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Ese mayordomo, descubierto

||Narración normal||

Tanto el demonio como su contratista estaban al filo de lo prohibido, pero a ellos no les importaba, finalmente aquella noche ellos rompieron la barrera amo-mayordomo que se creo desde que el contrato fue cerrado.

Sebastián degustaba con gusto cada centímetro de piel perteneciente a Ciel, su lengua humedecía esta al pasar creando un camino hasta que se centró en los pezones del mas pequeño, que eran de un suave color rosa y estaban totalmente duros resaltando con esmero en la suave piel por su textura ligeramente rugosa y coloración, el demonio alto no perdió tiempo y se encargo de darle atenciones hasta tornarlos rojos y algo hinchados por el excesivo tiempo de chuparlos con empeño, los dejo con un leve brillo por la saliva que se quedó en esa zona del pecho del conde, quien ya no era capaz de emitir palabra alguna, solo balbuceos incoherentes y gemidos agudos, el mayordomo entonces volvió a recostarse y coloco sobre si a su amo, pero la posición fue un poco distinta pues esta era más practica para realizar un oral mutuo.

Lamelo Ciel, haré lo mismo contigo-. Fueron las palabras de Sebastián mientras metía el ya muy erecto miembro de Ciel en su boca saboreando el líquido preseminal que este derramaba de la punta.

El conde no tuvo tiempo a procesar que sucedía, tan solo gimió en respuesta a la repentina acción del mayordomo, quiso intentar hacer lo mismo pero ya sentía demasiado placer en ese instante que lo dejaba atontado sin ser capaz de coordinarse con su mente, aun así, se ordeno a si mismo tratar de hacer sentir bien a su demonio, con timidez tomo el miembro de este y tragó saliva, no era pequeño, para nada pequeño, aun así trataría de engullirlo tanto como le fuese posible.

Sebastián detuvo lo que hacía para darle oportunidad a su amo de comenzar sin sentirse abrumado por el placer que le estaba dando, Ciel primero lo acercó lento a sus labios para depositar un pequeño beso y siendo algo cauteloso lo lamió, en respuesta el mayordomo dejo salir un gruñido por sentir la cálida y pequeña lengua del conde lamiéndole, el pequeño siguió con lo suyo comenzando a chupar la punta mientras lentamente metía cada vez más la hombría del demonio en su boca, sintiendo como esta palpitaba y se sentía cada vez mas caliente.

Por otra parte el mayordomo volvió a lo suyo tomando por sorpresa a su amo, que comenzó a gemir aun con el pene en la boca, provocando que los gemidos fueran medio acallados por ello, estaba perdiendo la poca cordura que tenía y por esa razón quiso apresurarse a poseer el cuerpo del conde, su lengua dejo de atender el pequeño miembro y paso a lamer el lugar por el cual entraría en el cuerpo contrario.

¡¿Q-qu-qué haces?! Nhg ¡No lamas ahí, es su-s-sucio! Ahh~ Ahh~ ...de...deten... Sebastián~-. Ciel trató inútilmente de frenar lo que hacía su mayordomo pero no podía, sentía extraño lo que este hacía pero comenzaba a sentirse placentero y por ello ya no pudo seguir hablando, terminó por continuar con lo suyo pero se detuvo y soltó un quejido cuando de golpe dos dedos entraron y comenzaron a moverse dentro suyo.- ¡D-duele, Se-S-Sebastián idiota! ...Mmm... H-ha-hazlo más despacio... por favor...

Perdoname, pero me siento impaciente, deseo hacerlo ya... Ciel-. Sebastián no se escuchaba como siempre, realmente estaba fuera de sí al estar en tal situación con su amo, quien se maldijo mentalmente por no calcular bien que tanto su mayordomo iba a descontrolarse, sin embargo, a la vez sintió que la felicidad le embargaba por completo, ya que el demonio que lo conquistó estaba perdiendo el raciocinio a causa suya.- ¿P-podemos ya... hacerlo?

