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⚔Diario de un Vulture: 03

Tu sueño es un refugio al que no llego,
mientras mi memoria desvela fantasmas.
duermes en calma, abrazando el silencio
Duermes sin sombras, mientras las mías me ahogan,
Te envidio, dormido, mientras mi alma se quiebra a solas.

Es un caos. Aún no entiendo qué sucedió y de repente me encuentro en el año 2089, acostado en una habitación que huele a desinfectante y es tan blanca que por un momento creo que he quedado ciego. Rostros desconocidos que orbitan a mi alrededor. Todo lo que alguna vez conocí ya no existe. El pitido constante de alguna máquina moderna me hace doler la cabeza y entonces solo quiero dormir. Siento la cabeza embotada y mis extremidades no responden a mis impulsos. El frío es lacerante. Mi cuerpo está dormido. Miles de burbujas se mueven por debajo de mi piel.

Dejé Mudlark cuando tenía dieciocho años y nunca volví. Hye Jin solo tenía catorce. Ahora es una mujer. Nuestros padres fueron asesinados acusados de traición al nuevo régimen y ejecutados en la plaza. Mi familia había sido marcada con la T de la perfidia, de la traición.

Me cuesta asimilar el nuevo mundo, no porque haya cambiado al que conocía antes del Día Cero, pero los rostros ya no son los mismos. Incluso la única pariente que me queda es una desconocida para mí. Afortunadamente JooHeon y SoRa están vivos. Fuimos cazados juntos, lo cual, ahora, más de una década después, es un alivio. Tengo veinticinco años ahora. Soy un adulto. Un adulto que no recuerda haber crecido. El tiempo solo se detuvo para nosotros. El mundo siguió sufriendo mientras nosotros dormíamos en un descanso gélido. El espejo me devuelve el mismo reflejo de antaño, los mismos ojos grandes, la misma boca de mi madre, la nariz de los Chae.

El doctor es amable aunque su voz por momentos es molesta. KiHyun, así dijo que se llama. Él y los otros dos muchachos han estado pendientes de nosotros. Nos han explicado todo el proceso de descongelamiento, pero solo pude entender la mitad de lo que decían. Es difícil asimilar la nueva situación. Según el doctor, yo he evolucionado de manera rápida y eso es todo un milagro. Los demás Vultures están bien, mis amigos se encuentran en el mismo estado de aturdimiento que yo. Ninguno puede creer que los Daggers nos hayan dejado vivos. JooHeon solo quiere volver a su distrito, a buscar a su padre, pero sabe que las chances de encontrarlo con vida es prácticamente nula.

La rutina de la Orden es casi aburrida, pero de alguna manera tranquilizadora. Estamos en una base subterránea, tenemos alimentos e instalaciones completas. La primera vez que usé la ducha, casi colapso de felicidad. El agua caliente es una delicia y por momentos deseo quedarme allí para siempre. Todavía siento un frío intenso que me cala los huesos y, aunque KiHyun nos dijo que era algo normal, sólo espero que la sensación desaparezca. Al cabo de algunas semanas, mis pasos son estables. Ya puedo dar paseos por las instalaciones, aunque todavía me agito demasiado rápido. SoRa me acompaña, en silencio. No ha recuperado la voz por completo. Se ve más pequeña con la ropa que le han dado. Nuestras facciones siguen siendo las de los jóvenes que alguna vez fuimos. Al estar congelados, nuestros cuerpos no han cambiado, solo se han sumado años a unos cuerpos jóvenes.

Pero sí hay algo que me molesta y desearía poder hacer algo contra eso. Y es él. El chico Lee. No puedo descifrar qué es exactamente lo que no me agrada de él, quizá es que me recuerda demasiado a alguien que solo quisiera olvidar. O quizás es su cercanía con mi hermana. Puedo ver que ella se siente cómoda con él y es algo por lo que debería estar agradecido. Él tiene un aura de chico bueno. Parece de esos gigantes amables que rescata perritos abandonados y ayuda a ancianas con sus compras. Puedo notar que todos lo adoran. Es amable y siempre está haciendo algo por los demás. Exactamente el tipo de persona que a pesar de tener proporciones titánicas, llora mirando películas románticas.

Pero hay algo más que no me inspira confianza. Veo cómo me mira, como tramando algo, esperando que baje la guardia.

—¿Qué tanto… miras?

JooHeon me golpea el brazo y volteo a mirarlo, apartando la mirada del chico Lee que está haciendo ejercicios con el otro gigante, Kang.

—¿No te parece extraño?

—¿Quién? ¿El gigante? No lo sé, no lo veo muy seguido…

—No, no ese gigante. El otro.

—¿Lee?

Asiento y vuelvo a mirar hacia ellos. Lee se detiene un minuto y se seca el sudor de la frente con su playera.

—Míralo. Un poco narcisista, ¿no crees? ¿Con qué necesidad levanta su ropa? Lo único que quiere es exhibirse.

Mi amigo resopla y entrecierra los ojos.

—Tiene buen físico. Deberíamos empezar a hacer ejercicios también. Todos aquí son enormes.

JooHeon es demasiado bondadoso con el mundo. Pero yo sé que ese mocoso esconde algo bajo esa fachada de misionero de los cuerpos de paz.

—No lo necesitamos. Nosotros hemos liderado rebeliones con inteligencia, no con músculos…

—Al fin los encuentro —dice KiHyun bloqueándonos la vista—. Quisiera hablar contigo, HyungWon.

