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⚔Diario de un Vulture: 02

Entre ruinas y ecos, de un pasado marchito,
el peso de la herida, el silencio opresivo,
nos envuelven en un manto de angustia y hastío.
Mi alma está siendo constantemente bombardeada por la realidad...

Jooheon está herido y, aunque puede moverse, su estado no deja de ser preocupante. SoRa y el muchacho que nos ayudó a salir de la base, están mirando un mapa desgastado. Limpio la frente de mi amigo, blanca por el polvillo. No podemos darnos el lujo de descansar demasiado.

—Won, ¿qué haremos ahora?

—Primero tenemos que salir de aquí. Los Daggers deben estar barriendo el perímetro de la base. Y luego revisaremos tus heridas.

Joo sacude la cabeza, testarudo.

—Yo estoy bien. Fue solo un poco de peso sobre las piernas. ¿Todos han muerto?

Asiento con pesar y un nudo angustiante en la garganta.

—Somos los únicos que logramos salir con vida.

—Debemos ir a Nessa —dice SoRa. El otro muchacho sigue mirando los mapas.

—Lo siento, aún no sabemos tu nombre —suelto las palabras intentando no sonar agresivo.

El muchacho levanta la mirada y sonríe.

—San Han Gyeol. Vulture de... —su mirada cae al suelo. Todos sus amigos han caído. Los Vultures de Nirnasha ya no existen. SoRa le apoya una mano en el hombro y aprieta en un intento por consolarlo.

Ninguno dice nada por unos minutos, pero es imperativo el salir de allí.

—Dijiste que debíamos ir a Nessa. ¿Por qué? Los tres lo miramos.

—No se supone que diga esto, pero teniendo en cuenta lo que sucedió creo que no hay otro remedio. En Nessa hay dos células nuestras activas. Y además, ellos cuentan con más recursos que nosotros. ¿Escucharon hablar del Eón Omega?

Joo me mira y luego mira a SoRa.

—Todos hemos oído hablar de eso. Pero es solo un rumor —dice mi amiga.

—No. No lo es —palpo mi bolsillo y saco la cajita negra—, yo tengo la llave...

Han Gyeol se acerca y me quita la caja de las manos.

—Oye...

—¿Cómo? ¿Por qué? ¿Cómo es que tú tienes esto?

Son preguntas que obviamente no tienen respuesta. Avergonzado por su arrebato, me devuelve la cajita.

—¿Es lo que te dio Tanshiro? —pregunta Joo, poniéndose de pie con dificultad.

Asiento.

—Yo no sabía lo que era. Aunque mirándolo con frialdad, Tanshiro debería haber perdido la cabeza al confiarnos esto.

Todos miraban la pequeña caja negra con curiosidad y miedo.

—El Sr. Kim me dijo lo que era. Y antes de morir me nombró como su portador.

SoRa alzó las manos y se quitó la cadena de la que pendía de su cuello.

—Toma. Usa esto y cuélgala en tu cuello. No puedes arriesgarte a perder esa cajita.

Lo hago y luego miro alrededor. El aire ha cambiado. Se acerca la lluvia.

—Debemos salir de aquí antes de que caiga la tormenta.

Todos están de acuerdo. No hay un plan definido, pero debemos llegar a Mudlark.

Odio el día. Odio el color gris. Es el color que impera en el mundo ahora. Atrás quedaron los días soleados. Ahora el sol no es más que una sombra brillante tapada de humo y nubes cada vez más oscuras. Afirmo el agarre en la cintura de Jooheon cuando lo escucho quejarse. Y aunque él afirme que se encuentra bien, es obvio que debe ver a un doctor. Salir de Nirnasha es una tarea casi imposible. Los invasores están por todos lados. Patrullando y buscando traidores. Buscándonos.

¿Qué se hace en una situación así? Llevamos días casi sin dormir y comiendo apenas lo que SoRa alcanza a robar. Es la más pequeña del grupo y la más escurridiza. Y la chica más valiente que conozco además de Hye Jin.

Esconderse en un mundo en ruinas es una tarea peligrosa. El polvo de los escombros, el humo de las hogueras improvisadas en las esquinas, la sensación de ahogo. El aire es asfixiante y la falta de comida y la privación del sueño hacen que todo intento de avance sea demasiado para cualquier cuerpo. Cada paso es una tortura y nuestro destino aún está demasiado lejos.

Al cuarto día llegamos al bosque. Eso significa que los invasores están lejos. Nadie patrulla los bosques. La gente está demasiado débil y deprimida como para querer escapar. Además no hay dónde ir. El bosque es tierra de animales famélicos y una naturaleza cada vez menos frondosa. La tristeza parece haberse tragado el color del mundo. Los árboles lucen sin vida y la oscuridad se hace más pesada a medida que avanzamos.

—Debemos descansar, Wonnie.

