indicó—. Ahora se metió, quizá debamos esperar a que...

—No, ya lo vi, ya lo vi —asintió aún concentrado en la figura que parecía ocultarse unos momentos en el umbral.

—¿De dónde es? No reconozco su uniforme.

Danilov se quedó en silencio unos segundos aún observándolo fijamente.

—Soviético definitivamente no.

—¿Será un uniforme nuevo alemán? Quizá de una división especial o algo así.

—Puede ser... —continuó hablando con intriga— Yo diría que es francés pero, ¿qué hace un francés aquí? Me refiero, con uniforme francés.

—Yo también lo pensé pero no tiene sentido.

—Es muy raro —asintió—. Pero va solo, quizá sea un espía.

—O un incrusor, como Luciel.

—Podría ser... Hay que estarlo vigilando.

Ángel asintió y se acercó para tomar los binoculares poniendo una mano en la espalda de Sasha.

—Vuelve a acostarte, yo lo vigilaré, ¿sí? Sólo quería que me ayudaras, por un momento me confundí.

Él accedió pero esta vez proponiéndose dormir para poder recuperarse y, con suerte, poder cambiarle el turno a Ángel lo antes posible para que también él descansara.

Ángel vio cómo aquel soldado corrió en dirección norte, hacia las ruinas cercanas a la plaza principal. Se lo comentó a Sasha y luego terminó obedeciéndolo y acostándose junto a él, tuvieron que ir a la habitación ya que el sofá era muy angosto para los dos juntos. Y nada más acostarse, los dos quedaron dormidos aún abrazados.

Se despertaron pronto, aún no había amanecido, pero se prepararon con los abrigos y las armas recargadas para ir en busca de aquel soldado que habían visto. Sasha dejó su rifle escondido en la casa, se llevó únicamente la pistola de mano junto a la bayoneta del rifle al ya no tener granadas. 

Caminaron en silencio a través de las casas derrumbadas y entre algunas ruinas mientras muy lentamente salía el sol. Un poco antes de llegar a la plaza principal, vieron los restos de una fogata aún arder entre un pequeño claro de escombros, pero no se veía ningún escuadrón acampando.

Con señas, Sasha le dijo a Ángel que se colocara en posición desde la distancia, que él se acercaría para ver mientras le cuidaba las espaldas. Sacó la bayoneta de su funda y con esta en mano, tratando de hacer el menor ruido posible, caminó hasta aquel pequeño campamento bajo un techo que aún se mantenía en piel. 

Ángel recordó las palabras de Aleksei, dejó su mente en blanco, se olvió de cualquier cosa, incluso de su deseo de proteger a Sasha. Lo convirtió en un instinto, así los nervios y presión no lo traicionarían.

Danilov siguió caminando hasta llegar a donde estaba la fogata, entonces se encontró con un chico acostado en el suelo, no se había percatado de él, estaba dormido en un punto ciego desde el exterior. Pero si era el de anoche, estaban equivocados: llevaba un uniforme alemán.

Se movió más ágilmente hacia él, pero finalmente se despertó, y al ver a Sasha acercarse a él cuchillo en mano, se intentó levantar para correr, pero no lo consiguió. Sólo se consiguió incorporar lo suficiente como para que Sasha se pusiera detrás suyo tomándolo del cuello y amenazando a este con el cuchillo.

Buenos días —le dijo al oído en su propio idioma mientras podía sentir su corazón palpitar con miedo.

Ángel estaba completamente listo para disparar, sólo esperaba a que Sasha lo matara y volviera con él a salvo, pero estos planes se interrumpieron con una sorpresa para ambos.

¡¡Noel!!

Pero aunque ese grito hiciera que Sasha estuviera a apunto de cortar su cuello, rápidamente varios pasos llegaron desde el lado opuesto. Ángel lo tuvo en la mira, estuvo a punto de disparar, pero al ver el uniforme distinto, el que habían visto la noche anterior, y notar que estaba desarmado, no lo hizo.

Llevaba unos troncos en brazos, pero los soltó alzando las manos rápidamente antes de dirigirse a Danilov.

¡Por favor, por favor no! —suplicó colocándose de rodillas y alzando las manos para mostrar que no llevaba armas.

No era usual que se suplicaran por vidas ajenas así, por eso Danilov, sin soltar el cuello del chico, alejó un poco el cuchillo de él.

Hubo un silencio tenso, un silencio frágil. El chico del uniforme francés había comenzado a llorar suplicando con la mirada a Sasha quien se había quedado paralizado por instantes. El único sonido persistente era la respiración agitada del chico alemán que poco a poco se entremezclaba con el llanto.

Noel... por favor... —murmuró mirándolo completamente destrozado— No delante de él, no me mates delante de él.

Sasha podía entenderlos, se defendía con el alemán, pero seguía sorprendido por la súplica del chico. Por eso no habló.

Por favor, no estamos en una misión, estamos solos, no los vamos a atacar —siguió suplicando Noel—. Ayer los vimos, escuchamos la explosión, pero no queremos nada así, no queremos pelear...

Podría empezar preguntar qué hace un francés en Stalingrado, pero mejor pregunta, ¿qué hace un alemán abandonado en Stalingrado? ¿Por qué no se van si no quieren pelear? —aunque ambos pudieran identificar los fallos de Sasha al hablar además de su acento evidentemente ruso, el escucharlo hablar alemán les dio la esperanza de que suplicando podrían llegar a algo, de que los entendía al hablar.

