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Abuelo #2

Espero que les guste~

Oogwey no estaba del todo sorprendido cuando vio a Shifu volver del orfanato con compañía, recuerda haber sonreído en ese momento, en especial por la forma en la que la felina se esforzaba en copiar la expresión ajena mientras caminaba no muy detrás de él pero su cola delataba su emoción apenas reprimida, agitándose bruscamente a pesar de que mantenía el rostro tan tranquilo como podía. Estaba contento con eso, esperando que tener a alguien más que cuidar y educar ayudarán al panda rojo a curarse de manera correcta.

Esta dolido cuando se da cuenta de que ese no es el caso.

Sabe que el dolor de Shifu es profundo, que su herida aún está sensible y duele con cada día que pasa, sin necesidad de leer la mente para saber que él extraña profundamente a su hijo y lo entiende. Shifu ama a Tai Long, sin importar todo el caos y destrucción que había hecho en su momento de revelación pero incluso entonces, esta un poco decepcionado al verlo tratar a la inocente Tigresa con tanta frialdad, cuya mirada llena de dolor y tristeza terminaba pro romper su corazón.

Es por eso que decide acercarse y pasar tiempo con ella.

No puede soportar esa mirada destrozada en un rostro tan joven, cuyos sueños se estaban desmoronando frente a sus ojos por un adulto que aun no puede enfrentar su propio dolor, y lo que menos quiere es ver esa alma tan brillante hundirse en la oscuridad de la soledad. Quiere estar a su lado, mantenerla en el buen camino y que creciera hasta volverse esa fuerte luchadora que alguna vez se presento en una de sus visiones. Quiere ver esa sonrisa solo hacerse más brillante con cada día que pasa.

Además, aunque nunca tuvo la oportunidad, siempre quizá tener una nieta.

-¡Abuelo! ¡Abuelo!- la tortuga tararea suavemente y abre los ojos, justo a tiempo para ver a la pequeña bola de energía naranja que corre en su dirección. Adora simplemente esos ojos brillantes que lo miran con tanto cariño como él siente. Tigresa logra alegrar su día sin siquiera darse cuenta, en especial cuando ella se permite divagar sobre todo lo que aprendió y lo que llamo su atención. Su presencia, su conexión la mantiene dulce y entusiasta, pudiendo ignorar la actitud tosca y brusca de su maestro a favor de hundirse en la suavidad y cariño que el mayor le brinda.

A pesar de todo sus intentando y charlas, la actitud de Shifu empeora por momentos.

-¡Tigresa!- están jugando como usualmente lo hacen cuando el panda rojo los encuentra y la felina se endereza con los ojos bien abiertos llenos de miedo repentino ante el enojo en el tono de voz ajeno, su pelaje erizándose mientras ella se encoge un poco en su lugar, manteniendo la mirada en el tablero del juego cuando Shifu se para a su lado. -Te dije mil veces que dejaras al Maestro Oogwey en paz...- hay algo más en su tono, algo frio que la hace temblar, y su expresión esta llena de ira apenas reprimida. La esta regañando y ella solo lo escucha, luciendo al borde de las lagrimas, y eso molesta a la tortuga mucho más de lo que cualquiera podría esperarlo.

-Suficiente- Oogwey no tiene problemas en golpear la cabeza de su alumno con su batón, cortando en seco su palabrería, mandándole una mirada firme muy diferente a las usuales y que logra que el panda se quede muy quieto en su lugar. -¿No has pensado que soy yo quien la esta molestando a ella?- enarco una ceja y la felina alza la vista para mirarlo con los ojos bien abiertos, luciendo casi asombrada, la punta de su cola moviéndose apenas con curiosidad ante la expresión de su maestro. 

-Pero...Maestro...- esta luchando por encontrar que decir en ese momento, dudando, extrañamente torpe por primera vez desde que la pequeña lo conoce. Es raro, nuevo, y al mismo tiempo, agradable para ella darse cuenta de que él no siempre es perfecto.

-Ya basta- le hace un simple gesto y eso es suficiente como para que el otro cerrara la boca con un chasquido audible de dientes, luciendo como un niño regañado por unos segundos. -Tigresa no me esta molestando, me esta haciendo compañía...- hace un gesto hacia el tablero en medio de ambos, dejando su bastón de lado una vez más. -...es mucho mejor jugar con alguien más que no sea tan cascarrabias- lo dice como si fuera un hecho y puede ver, de reojo, como ella se tapa la boca con las patas para ocultar su sonrisa y él le da una suave mirada antes de volver a su alumno. -Ahora, si nos disculpas, tenemos un juego a la mitad- es el final y Shifu lo siente, dudando mucho, mirando a la menor y luego a su maestro antes de enderezar un poco su ropa, metiendo las manos en las holgadas mangas y dándoles la espalda después de unos segundos de solo quedarse allí parado por unos segundos, alejándose con las orejas bajas. Deja solos a abuela y nieta, ambos en silencio, atentos mientras los pasos ajenos se hacían cada vez más lejanos. -Es un amargado, ¿no es así?- lo dice en tono burlón en cuanto el otro esta lo suficientemente lejos como para no escucharlos y eso es suficiente como para que ella se rompiera, riendo a carcajadas que apenas puede contener, él sonriendo suavemente ante su alegría.

Él se encarga de ser el límite que Shifu necesita, metiéndose cuando cree que esta siendo duro con la pequeña, con quien entrena cuando este se descuida. Le enseña lo contrario a lo que el panda le dice, diciendo que los instintos y los sentimientos son partes de cada uno, cosas que en realidad no puede ignorar, solo debe aprender a lidiar con ello de la manera correcta y no rompiéndose los nudillos contra los aboles duros que tienen no muy lejos. Es difícil para ella por momentos, lo entiende, luchando entre seguir las enseñanzas suyas y las ajenas pero en algún punto, ella se inclina hacia su lado, donde la tratan con más amabilidad y menos rudeza, donde le permiten ser lo que realmente es y no debe ocultar nada de lo que es parte de ella.

Esta simplemente orgulloso la primera vez que ella muestra abiertamente toda su habilidad, sin ningún tipo de represión, instinto puro guiando cada golpe en una demostración de fuerza que había estado reprimiendo por mucho tiempo pero con una técnica nueva y a la vez familiar saluda de todo su entrenamiento.

También, le encanta la mirada llena de asombro en el rostro de su alumno, quien no parece poder creer del todo lo que acaba de presenciar.

-¡Abuelo!- él sonrió al verla tan emocionada, con esa cosa casi infantil que aun no la abandonaba del todo para su alivio, su sonrisa tan grande que mostraba esos dientes afilados que suele intentar mantener ocultos. -¿Viste lo que hice?- da pequeños saltos en su lugar, aprovechando que están solos y lejos de ojos u oídos ajenos.

-Estuviste magnifica, hermosa flor- le sonríe y ella básicamente se ilumina, tanto por el alago como por el apodo que adora. -Estoy orgulloso de ti- es la verdad y abre los brazos justo a tiempo para recibirla, riendo suavemente mientras ella lo abraza con fuerza.

Esta muy orgullosa de su hermosa flor, de su querida nieta, y nada lo hará dudar de eso.

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