❀; Capítulo 1.
Salía del gimnasio cuando se encontró con aquella chica de cabello rojo, que llevaba las manos entrelazadas y se acercaba a él, de manera lenta. Temblando cual hoja esperando a caer en otoño, levantó la cabeza y le miró a los ojos.
—Kise-kun... —pronunció con lentitud—, fue una gran sorpresa descubrir que me inscribí en la misma escuela que un modelo tan famoso...
Ryota no entendía a dónde quería llegar con eso. Quizás a lo que muchas chicas querían. Decidió prestar atención, aunque ya estuviera familiarizado con esas cosas.
—Yo... te admiro desde hace mucho, y algún día se me ocurrió demostrarle a todos que podía ser más que una simple chica —explicó, inclinando las cejas de forma exagerada—. Quiero pasar de ser una chica ordinaria... a ser tu novia.
Esto último lo dijo tan segura que no parecía estar nerviosa. Y eso hizo que el rubio dudara por un segundo. Pero con una declaración tan distinta a las demás no tendría las agallas suficientes para negarse.
—Seré tu novio. —Fue directo al grano, sin rodeos, sonriendo, pero luego volviendo a la seriedad—. Aunque, la relación no durará mucho tiempo.
—Eso no me importa si seré pareja del hombre de mi vida. —Decir las palabras con tanta naturalidad, hacía parecer que estaba actuando. Tendió su mano—. Matsuoka —dijo, sonriente, con los ojos castaños brillando—. Matsuoka Tsubaki.
—Kise Ryota —dijo también el rubio, sólo para seguirle el juego, porque era algo muy obvio. Un modelo famoso y reciente no podía pasar desapercibido en cualquier lugar. Mucho menos en una escuela.
La gente de los alrededores los miraba extraño. Algunos impacientes por un beso, y otros —ciertas chicas celosas—, esperando que un piano cayera de la nada y aplastara a la chica. Por esto, el de apellido Kise decidió romper el hielo.
— ¿Quieres tomar algo? —soltó.
—Claro —respondió ella, agarrando el brazo del muchacho, para luego caminar junto a él hasta la cafetería, y mirando a las fans con una cínica sonrisa.
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El amplio lugar ofrecía gran cantidad de bebidas y comida. De entre las primeras, se podía ver desde la simple Coca-Cola, hasta un montón de jugos exóticos. No muy baratos, por supuesto.
— ¿Qué deseas? —Ryota acomodó una silla, como el caballero que era, de modo que Tsubaki pudiera tomar asiento.
Se tomó su tiempo para pensar, observando la variedad de bebidas que podría elegir, ya que él tenía dinero. Decidió optar por una opción algo cara.
—Quiero un jugo de kiwi con frutos rojos —dijo, casi con exigencia—. E-Espero que no sea problema para ti... —De inmediato cambió su tono.
—No pasa nada, te lo compraré —asintió Kise, centrando su atención en el exagerado puchero que ponía Tsubaki.
Metió la mano en el bolsillo, para sacar algo de dinero; y se dirigió a comprar la bebida, mientras Matsuoka esperaba.
No pasaron ni cinco minutos, y ya estaba de vuelta con el vaso de plástico en la mano. Incluso se tomó la libertad de colocarle la pajilla, para que ella no tuviera problemas.
— ¡Muchas gracias, Kise-kun! —exclamó la chica, de forma más exagerada aún.
—D-De nada... —musitó él, de modo que sólo ella pudiera oírle. Se sentía algo extraño junto a esa muchacha, pero debía aguantarla durante al menos un mes.
Cuando la pelirroja acabó su bebida, tomó la mano del rubio, y lo llevó de paseo por el instituto, con la excusa de que no lo conocía. Así, encontraron algunos rincones escondidos, en donde podrían tener citas durante los descansos. O eso decía ella.
Justo para finalizar el recorrido, sonó la campana, llamando la atención de ambos. La chica quería seguir junto a Ryota, y su mente rápida encontró la excusa perfecta en un par de segundos.
— ¿Me acompañas a casa? —le preguntó, haciendo un puchero.