Él está herido —fue lo unico que respondió el pelinegro mirando a los dos—. Y yo soy prisionero, nos escapamos.

Llevó la vista al chico que sujetaba en sus brazos, se observaron a los ojos y pudo ver la súplica en su mirar. Sus ojos le reflejaron sus verdaderas intenciones, vio cómo todo lo que había dicho era verdad: que estaba herido, que no querían pelear, y que si lo mataba, no fuera delante de aquel chico.

Lo soltó antes de darle un empujón no muy fuerte hacia el otro quien se levantó para recibirlo en sus brazos y volverlo a acostar en el suelo.

Konrad... —murmuró su nombre mientras él aún respiraba agitado por el miedo y por el dolor de la herida recién abierta que intentaba apretarse.

Ángel al ver eso no supo qué sucedía, sólo se preocupó más y no los quitó de la mira del rifle por si acaso.

Sasha había visto en esos ojos cálidos simplemente a un chico de su edad que pretendía hacer lo que le correspondía en la vida: ser feliz junto a quien amaba. Pero al igual que a él y a miles de otros más, la guerra se los había impedido.

Pero la vista de Konrad fue completamente distinta, él vio en esos ojos de un azul frío y cruel como el cielo de Stalingrado, un destello de piedad. Sintió miedo, supo que eran los ojos de alguien que lo podía matar en cualquier momento, no dudaba que su siguiente aliento podía ser el último, por eso se sorprendió al sentir el empujón sabiendo que le había perdonado la vida al menos en ese instante.

Noel le abrió el abrigo a Konrad y luego la chaqueta para intentar hacer algo con la herida que había vuelto a abrirse y ya había manchado su camisa de sangre. Pero apenas se atrevía a quitarle los ojos de encima a Sasha, se sentía bajo presión, como si él tuviera el cañón de una pistola en su sien, como si hiciera algo más que mirarlos. Aunque ellos no sabían que sus cabezas realmente estaban en una mira, que bastaba con jalar un gatillo para matarlos.

Sintió más confianza cuando Sasha guardó la bayoneta en su funda y se quedó de pie mirándolos con la misma frialdad de antes. Fueron minutos eternos en los que Noel hacía de todo por tratar la herida de Konrad sin poder hacer nada más que apretarla y evitar que se desangrara, pero ni siquiera eso funcionó. Perdió el color en esos minutos, quedó tan pálido que la sangre en sus manos e incluso su cara se veía más roja de lo que era, por eso llegó el momento en el que impidió que siguiera apretando, sólo quiso tomarle la mano y mirarlo a los ojos por miedo de que fuera la última vez.

Vete —al ver la sorpresa del chico, siguió hablando antes de que él lo hiciera—. No quiero que me veas morir.

—No, Konrad, no vas a morir, te prometo que te...

Pero él sólo negó con una sonrisa triste, tan triste que poco a poco las lágrimas volvieron a brotar y deslizarse por sus mejillas sin conseguir limpiar del todo la sangre en estas. Llevó su otra mano hasta la mejilla de Noel dejándole una mancha de sangre pero sin darle importancia a ello.

Bésame —pidió con la voz rota.

Noel se agachó para poder cumplir ese deseo de su novio. Besó sus labios fríos y temblorosos temiendo que fuera la última vez.

Verlos besarse fue el detonante. Sasha caminó hacia el frente decidido y sacó de su bolsillo un trozo de tela que llevaba. Apartó a Noel una vez se habían separado, y antes de que él hiciera nada, Danilov empezó a hacer presión en la herida con la tela.

—¡Sasha, no! —Ángel corrió hacia ellos al ver cómo el pelinegro intentó apartarlo por un momento al pensar que aquella seguridad repentina era para terminar en seco con la vida de Konrad. Pero al ver que no, se detuvo justo a tiempo para voltear y ver a Ángel acercarse con el rifle cargado y listo para dispararles.

—¡No dispares! —ordenó Danilov justo cuando él estaba a sólo unos centímetros de Noel— No les dispares, Ángel.

—Sasha, ¿qué carajos estás haciendo? —lo tomó del hombro apartándolo un poco del chico herido.

—Se está desangrando. Dame vodka —habló sin atreverse a mirarlo a los ojos comenzando a sentir un nudo en la garganta.

—¡Son alemanes, Sasha, no puedes ayudarlos! ¡Son el enemigo, no los puedes ayudar! —pero al ver la expresión sombría en Aleksander, una que nunca le había visto, comenzó a perder los nervios de nuevo— ¡Ellos son los que nos persiguieron, por su culpa casi te pierdo! ¡Por su culpa perdí a Lander! ¡Son alemanes, Sasha!

—¡Y tú eres español! —finalmente dejó que le viera los ojos que ya estaban inundados en lágrimas. Por un momento no pudo comprender el por qué de ese llanto, por qué estaba tan destrozado por algo como eso habiendo pasado cosas peores— Tú eres español y yo no soy comunista, pero estamos aquí porque nos obligan. ¡Nadie quiere estar aquí, Ángel, lo sabemos! Si se están escapando es porque no quieren estar aquí, porque ya no pueden con esto. Antes de la guerra daba igual si eran alemanes, franceses, austriacos, italianos... ahora sólo por ser del país rival ya no podemos pasar más de un minuto sin dispararnos. Llevamos haciendo esto mucho tiempo, nos matamos sólo por nacer en nuestros países o por pensar diferente. Ya no quiero matar por eso, Ángel...

