❀; Capítulo 13.
Los ojos mieles de Ryota miraban al cielo. Estaba acostado en el césped, cubierto por la sombra de un árbol, junto a Yukimi, mirando las nubes. Le parecía que sobresalían mucho en el cielo azul, y cada una tenía una forma distinta.
—Shirasakacchi —dijo—, ¿las estrellas son el reemplazo de las nubes?
—No lo sé —murmuró la chica, volteando un poco la cabeza para mirarlo—. ¿Por qué lo preguntas?
—Es que, así como la luna reemplaza al sol, pensé que las estrellas reemplazaban a las nubes...
La muchacha rio. Kise era un tonto muy tierno.
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Sin saber como, Shirasaka fue empezando a desarrollar sentimientos. Igual que el rubio, su corazón comenzó a latir muy rápido cuando estaba con él, y a emocionarse con cada palabra que decía. Pero no podía hacer nada para controlarlos.
Aun así, lograba ocultarlos decentemente.
En casa la situación no mejoraba. Su madre se fue dando cuenta de eso, hasta el punto de llegar a interrogarla.
— ¿Estás enamorada del niño ese, verdad?
No supo cómo responderle, puesto que sabía que, con cualquier provocación, causaría una mala reacción por parte de la mujer. Se mantuvo callada, con la cabeza gacha.
—Responde —espetó su madre.
—No lo sé —susurró Yukimi, de forma apenas audible.
—Lo estás.
Asintió con lentitud. Sabía que lo que le esperaba no era nada bueno.
—A tu edad yo me centraba en estudiar, no en enamorarme de modelos —exclamó—. Necesitas madurar, mocosa. El amor a primera vista no existe, y el amor prematuro es lo peor que te puede pasar. Deberías pensar en otras cosas. ¿Cuándo te volviste así, Yukimi?
—Yo... He tratado de evitarlo... Pero...
—No me vengas con cuentitos. Quítatelo de la cabeza, porque no vendrá nada bueno.
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—Ki-chan, debes decírselo ahora o nunca —declaró Satsuki—, o será demasiado tarde.
— ¿Qué cosa?
—Yucchan te gusta, ¿verdad?
Ante la pregunta, el rubio apartó la mirada.
—No —dijo, con voz infantil.
—Se nota a leguas —puso los ojos en blanco.
—Kise-kun, debes ser honesto contigo mismo —murmuró Kuroko, antes de beber un sorbo de su malteada de vainilla.
—Hola —sonrió Shirasaka, acercándose a sus amigos.
— ¡Yukimicchi! —Ryota le dio un fuerte abrazo.
— ¿Eh?
Momoi rio. Ese ya era un progreso.
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—Te lo advertí ya. Si las cosas siguen así, tendrás que irte de esta casa, porque no voy a tolerar que sigas con tales inmadureces.
Esas palabras salieron de la boca de la madre de Shirasaka porque había sucedido algo un tanto inesperado. Resulta que Kise se había tomado muy en serio lo que le dijo Momoi, así que... decidió besarla antes de que entrara a su casa.
Ese gesto tomó muy por sorpresa a la chica. Lo malo fue que su madre estaba ahí y lo vio todo.
— ¡No fue su culpa, señora! ¡Fui yo, écheme toda la culpa a mí!
—Me da igual si fue su culpa o no.
—Por favor escuche...
—Silencio. Yukimi, ve a recoger tus cosas. Mañana cuando despierte no quiero verte aquí.
— ¡Pero...! ¡Señora!
—No insistas —murmuró la chica—, es inútil... Espérame aquí.
Shirasaka fue a su habitación para recoger sus cosas, siguiendo lo que había dicho su madre. Ayumi la siguió, porque tenía un poco de curiosidad.
— ¿Qué harás a partir de ahora? —cuestionó, con indiferencia.
La otra se encogió de hombros—. Ella ya quería que yo me marchara... Ella lo quería desde hace mucho tiempo, y usó esto como excusa.
—Yuki... Te sentirás sola.
—Lo sé.
— ¿Por qué mamá quiso esto?
—No lo sé... —empezó a llorar.
Al notar esto, su hermana se acercó y le dio un abrazo.
—No hagas nada, hablaré con ella. Quédate aquí. Ah, y le avisaré al rubio guapo.
La menor de las Shirasaka se marchó, y Yukimi se quedó sentada en su cama. Estuvo moviendo sus piernas hasta que la puerta sonó, advirtiéndole que alguien entraría. Como se esperaba, era Ryota, quien la miró con un gesto de preocupación.
— ¿Estás bien?
Asintió con la cabeza.
—Yumi dijo que hablaría con mamá... Esperemos que cambie de opinión. No quiero esto...
—No te preocupes —sonrió él—. Yo creo que las madres siempre se preocupan por sus hijos, aunque no lo parezca. La mía siempre está pendiente de nosotros y nos llama de vez en cuando~
— ¿Dónde vive tu madre?
—Ella está por ahora en el extranjero, trabajando. Como mis hermanas ya tenían la suficiente responsabilidad como para encargarse de mí, según ella, nos compró un apartamento y nos dejó solos a los tres.
— ¿Y tu papá?
—Él no solía pasar mucho tiempo con nosotros, pero nos visita de vez en cuando. Es piloto.
—Ah...
—Aun así, ambos se encargan de nuestros gastos y a veces nos mandan dinero y ropa. Son buenos padres.
—Sí que lo son —suspiró—. Tengo que admitir que a veces mamá trata de esforzarse. Aunque la mayor parte del tiempo me trata mal, es un poco temerosa en cuanto a mí. Me vi forzada a madurar muy rápido por lo que pasó con ella, por lo cual creo que puedo entenderla algunas veces...
—Debió ser muy difícil para ella...
—Lo fue.
—Yuki, no te vayas. —Ayumi volvió a la habitación de repente, cortando el ambiente que ya empezaba a tornarse oscuro—. Convencí a mamá... Dijo que ya no le importaba lo que hicieras. Pero procura no amenazar su orgullo, ¿sí?
—Yumi... Gracias —sonrió, para luego darle un fuerte abrazo.
—Me alegra que esto se haya arreglado. Lo siento mucho, Shirasakacchi.
—No te preocupes, pero... ¿Por qué... hiciste eso?
— ¿Qué? ¿Por qué te besé? —susurró—. Pues... Porque quise hacerlo...
Un sonrojo cubrió el rostro de la muchacha, mientras miraba con atención los distraídos ojos dorados de su amigo. Ayumi esbozó una sonrisa muy pequeña, por alguna razón.
—Suerte, Yuki~
Se fue sin decir más. Esas dos palabras podían tener todos los significados del mundo; podían ser buenas o malas; crueles o dulces... La intención no fue descubierta, pero sin duda motivó a Shirasaka.
—Entonces ahora haré lo mismo —murmuró, acercándose a sus labios.
Él mostró el mismo tipo de sorpresa que ella un rato atrás, sólo que esta vez cerró los ojos.
—Estamos a mano —rió la chica, separándose.
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Fin del capítulo trece.
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