❀; Capítulo 14.
Bajo la lluvia, momento romántico clásico y repetitivo por excelencia en un montón de historias igual de cliché. Esta no tenía que ser la excepción, por supuesto. Kise y Shirasaka se encontraban justo en la intersección que decidiría si llevarlos o no a la casa de ella, estáticos, mirándose, con las mejillas rojas.
El suceso previo a esta escena no fue nada más y nada menos que la declaración del rubio, quien había pronunciado un suave "Shirasakacchi, me gustas". Acto seguido, la chica se quedó perpleja, sin saber bien qué decirle de vuelta.
Tras unos segundos de espera, el muchacho decidió dar el primer paso y sonreír para aligerar la tensión que él mismo había creado.
—Disculpa —murmuró después, con la mano en la nuca.
—Kise, tú... Digo, ¿yo te gusto?
El rubio asintió de manera eufórica. Por supuesto, tal acción sólo provocó que las mejillas de Yukimi enrojecieran más.
— ¿Y bien...? —insistió el chico.
La vio bajar la cabeza, resistiéndose las ganas de decirle lo tierna que era. Prácticamente, él jugaba el papel de un niño que quería experimentar algo nuevo de forma seria, por primera vez. Quizás había tenido ya varias novias, pero a ninguna pudo amarla. Shirasaka era la única que lograba hacerle experimentar facetas de sí mismo que antes controlaba a la perfección; podía hacer salir su lado tranquilo, como también a ese Ryota hiperactivo e insoportable. Todo en cuestión de segundos.
Ella, por su parte, pensaba que él le dio un cambio muy brusco a su vida. Había pasado de ser una total tsundere a comportarse como una idiota en su presencia. Ambos, sin duda, perdieron la seriedad con la que se trataban en un principio.
Se tomó unos instantes para analizarlo bien, para preguntarse qué pasaría en caso de que aceptase su confesión y le confirmara que también gustaba de él. Los nervios la abrazaron, regalándole algo de inseguridad.
—Ryota...
Él mantenía la mirada sobre ella, brillando sus ojos y dándole permiso para que decir lo que fuese necesario decir.
—También me gustas —soltó, por fin, apoyada por el rubor de sus mejillas.
Kise sonrió inmensamente y la rodeó con sus brazos, de forma protectora, mas sin posesión. Estaba feliz en demasía, cosa que los latidos de su corazón no hacían más que demostrar. Ella podía escucharlos; iban casi tan acelerados como su relación.
— ¿Quieres ser mi novia? —susurró a su oído, siendo esta la primera vez que lo decía con tanta seguridad.
—Por supuesto —contestó ella, olvidándose su mente de las antiguas amenazas de su madre.
Y, dicho esto, sus labios fueron sellados por un beso.
-
Justo cuando Kise había decidido que el baloncesto volvería a pasar a primer plano en su vida, se le ocurrió resfriarse. Sí, fue iluso de su parte confesarse bajo la lluvia, pero no pudo hacer nada para controlarse en esos instantes. Aun así, se sentía más preocupado por Yukimi.
—Buenos dí... Rayos, te ves fatal. —Mitsuki había entrado a su habitación sin tocar antes.
—Mitsucchi, ¿qué te dije sobre entrar sin permiso? —preguntó, y luego sorbió su nariz.
—No piensas ir a la escuela hoy, ¿verdad? —La rubia se cruzó de brazos.
—Quiero ver a Shirasakacchi —murmuró él.
—Está bien —suspiró la mayor, riendo—. Pero iré a pedir permiso para que te vayas temprano si te sientes mal.
—Eres la mejor hermana...
-
En el colegio, el rubio se veía igual de brillante que siempre, acompañado de su fiel sonrisa. Podía ocultarle a los demás perfectamente que no se sentía al cien por cien, pero no a Yukimi. Apenas lo vio dentro del salón, ella pareció analizarlo por unos segundos que pudo haber contado con los dedos, y luego dijo:
—Estás resfriado.
