18- EL RESCATE
Billy no sabía si habían pasado horas, días o semanas desde que le capturaron.
Durante la tortura, el chico había perdido el conocimiento. Un rato después le despertaron y volvieron a comenzar. Así habían estado haciéndolo constantemente.
- ¿Estás preparado para jugar otra vez? -le preguntó aquel médico o lo que fuese.
-No, por favor...no me hagan más daño.
Billy gimoteaba como un niño pequeño. El dolor había sido insufrible y todavía pensaban causarle más.
-No gritaste lo suficientemente...quizás esta vez sí que lo hagas.
Billy aún seguía atado a la silla, intentó soltarse, pero le fue imposible.
-Ahora probaremos con algo un poquito más... ¿Como diría yo? Más definitivo. ¿Te has dado cuenta de lo poco que usamos los dedos de los pies?, si no sirven para nada, no te importará que te los cortemos, ¿verdad?
-No, por...por favor.
-Esta vez sí que gritaras alto, ¿a que sí?
El doctor inmovilizó la pierna del muchacho con unas correas y procedió a quitarle el calzado.
-Que deditos más monos, es una lástima...
Saco del cajón unas grandes tijeras como las que se usan en jardinería y se las enseñó al niño.
-No, ¡por Dios! ¿qué les pasa a ustedes?
-No nos sucede nada, Billy...disfrutamos con tu dolor simplemente. ¿Estás listo? Pues comencemos.
El doctor abrió las grandes tijeras de podar usando sus dos manos y apresó entre ellas el dedo gordo del pie del chico.
Se disponía a comenzar su trabajo, cuando entró en la sala el soldado que unas horas antes, pues sólo habían pasado unas horas, había hablado con él.
-Doctor, la niña está aquí...ya no es necesario que continúe.
-Odio dejar un trabajo a medias, deme diez minutos y estaré con usted -dijo el doctor.
-Es usted un sádico -le espetó -no me gustan sus métodos. Ahora mismo vendrá conmigo, la niña es más importante.
-Nunca le dejan terminar a uno su trabajo, ¿te das cuenta Billy? No te preocupes, volveré enseguida y disfrutaremos juntos un ratito más.
El doctor dejó las tijeras sobre la mesa, llena a rebosar de instrumentos de tortura, y salió acompañando al militar.
Billy se quedó solo en la habitación. Sabía que en la puerta había dos soldados vigilando, los había visto cuando entró el soldado que había aplazado su tortura. Aunque consiguiera librarse de las correas, no tendría a donde ir.
"Tienes que mantener la calma" -se dijo- "Luna está aquí y la atraparán si no haces algo por ella"
Billy forcejeo con las correas hasta que una de ellas cedió lo suficiente para poder liberar una mano. En cuanto la soltó, desabrocho las restantes correas.
Una vez libre, Billy se acercó a la puerta. Aún se sentía mareado y creía haber perdido la audición de su oído izquierdo. Solo escuchaba un zumbido muy molesto y el dolor aún le punzaba en las sienes con cada latido de su corazón.
Dejó a un lado sus molestias y se concentró en buscar una forma de salir de allí antes de que regresara aquél loco doctor.
.....
Luna se encontraba frente a la puerta principal del almacén donde retenían a Billy. Sabía que habían saltado las alarmas porque ella lo había querido así. Prefería que se concentrarán en ella y dejaran de hacerle a Billy lo que estuvieran haciéndole. Había escuchado los gritos de su amigo en su mente. Unos gritos horribles de dolor y se lo haría pagar bien caro al que le había causado tanto daño. Lo iba a lamentar.
Luna concentró todo su poder en la puerta y luego desató el infierno.
La puerta empezó a combarse debido al fuerte calor, dilatándose hasta que al fin reventó como si la hubiera golpeado la onda expansiva de una explosión. La puerta arrolló a quienes estaban al otro lado.
-Vía libre -dijo la niña comenzando a andar hacia el hueco que había quedado allí donde antes había estado la puerta.
-Detenedla -oyó que gritaban al otro lado.
Luna se hizo rodear por una auténtica muralla de llamas y continuó su avance.
Los militares abrieron fuego, pero las balas no lograban alcanzar a la niña, el calor era tan intenso que todo se derretía a su alrededor. Las paredes de metal del almacén se combaban, los largos tubos fluorescentes del techo estallaban en un millar de chispas, las armas se derretían en las manos de los soldados y estos ardían como una pira funeraria.
Apenas se escuchaban los gritos de dolor, enmudecidos por el estallido de la munición de las armas, el rugido de la onda de calor y el derrumbe de techo y paredes.
Al mismo tiempo Luna, protegida en una burbuja de gases incandescentes se mantenía a salvo de todo.
Nada la impedía avanzar y atrás tan sólo quedaba destrucción.
Uno de los militares apareció al final de un pasillo impartiendo órdenes a gritos.
Luna lanzó una llamarada en su dirección, pero el hombre retrocedió rápidamente. Había pensado en un principio que podía tratarse de su tío Ben, el teniente Willis, pero se dio cuenta de que no era él.
No tardaría en encontrarle y hacerle pagar por la muerte de sus padres.
Ahora lo más importante era liberar a su amigo.
Luna sintió de pronto un golpe seco en su hombro derecho. Lo que le había golpeado había conseguido atravesar su muro de fuego.
Se miró el hombro y vio clavado en él un pequeño dardo de metal.
La habían disparado un tranquilizante y ya empezaba a notar sus efectos.
Alfred había tenido razón, eran demasiados para ella. Ahora no tendría la oportunidad de rescatar a Billy.
Luna se dejó caer de rodillas al suelo mientras la cabeza le daba vueltas.
Los soldados habían comenzado a acercarse cautelosamente, esperando que la niña quedara fuera de combate.
En un instante las llamas desaparecieron y Luna cerró los ojos.
Había fracasado.
Todo parece complicarse, Luna pensaba rescatar a Billy y ahora ella se encuentra en peligro.
¿Qué sucederá? Lo leeréis el próximo lunes.
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