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Cachorra

Espero que les guste~

Nota: Algo raro que vino a mi mente y empezó con frases al azar que pude unir en algún punto xD

Se suponía que era un día como cualquier otro, incluso si habían sido mandados a limpiar y organizar, cada uno teniendo que separarse para cubrir más terreno. A Tigresa y a Po les tocó el Salón de los Héroes, más específicamente había que encargarse de aquellos objetos que no estaban a simple vista por cuestiones de seguridad. A ninguno le gustaba esa tarea pero tenía que hacerse por órdenes de Shifu y nadie tenía más opción que obedecer.

Todo iba bien, no les quedaba mucho, hasta que Po encontró un cajón repleto de pequeños frascos, cada uno con un líquido de un color diferente pero todos muy llamativos y se distrajo.

-Oh, cosas nuevas~- canturreo con puro encanto, curioso, rebuscando y tomando uno de los tantos frascos, agitándolo, algo cautivado por el líquido azul suave en el interior. -¿Qué hace esto?- lo reviso, sin poder encontrar ningún tipo de señal de lo que podría hacer, eso solo aumentando su curiosidad.

-Po...- Tigresa bufo al verlo tan quieto un poco frustrada. Debería estar entrenando, no limpiando, pero estaba atrapada allí hasta que pudieran terminar. -...deja de jugar, aun nos faltan cosas por limpiar- agitó bruscamente la cola, sin reconocer siquiera ese extraño cajón, no recordaba que lo tuvieran.

-Vamos, Ti, solo una pequeña pausa- le resto importancia con una sonrisa despreocupada, haciendo grandes gestos sin mucho cuidado. -Además, no planeo usar nada de esto, sin importar cuanto quiera saber que...hacen- en un mal movimiento, el frasco sale volando de su mano y directamente hacia la felina, quien lo agarra con facilidad pero el vidrio de aquella cosa parece ser mucho más fino de lo que había esperado y se rompe. -Oh no...- sudo ante el líquido azul que pronto empezó a escurrir por la pata ajena y caer al suelo, bajando por su brazo también. Hay un fuerte olor que llena rápidamente el ambiente, logrando que ambos arrugaran la nariz. -...lo siento- sonrió con nerviosismo ante la mirada molesta ajena, encogiéndose con miedo.

-...como te odio- suspiro con cansancio, dejando caer el vidrio al mismo tiempo que el contorno de su rostro se iluminaba en azul y lentamente, su figura se hacia más pequeña ante la atenta mirada del panda. -¿Eh?- parpadeo con confusión, mirando a su alrededor. Todo lucia más grande y algo de lo que estaba acostumbrada, en una clara señal de que algo había sucedido. Frunció apenas el ceño, mirando al panda, un poco molesta por tener que alzar la vista. -¿Qué sucedió?- enarco una ceja ante la expresión del otro

-Bueno...- Po retorció sus dedos con ansiedad notable, nervioso, aunque también lucia algo encantado y eso tampoco era bueno. -...no creo que te guste- se movió  agarrando un espejo inofensivo que habían encontrado y no pertenecía allí, dudando antes de su siguiente movimiento. -...no me mates, por favor...- suplico con la voz rota antes de voltear el espejo y darle la oportunidad a ella de verse.

-Dime que no es cierto...- Tigresa tembló con ligero horror, aparentando los dientes con tanta fuerza que duelen mientras alza sus patas para verlas, su cola agitándose bruscamente al mismo tiempo que su mente se acelera y lucha por entender lo que acaba de suceder. Al mismo tiempo, Po aprieta firmemente los labios, tapando su boca con una de sus patas por seguridad extra. -...Esto...- ella se analiza en el espejo, anonadada mientras se mueve y el reflejo la copia, en una clara señal de que no es una simple ilusión. Es pequeña, bajita, una cachorra una vez más y para su absoluto alivio, tiene ropa puesta. Una versión más pequeña de su chaleco rojo y pantalones negros. -...es humillante- tiene muchas ganas de encontrar un pozo profundo y oscuro donde pudiera esconderse por el resto de su vida.

-Oh, vamos, no es tan malo- Po se retorcido los dedos, ansioso, y a pesar de su obvio nerviosismo, porque había metido la pata hasta el fondo y lo sabía perfectamente, sus ojos estaban brillantes de puro encantó. -Te ves linda...- ella le mando una mirada de muerte pero en el se mismo instante, el panda solo puede arrullar con puro cariño. -...y adorable~- se atreve a agregar, demasiado encantado como para callarse.

