Ese papá demonio, atacado
||Narra Sebastián||
Muchas veces en mi vida como demonio llegué a afrontar algunas situaciones de riesgo, en las cuales mi vida estaba en peligro, pero en ninguna llegue a sentir miedo o similar, soy un demonio después de todo, yo soy quien causa el miedo.
Pero por primera vez lo sentí, vaya que lo sentí y esperaba jamás volver a tener una experiencia similar.
...
Los demonios tienen sus enemigos naturales, como todo en la cadena alimenticia de las especies; estos son los ángeles, seres despreciables que sirven fielmente a su dios y que están seriamente obsesionados con el asunto del pecado y la pureza.
Ya tenía una detestable experiencia con ellos durante la búsqueda de venganza de mi ahora esposo y había derrotado a uno en ese entonces, por supuesto no salí ileso de aquella confrontación, había perdido mi brazo y hasta me había sido necesario tomar mi forma original para enfrentarle.
También debía tomar en cuenta que al no haber consumido almas en mucho tiempo me había debilitado pues estaba reservando mi paladar para cuando probase la exótica alma de mi contratista, lo cual nunca sucedió, pero eso ya es irrelevante.
...
Pero, volviendo a lo que dije inicialmente, ese día jamás lo olvidare, ese día donde yo mismo experimente uno de los miedos más grandes de un humano: perder a alguien preciado.
<-~×☆×~->
Fue en un momento, había salido junto a Meyrin y Finny para traer todo lo que necesitaríamos para el día siguiente, pues mi hijo nacería ese día.
Mi amado, su gemelo, Snake y Bard se quedaron en casa tranquilamente a la espera de nuestra llegada, era hora del té así que les deje todo preparado y me fui con calma, sin saber que en cuanto nosotros estuviéramos en pleno centro de la ciudad, un tercer incendio consumiría la mansión Phantomhive.
||Narración normal||
El demonio mayor junto a dos de los sirvientes de la mansión habían salido a realizar las compras de lo que ocuparían al día siguiente para el parto del demonio menor, pues ese día sería 28 de noviembre: día que estaba destinado a ser cuando el bebé del conde y su mayordomo nacería.
La mansión estaba en calma, los gemelos hablaban amenamente sobre la fábrica y los nuevos juguetes que se sacarían estando en el salón mientras bebían el té de la tarde, los otros dos sirvientes de la familia estaban allí simplemente al pendiente por si algo se ofrecía.
Todo estaba bien pero de pronto el escuchar un gran aullido los alertó a todos, en especial al conde y al chef de la mansión porque el aullido les resulto familiar.
¡¿Plu-Pluto?! ¡I-imposible, él murió hace años!-. El cocinero fue quien había dicho aquello mientras se asomaba por la ventana y veía con asombro que lentamente la propiedad comenzaba a incendiarse.-¡Bocchan, l-los jardines y terrenos de la mansión están siendo consumidos por fuego! ¡Debemos sacarlo de aquí antes de que la mansión sea alcanzada por el fuego!
Ambos hermanos sintieron entonces un dejavu, el recuerdo de aquel horrible pasado en el que sus vidas dieron un cambio drástico, recordaron con horror el día en que perdieron a sus padres y fueron secuestrados para ser condenados a torturas por gente despreciable.
Ninguno de los dos gemelos reaccionó hasta que fueron tomados en brazos para salir de allí, pero tan pronto fueron levantados cayeron al suelo pues tanto Snake como Bard los soltaron al sentir que unas espadas les habían sido encajadas en la espalda.
Los culpables del daño eran ni más ni menos que un par de angeles albinos de elegantes trajes blancos con toques dorados y lilas, pero no eran los únicos, otros tres estaban allí listos para atacar.
¡Bard, Snake!-. El demonio menor veía con enojo y cierto temor a aquellos enviados de dios, mientras su hermano se ponía lentamente de pie y se colocaba frente a él con intenciones de protegerlo.- ¡¿Qué demonios haces hermano?! ¡Huye de aquí!
Esas deberían ser mis líneas hermanito... Hace tiempo prometí que sin importar el que te protegería, hoy pienso cumplir esa promesa-. A pesar de que el gemelo era un simple humano era capaz de poner en riesgo su vida sin dudarlo, eso tan solo provocó que el conde sintiera tristeza y enojo desmesurado por no poder hacer algo.
¡Humano pecador, quítate de en medio, no es a ti a quien buscamos, es a ese impuro semi-demonio que lleva en su vientre un engendro bastardo que no debe nacer en las tierras propiedad de nuestro señor padre!-. Uno de los ángeles estaba por atacar al gemelo en pie con una espada pero pronto el embarazado se interpuso sosteniendo la hoja metálica entre sus manos.
¡Nuevamente ustedes vienen a fastidiar a mi familia, no dejare que lo hagan, no dañaran a nadie mientras yo este aquí!-. Ciel tenía la mirada carmesí y unos colmillos eran visibles en su dentadura, estaba sumamente molesto, tal estado.
Sin embargo, no era bueno aquello, pues no debía esforzarse demasiado estando a un día de dar a luz.
<-~×☆×~->
Por otro lado los sirvientes y el demonio casado estaban cruzando por las calles cargando un par de bolsas luego de varias horas de compras, cuando sorpresivamente se toparon con un shinigami pelirrojo que corría con prisas hacía ellos, dicho shinigami chocó con el pequeño jardinero.