Las manos con las que sujetaba la tela comenzaron a temblar, por eso Noel siguió apretando dejando que él se levantara y comenzara a caminar hacia su novio.

—Ellos no mataron a Lander, ellos no nos dispararon. No fueron ellos, fueron otros de sus compañeros. —puso las manos en sus hombros antes de recostar la cabeza en el pecho de Ángel—. El francés es un prisionero, seguramente estaban en Kursk. ¿Quién lo apuñaló?

¿Qué? —murmuró confundido.

¿Que quién apuñaló a tu novio? ¿Cómo lo hirieron?

Cuando me ayudó a escapar lo descrubrieron, descubrieron que quería irse conmigo y lo quisieron detener, pero sólo llegaron a herirlo antes de irnos.

Sasha tradujo lo dicho a Ángel y volvió a mirarlo a los ojos ahora estando los dos más tranquilos.

—Él es francés, el otro sólo huyó para irse con él... Tú eres español y yo no soy comunista, no somos diferentes a ellos. Aunque yo no quiera seguir matando a gente que no me ha hecho nada y simplemente están obligados a quedarse aquí como nosotros; quizá mañana nosotros estemos en su lugar... Quizá mañana vuelva a ser el que está a las puertas de la muerte, quien te pida un último beso...

Entendió el llanto de Sasha, entendió su razonamiento. Sabía que en condiciones normales Aleksander le metería un tiro entre ceja y ceja a cualquiera que le hiciera daño y él haría lo mismo sin dudarlo, pero también sabía que en el fondo quería dejar de matar a muchachitos igual de asustados que ellos, chicos que no querían estar ahí, que quizá ni siqueira simpatizaban con sus ideologías pero que no podían huir. Estaba seguro de que entre los tantos a los que había matado también había habido algún chico enfermo que buscaba vengar a su padre, seguramente también había otro chico español al que le tocó pelear como alemán. Él había matado a gente que no pidió pelear, gente que nunca tuvo nada en contra de ellos, pero era su obligación porque era una guerra. Estaban resignados a ello, pero nunca habían dicho que estaban de acuerdo. Y ahora le había quedado claro que incluso alguien tan descorazonado como podía llegar a ser Sasha, estaba en contra de ella.

Y por un momento visualizó la escena de Sasha con un cuchillo al cuello, a él suplicando porque no lo mataran, y luego a su novio pidiéndole un último beso. Se terminó de destrozar al pensarlo. Abrazó a Sasha permitiéndose unas lágrimas en ese abrazo que fue un alivio al poder senitr a su novio junto a él después de haber pensado todo aquello.

—Sólo quieren irse, sólo quieren estar juntos. Ya que tú y yo no podemos hacer lo mismo, por lo menos vamos a ayudarlos, ¿sí? —murmuró Sasha al ver cómo Ángel había comprendido lo que quería decir y parecía haberle afectado igual.

Volvieron con ellos y esta vez Ángel se agachó también para ver cómo efectivamente era una herida seria.

Oye —Sasha llamó la atención de los dos chicos antes de verlos fijamente— Estoy confiando en ustedes, estamos arriesgando demasiado, pero ahora estamos en un tregua. Si por casualidad les ocurre romper el tregua y atacarnos o hacer algo, no los voy a matar...

Noel supo por dónde iban sus palabras. Sabía que se estaban arriesgando mucho al confiar en ellos aunque en verdad lo agradecía, por eso entendía lo que quería decir Sasha, pero esas últimas palabras lo confundieron. Fueron segundos de confusión hasta que él lo aclaró.

Voy a hacer que me supliquen para que los mate —todo quedó claro. Noel sintió por un momento un escalofrío al saber que viniendo de él, esa amenaza no se quedaría en palabería, lo veía como alguien capaz de torturarlos hasta suplicar la muerte.

No lo haremos, lo juro —asintió con la mayor seguridad que pudo.

—Dame el vodka —pidió Aleksander y una vez recibió la cantimplora con el alcohol, se la acercó a Konrad—. Bebe lo que puedas.

Pasó un par de tragos antes de que Sasha tomara otro trozo de tela y la mojara con la bebida antes de taparla de nuevo y dirigirse a Noel.

Deja que muerda —al ver cómo parecía no entenderle, hizo varias señas pretendiendo explicarse mejor—. Tu mano en su boca para que muerda. Va a doler.

Una vez lo hizo, Konrad le dedicó una mirada de disculpa a Noel por si terminaba por lastimarlo, a lo que él respondió que no se preocupara. Pero cuando Sasha comenzó a limpiar, tuvo que morder la manga de su novio para no gritar.

Ángel los miraba y ayudaba en lo que podía. A decir verdad, terminó de estar seguro de su decisión de apoyar a Sasha al ver la desesperación con la que su novio le tomaba la mano al chico herido. Se vio reflejado en Noel durante todas esas noches en las que suplicaba porque Sasha sobreviviera unas horas más y pactaría lo que fuera con el diablo para conseguirlo.

29 de noviembre de 1942  |  Kursk

Llevaba horas ahí dentro, el calor comenzaba a hacerse notar, incluso en mitad de la nieve. No habían dormido, no habían comido casi, llevaban todo ese tiempo llevando el tanque hacia el frente. Y nada más llegar tuvieron que participar directamente en el ataque que sucedía en ese preciso momento.