Lo sigo fuera de la sala y noto que está cansado. Las sombras negras debajo de sus ojos son prueba irrefutable de que el doctor ha estado abarcando demasiado.

—Necesito pedirte un favor.

—Claro. ¿En qué puedo ser útil?

—Sabes que HyunWoo aún está débil y no tenemos mucho lugar. Me preguntaba, ya que tú eres el que más rápido se ha recuperado, si podrías cederle tu lugar en el laboratorio y ocupar una de las habitaciones comunes…

KiHyun nos ha devuelto la vida, así que no hay nada que yo pudiera negarle en esta instancia.

—No tienes que pedirlo, por supuesto que puede tomar mi lugar.

El doctor sonríe ampliamente y por un momento quedo fascinado con su sonrisa perlada.

—Eso es muy amable de tu parte, HyungWon. Ven, te enseñaré tu nueva habitación.

El lugar es pequeño, pero está bien equipado y la litera se ve cómoda y limpia. Hace años que no duermo en una cama. Me siento para probar el colchón y suspiro feliz.

—De nuevo, HyungWon, muchas gracias.

Se despide de mí y cierra la puerta. La litera de arriba está ocupada, así que compartiré habitación con alguno de los de la Orden. Hay una muda de ropa limpia sobre una silla, así que la tomo y me meto al baño para darme una ducha de agua caliente. Todavía no nos han hablado de los planes que tienen para darle pelea a los Daggers. Acaricio la llave del Eón Omega. Quizá es hora de que le cuente a los demás sobre ella. Es la única solución que existe para acabar de una vez por todas con el enemigo.

Poco tiempo después, la puerta se abre y para mi sorpresa, entra el chico Lee. Se queda mirándome apoyado contra la puerta, sin hacer ni decir nada.

—KiHyun dijo que podía quedarme aquí.

Sus ojos están sobre mi cuerpo y me apresuro a ponerme la playera. No me interesa que vea mis cicatrices.

—¿Qué tanto miras, niño?

Su rostro se contrae y por un momento quiero echarme a reír. Parece un niño al que han atrapado en una travesura.

—Como sea, no te duermas tarde. Me molesta la luz al dormir.

Me acuesto en la cama y me giro hacia la pared agradecido de poder dormir por fin sin el incesante ruido de las máquinas de KiHyun.

No sé ni siquiera por qué estoy haciendo esto. Su piel es pálida, casi translúcida, un detalle que apenas se percibe bajo las luces frías del laboratorio. Está dormido, con un brazo sobre los ojos, un gesto común en los zalatorianos, habituados a las luces de neón y los tubos fluorescentes que iluminan sus noches. La vista se cansa, se resiente, y cualquier destello se vuelve insoportable.

Su amplio pecho se alza y desciende en un ritmo constante y sereno. No ronca, no se mueve. Su respiración permanece calma, indiferente a mi presencia. Está sumido en un sueño plácido. Lo envidio. Envidio su inocencia, su optimismo y la paz de su descanso. Porque cada vez que cierro los ojos, la oscuridad cobra vida. Mi memoria regresa para atormentarme, reclamando los años en los que dormí sin preocupaciones. Mis padres, mis amigos, mi pueblo... rostros que ahora solo existen en mis recuerdos. Recuerdos a los que a veces desearía volver.

Volver a tener quince años, cuando mi única preocupación era correr hacia la cancha de baloncesto con JooHeon y pasar las tardes besándome en las esquinas con Ian. Mis dedos deslizándose por su piel sedosa, la seguridad de sus grandes brazos rodeándome, el aroma de su piel. Aún ajeno a sus mentiras, pero tan consciente de lo que él despertaba en mí; la inocencia y el deseo que, en ese entonces, parecía durar para siempre. Qué lejos parece ahora ese tiempo, como un sueño que se desvanece al despertar. Ian probablemente esté muerto, como casi todas las personas que alguna vez conocí. Pero en mis recuerdos, todos siguen ahí, atrapados en momentos perfectos que se sienten tan cercanos y, a la vez, imposibles de alcanzar. Todo eso pasó hace ya mucho tiempo, en un mundo que ya no existe más que en mi memoria.

Me acerco un poco más, solo un paso y me pregunto qué sueña. ¿Habrá lugar en su mente para los monstruos que acechan en la mía? Nuestras realidades fueron diferentes, pero los verdugos son los mismos. Antes y ahora. Dudo que Lee haya visto algo de lo que yo vi, que haya perdido lo que yo perdí. Su piel inmaculada no guarda cicatrices visibles, pero ¿qué hay de las invisibles? Esas que arden con cada recuerdo. Estiro una mano y mis dedos se tensan; quiero tocarlo, sentir la calidez de alguien vivo entre mis manos. Casi puedo sentir el calor que emana su piel nívea, un calor que mi cuerpo perdió una vida atrás.

Pero no puedo dejar que la nostalgia me envuelva, y me alejo de las literas. Alejándome de los recuerdos.

Entonces abre los ojos y me mira, confundido y con los labios hinchados.

—Hyung… ¿su-sucede algo?

Su voz cavernosa es sexy. Y algo en lo que no debería pensar.

—Roncas demasiado. Haz algo con eso.

Salgo de la habitación dando un portazo. Enojado por la estupidez que acabo de hacer.

Kriogenya

No odien al Wonnie. El frío le alteró la percepción de la realidad😅


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