Ciel no se negó y su mayordomo en un movimiento veloz cambio de nuevo las posiciones quedando entre sus piernas, bajo suyo se encontraba el pequeño cuerpo de su amo que lo veía con anhelo, una mirada tan encantadora que se perdió en ella, tal como el conde se perdió en la mirada carmesí del demonio que lo miraba deseándolo no solo de manera sexual, sino por completo.

La nueva intromisión tan repentina de los dedos del demonio en su interior luego de que volvieron a cambiar de posiciones rompió el encanto de verse mutuamente, además de que resultó algo incómoda de nuevo y ligeramente dolorosa, extraña si le preguntaban, Ciel lo mostraba con sus pequeños y múltiples gestos que no pasaban desapercibidos por Sebastián ya que lo veía directamente al estar en esa posición.

El demonio no sabía que más hacer para evitar hacerle sentir de esa manera, el vago recuerdo de haber leído en un libro cursi que cuando alguien sufría las muestras de cariño podían disminuirlo cruzó la mente del mayordomo, así que sintiendo duda se acerco a su amo para darle pequeños besos en los labios sin otra intención que no fuera la de hacer sentir mejor a su contratista, este tan solo se vio sorprendido por ellos, pues tales besos no tenían ni una pizca de lujuria, eran tiernos, dulces a su parecer y la sorpresa ante esas acciones por parte su demonio junto a lo que le transmitían eran grandes también, pero le removieron con fiereza el corazón, el que a este le preocupara que no se sentía cómodo con aquellos dedos dentro suyo le hizo feliz, por eso paso sus brazos por el cuello de Sebastián para atraerlo y tan solo apegar su frente con la de él.

Date prisa, mételo, se que estas al borde de la desesperación por hacerlo-. Ciel habló con serenidad mientras su demonio le veía sorprendido, no solo por el hecho de ese gesto tan íntimo como el pegar sus frentes con ternura, sino que su amo se diese cuenta de que realmente ya deseaba poseerlo.

Sebastián terminó por hacer lo que su amo le decía, saco los dedos que en todo momento estuvieron moviéndose en el interior de este y tomo su miembro para acomodarlo en la entrada comenzando a presionar para que lentamente entrara, en respuesta Ciel tensó su cuerpo pues dolía como no debía.

En un susurro dijo que era mejor meterlo de golpe y cuando así lo hizo, el conde se arrepintió enormemente por decirlo, había dejado escapar un gran grito de dolor que hizo eco en la habitación, asustando a Sebastián de paso, no solo por el grito sino también porque había comenzado a llorar.

Bo... Ciel ¿Se encuentra bien? ¿Deseas que me detenga?-. Las lágrimas en el rostro del pequeño le causaron malestar, solo una vez vio aquellas lágrimas en el pasado cuando su amo lloró frente a las tumbas de su familia.

En aquel momento creyó que tal acción era muestra de lo débil que era su joven contratista y su alma recién siendo consumida por el deseo de venganza, por supuesto solo fue su pensar en aquel entonces. Pero cuando las lágrimas brotaron una vez más y por causa suya y estando viéndolo de tan cercas no pensó lo mismo, todo su ser se estremeció y buscaba la manera de evitar que Ciel continuara derramando aquella gotas cristalinas y ligeramente saladas, más no se le ocurrió ninguna, pues su mente también se debatía entre apaciguar el malestar de su bocchan o reprimir con fervor sus impulsos primitivos de moverse hasta correrse dentro de su amo.

Por supuesto que el contenerse fue imposible ya que el pequeño movió un poco sus caderas, destruyendo sus motivos para reprimir los bajos instintos que deseaban dominar la mente del demonio.

Las embestidas fueron bestiales ya desde el primer momento, haciendo que Ciel comenzara a gemir dejando su garganta en el proceso pues el dolor y placer comenzaban a invadirle y nublarle la mente.

||Narra Sebastián||

Como demonio era para mí muy fácil sentir un par de emociones o sensaciones, como las del placer y la lujuria, siendo precisamente eso lo único que dominaba en mi mente o casi toda ella.