Deidra se encargaba de cargar los proyectiles lo más rápido que podía dejando que su compañero apuntara y consiguiera disparar. Ya en un par de disparos, el comandante les había dicho que habían acertado en algún tanque u objetivo enemigo.

No podía pensar muy claramente. Sólo cargaba proyectil tras proyectil, intentando mantener la mente en blanco, no sucumbir al pánico ni al estrés del ruido constante. En lo profundo de sus recuerdos sólo podía encontrar la última sonrisa de Anatoli seguida por las más brillantes que le había visto tener.

Procuraba concentrarse en eso, en recordar su voz por encima de los gritos de sus compañeros, incluso ponía por delante de las órdenes de su capitán el recuerdo de su risa contagiosa.

Su corazón se detenía cada vez que escuchaba una bala rebotar en el blindaje del tanque, pero debía mantener la respiración tranquila y volver a tomar su puesto en la metralleta para continuar disparando antes de que se le ordenara cargar un proyectil nuevo para la torreta principal.

Estaba aterrado, pero aún más decidido a volver a casa, a proteger la sonrisa de Anatoli, a no ser el motivo por el que esta se rompiera. Por eso mantuvo su fuerza hasta el último momento, hasta que el comandante les ordenó retirarse rápidamente, pero no lo hicieron a tiempo, un proyectil enemigo impactó contra su tanque-

Deidra sólo se chocó contra la pared al haber recibido el impacto del lado opuesto. Pero sus compañeros no parecieron haber tenido la misma suerte. Vio el cuerpo de su capitán caer inmediatamente, al darse la vuelta vio al conductor con la parte superior del cuerpo completamente destrozado, por eso tuvo que apartar la mirada de inmediato.

Eran cinco en el tanque pero, sólo tres de ellos seguían vivos, quizá él era el que estaba en mejores condiciones. Sus oídos pitaban, no podía escuchar bien, pero cuando uno de sus compañeros, el mayor de los que quedaban, intentó tomar el mando para alejarse y evitar que los destruyeran por completo.

—¡Ácrux, dispara! —consiguió entender.

Jaló su cuerpo hasta la metralleta y comenzó a disparar como le ordenaron.

—¡Volkov, toma la otra metralleta!

Escuchó cómo el más joven se intentaba arrastrar hasta donde le habían ordenado. Su pierna estaba herida pero la adrenalina estaba teniendo el mismo efecto en los tres.

Siguió disparando y recargando como debían, pero al avanzar unos pocos metros, recibieron otro disparo de lleno. Esta vez fue más que un golpe en la cabeza.

Volaron partes del blindaje por todas partes, quien había tomado el puesto de conductor acababa de morir encima del cuerpo del anterior. Volkov se había caído de espaldas ahora sin poder levantarse de nuevo, y Deidra al sentir el impacto en su ojo, su espalda chocó con la pared contraria, y al encogerse se quedó en el pequeño espacio entre el asiento y la parte frontal del tanque.

No pudo contener un grito, ni él mismo podía escucharse e inconscientemente creía que los demás tampoco, y con todo el ruido de las explosiones tampoco podrían.

—¡Ácrux! —escuchó el grito de su compañero.

Consiguió respirar de nuevo y luego miró la sangre que abundaba aún más en la mano con la que se cubría el ojo. Pero al darse cuenta de que si podía verlo significaba que su otro ojo estaba sano, dio su mejor esfuerzo por tranquilizarse.

—¡Ácrux!

—¡Quédate quieto! —le ordenó sintiendo cómo por un momento no podía respirar— ¿¡E-estás herido!?

—Mi pierna... tengo un trozo de metal en ella —escuchó la voz del chico temblar—. ¿¡Y tú!?

—No. Estoy bien —se ahorró la explicación por el bien de su compañero. Se trataba de un chico de 18 años, era incluso menor que Anatoli, esta era de sus primeras misiones... sentía cierta responsabilidad sobre él, y si podía mantenerlo a salvo, lo haría—. Quédate quieto, escóndete... cuando acabe el ataque buscaremos ayuda.

Se quedaron en silencio allí, sin dar señales de actividad para que los dieran por muertos. Por si acaso, Deidra estuvo un buen rato apuntando con su pistola hacia la entrada del tanque en caso de que algún enemigo quisiera entrar. Pero conforme pasaba el tiempo, por la pérdida de sangre y el propio dolor que intentaba negar, perdió cada vez más la consciencia.

Escuchó los gritos de su compañero cada vez más desesperados, entreabría su ojo sano sin poder mover su mano armada con la pistola que ahora estaba sobre el asiento. Pero cuando lo abrió una última vez vio a un compañero entrar al tanque y llamar a los demás al haberlo visto.

No aguantó más, no pudo seguir luchando más tiempo. Ni siquiera tuvo alucinaciones o pensamientos en ese tiempo, estaba simplemente inconsciente, lo estuvo hasta que lo siguiente que pudo ver fue una lámpara colgada del techo.

Estuvo unos minutos centrándose, recuperando sus sentidos dentro de lo que pudo. Pero volvió al mundo en verdad al sentir unos dedos deslizarse por su mejilla con mucho cuidado. Intentó girar la cabeza, pero el dolor y otra mano se lo impidieron.

—Shh, no te muevas.

Aunque hablaba muy bajo, ahora sí que podía escucharlo bien, el efecto de las explosiones ya había pasado.

—Anatoli —murmuró de vuelta al verlo con los ojos aguados estando sentado en una sillita junto a la camilla.