—Pensé que no te darías cuenta —chilló él.
— ¿Por qué no te quedaste en casa? —inquirió, frunciendo un poco el ceño para denotar su preocupación.
—Quería verte —susurró, con dulzura, apoyando el brazo en su mesa y el mentón en la palma de su mano—. Estás hermosa hoy.
— ¿Gracias? —rio.
Kise estuvo más cariñoso con ella que de costumbre. Shirasaka se preguntó todo el día si eso sólo era efecto de la poca fiebre que tenía, aunque descartó la idea muy pronto porque se le hacía muy tierno.
Esta vez fue ella quien lo acompañó a casa al final del día. Volvieron más temprano porque él no iría al club, así que decidió que no iría tampoco. Caminaron abrazados, y de vez en cuando el rubio apoyaba su cabeza en la de ella, aprovechando lo pequeña que era.
—Llegamos —anunció la de cabello blanquecino, cuando estuvieron frente a la puerta de los Kise, como si no fuera demasiado obvio ya.
Se encargó de tocar la puerta, que fue abierta segundos después por Mitsuki, la preocupada hermana mayor.
— ¡Ryota! ¿Estás bien? No te pasó nada, ¿verdad?
—Shirasakacchi estuvo cuidando de mí todo el día —rio—. Estoy perfecto~
—Gracias —Mitsuki le sonrió a la menor, y ella le devolvió el gesto.
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Tras unos días, Kise se repuso por completo y volvió a practicar baloncesto con el mismo esmero de antes. Sin embargo, no se podía decir lo mismo del resto de los miembros de la Generación de los Milagros. Los únicos que se quedaban a entrenar eran Midorima y Akashi, aunque ambos se iban por su cuenta y lo dejaban solo con Kuroko.
—Algo anda mal —soltó Momoi, con una mueca en el rostro, analizando el rendimiento de los muchachos.
En ese momento, Murasakibara entró al gimnasio. Al parecer todavía había esperanzas.
—Llegas en el momento indicado, Atsushi —dijo Seijuuro—. Empezaremos el entrenamiento de verdad. Satsuki, ¿viste a Daiki?
—Está en la azotea, igual que siempre —bufó la chica.
—Bueno, no importa. Iré con Midorima y Kise estará con Murasakibara —anunció—. Luego cambiaremos de equipo.
Los chicos asintieron.
Ryota le lanzó el balón a Shirasaka para fuera esta quien diera inicio al partido. Se posicionó en medio de ambos y lanzó la pelota. El rubio la tocó primero, y sonrió de lado para ella. Murasakibara corrió por toda la cancha, aunque fue detenido por Akashi.
Intentó darle un pase a Kise, pero el pelirrojo se hizo con el balón y se lo pasó a Midorima, dando lugar al primer triple del partido.
Las cosas continuaron a favor de ese equipo, lo cual molestó mucho al de cabello morado. Decidió rendirse tras unos minutos, dejando al rubio exhausto al final del partido.
—No es justo, Aka-chin siempre gana —protestó, haciendo un puchero—. Ya no quiero entrenar, es muy aburrido.
— ¿Qué te parece si jugamos a algo? —propuso el mencionado, con expresión neutral en su rostro—. El primero que haga cinco canastas, gana. Si ganas, podrás irte; pero si yo gano, tendrás que quedarte.
—Trato hecho.
Al principio, la ventaja pareció ser del más alto. Sin embargo, llegó un punto en el que Seijuuro se puso serio, provocando la derrota de Atsushi y dejando a todos perplejos. Aquel Akashi no era el que conocieron hace mucho tiempo...
Murasakibara tenía que quedarse, mas el pelirrojo le dijo que no era necesario que lo hiciera, así que terminó yéndose de todas maneras.
Kise decidió, entonces, que protegería a Yukimi de Akashi también.
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Fin del capítulo catorce.
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