-¡No lo soy!- golpea el suelo ligeramente, cruzando los brazos y agitando la cola con molestia pero la sonrisa de él solo se agranda y ella hace una mueca. -Ah, como sea...- se resigna y decide ignorarlo, mirándose una vez más al espejo. -...al Maestro Shifu no le gustara esto-

-¿Qué cosa no me va a gustar?- la voz del panda rojo resuena y ambos se sobresaltan. Sabiendo que en realidad no había forma de ocultar lo sucedido, simplemente se enderezan y esperan, ansiosos, una sensación que solo aumenta cuando pueden ver al mayor. -¿Qué hiciste ahora, Panda?- su voz pierde volumen en cuanto se enfoca en el estado de su alumna y ella baja las orejas con cierta vergüenza, luchando contra las repentinas ganas que tiene de esconderse, pudiendo notar como su expresión decaía. -¿Tigresa?- parece sorprendido, anonadado, y como si no pudiera creerlo a pesar de estar viéndola, mientras la felina desvía apenas la vista, algo incomoda al no poder entender lo que se expresaba en los ojos del mayor.

-¡Fue mi culpa, maestro!- Po no es tonto, puede sentir esa incomodidad flotando entre ellos, y aunque no tiene el contexto completo, puede imaginarse algunas cosas. -Estábamos limpiando...- su voz logra que el panda rojo deje a la cachorra y se fijen en él, aun confundidos, pero es mejor que nada. -...y yo toque lo que no debía...- hizo un gesto hacia el cajón aun abierto.

-Ya veo...- la expresión de Shifu se relajo, analizando la evidencia y luego a la menor, quien estaba sujetando su cola para que esta no delatara su nerviosismo en ese instante. -...¿Te sientes bien, Tigresa?- su voz fue suave, aprensiva y algo dudoso, apretando su agarre en el bastón que siempre tiene consigo. En su momento, no lo había pensado mucho, pero ahora, después de todo lo sucedido y de haber aprendido a ser más abierto en ciertas cosas, no puede evitar notar lo pequeña y joven que es.

-Por supuesto, maestro- no dudo en decir, gruñendo apenas ante su tono de voz infantil. Había olvidado que así era antes de la adolescencia. -¿Puedo...retirarme?- había mucha energía repentina en un cuerpo muy pequeño y tenía muchas ganas de correr, algo que no había sucedido en mucho tiempo.

-Adelante- asintió y ella no dudo mucho en alejarse, primero sobre sus patas traseras pero pronto, apoyo las delanteras en el suelo y empezó a correr, saliendo de allí rápidamente.

-Vaya, eso es genial~- los ojos verdes brillaron ante eso. Sabía que la felina era veloz pero ver que desde pequeña, eso era llamativo. Le hubiera gustado ser tan ágil como era ahora en esa época.

-Po...- el panda rojo hablo y el mencionado se enderezó, rápido en volver a mirar al mayor en espera de órdenes. Es difícil entender la expresión de Shifu, hay culpa mezclada con melancolía y tristeza, con arrepentimiento y algo más que el panda no supo como interpretar. -...cuídala- suspiro con algo parecido a cansancio y resignación. -Intenta...mantenerla lo más alejada del entrenamiento como puedas- eso sorprendió al otro.

-Si, maestro- no dudo en decir, colocando su puño contra la palma de su pata para inclinarse ligeramente. Miro de reojo su tarea, sabiendo que no había terminado y luego miro hacia la puerta, estaba más preocupado por la felina. El Palacio de Jade era un lugar seguro y ella podía defenderse pero ahora era una cachorra y siendo sincero, prefería tenerla a la vista. -Debo...irme- hizo un gesto y al no recibir ninguna negativa o reclamo, no dudo en alejarse con pasos rápidos, aunque se llevó una sorpresa al verla parada tras la puerta, luciendo aprensiva. -¿Tigresa?- había esperado tener que buscarla hasta el cansancio, no encontrarla con tanta facilidad. -¿Estás bien?- eran surrealista verla tan pequeña, retorciendo apenas las patas en lo que parecía ser un gesto ansioso que no podía controlar, con una mueca de incomodidad mientras parecía estar buscando como expresarse.

-Tengo hambre- admitió con cierta derrota, haciendo un pequeño puchero y él sonrió, simplemente encantado. Ella era adorable en su opinión.

-Es normal, es casi medio día- su propio estómago retumbó en señal de hambre y río mientras ella se animaba un poco. -Vamos...- hizo un gesto, empezando a caminar y con ella siguiéndolo de cerca. -...¡Es hora de cocinar!- celebró.

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