—Estás de vuelta en el campamento, estás bien, ¿sí? Sólo descansa —evitó tocar la parte superior de su cabeza, por eso sólo mantuvo la mano en la mejilla y brazo del chico.

—Mi ojo... —trató de llevar la mano a su mejilla derecha, donde ahora parte de la venda lo cubría.

La mirada de Anatoli se lo dijo todo, pero no le impactó, ya lo esperaba, lo supo desde que estuvo en el tanque.

—Pero por todo lo demás estás bien, ya te revisaron y no hay nada más —con cuidado encogió los dedos sobre su piel para darle pequeñas caricias que lo tranquilizaban más.

Se quedaron unos segundos más en silencio. Pero al ver cómo Anatoli se veía mucho más preocupado que él, al no saber que el propio Ácrux estaba bastante tranquilo aún con su condición.

—¿Y me vas a seguir queriendo aunque tenga una cicatriz o un parche de pirata? —consiguió arrancarle una sonrisa al menor con la suya propia.

—Con un ojo menos, con una cicatriz más... Mientras seas Deidra Ácrux te voy a querer hasta el fin del mundo, vas a seguir siendo el hombre más guapo de todo el mundo. Vas a seguir siendo mi mundo —fue la sonrisa de Anatoli junto a sus palabras lo que le hizo a Deidra tener una sonrisa completamente sincera que en verdad lo hizo sentir mucho mejor, no sabía lo mucho que lo necesitaba—. Me basta y me sobra con tenerte aquí, Deidra.

Tampoco supo lo mucho que necesitaba ese beso hasta que sintió los labios dulces de Anatoli sobre los suyos, cuando sintió su calor en su cuerpo y consiguió llevar una mano hasta su pelo pudiendo sentir una vez más esas suaves hebras anaranjadas que tanto había extrañado en esos dos días eternos.

27 de febrero de 1943 | Kursk

Niko llevaba un buen rato sentada en una silla afuera del despacho.

Habían adaptado el viejo edificio de la escena de la zona para hacer el que sería el hospital de campaña en Kursk. Por eso los grandes salones, el patio techado e incluso los pasillos eran usados para tener a los pacientes en sus camas esparcidos por los dos pisos. Mientras que los salones más pequeños y pequeños despachos eran quirófanos o despachos para los médicos y enfermeras que pudieran guardar los archivos o incluso dormir en algunas camas libres.

Rhett y Anna pasaban gran parte del día en la primera planta y por eso usaban el despacho de esa zona. Habían conseguido una cama libre que acomodaron en el despacho, en el mismo donde Anatoli y Artyom se habían quedado dormidos esperando noticias sobre Aleksei y Enver. Y ahora Nicola llevaba un buen tiempo esperando afuera.

Tenía tres sobres de cartas entre las manos, las miraba con la cabeza gacha luchando por no llorar al pensar en ello. Por intentar convencerse de que pronto podría abrirlas junto a su superior.

Al ver cómo la puerta finalmente del despacho se abría, se levantó de golpe hasta quedar frente a frente con Rhett sosteniendo las cartas contra su pecho en un intento de calmarse.

—¿Cómo está?

Vio los ojos de Rhett, que eran una copia exacta de los de su hermano, y se preocupó aún más hasta que lo escuchó suspirar.

—Mejor —asintió cerrando la puerta por completo antes de mirar a la chica—. Le puse un antibiótico así que esperemos que eso sea suficiente como para bajar la infección. Tiene un calmante así que está un poco mejor, pero por la infección y el dolor sigue con náuseas. Creo... que va a estar bien. Si no mejora voy a hacer que lo manden a Moscú, hay un hospital de nefrología, lo podrán atender.

Niko asintió agachando la mirada, pero él le puso la mano en el hombro.

—Tranquila, creo que con esto será suficiente. ¿Quieres pasar?

Volvió a asentir y entró al despacho dirigiéndose hacia la cama que estaba contra la pared.

—Micah —lo llamó él consiguiendo que abriera los ojos y luego estrecharle el vaso de agua que estaba en el escritorio—. Vuelve a tomar, ¿sí?

Lo tomó del brazo para ayudarlo a levantarse y pronto Niko se acercó para ayudarlo y que Mikhail bebiera algunos tragos de agua.

Sus ojos estaban cansados, tenía ojeras en estos así como un contraste enorme con el resto de su piel que se había vuelto más pálida. A Nicola le dolió ver a su superior de esa forma. Siempre lo había visto tan fuerte, trabajando sin detenerse, tan firme frente a las situaciones... Pero ella también supo ver cuándo ya no podía aguantarlo más.

Tuvieron una pequeña reunión donde se discutieron cosas importantes sobre las operaciones en la zona, sobre cómo había afectado la victoria sobre Stalingrado. Y Mikhail estaba mucho más disperso que otras veces, por eso en el descanso antes de volver a la reunión, se quiso alejar para tomar el aire, pero ahí fue cuando Niko unió los puntos: llevaba días durmiendo mal, iba constantemente al baño, comía menos, en los últimos dos días parecía molestarle la prótesis más de lo normal... Y cuando fue corriendo a buscarlo para llevarlo con su hermano para que lo atendiera, cualquier duda se despejó al verlo vomitar teniendo que sujetarse de la pared para no caer.

No pudo darse cuenta antes y se culpaba por ello, el estrés pudo con ella y tardó en notar que desde hacía casi una semana Mikhail había recaído por la infección en su riñón.

