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❀; Capítulo 6.

— ¿Y bien? —Kise se encontraba con la cabeza puesta en el hombro de la chica, para poder hablarle al oído—. ¿Qué te dijo?

—Pues, gracias a ti, nada malo —sonrió, aunque el chico no pudo verla.

De nuevo, notó cómo las fans del rubio clavaban sus miradas asesinas en ella. Pero eso ya no le importaba, porque ser amiga de Ryota valía más. Durante el tiempo que había transcurrido, se dio cuenta que era una gran persona. Aunque solía ser un poco insoportable, se acostumbró.

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Llegó la hora de ir al gimnasio para las actividades del club. Shirasaka guardaba bien sus libros y trataba de apresurarse para llegar a tiempo. Mientras caminaba, acomodaba bien la coleta que llevaba hecha en el cabello.

Cuando estaba cerca, empezó a oír el sonido de un par de balones estampándose contra el suelo, provocando el chirrido aturdidor que ya conocía.

— ¡Shirasakacchi! —Y esos gritos agudos que tanto conocía—. ¿Por qué tardaste?

—Pues... Olvidé qué libros debía llevar, y cuáles no. Aunque al final lo recordé —rio.

—Oh. Lamento que no hayas podido ver lo que hice...

— ¿Qué hiciste? —preguntó confundida.

—Desafié a Aominecchi a un one-on-one —dijo el rubio, con alegría en su tono de voz. Los ojos de ella se abrieron como platos—. Pero perdí —terminó por reírse.

—Me extrañaría que dijeras que pudiste ganarle... Aún así, ¿a qué se debió eso? —le invadió la curiosidad.

—No lo sé. Sólo sentí que podía superarlo... ¡Y no fue así! —una gran sonrisa apareció en su rostro—. Lo raro es que no me siento frustrado o algo parecido. De hecho estoy más feliz que eso.

—Y... ¿Se podría saber por qué tanta alegría?

—Sé que no me creerás, pero... no tengo ni la menor idea.

La chica murmuró un "idiota", entre risas, para luego caminar junto al rubio hacia donde estaba Satsuki.

—Yucchan —exclamó la pelirrosa al ver a su amiga—, ya le iba a decir a Midorin que fuera a buscarte.

—Lo siento —suspiró.

Enseguida, empezó con su trabajo, llevando botellas de agua y toallas a quienes se encontraban practicando. Cuando terminó con eso, fue a supervisar a Ryota, anotando sus puntos fuertes y débiles.

Hacía increíbles jugadas, pero aún le faltaba mejorar. Además, debía ser capaz de idear sus propias técnicas, no sólo copiarlas.

—Ryota-kun, creo que deberías trabajar un poco tus propios movimientos —dijo—. No es bueno copiar todo el tiempo.

—Lo sé, y lo intento —se excusó—. Pero creo que no sería nada en este deporte sin esa habilidad.

—Ja, ja. Tienes razón, Ryota. —De alguna parte, alguien habló, provocando que todos se sorprendieran y voltearan.

Sabían muy bien de quién se trataba. Les era familiar el tono de desprecio que le ponía a sus frases.

— ¿Haizaki? ¿Qué hace él aquí? —Midorima estaba cerca y Yukimi pudo oírlo preguntarle a Akashi.

—Vine a conseguir mi puesto en la tal Generación de los milagros. No sé qué es eso, pero quiero estar allí. Así que te ganaré hoy, Ryota. —Shogo se acercó al rubio, desafiante.

—Como quieras. —Kise seguía firme en su puesto. De verdad Haizaki no era capaz de intimidarlo.

Akashi ofreció el balón, que cayó en manos del rubio. Este tenía ventaja por haber empezado, pero pronto le fue arrebatada. Era la primera vez que se enfrentaba a aquel muchacho, sin embargo lo conocía de cara. Había formado parte del equipo principal hasta que llegó el rubio; por eso le tenía cierto rencor.

—No puedes ganarme.

—Ya lo veremos. —Y cuando intentó arrebatarle el balón, el otro se movió tan rápido que no pudo seguirle el paso y terminó en una canasta.

— ¿Decías?

La desesperación empezó a invadirle: nunca nadie lo había humillado de tal manera. Eso no se quedaría así. Ni siquiera Aomine lo había logrado. ¿O se contuvo sólo por piedad?

Tomó el balón y corrió por la cancha haciendo un par de maniobras para que Haizaki no se lo quitara. Y logró encestar por primera vez. Vítores por parte de quienes estaban viendo el juego se hicieron presentes.

Poco a poco, trataba de ganar la victoria. Quedaban dos puntos en juego y debía evitar que el otro encestara. Sin embargo, no podía hacerlo. Por más que se esforzara, Kise no podía lograrlo; por más sudor que derramara no podía alcanzarlo; por más que todos lo apoyaran, no podría vencerlo.

Cuando por fin terminó el igualado one-on-one, le dolían las piernas de tanto correr. Estuvo a dos puntos de derrotarlo, pero eso no se dio porque, al parecer, su fuerza era inferior.

—Ya está; le gané. ¿Dónde está mi puesto en la Generación de los Milagros? —preguntó Shogo.

—Haizaki-kun, vete —dijo Akashi enojado.

—Ryota-kun... —se acercó Yukimi—. ¿Estás bien?

—Vaya, sabía que era un perdedor. —De nuevo, otra voz que ya conocían muy bien. Al menos Ryota y Yukimi. Cuando el modelo levantó la cabeza, se topó con nadie más y nadie menos que Tsubaki Matsuoka—. Shogo-kun, ¿nos vamos? Este lugar no te merece.

El ahora ex-miembro del equipo chasqueó la lengua, para después seguir a la chica. Esta vez, llevaba una apariencia no muy parecida a la de semanas antes. Sus labios estaban pintados de rosado y su cabello suelto, peinado para un lado.

—Perdí —murmuró Ryota, mirando a la nada.

—N-No te sientas mal; a todos nos pasa... —Shirasaka le brindó su consuelo—. Aún así, dudo que Akashi-kun quiera que te vayas del equipo. Ya te dije que eres muy bueno.

—Muy bueno no es suficiente.

Se levantó del suelo sin dejar de mirarlo. Dio varios pasos ignorando los llamados de la chica de ojos lilas, y las miradas de otros jugadores.

—Ryota-kun, sé lo malo que es perder, pero hay cosas más feas en la vida, hazme caso —dijo, cuando por fin logró armarse de valor para sujetar su mano.

—Lo siento, Shirasakacchi... Te defraudé.

—N-No lo hiciste...

El chico se libró del agarre de ella y salió del gimnasio.

—Ya se le pasará —comentó Seijuuro, colocándole una mano en el hombro a la chica.

—Pero, ¿por qué no se puso así cuando perdió contra Aomine-kun?

—Porque esta vez estaba en juego su orgullo —intervino Shintaro—. Mañana de nuevo te buscará, ya verás.

Reconoció la verdad en las palabras de sus amigos, y dejó que el día terminara de manera tranquila. Aún así, al volver a casa, seguía sintiendo preocupación por el modelo. ¿Le habría afectado tanto esa derrota? Quizás. Como dijo Midorima, hirió su orgullo. Pero... ¿de qué forma? Con tantas dudas en su cabeza le fue difícil conciliar el sueño; y más difícil aún fue creer en la llamada que la despertó a las seis de la mañana.

Aunque, eso último sólo sucedió en su sueño.

—Shirasaka-san, ¿estás bien? Te quedaste dormida de repente... —murmuró Kuroko.

—Oh... L-Lo siento —sonrió ella.

Fin del capítulo seis.

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