El rubio no tuvo más remedio que aceptar, igual que hizo durante toda la mañana, y caminó con ella por la ciudad. La de cabellos rojos se distraía con cualquier cosa, o lo fingía, para así ganar más tiempo.
Después de casi una hora, lograron llegar a una especie de condominio, en donde, se supone, vivía Tsubaki Matsuoka.
Volvió a despedirse de forma exagerada, y se alejó del rubio. Este suspiró, satisfecho, y se encaminó a su propia casa. Pero, como era de esperarse de un modelo desprotegido, se encontró con un montón de fans que lo acorralaron, haciéndole preguntas, cual paparazzis.
No pudo salir de allí, y la gente no se despegó de él hasta que le interrumpió una llamada. Contestó, mientras todo el mundo empezaba a darle su espacio personal. Era su mánager. Se lo necesitaba en la agencia tan rápido como fuera posible, así que, tuvo que cambiar el rumbo.
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Horas más tarde, cuando el chico llegó por fin a casa, se encontró con una de sus hermanas mayores, quien empezó a interrogarlo. Llevaba el cabello rubio recogido con un moño verde.
— ¿Cómo te fue? ¿A qué club vas a entrar? —preguntaba—. ¿Cómo te sientes? ¿Por qué llegaste tarde?
—Basta, Mitsukicchi —suspiró él, irritado.
—Mou~ ¿Por qué tan malhumorado? —cuestionó, con un puchero.
—Sólo estoy cansado... —dijo. No era mentira.
—Está bien, pero al menos déjame saber cómo te fue. —La rubia colocó su mano en la cabeza de Ryota, y le acarició el cabello.
—Pues... —El rubio suspiró de nuevo, para luego tomar asiento en el sillón. Mitsuki hizo lo mismo, y se acomodó de manera que pudiera ver a su hermano—. Se me declaró una chica —comentó.
— ¿Y ahora es tu novia? —preguntó la chica de ojos mieles, con curiosidad.
—Algo así... —Incluso él se sentía confundido respecto a eso.
—Mi hermanito es todo un casanova —dijo ella, despeinando los cabellos dorados del Kise menor—. Pero no estoy orgullosa de ello, eh.
—No es que quiera hacerlo así... Las fans me obligan a esto —admitió. Sentía que, al tener tantas admiradoras, lo mejor era darles la oportunidad de convivir con él.
—Eso acabará cuando encuentres una chica. —El modo serio de Mitsuki se hizo presente. Ante sus palabras, el chico hizo un gesto de confusión—. Me explico. Si tienes una única chica, las fans la respetarán, y te dejarán en paz.
—Eres muy inteligente... —susurró él, asombrado.
—Es sólo lógica —cruzó las piernas—. Si hay una chica contigo, las demás se alejan porque saben que ya tienes dueña.
—Pero no quiero tener dueña —reprochó.
—Es eso, o convertirte en propiedad de todo el mundo —trató de explicar con las palabras más suaves que encontró.
—En resumen...debo encontrar una chica que valga la pena. —Ryota miró a los ojos de su hermana. Lucían tan confiables.
—Ya me comprendes —posó su mano sobre el brazo del muchacho.
—Pero, podrían intentar matarla...
—No pienses así —rio ella.
Luego de esta conversación, el chico fue a tomar una ducha, y a reflexionar sobre los sucesos del día. Habían ocurrido muchas cosas, y ahora tenía una nueva y extraña novia.
Cuando terminó de cambiarse en el baño, se encontró de nuevo con Mitsuki, quien estaba sentada en su cama, con las piernas cruzadas.
—Ryo —dijo—, olvidé preguntarte algo.
— ¿Qué cosa? —rio el chico.
— ¿Cómo se llama mi cuñada?
—Matsuoka Tsubaki —respondió Ryota, aún con la sonrisa en sus labios—. Ahora, si me disculpas...
—Oh, claro —dijo la rubia, levantándose de la cama de su hermano—. Buenas noches. —A paso firme, salió de la habitación.
El chico cerró la puerta, y se recostó en la cama, cerrando los ojos. Sin razón alguna, quería que el día terminara, para que llegara el siguiente.
Y así fue.
Sintió como si apenas hubieran pasado cinco minutos desde que cerró los ojos, cuando volvió a despertar.