SoRa luce demacrada y sus ojos parecen más grandes de lo normal. Ha perdido peso. Ahora parece una niña a la cual la ropa le queda demasiado grande. Miro a Joo y este mira alrededor. Su andar es algo tosco, pero su determinación es implacable.

—Sigamos hacia el norte —JooHeon mira el mapa descolorido. Han Gyeol asiente mirando los puntos en rojo hechos por un marcador.

—Si no me equivoco, debe haber una base abandonada cerca —dice señalando un punto entre los árboles.

—Debemos estar cerca de Kanthar —me acerco a ellos para mirar la ruta a seguir—. La base ha estado abandonada desde antes de la invasión.

Caminamos por al menos otra media hora hasta llegar a la base. Los edificios grises de concreto se alinean en filas desordenadas y las estructuras metálicas oxidadas de los esqueletos de las torres de vigilancia, hacen que el paisaje sea poco menos que dantesco. El terreno que se extiende delante de nuestros ojos ha sido devorado por la naturaleza, pero aún pueden verse los muros cubiertos de graffitis descoloridos. SoRa aguza la vista, intentando encontrar alguna abertura en el alambrado de púas. Kanthar, que alguna vez fue la base militar más grande de Zalatoris, es ahora un gigante en ruinas pudriéndose bajo el cielo gris.

—Es más grande de lo que pensé —digo, dando un paso adelante para comenzar a abrirme paso entre la maleza. Los hangares, enormes y sombríos, todavía contienen algunos vehículos militares cubiertos de lonas verdes raídas. El olor a humedad y a combustible todavía perdura en algunos rincones. La noche está cerca y al menos podremos cobijarnos de la tormenta que se avecina. Los pasillos son oscuros y estrechos, llenos de escombros, documentos amarillentos y muebles desvencijados y astillados. 

JooHeon se sienta con dificultad en un cajón de madera y despliega un mapa, mientras SoRa y Han Gyeol van a revisar el lugar.

—Estamos entrando en Nessa, una vez que nos pongamos en contacto con las células de allí, podríamos continuar a Mudlark y podrás visitar a tus padres —dice haciendo una mueca de dolor y se masajea la pierna.

—Primero debemos buscar un médico, Joo. Tu pierna podría empeorar y no tenemos los recursos para sanarla.

—Deja de quejarte, Joo —dice SoRa mientras le apoya los labios sobre la frente, chequeando su temperatura—. Además tienes fiebre.

Está molesto, pero sabe que tenemos razón y no quiere ser una carga para el equipo. Todos perdimos demasiado ya y ninguno quiere rendirse. Jamás agacharemos la cabeza ante el enemigo.

—Lo sé, lo sé. Estoy seguro de que no es nada grave, solo necesito descansar. Ahora dime, ¿qué harás con la llave? ¿Le dirás a los de Nessa que tú la tienes?

Tomo la llave que cuelga de la cadena de SoRa y la miro. Es pequeña y de color plateado y tiene un diseño un poco arcaico. Nunca ví una igual.

—Todos han escuchado hablar de Eón Omega. Ellos deben estar al tanto de la llave.

JooHeon bosteza y me contagia. Debemos dormir, mañana partiremos al amanecer.

—Está todo despejado —dice Han Gyeol sentándose a mi lado—. Pueden dormir algunas horas, yo haré guardia.

No tenemos intención de quedarnos por mucho tiempo, pero cuando cae la tormenta, todos nos alegramos de tener un techo sobre nuestras cabezas.

Cuando despierto, pocas horas después, SoRa y Han Gyeol están riendo mientras miran una vieja revista a la que se le están cayendo las hojas. Es extraño y reconfortante escuchar sus risas, sobre todo porque no sé cuándo volveré a escucharlas. Me acerco para que ellos también puedan descansar y cuando se acuestan, el silencio cae como un manto demasiado pesado.

El camino a Nessa es largo y cansador y, aunque SoRa intente mantener la moral del grupo en alto, es obvio que la realidad golpea demasiado fuerte como para convencernos de que todo estará bien. Nos movemos en silencio, nuestros corazones latiendo a un ritmo frenético que parece resonar en el aire inmóvil. Cada crujido de una rama, cada susurro del viento, es un recordatorio constante del peligro que acecha en las sombras. El enemigo podría estar escudriñando la oscuridad en busca de cualquier signo de vida con sus ojos feroces. La desesperación se refleja en los rostros de mis amigos, en las miradas que intercambiamos fugazmente. Debemos llegar a Nessa antes de que alguno de nosotros colapse. JooHeon está cada vez más débil y no podré perdonarme si algo le sucede. El camino es traicionero, lleno de peligros que confabulan en contra nuestra. Pero si nos detenemos, significará una muerte segura.