Era extraño como infinidad de ocasiones realicé este tipo de actos con mujeres tanto humanas como demonios, pero jamás me sentí de esta manera.

Jamás pensé que ver bajo mío su pequeño cuerpo sería tan satisfactorio que creería enloquecer, su interior era tan estrecho que me sorprendía enormemente que se amoldara tan bien a mi parte baja, escucharlo gemir mi nombre con tono suplicante y jadear a causa de que su respiración era errática, agitada y entrecortada no hacía más que alimentar mis deseos de tenerlo por más tiempo.

||Narra Ciel||

Mi mente estaba en blanco desde que comenzó a embestirme así de salvaje, no creía que sería así la primera vez pero ni siquiera quejarme podía, no cuando de mi boca no salían nada más que gemidos y su nombre.

De verdad era muy vergonzoso todo esto, sobre todo por el hecho de que sentía demasiado placer que en algún momento el dolor que llegue a sentir quedó de lado. Poder verlo en esa faceta donde ya no era el perfecto mayordomo ni el cruel demonio era fascinante, me cautivaba más, si es que era posible, estar enamorado era extraño pero en ese momento no es como si pudiera ponerme a pensar sobre ello.

<-~×☆×~->

¿Cuánto tiempo pasó? No lo recuerdo, a mi mente solo llegan los recuerdo de Sebastián poseyendo mi cuerpo, de ambos haciéndolo sin pensar en algo más que el placer... ¡Que maldita vergüenza! Yo no tenía intenciones de entregarme inmediatamente a él, realmente dejarse llevar era fácil, tan solo quería jugar un poco y "vengarme" por enamorarme así de él.

Mire en como estábamos, supuse que luego de varias horas haciendo y probando tantas cosas placenteras, que no me gustaría mencionar por mantener el poco orgullo que me queda intacto, era normal que ni siquiera supiera en que momento terminamos quedándonos dormidos.

Estaba recostado sobre el pecho de Sebastián y él dormía profundamente, me era sorprendente que durmiese cuando según mencionaba que para él eso no era posible, pero yo sabía que simplemente le faltaba una fuente de calma que lo relajara hasta el punto en que conciliar el sueño fuese posible, después de haber leído mucho sobre demonios descubrí un par de cosas que ni el mismo parecía saber.

Fue interesante comprobar muchas de ellas sin que se diese cuenta y otras que yo mismo se las pedí. Pero eso era ya algo que importaba poco, estaba tan a gusto viendolo dormir mientras lentamente pasaban el resto del tiempo antes del amanecer que no me molesto en ese momento el hecho de que ambos estábamos desnudos y pegajosos, era agradable aunque me diera pena admitirlo, aun así, no sentía preocupación, en esta mansión solo éramos nosotros dos, nadie nos diría algo, era una suerte en sí que no se despertara por tenerme viéndole y acariciando su mejilla, de hacerlo moriría de la vergüenza, claro si es que pudiera morir fácilmente.

Por supuesto no todo puede mantenerse tan calmado en mi excéntrica vida, tanta calma podía ser el presagio de que la tormenta se acercaba y esa tormenta tenía nombre, apellido y rostro. Una tormenta que entró sin aviso a mi habitación haciéndome gritar de forma poca digna para alguien como yo, para después quedar en completo shock.

¡Ciel, por fin puedo verte de nuevo! Más te vale estar... bi... ¿bien?-. Ni siquiera procese el hecho de que Soma estaba allí y no precisamente solo, tras él estaban todos mis conocidos amontonandose para verme, podía asegurar que lo último que se imaginarían encontrar es la escena que presenciaban.

...Ciel ¿No es algo temprano para gritar? Tu garganta debe estar adolorida después de tanto gemir durante toda la noche, descansa y en un momento te traeré leche con miel...-. Bien, si antes no tenía como explicar el hecho de que me encontraba desnudo sobre mi mayordomo, ahora menos podría explicar que el idiota demonio adormilado que tenía bajo mí no estaba actuando normalmente como debía.- ¿Ciel, me escuchaste? ¿Qué suce... oh...

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