¿Grell-san, qué hace usted por aquí?-. Sebastián se encontraba ayudando a Finny a levantarse mientras que el mencionado se quejaba por el dolor de haber chocado y caído con tan poca clase.
Pero no le dió tanta importancia, rápido se incorporó par mirar con preocupación al mayordomo.
¡Es el mocoso ese, esta en riesgo! ¡Unos ángeles fueron vistos por Ronald e iban en dirección a su mansión, Undy ya fue en camino mientras yo venía a buscarlos!-. Aquella simple mención de los guardianes de Dios, bastó para que el demonio comenzara a correr arrojando al suelo las cosas que cargaba anteriormente.
Dejando atrás a los otros tres que también comenzaron a correr pero obviamente no pudieron alcanzarlo.
Sebastián llegó tan pronto como pudo a la mansión y vio con sorpresa como los terrenos eran consumidos por el fuego que arrasaba todo a su paso.
En plena entrada de la casa Undertaker peleaba ferozmente con dos ángeles que realmente le estaban dando problemas, el mayordomo paso de largo pues conocía de primera mano de lo que era capaz el shinigami peliplateado, por lo que no se detendría a ayudarle, sin embargo uno de los ángeles le detuvo el paso cuando creyó que los había saltado.
Tu fuiste quien acabo con el plan del hermano Ash ¿No es así? ¡Este país sería un bello lugar libre de impurezas si ustedes, engendros pecadores, no hubiesen intervenido! ¡En nombre de Dios, te mataré!-. Aquel ángel había dicho un par de palabras antes de lanzarse al ataque.
Lamentablemente fueron meras palabras sin sentido pues Sebastián no estaba en sus cinco sentidos, había tomado su forma original para acabar lo más pronto posible con él.
El demonio mayor, una vez tomó su apariencia humana, buscó por toda la primera planta alguna señal de su amado, pero tan solo encontró a los dos sirvientes y al gemelo de este en el salón, a quienes puso a salvo ya que se encontraban entre la vida y la muerte; el cocinero y el mensajero de habían desangrado mucho, mientras el gemelo tenía múltiples heridas en el cuerpo y un profundo corte en el hombro.
S-Sebas...tián... Sa-s..salva...los, te lo suplico...-. Esas fueron la últimas palabras del hermano del esposo de aquel demonio antes de quedar inconsciente en brazos de Undertaker.
Quien ya había acabado con el otro de la entrada y ahora estaba por cuidar a los tres heridos que Sebastián había sacado de la mansión, que ya comenzaba a ser consumida por el fuego.
...Sebastián, así tengas que morir, mantén a salvo al conde y a su hijo...-. El sepultero miró con seriedad al mayordomo, quien no dijo nada porque era realmente obvio que eso haría, salvaría a su esposo e hijo aún si le llegaba a costar la vida.
Nuevamente el demonio entró a la mansión, importandole poco que esta ya estuviera en llamas, tal suceso no le afectaba, pero si le hacia preocupar porque su amado estuviese allí, en ese lugar, con tales condiciones.
Con prisas y poca paciencia, Sebastián subió las escaleras para comenzar su búsqueda en el segundo piso, al comenzar a avanzar por el pasillo un gran rastro de sangre fue haciéndose presente mientras más avanzaba.
Dicho rastro llegó hasta la habitación que pertenecería a su hijo, sintiendo duda mezclada con ira abrió de golpe la puerta para toparse con la peor escena que pudo encontrarse: su amado esposo, aquel orgulloso conde con el que inicialmente solo tenía un contrato relacionandolos y que con el paso de los años surgieron preciosos y valiosos sentimientos de amor y cariño mutuo que los unieron llevándolos a unir sus vidas en matrimonio, aquel con el que mostró su cariño en más de una forma, con el que había concebido un bebé como resultado de su gran amor...
Aquel humano mitad demonio que tanto amaba estaba en el suelo sobre un charco de su propia sangre...
Y con el vientre abierto.
El hijo de ellos había sido sacado brutalmente del cuerpo del conde, quien yacía prácticamente ya casi sin vida en aquel cuarto de decoraciones infantiles, podía fácilmente notarse como había comenzado a llorar sin hacer ruido alguno, aquellas cristalinas gotas saladas recorrían su rostro mezclándose con la sangre y perdiéndose mientras mas avanzaban por la piel de demonio menor.
El demonio mayor no emitió sonido alguno, avanzó lentamente hasta llegar a él y tan pronto lo vio de cercas cayó de rodillas temblando a causa de tantas emociones negativas que comenzaban a invadirlo.
Cariño... Yo... Lo siento... Llegué tarde... Les fallé... Por favor, perdoname...-. El fuego cada vez los rodeaba más y más, Sebastián había tomado la mano de su casi muerto amado.
Quien solo pudo girar sus ojos a él y muy lentamente le dedico una sonrisa melancólica pero que parecía querer transmitirle amor, aquel gesto hizo que el demonio comenzara a llorar.
Sí, a llorar, algo insólito en alguien de su naturaleza, pero que era simplemente lo esperado en tal situación.
Pues uno de los miedos más grandes que había desarrollado con el paso de los meses Sebastián, era ese: perder a sus dos seres más amados en alguna tragedia, la cual ahora parecía que había sucedido y que lo hizo sin que él pudiese hacer algo para evitarla.
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