Para cuando llegamos a Nessa, JooHeon está pálido y sudoroso y sus ojos se cierran, cansados. El que alguna vez fue el distrito más próspero de Zalatoris, ahora luce como un pueblo fantasma. Las personas son sombras que se perfilan en la noche, al amparo de los pocos faroles que hay en las esquinas. Al llegar a la plaza principal, ahora abandonada, nos detenemos un momento para evaluar nuestro entorno. Los edificios en ruinas y los comercios desolados son testigos mudos de la desolación que ha envuelto a Nessa.

—Tienen que estar por aquí —susurro. Encontrar a los nuestros es nuestra última esperanza.

Nos movemos con cautela hacia un callejón menos expuesto, atentos ante la más mínima señal. Entonces el graznido de un pájaro resuena en la noche. Un graznido que para el resto del mundo es solo un ave nocturna, pero no para nosotros. Esa es la señal que buscamos.

—¡Los encontramos! —dice SoRa a mi lado, apretando mi brazo. 

La cara joven y curtida por la intemperie nos recibe con una sonrisa cansada. La pesadez invade todo mi cuerpo y solo quiero cerrar los ojos y dormir para despertar de nuevo en Mudlark, con mi familia viva.

—Soy Chae...

—Lo sé, muchacho. Primero hay que atender a este hermano, no se ve nada bien.

Ni siquiera recuerdo hacerme a un lado ni entrar a la base Vulture de Nessa, pero varias personas se nos acercan y Jooheon es llevado hacia una zona un poco más iluminada para empezar a ser atendido. Las voces se sienten como si estuvieran bajo el agua, murmullos distantes y distorsionados. Extraños e irreconocibles, como si las palabras estuvieran atrapadas en una burbuja líquida. Mi cabeza da vueltas y me tambaleo cuando intento llegar a donde está mi amigo.

—Él estará bien —dice alguien que me toma por la cintura para evitar que caiga y me hace sentar en una silla de metal, —pero ahora debes descansar. Están deshidratados y seguramente, al borde de la desnutrición.

Cuando abro los ojos, estoy acostado sobre varios costales de arroz. Alguien me ha tapado con alguna manta colorida y mis amigos están acurrucados a mi lado. SoRa duerme con la cabeza sobre mi hombro y Han Gyeol duerme sobre el otro. Es una costumbre que adquirimos para darnos calor en las noches frías de nuestra huida. Mis ojos escudriñan la penumbra, buscan a Jooheon y suspiro aliviado cuando lo veo roncando sobre una litera que se ve más cómoda que el arroz. Me muevo despacio intentando no despertar a los demás y gateo hasta la litera. JooHeon se ve tranquilo y su respiración es estable. Descubro sus piernas y veo que han vendado la pierna lastimada. La venda está algo manchada de sangre seca, pero al menos ya no tiene fiebre.

—HyungWon, ¿no es así?

Hay una mujer parada que me estira una taza humeante. Tiene el cabello largo y gris. Su atuendo no es diferente al nuestro, solo que el de ella está un poco más limpio. Mataría por una buena ducha de agua caliente.

Asiento y acepto la taza. El café caliente y dulce sabe a gloria después de haber tomado agua de los pozos que encontrábamos en el camino.

—Soy Kang Seori. Cabeza de los Vultures de Nessa. ¿Cómo te sientes?

Me pongo de pie inmediatamente y hago una reverencia de 90 grados en señal de respeto.

—Chae HyungWon, Vulture de...

La mujer se echa a reír y sacude la cabeza con gracia.

—No es necesario tanta formalidad. Sé quién eres y me siento muy honrada con tu presencia.

—G-Gracias. El honor es mío.

Seori mira hacia donde están mis amigos, que ahora están durmiendo cabeza con cabeza y sonríe.

—Creo que dormirán por algunas horas más. ¿Quieres acompañarme para que podamos hablar?

La sigo por un pasillo ancho y oscuro. Algunos Vultures nos saludan cuando pasamos, pero ninguno se detiene a conversar con nosotros. Todos lucen muy ocupados.

—SoRa nos ha dicho que Yong Suk está muerto. Y también Soo Jin.

Mi corazón se hunde de pena nuevamente al recordar la explosión donde casi todos mis amigos perecieron.

—Nos tomaron por sorpresa. No pudimos hacer nada...

Su mano se cierra cálida sobre mi hombro, un gesto reconfortante. Aún no hemos hecho el duelo por nuestros amigos y la tristeza es un peso demasiado aplastante. 

—Todos perdimos amigos en esta guerra, HyungWon. Solo podemos seguir luchando en su memoria. ¿Es cierto que Yong Suk te nombró portador de la llave?

Palpo mi cuello y tiro de la cadenita para sacarla de mi cuello, pero ella me lo impide poniendo una mano sobre la mía.

—No, no te preocupes. Tú eres el portador ahora. Debes protegerla con tu vida. Es nuestra última esperanza de salvación. La única esperanza para Zalatoris.

Kriogenya

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