La Cicatriz #2
Espero que les guste~
Nota: En los videos, muestran que los pandas hacen ciertos sonidos, un chillido o un gemido dependiendo mucho de la situación y de la edad, y alguien me menciono que Po podría hacerlos también, así que decidí mencionarlo :3
Po esta tan entusiasmado que apenas puede quedarse quieto en su lugar. Pudo ver al mismísimo Oogwey en persona, quien lo eligió como el Guerrero Dragón por alguna razón que aun no entiende del todo, y fue llevado al Palacio de Jade, donde pudo ver con sus propios ojos algunas de aquellas reliquias únicas de las que solo había oído historias en su vida.
Logró estar frente a sus ídolos, los maestros de Kung Fu que solo había logrado ver de lejos y por quienes había puesto mucho esfuerzo para crear muñecos a sus semejanzas, sintiéndose como si estuviera en un sueño loco y hermoso. Fue golpeado, quizás un poco humillado, pero nada de eso le importa, no cuando esta cocinando para ellos en ese mismo instante y puede sentarse a comer con ellos.
-¡Otro tazón!- anuncia, más por costumbre que por otra cosa, y tiene que hacer un gran esfuerzo por no temblar de pura felicidad cuando se encuentra con la felina, quien parece estar haciendo el amague de sentarse. -Aquí tiene, Maestra Tigresa- se lo extiende con una gran sonrisa y ella se detiene en seco, mirándolo. Parece dudar por un segundo, algo extraño viniendo de alguien como ella, pero parece recomponerse muy rápido.
-Gracias- suena un poco tensa, aunque eso no se nota en sus movimientos, siendo muy cuidadosa para tomar el tazón antes de moverse y sentarse.
-¡Acepto mi comida!- Po, en este punto, esta extasiado y con los pensamientos acelerados, apenas evitando hacer algún sonido para no delatar su alegría infantil. -¡La Maestra Tigresa esta por probar mi comida!- les da la espalda por unos segundos para servir otro tazón y mostrar abiertamente su entusiasmo, respirando profundo solo para calmarse antes de voltearse una vez más y sentarse junto a ellos. Es increíble poder hablar con sus héroes, sintiéndose encantado de verlos disfrutar de su sopa y guardando cada palabra de alago en su mente para poder recordarlos el resto de su vida pero a pesar de que siempre esta atento a lo que todos hablan, de vez en cuando, no puede evitar fijarse en la felina que come en silencio y con toda la tranquilidad del mundo. No hay señales de querer unirse a la conversa pero parece saborear y disfrutar de la comida, algo que llena su pecho de alegría cálida, teniendo que hacer un esfuerzo para no hacer ningún tipo de sonido vergonzoso.
Ella es su favorita, sin lugar a dudas.
No puede negar que había estado simplemente encantado la primera vez, cuando fue de pura casualidad y suerte que pudo encontrarla enfrentándose a ese jabalí que había amenazado con atacar el valle, extrañamente cautivado por sus movimientos salvajes y el poder puro que había podido sentir venir de cada golpe, incluso desde lejos.
Aunque...le parecía extrañamente familiar, de una manera muy difícil de explicar.
Sabía que era adoptado, un secreto que su papá nunca le quizá contar hasta que una cabra dulce y amable llego a la tienda para frustrar aquella intención, y que estuvo un tiempo en un orfanato, unos años quizás, pero no podía recordar muy bien esa época. Había sido muy joven, un simple cachorro en sus primeros años de vida según el ganso, y sus recuerdos de aquello eran mayormente borrosos, aunque siempre tuvo el mismo sueño. Una figura naranja siempre lo acompañaba a todos lados, cree firmemente que aquello debe ser pelaje o ropa, y ojos brillantes. Siempre están jugando o comiendo, a veces su sueño es tan profundo que hasta jura que puede escuchar su voz lejana y poco entendible.
Cree que tuvo una amiga en esos años, esta seguro por momentos de ello, pero su padre siempre lo tacha como un amigo imaginario de la mente de un pequeño solitario y ante la falta de pruebas, se inclina a creerle a veces.
-Entonces, Po...- el mencionado se sobresalta un poco y desvía la vista para mirar al mono, quien parece extrañamente divertido y el panda siente las mejillas arder, sintiéndose atrapado por alguna razón, esperando que no señalara nada demasiado vergonzoso. -...¿Cómo te hiciste eso?- señala su propio rostro, en una clara referencia a la cicatriz que el otro tiene, y ninguno lo nota pero Tigresa se tensa en su lugar, al mismo tiempo que Víbora la mira con preocupación ligera.
-Oh...- los ojos verdes parpadearon, dejando su razón sobre la mesa a favor de cubrir con su pata la cicatriz, pasando los dedos por los bordes con expresión pensativa. -...la verdad es que no lo sé- fue sincero, sin notar como la postura de la felina se estremecía antes y sin saber que ella estaba luchando entre sentir alivio o tristeza. -La tengo desde que era un cachorro, ni siquiera mi papá sabe que sucedió...- sonrío enormemente, recordando todas las historias que se había inventado. -...aunque me gusta intentar grandes historias para impresionar a otros- confeso.
-Eso suena divertido- bufo Mantis. -¿Cuál es la historia más loca que inventaste hasta ahora?- y Po se ilumina, lanzándose a contar una de las tantas historias que había inventado, haciendo grandes gestos y voces exageradas, entusiasmado al escucharlos reír antes de que ellos se unieran al juego, creando sus propias historias en el momento. Mientras tanto, Tigresa se mantiene en silencio durante todo ese momentos, con una expresión difícil de explicar y los labios firmemente apretados, pareciendo una estatua si no fuera porque de vez en cuando parpadea y su cola se agita sin su consentimiento pero no puede moverse, no se atreve a hacerlo, dejando que la voz del panda y de los demás callaran un poco sus pensamientos rápidos, incluso si no los estaba realmente escuchando.
Cuando llega la noche y cada uno se separa para ir a su propio cuarto, Po tiene que taparse la boca para evitar chillar como todo un fanático, luchando por mantenerse en silencio, y Tigresa solo puede tirarse de espaldas en su cama, aun sin saber del todo como sentirse en ese momento.
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