Podía ver el abismal contraste entre Rhett y Micah. En situaciones normales eran rasgos como el tono de su voz, algunas expresiones y principalmente las piernas, lo que hacían que a pesar de ser idénticos, pudieran diferenciar a los gemelos. Pero ahora era la notoria salud de Rhett contra el físico demacrado de Mikhail.

—Tiene que tomar mucha agua, ¿sí? Te encargo eso —dijo Rhett una vez su hermano se volvió a acostar—. Me iré un momento, ¿sí? Intenta descansar, Micah, tienes que descansar para que sea más efectivo y esto funcione... Te dejo en buenas manos.

Él asintió con los ojos entrecerrados aún y se despidió de su hermano con la mirada quien se fue dejándolos en el despacho.

Mikhail volvió a quedarse con los ojos cerrados mientras que Nicola se sentó en la silla del escritorio que acercó al borde de la cama. Hubo unos minutos de largo silencio pero que no fueron incómodos en absoluto: Mikhail apenas era consciente de ello, y Nicola estaba preocupada por el mayor.

—¿Cómo acabó la reunión? —preguntó él.

—Ahora no se preocupe por eso —negó colocando una mano en la suya viendo cómo le temblaba ligeramente—. Siga descansando, yo me ocuparé de lo demás, ¿sí?

Él le hizo caso y se quedó dormido durante un par de horas más. Cuando abrió los ojos, el sol del atardecer ya no entraba por la ventana, ahora eran las lámparas del despacho lo que los alumbraba. Rhett había entrado a una cirugía importante así que le pidió a Nicola que cuidara de su hermano un tiempo más y ella lo hizo sin problema.

Se sentía bastante mejor en comparación de antes, parecía que ellos tenían razón y el haber descansado con algo de ayuda de los calmantes ayudó a que se mejorara ligeramente. Se dirigió a Deleito y ella le explicó con calma lo que había sucedido en la reunión, pero luego le pidió que dejara de pensar en aquello y se centrara en él. Estaba claro que aquel susto era debido a una recaída de la infección, pero también habían llegado a la conclusión de que el estrés y el nulo descanso habían empeorado aún más la situación.

—¿Sabe? Hoy recibí estas cartas y... pensé en leerlas juntos después de la reunión para relajarnos un rato. ¿Qué opina?

Aquel detalle por parte de la chica lo emocionó bastante, se sintió inmensamente querido por unos segundos y aceptó con gusto.

—Claro. ¿De quienes son?

—La primera es de Luciel, la segunda viene desde mi casa y la tercera es de la señorita Ljerka.

Decidieron comenzar en el orden en el que ella las mostró y así hicieron. Usó un instrumento del escritorio para abrir los sobres y extrajo los papeles del primer sobre enviado desde Vladivostok.


Compañeros,

¿cómo están? ¿Qué tal está todo en el frente? Espero que se encuentren bien, que el escuadrón vuelva a estar junto y no falte nadie más.

Ahora estoy en Vladivostok, en mi tierra natal, pero por alguna razón me siento como un completo extraño aquí. Es una sensación desgradablemente familiar y creo que es debido a no estar con todos ustedes. No tienen idea de cómo los extraño, de cómo desearía volver a Mokrous, ir hasta Kursk para ayudar o incluso regresar a Engels y poder darme una escapada para verlos. Pero espero que no tenga que pasar mucho más tiempo antes de reencontrarnos, ojalá ya sin guerra.

Me enviaron junto a mi escuadrón a Vladivostok y hemos estado haciendo misiones terrestres: plantando minas, limpiando campos, he vuelto al trabajo de incrusor e incluso me colocan como ayudante de francotirador o zapador. Realmente me siento enojado realizando los mismos trabajos que en Stalingrado después de haber sido separado del escuadrón por prometerme un puesto como piloto.

Estuve en Engels hasta enero, desde entonces estoy aquí, pero hoy me dijeron que me enviarán a Manchuria con mi escuadrón para apoyar la resistencia contra Japón, ahora sí como piloto. De nuevo eso me hace enojar: llevo todos estos años matando nazis y de pronto tengo que matar a un enemigo diferente al que ni siquiera le he encontrado un motivo como para luchar.

Escribo esta carta por si resulta ser la última, por si no puedo escribir o mandar nada más en China. Prometo que si me lo permiten, escribiré otra para avisarles, y espero que pueda enviar otra para decir que volveré a Stalingrado o incluso que sigo vivo al final de la guerra.

Tengo buenos compañeros aquí, me llevo muy bien con el jefe de mi escuadrón; pero definitivamente los extraño demasiado. Al volver a estar solo me entró un pensamiento a la mente... ¿ustedes saben lo importantes que son para mí? En verdad lo son, disfruté cada minuto a su lado, estaba tranquilo sabiendo que eran ustedes quienes me cuidaban la espalda, la guerra lucía menos horrible al entrar en nuestra tienda de campaña y dormir todos bajo el mismo techo. Pero me aterra la idea de que nunca se los haya hecho saber, nunca he sido alguien muy expresivo así que pueden pensar que me era completamente indiferente pero no es así en absoluto. No sé cuántas veces lo he escrito ya, pero los extraño demasiado.

