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XXIII

Era la noche de la graduación, y la verdad, no me había preocupado por buscar un atuendo adecuado, y mucho menos había invitado a alguien.

–Charlie-Nii!

Abrí los ojos y me topé con Kino con un smokin blanco con negro en una mano, y una camisa de colores y unos skiny jeans blancos en la otra.

–¿Por qué tienes la manía de aparecer sin avisar?– me senté sobre la cama.

–Porque tengo cosas urgentes para decirte–hechó la ropa sobre las cobijas.–Tienes que ponerte ése traje que es a juego con el mío. Y Yuuri también llevará uno.

Me tallé los ojos y vi claramente su ropa igual a la que me había llevado, pero era negro con blanco, y Yuuri también estaba allí.

–Usaré el smokin pero no esta cosa–tomé la camiseta de colores– con ésto si que parecerá que vamos a ir a la marcha gay.

–Pero si es de un gran diseñador–frunció el ceño y me mostró su móvil con una foto del diseñador.

–Te voy enseñar que usaré.–recordé que tenía una camisa que trajo mi madre y fuí a sacarla de mi armario.–Ésto si que es perfecto. Y queda perfecto con los pantalones que me trajiste.

Era de un estampado tribal con los colores de la bandera de Sudáfrica.

–Y tú puedes usar algo que te recuerde los orígenes gitanos de tu madre.–Le dije mientras iba a lavar mi rostro.

–¡Ya sé qué!–gritó y fue tras de mí.–Tengo un chaleco de terciopelo bordado con unas rosas de colores y un amuleto que me regaló ella antes de irse.

Le cerré la puerta y me metí a dar un baño.

–¡Eres malo! –se quejó Kino.

Después de un rato salí en una toalla y me recogí el cabello en una coleta alta.

–De seguro invitaste a Yui-hime~ ¿Verdad?–me hizo burla.

–De hecho por los nervios de los exámenes y de la fiesta olvidé invitar a alguien.

–¿De veras? Yo creo que mas bien si eres gay Nii-chan~

–Kino, ¡ya deja a tu hermano en paz!–dijo Yuuri.

Solo reímos y terminé de arreglarme al cabo de un rato.

Di el toque final con loción y até el lazo en mi cuello.

Salímos de mi habitación y bajamos con nuestros cambios de ropa en una mochila.

En la entrada nos esperaba una limusina de lujo, y el chófer nos abrió la puerta para que subieramos.

Las chicas piensan que sólo ellas se ilusionan con estas cosas, pero ahora sí nos sentíamos los auténticos príncipes que éramos, listos para un baile de ensueño. Incluso mi nuevo amigo Yuuri era partícipe de ésta gran sensación.

¡Listos para la gran noche!

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