La noche transcurrió sin ningún problema, por lo que pudo dormir tranquilo. Al parecer, ni Mitsuki, ni la mayor de sus hermanas se había dignado a levantarlo. Y eso le causaba gracia.
Se sentó en el filo de la cama, como si faltara mucho todavía para ir a clases. Se quedó un rato allí, observando su entorno, aunque ya lo conocía a la perfección. Entonces, se fijó en el reloj, que marcaba la hora exacta. Y sus ojos se abrieron como platos.
A la carrera, se vistió como pudo, y ni siquiera trató de acomodar su cabello. Salió de su habitación, y bajó las escaleras con rapidez, corriendo el peligro de caerse.
En la mesa, encontró a sus dos hermanas, sentadas como si nada, comiendo el desayuno, y hablando.
— ¡Natsukicchi, Mitsukicchi! —exclamó—. ¡Debían despertarme!
—Ups —dijo la menor de las rubias—, lo olvidé. —Enseguida, miró a la mayor.
— ¿Qué? Hoy te tocaba despertarlo —dijo Natsuki, ignorando la conversación y cruzándose de brazos.
— ¿Se turnan para despertarme? —preguntó Ryota, confundido.
—Sí —respondieron ambas al mismo tiempo.
Sus voces eran muy parecidas, y se podría decir que eran idénticas. Pero, al ver sus ojos, todo cambiaba. Eran distintos, tanto por la forma, como por el color. Los de Mitsuki eran más rasgados y alargados, semejantes a los de Ryota; y los de Natsuki eran más redondos y de color magenta.
El Kise menor suspiró, antes de agarrar su bolso y abrir la puerta del departamento.
— ¿Ya te vas? —Mitsuki echó la pregunta al aire, puesto que, su hermano ya estaba afuera. Suspiró—. Bueno... Se fue sin desayunar.
—Esto sucede porque te olvidaste de levantarlo —protestó Natsuki—. Me quedaré con su parte.
-
Minutos después, en la escuela, una chica corría apresurada por los pasillos de la secundaria. La campana estaba a segundos de sonar, sin embargo, necesitaban de su presencia en el gimnasio. Justo en ese momento.
Cuando por fin llegó, fue cuando la campana emitió su estridente sonido, que se introdujo en sus oídos, irritándola.
—Shirogane-san... ¿me...necesitaba para algo? —preguntó, con el corazón latiendo acelerado, y la respiración agitada.
—Tu clase es la dos B, ¿verdad? —dijo el señor—. Necesito que le avises a Kise Ryota que venga aquí después de clases.
—Bien —asintió ella—. ¿No necesita alguna otra cosa? —La respuesta del hombre fue negativa, así que se retiró del lugar.
Volvió a correr por los pasillos, lo más rápido que pudo, repitiendo el nombre del chico. Aunque, eventualmente, le reprendieron por hacerlo. Después de eso, logró llegar al salón, respirando con dificultad.
—Lo siento, sensei... —dijo—. ¿Me...puede dar...un segundo? —el profesor asintió, y ella se concentró en tratar de respirar mejor, o al menos poder hablar bien—. ¿Kise Ryota? —preguntó. El rubio levantó su mano.
"Qué sorpresa... Se sienta detrás mío..." —pensó, caminando en dirección al muchacho, que la miraba con curiosidad. En realidad sólo iba a ocupar su asiento.
—Asegúrate de ir al gimnasio cuando acaben las clases —le comunicó antes de sentarse—. Te aceptaron en el club de baloncesto.
—Bien —susurró el chico a su oído.
Ella se sintió amenazada al sentir el aliento del muchacho en su nuca, así que procuró mantenerse alejada, mirando al pizarrón y sin apoyarse al respaldo de la silla, quedando sentada en el filo de esta.
De repente sintió varias miradas encima de sí. Eran las fans del rubio que, celosas, deseaban hacer pedazos a aquella chica inocente.
"¿Soy yo, o el ambiente está extraño?" —se preguntó en su mente, concentrándose, sin embargo, en las hojas de su cuaderno.
Fin del capítulo uno.
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¿Qué clase de jugo es el de kiwi con frutos rojos?
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