Cuando apagamos las luces y dormimos o incluso cuando me acurruco en alguna trinchera para dormir un poco, extraño el ritual de darnos las buenas noches todos en la tienda de campaña. Ver cómo Artyom apaga la última luz y corre hacia su cama sólo para que segundos después se oigan nuestros murmuros deseándonos un buen descanso. Éramos un equipo, ustedes siguen siéndolo y yo extraño ser parte de este, y aunque no se pueda hacer nada ahora, quiero que recuerden bien lo importantes que son para mí.

A veces aún lloro en las noches, aún me siento solo, aún extraño las risas de todos, los concursos de beber en las noches alrededor del fuego, los estornudos de los Shevchenko en mitad de la madrugada, las quejas de Enver porque el lodo le manche el pantalón, la tranquilidad de Ángel y Aleksei con el ojo en la mira. Aún recuerdo el llanto de Aleksei cuando Misha murió, la mirada de Anatoli cada vez que enciende un cigarro, la tos que se asoma entre las risas de Sasha, las sonrisas de Niko al hablar sobre Oksana. Aún deseo que todos estén bien antes de irme a dormir, aún beso la cruz del rosario de Lander antes de subirme a un avión.

Espero que ustedes también me recuerden de alguna manera, y sobre todo que pronto podamos vernos de nuevo. Los quiero y, por enésima vez, los extraño.

Luciel Slocker

—Ay, Luciel... —suspiró ella mirando el papel y pudiendo notar cómo cietas partes estaban bastante arrugadas y era fácil interpretar que en algún momento habían estado mojadas por lo que parecían ser lágrimas.

Mikhail suspiró con tristeza también pero luego intentó mirar a Niko con una sonrisa.

—Seguro que nos veremos pronto todos otra vez —ella sonrió de vuelta, no sólo por sus palabras sino por haber conseguido una sonrisa en él—. Dame, yo leeré la siguiente para ti, ¿sí?

Ella le entregó la carta ya abierta con una sonrisa.

—Yo leeré la de la señorita Ljerka entonces. No es lo mismo, pero a lo mejor una voz femenina le hace más fácil imaginarla hablándole ahora.

—Entonces espero que mi voz también pueda hacer algo para recordarte a tu padre.

Ambos rieron y Mikhail tomó el papel para empezar a leer.

Mi querida hija,

Espero que te encuentres bien. En casa estamos bien, tenemos comida y los vecinos nos comparten un poco de lo que producen en sus terrenos así que no nos falta de nada. Oksana va a quedarse aquí un tiempo más, en el orfanato están un tanto más apretados que aquí, así que ella se quedará conmigo indefinidamente.

Debo decir que aunque te extrañemos mucho, tener a Oksana aquí hace que la espera sea mucho menos triste y solitaria. Había olvidado lo que era vivir con una niña pequeña, lo lleno de aventuras y sorpresas que puede estar un día. En ocasiones es muy parecida a ti y eso me trae recuerdos de cuando eras tan sólo una niña y eso me hace sentirme orgulloso de verte ya como toda una mujer adulta, aunque a mis ojos siempre serás mi pequeña.

No puedo decir que no tengo miedo de saber que estás metida en las entrañas de la guerra, pero me alivia saber que tu terreno es una oficina y no el campo de batalla. Esperamos una llamada tuya para poder hablar de nuevo, Oksana está muy ansiosa en verdad.

Dentro de muy poco te llegará una nueva carta nuestra y ya sabes que esperamos tu llegada con los brazos abiertos. 

Nunca olvides que te quiero como a nada.

Hansol Rodolphe Deleito.

—Ahora hay una carta a parte que te escribió Oksana, es muy chiquita —dijo él pasando las hojas para concentrarse en descifrar las letras de la niña.

Niko te extraño mucho ya quiero que buelbas

Me gusta mucho estar con papá porque me cuida y nos divertimos mucho y me lleba al parqe y asemos gayetas cuando llueve

Cuando buelbas te aremos gayetas pa que las comas

Te quiero mucho

Oksana

—Y te hizo un dibujito de una flor, una casita y unas nubes —dijo él con ternura devolviéndole el papel para que los pudiera ver ella también y la sonrisa en su rostro se ampliara aún más.

Niko miró la carta sintiendo sus ojos a punto de derramar lágimas por la mezcla de sentimientos pero no lo hizo por abrazar la hoja y dejar libre una risita temblorosa.

—Pronto la podrás ver —dijo él haciendo que Niko asintiera y le tomara la mano al chico un momento.

—Igual que usted a Ljerka. Leeré su carta de una vez —dijo con cierta emoción antes de soltar su mano para poder tomar las hojas y empezar a leer.

Mi amor,

Mientras más pasan los días más te extraño, más me hace falta tu voz y tu sonrisa, pero te aseguro que estoy siendo fuerte y haciendo mi mayor esfuerzo para ayudar a que pronto nos veamos de nuevo. Ya sabes que tenemos una casa en Moscú, vuelve a ella cuando quieras, yo te estaré esperando.

Mi trabajo sigue yendo muy bien, me aprovecho un poco de estos pequeños lujos que me dan como el coche o la casa en este lugar que tanto me encanta. Adoraría que se convirtiera en nuestro hogar aunque esté algo lejos del que tenemos en Semey.

Sigo llevándome cada vez mejor con la vecina, pasamos tardes enteras hablando y eso me hace sentir cada vez más mayor, pero no me desagrada verlo así, ¿sabes?

Pero tengo una noticia importante que darte, mucho más importante que informarte de que todo sigue tranquilo por aquí. Hace unas semanas estuve sintiéndome un poco mal así que la vecina insistió en llevarme al médico, pero no estaba enferma ni mucho menos, el doctor me dijo con mucha seguridad que en realidad estoy embarazada, vamos a tener un bebé.

Micah, en serio que sigo sin poder creerlo, sigo sin poder superar la alegría de ese momento. Vamos a tener un bebé, un hijito al que veremos crecer... Por Dios, en ocasiones sigue pareciéndome un sueño del que nunca quiero despertar.

Cada vez consigo asimilarlo más y los cambios en mi cuerpo ayudan mucho. Ya puede notarse una pequeña barriguita que pronto crecerá más y finalmente consigamos tener a nuestro pequeño en brazos. Estoy demasiado contenta, de verdad. Sólo pienso en nuestra vida juntos, en cómo será cuando vuelvas, en lo que será pasar los próximos años de nuestras vidas cuidando y viviendo con nuestro retoño. Pensar en que la criaturita que aún crece dentro de mí va a llevar el apellido Becke me hace volver a sentir que esto no es más que un sueño del que espero no despertar jamás.

Me encantaría que volvieras antes de que nazca, sería todo un sueño que tú estés para poder cargar al bebé nada más nacer; pero el mundo no está ahora como para pedir deseos. Lo único que deseo es que tú estés por lo menos la mitad de feliz que yo por esta noticia, que vuelvas a casa sano y salvo y puedas conocer a tu hijo.

Cuídate mucho, por favor, recuerda no esforzarte, recuerda que sólo estando allí ya haces más que suficente. Eres brillante, Micah, eres el mejor descifrando mensajes, el mejor en argumentar  en reuniones y juicios, ya eres más que increíble sin tener que hacer nada extraordinario, sin tener que sobreesforzarte.

Me acabaría el papel si siguiera diciéndote lo valioso que eres, lo mucho que te necesito, o más bien, te necesitamos el bebé y yo. Por eso tengo que terminar esta carta para que algún día pueda enviarse y te llegue cuanto antes.

Nunca olvides que te amo, y vuelve pronto por favor, mi amor.

Tuya, Ljerka

Niko tenía una sonrisa indescriptible en su rostro, intentaba calmar su voz para leer sin prisas y poder disfrutar de la letra de Ljerka, pero en ocasiones la emoción la superaba. Una vez terminó se levantó de la silla mirando a Mikhail sin poder dejar que temblar de emoción.

—Por Dios, Micah, esto es...

Y él sólo se cubría la cara con las manos estando bocarriba. Reía entre lágrimas sin poder terminar de creer que aquella noticia no fuera una utopía.

—La mitad de feliz que ella, dice... —dijo antes de soltar un sollozo seguido por una risa nueva— Estoy por lo menos el doble.

Niko soltó un chillido consciente de que no debía hacer demasiado ruido por los otros pacientes que estaban en el exterior del despacho, pero no evitó mover sus piernas repetidamente por la algería.

Él finalmente se descubrió la cara y ella pudo ver cómo a pesar de seguir viéndose débil y enfermo, ahora sus ojos brillaban con fuerza por las lágrimas de felicidad, y su sonrisa hacía que luciera mucho mejor que horas atrás. Tenía las mejillas enrojecidas por el llanto, risas y el calor de sus manos. Bastaba una mirada a quella expresión para contagiarse de aquella alegría aún sin saber el motivo. Pero Niko sólo se sintió aún más enternecida y feliz al verlo, vio cómo de golpe había recibido un motivo para superar aquella recaída más allá de sus obligaciones.

—Muchas felicidades —se agachó para abrazarlo aún estando acostado. En ese momento sintió unas pocas lágrimas asomar de sus ojos por la alegría—. Vas a ser un padre increíble, estoy completamente segura.

—Muchas gracias —correspondió al abrazo aún sin superar aquella sensación.

Una vez se separaron, él volvió a reír llevando la parte externa de sus muñecas a su frente mientras cerraba los ojos.

—Por Dios, aún no me lo puedo creer. Esto es tan perfecto... —se quedó unos eternos segundos así, aún tratando de convencerse de que en verdad estaba pasando, y finalmente abrió los ojos mirando al techo con un largo suspiro— Ahora sé que es cierto lo que dicen de que, incluso en la guerra, puede haber vida.

Basta, soy lágrimas, soy felicidad, mi Micah va a ser papá :'''v Sigo sin creerlo yo y eso que esto salió de mi cerebro XD Okay no, pero la escena de Micah llorando de felicidad mientras se le pudre el riñón y Niko lo abraza me provoca muchos sentimientos, espero que a ustedes también ;_;<3

Pero además del final feliz de este capitulote (nunca antes mejor dicho, 13 000 palabras por lo menos), hubo mucha desgracia previa ;_; Aleksei volvió a llorar y está herido, Enver igual, Luciel llora en Vladivostok, Anatoli se quedó solito y luego le llegó el novio tuerto, Artyom se inventa novias para no sentirse tan miserable, Sasha casi se nos muere dos veces y luego tuvieron discusión matrimonial él y Ángel... NOEL Y KONRAD APARECIERON SIENDO NOVIOS FUGITIVOS y Konrad tiene una puñalada que curaron con vodka. Yo diría que este fue un capítulo bastante potente y probablente el más intenso de los cinco que serán en total.

Espero que les haya gustado, muchas gracias por leer y nos vemos muy pronto.

Atsushi~

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro