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4. Siguiendo las pistas

A las siete y media de la mañana, los primeros rayos de luz golpearon los altos monstruos de hormigón que se alzaban en el centro de Krimson Hill, indicando que la noche había acabado y, como si de vampiros se tratara, que era hora de que los malvivientes, las cucarachas que gustaban de aprovecharse de los inocentes, los malditos, volvieran a sus agujeros hasta que la noche volviera a caer.

No es que la ciudad tuviera mucho menos crimen por el día, seguía siendo un caos que mantenía a todos los ciudadanos atentos a los continuos robos, adictos perturbando la vía pública, secuestros, violadores y un larguísimo etcétera de delitos y delincuentes que no parecían ser contenidos por encontrarse a plena luz del día y bajo la mirada de todos. Sin embargo, todos reconocían que las noches eran especiales, y no en un buen sentido. Durante las épocas más complicadas, la policía se veía obligada a decretar un toque de queda, lo que solamente parecía confirmar la sospecha de los criminales de que la ciudad ya era suya, teniendo las calles totalmente a su disposición.

Vincent pensó en esto mientras terminaba de ajustarse la corbata, dándole una última inspección a su rostro en el para asegurarse de que no había quedado ninguna marca particular que pudiera despertar sospechas entre sus compañeros, pero el hechizo de Mago Universal había sido tan misterioso como efectivo, y su rostro (y todo su cuerpo) se encontraban como nuevos, aunque había decidido no forzarlo y moverse con cuidado por las próximas horas aunque sea.

Sólo habiendo dormido una hora, pero sintiéndose totalmente descansado, técnica que había aprendido en sus primeros días con Mirlo, primer héroe de Krimson Hill y su mentor en cuestiones superheroicas, salió de su pequeño departamento del centro y se encontró con Rebecca en la calle, quien lo esperaba con un café en la mano y apoyada en el auto en el que anoche lo había llevado sangrando y derrotado hasta su guarida.

—¿Te aseguraste de que no hubiera rastros en el asiento trasero? —preguntó Vincent tomando el vaso de café que le tendía su compañera.

—Hemos hecho esta pequeña danza demasiadas veces como para que me siguas preguntando estas estupideces —respondió ella con cierto mal humor, que era lo normal para ella con tan pocas horas de sueño.

—Realmente deberías dejar que te enseñe mi técnica para dormir.

—Oh, sí, por supuesto, y ¿qué sigue en el entrenamiento? —agregó Rebecca con sarcasmo en su voz— ¿Ponerme un antifaz y elegir un nombre estúpido?

Con una sonrisa, Vincent subió del lado del acompañante y ella ocupó el lugar del conductor, dejando su vaso de café medio vacío en el portavasos y poniendo en marcha el vehículo, sumándose al abarrotado tráfico de Krimson Hill.

—Tenías razón anoche. A las pocas horas reportaron la escena del crimen, ya está toda acordonada —agrego ella, sin despegar la mirada del camino.

—¿A quién le asignaron el caso? —preguntó él, dando otro sorbo a la bebida calienta.

—No quieres saber —fue su respuesta e, irónicamente, eso fue todo lo que necesito para saberlo.

—Burton —masculló, y de repente perdió todas sus ganas de seguir bebiendo.

Michael Burton era absolutamente lo opuesto a Vincent y a Rebecca cuando se trataba de trabajo policial: arrogante, bruto, haragán, corrupto y abusivo. Múltiples quejas habían llegado a la oficina del Capitan Kurt Walker respecto a sus actitudes, tanto de sus compañeros, como de habitantes de la ciudad. El capitán por lo general le gritaba durante una hora en su oficina, a lo que Burton respondía asintiendo con la cabeza con una sonrisa socarrona, y luego salía como si nada hubiera pasado. Siendo el hijo de un político en vaya a saber qué nivel del gobierno británico, el bastardo era intocable, por lo menos de momento.

Mascullando por lo bajo, Rebecca y Vincent cruzaron la ciudad hasta llegar al almacén donde se había producido el tiroteo la noche anterior. Había varios oficiales afuera, vigilando el perímetro, el clásico cordón policial, y cientos de curiosos y miembros de la prensa intentando averiguar más.

Mostrando sus placas, los dos compañeros entraron al lugar y tuvieron que andar con cuidado para no chocarse con el resto de los oficiales y los forenses, que iban de aquí para allá, acarreando pistas, llevando ordenes, tomando fotografías y demás.

Rebecca y Vincent avanzaron con paso decidido hasta la zona en donde se había producido la mayoría del derramamiento de sangre. Vincent no pudo evitar dirigir la mirada hacia la ventana rota por la que había escapado la noche anterior y preguntarse si había dejado algún rastro de sangre, algún pelo, alguna pista detrás, pero con todo lo que había ocurrido en ese lugar el foco de la policía con seguridad estaría en otro lado.

A los pocos metros ya pudieron escuchar al detective Burton ladrándole órdenes a algún cadete de bajo nivel, no porque fuera necesario, sino por el simple hecho de que podía hacerlo.

—¿Crees que podes distraerlo un rato? —inquirió Vincent, a medida que se acercaban.

—A mí me tocó hacerlo la última vez —replicó Rebecca, con cierto enfado en la voz.

—Vamos, yo estuve aquí anoche, sé dónde buscar, será rápido, lo prometo.

—Bien —se resignó la detective, aún bastante enfadada con su compañero—. Pero me debes una cerveza.

—Agrégala a la cuenta —respondió Vincent, a lo que Rebecca respondió con un gruñido por lo bajo.

Mientras su compañera molestaba a Michael Burton, Vincent se introdujo en la parte trasera de la tienda, donde había tenido su brutal lucha contra Rampage hacía unas pocas horas, y que ahora, a la luz de los reflectores policiales, se le antojaba aún más repleto de sangre que antes.

Los cuerpos ya habían sido trasladados hacía algún tiempo, así que si quería tener más detalles al respecto, debería pedir permiso para revisarlos a su amigo en la morgue. Sin embargo, no había mucho que pudiera aprender de ellos. Rampage los había aniquilado sin mayores problemas, a grupos enteros primero, para alcanzar al gerente del lugar y volarle la cabeza en soledad.

Fuera quien fuera, Rampage había entrado con una misión clara y las habilidades y equipamiento para llevarla a cabo. Los miembros de La Hoz, lacayos de Cronos, no eran simples pandilleros, ni eran cobardes tampoco. Cronos había armado su grupo con lo mejor de lo mejor de cada una de las pandillas que había ido erradicando de la ciudad, en la guerra que condujo a su ascenso como líder indiscutido del bajo mundo.

Sin embargo, Rampage había arrasado con ellos con unos simples en cuestión de minutos, con una escopeta de dos cañones y unas cuantas pistolas. Había algo que le quedaba claro a Vincent: esa no era la primera vez que lo hacía. Esa persona estaba altamente entrenada, posiblemente por militares, y sabía hacer su trabajo. Gente como esa no pasa desapercibida, así que Vincent tomó una nota mental para asegurarse de revisar algún registro de veteranos condecorados que estuvieran viviendo en Krimson Hill.

Avanzando por los pasillos ensangrentados, Vincent llegó al lugar donde el policía había sido asesinado. Todavía recordaba la sensación que sintió al ver a uno de sus colegas tendido en el piso sin vida; no era la primera vez, y estaba seguro de que no sería la última, pero aun así era una sensación a la que no terminaba de acostumbrarse.

Entonces una pregunta surgió en su cabeza, la más obvia de todas. ¿Por qué Rampage había disparado a este oficial, y simplemente noqueado al anterior? Había algo en eso que le molestaba. Recordaba el agujero del disparo, estaba en la parte trasera de la cabeza del oficial, de forma que no se debía a que lo había descubierto, tampoco tenía señales de pelea, de forma que no se había resistido, así que ¿por qué volarle los sesos?

Vincent se giró, y encontró a otro oficial a sus espaldas, que se encontraba simplemente parado en el pasillo, en función de vigilancia, pero aprovechó la oportunidad para obtener más información.

—Oficial... Soap, ¿puede indicarme dónde está ahora el oficial que encontraron inconsciente? —preguntó, tomando al joven muchacho desprevenido.

—Por supuesto, señor, el oficial Hale estaba siendo atendido por paramédicos en el callejón detrás de la tienda, se negó a irse del lugar —respondió Soap cuando se recuperó de su sobresalto.

Vincent le agradeció al oficial, y se dirigió al callejón, donde se encontró a Hale con una venda alrededor de la cabeza, intentando quitarse a paramédicos, que no paraban de intentar convencerlo de ir al hospital.

—Señores, ¿me permiten un momento? —preguntó a los paramédicos, y una de ellas lo miró con cara de pocos amigos.

—No parece que podamos convencer a este cabeza dura de que necesita atención, todo suyo —dijo la mujer, antes de alejarse de la ambulancia en la que Hale se encontraba sentado.

—Creí que el caso se lo habían otorgado al detective Burton —comentó Hale, tomándose la cabeza que claramente le dolía.

—Bueno, ese tipo no reconocería un buen trabajo detectivesco aunque lo golpeara en el rostro, algún día tal vez le pase —replicó Vincent, sacando un paquete de cigarrillos de su chaqueta, y ofreciéndole uno a Hale, que lo rechazó con la mano. Vincent no fumaba, pero había descubierto que a veces sus compañeros eran más abiertos cuando tenían un cigarro encendido entre sus dedos— ¿Cómo te encuentras?

—Con un dolor de cabeza de mil demonios —replicó el oficial.

—¿Recuerdas algo de lo que pasó anoche?

El oficial Hale inspeccionó a Vincent mientras guardaba los cigarrillos en su chaqueta, y finalmente habló.

—Ya se lo expliqué a los demás, a penas y percibí algo, una sombra, y antes de que pudiera reaccionar sentí un golpe y perdí la conciencia, estuve ahí tirado hasta que las patrullas llegaron.

Vincent estudió el rostro de Hale, en él había cansancio, algo de dolor, y definitivamente un poco de molestia por tener que estar respondiendo a las preguntas nuevamente, pero era lo que faltaba lo que más interesaba a Vincent. No había ni el menor rastro de que hubiera estado llorando.

—Dime, Hale, ¿cuánto tiempo tuviste a Butch de compañero?

La pregunta pareció tomar por sorpresa al oficial, que abrió los ojos de repente y se irguió un poco.

—Hace poco más de tres años.

—Ya veo, y...

Vincent quería seguir preguntando, cuando de repente un portazo a su espalda lo distrajo de la conversación, y supo qué era lo que estaba pasando.

—Interrogando a mi testigo, ¿eh? —preguntó Burton, acercándose a él con pasos apurados y furiosos, con Rebecca siguiéndolo de cerca.

—Solamente estaba hablando con el oficial —respondió Vincent, dándose vuelta para encontrarse de frente con su rival.

Michael Burton vestía una campera de cuero negra, una remera gris, pantalones de jean y botas de trabajo, el capitán ya había hablado con él sobre el código de vestimenta y tal, pero parecía no darle mucha importancia a eso. Sus rizos rubios caían con un toque de rebeldía por sobre su cara blanca, y parecían resaltar la furia que había en ella. Sin embargo, Vincent le prestó más atención a la cara de su compañera que parecía expresar un "lo siento", pero de manera bastante pobre, casi sarcástica diría él.

—Seguro que sí, Hardy —replicó él, poniéndose a centímetros de su rostro—. Te aseguro que no quieres joderme, no hoy.

—¿Por qué? ¿Tu papi dijo que no te iba a regalar un barco para tu cumpleaños?

—¡Caballeros! —exclamó una voz desde el fondo del callejón, con semejante autoridad que hasta el tiempo pareció detenerse.

Todos se giraron para ver al hombre fornido y entrado en años que avanzaba con firmeza hacia ellos, imponiendo respeto entre todos los oficiales presentes.

Se trataba nada más y nada menos que del Capitán Kurt Walker, héroe indiscutido de la fuerza policial de Krimson Hill, y jefe del trío de detectives que se encontraban allí reunidos en tan tenso escenario.

—Oficial Hale, le importaría explicarme por qué no está en el hospital siendo atendido —dijo una vez que se acercó al grupo.

—Estaba en camino, señor —respondió entre apurado y aterrado el joven policía.

—Eso quería escuchar —agregó el Capitán.

El Capitán Kurt Walker tenía cincuenta y cinco años, pero era un hombre de un porte impresionante y que se mantenía en estado físico que muchos policías en sus treinta ni siquiera soñarían con tener. Mantenía su pelo gris siempre pulcramente peinado, y jamás usaba barba, y, para mantener su figura de hombre respetable, no se presentaba un solo día a trabajar sin traje y corbata. Había sido el jefe de Vincent desde el primer día que entró a trabajar y ambos se respetaban inmensamente como colegas; ayudaba el hecho de que Walker se negaba a perseguir a Vigilante, a quien consideraba sencillamente un "ciudadano preocupado por su comunidad". A pesar de su aspecto rudo, y la capacidad de ser realmente rudo si se lo proponía, el Capitán Kurt Walker se había ganado el respeto y cariño de la comunidad a lo largo de sus años de servicio. Su lista de arrestos era interminable, y su lista de enemigos aún más larga, por no mencionar la gran cantidad de operaciones criminales que había desbaratado con su ingenio. Si alguien conocía mejor las calles de Krimson Hill que Vincent Hardy, ese era Kurt Walker.

—¿Qué diablos pasa entre ustedes dos? —preguntó con su voz más autoritaria, una vez que Hale estuvo lo suficientemente lejos.

—Este imbé... —empezó a decir Michael, pero al ver la mirada asesina en los ojos del Capitán se retractó—. El detective Hardy estaba interrogando a un detective de mi caso, me pareció inapropiado.

—Detective Burton, hay un oficial muerto, y más de una docena de cadáveres de miembros de La Hoz, ¿le parece que me importa un bledo quién interroga a quién siempre y cuando me den resultados? —Nadie respondió—. Le hice una pregunta, detective Burton.

—No, señor —respondió él entre dientes.

—Bien, continúe con su trabajo —ordenó el capitán.

—Sí, señor —acató el detective Burton, alejándose del grupo, no sin antes dedicarle una mirada hostil a Rebecca y a Vincent.

—Y ustedes dos, ¿qué diablos pensaban viniendo sin invitación a una escena del crimen que no les fue asignada? —les increpó Kurt a los dos detectives restantes.

—Escuchamos que había muerto un oficial, creímos que cualquier ayuda sería bienvenida, no sabíamos que Burton estaba a cargo del caso —mintió Rebecca.

El capitán miró a los detectives e inmediatamente detectó la mentira, pero eran buenos detectives y se tomaban su trabajo en serio, así que simplemente largó un suspiro de frustración.

—Miren alrededor, sin llamar la atención, cualquier cosa que encuentren me la reportan directamente a mí —ordenó Kurt, y Rebecca y Vincent sonrieron levemente—. Por cierto, todo el crédito en caso de la resolución del caso iría para Burton, ¿está claro?

—Sí, señor —respondieron los dos al unísono.

El Capitán Kurt Walker les dedicó una mirada más, y partió a hablar con otros oficiales en el escena, dejándolos solos en el callejón.

—¿Tienes algo? —preguntó Rebecca.

—Una corazonada —respondió Vincent por lo bajo—. Hale y Butch fueron compañeros durante tres años, ¿notaste algo extraño?

—¿Qué cosa?

—Hale no derramó ni una lágrima, es como si nada hubiera pasado.

—Tal vez está en shock —sugirió Rebecca.

—No, he visto mucha gente en ese estado, lo hubiera notado —replicó Vincent—. Él sabe algo, más de lo que cuenta al menos.

—¿Estás diciendo que deberíamos tratarlo como un sospechoso? —preguntó ella con algo de escepticismo.

—Estoy diciendo que probablemente vaya a pasar el día en observación en el hospital, y si no habló con sus colegas, tal vez le interese tener un breve encuentro con Vigilate —aclaró él, pero sabiendo que su compañera no aprobaría, decidió cambiar de tema rápidamente— ¿Qué tal te fue a ti? ¿Alguna pista?

Rebecca le dedicó una mirada de desaprobación antes de responder.

—Bueno, estuve algo ocupada manteniendo al idiota de Burton a raya, pero me las arreglé para encontrar algo que todavía no había sido recolectado —comentó ella, sacando una bolsa de evidencias con un casquillo de pistola dentro—. Deberíamos analizarla en la guarida.

Vincent tomó la pequeña bolsa y la inspeccionó con la mirada rápidamente. Se trataba de un casquillo de bala del calibre .45, punta hueca, si debía arriesgarse.

Aprovechando su prodigiosa memoria, Vincent repasó la escena mentalmente. Los miembros de La Hoz tenían pistolas 9mm, vio un revolver, y luego armas automáticas, ninguna coincidía con el tipo de arma que habían utilizado, así que sólo quedaba una opción: la bala había sido disparada por Rampage, lo que la convertía en la primera pista directa que tenían sobre el misterioso enemigo.

De repente, un alboroto en la parte delantera de la tienda sacó a Vincent de sus razonamientos. Algo estaba sucediendo allí adelante. Rebecca y Vincent compartieron una breve mirada, y salieron hacia allí con paso apurado, algo les decía que no eran buenas noticias.

Justo como pensaron, las cosas estaban a punto de empeorar. En la puerta del mercado había dos enormes sujetos vestidos de traje, que se contactaban vía comunicadores con quien de seguro sería el dueño de la lujosa camioneta negra que estaba aparcada justo afuera, y absolutamente rodeada de miembros de la prensa y policías tratando de contenerlos.

—La zona está despejada —anunció uno de los guardaespaldas.

Fue entonces cuando la puerta trasera de la camioneta se abrió y Laurence Osborne, más conocido como Cronos, bajó, siendo precedido por su fiel acompañante, Jospeh Gilligan,

Los puños de Vincent se apretaron con furia, ¿cómo tenía el descaro de mostrar su rostro en el lugar?

—Tranquilo —le advirtió Rebecca viendo su reacción.

Cronos y Vigilante habían estado en guerra desde hacía ya un tiempo, pero Laurence era un pez difícil de atrapar. Sus seguidores eran absolutamente fieles a él, y los que no lo eran jamás llegaban vivos a un juicio para testificar en su contra, sin importar cuantos esfuerzo hiciera Vincent. Evidentemente ya conocía su rostro y su nombre, todos los detalles de su vida, pero aún le faltaba encontrar la forma de derrotarlo. Podía pasar noches enteras deteniendo sus negocios de armas, otras tanto deteniendo la venta de esclavos y drogas, pero la red criminal de Cronos era tan basta y compleja, que aún no podía encontrar el agujero en la misma que hiciera caer todo como una torre de dominó.

Cronos ignoró a la prensa, y entró al supermercado, acomodándose la corbata blanca que contrastaba con el traje negro que estaba utilizando, y miró alrededor. Todos los oficiales tenían la mirada clavada en él, pero ninguno se atrevía a decirle algo, ninguno excepto Vincent, por supuesto.

—Vincent, espera —intentó detenerlo su compañera, pero ya era demasiado tarde, él estaba dirigiéndose a su enemigo con un tranco firme y seguro.

Al ver que el detective se acercaba, los guardaespaldas de Osborne se colocaron frente a él, pero Cronos simplemente los apartó con sus gigantescas manos y miró a Vincent a los ojos, con una leve mueca de satisfacción en el rostro.

—Le importaría decirme ¿qué se le ofrece? —dijo Vincent, ya parado delante de aquel gigante, y mirando levemente hacia arriba para verlo a los ojos,

—Detective Hardy, un placer encontrarlo de nuevo —respondió Cronos con fingida cortesía—. Me enteré esta mañana de lo que ocurrió, era amigo del dueño de este establecimiento, y creí que sería conveniente venir a ver cómo estaba trabajando la policía.

—Eras el jefe del dueño de este establecimiento, querrás decir —lo desafió Vincent—. Tal vez te importaría explicarnos por qué tu "amigo", tenía un pequeño pelotón aquí dentro, junto con varias cajas de armamento.

—Veo que sigue con sus teorías de conspiración, detective Hardy, le sugiero que se las guarde si no quiere ser denunciado por acoso otra vez —le advirtió Laurence, inclinándose un poco para adelante, casi como desafiando a Vincent para que lo golpee en el rostro—. En tanto a lo otro, usted como policía debería haber notado la creciente ola de crimen que azota a la ciudad desde la invasión de Corvyn. Muchos comerciantes han decidido contratar equipos privados de seguridad para proteger sus tiendas y locales, estoy seguro de que si investigan a los muertos se encontrará con que todos están registrados en una empresa de seguridad legítima, y tienen permiso para portar todas las armas que requieran.

—Y estoy seguro de que si escarbo más a fondo encontraré que esa empresa de seguridad es propiedad de una empresa fantasma, y esa de otra, y esa de otra, hasta llegar a usted, ¿o me equivoco? —preguntó Vincent.

—Siga hablando, idiota, y se encontrará sin trabajo para esta misma noche —lo retó el diminuto Joseph Gillian, que hasta el momento había permanecido en silencio.

—Tranquilo, Joe, estoy seguro de que el detective solo esta alterado por la muerte de su colega, le podemos dejar pasar esta —lo detuvo Cronos, sin despegar la mirada de Vincent, quien ya estaba cerrando el puño para asestarle un buen golpe a ese bastardo—. De hecho, quiero hablar con su jefe, ¿sería tan amable de irlo a buscar?

Justo en ese momento, Kurt Walker entró, acompañado de Rebecca quien, sabiendo que su compañero iba a hacer una escena, se apresuró a buscar al capitán para evitarle los problemas.

—¿Puedo saber qué se le ofrece, señor Osborne? —preguntó con fingida calma el Capitán, tampoco eran particularmente amigos, de hecho, Walker estaba convencido que Osborne era Cronos, pero no tenía forma de probarlo aún.

—Solamente quería hacerle saber mi preocupación respecto a este tipo de crímenes, si la gente trabajadora como el dueño de este establecimiento no está a salvo, entonces la policía no está haciendo bien su trabajo —señaló Cronos, haciendo que una corriente de ira recorra el cuerpo del detective y del Capitán—. Tal vez si alguien ofreciera una gran suma de dinero para que encuentren al responsable se moverían un poco más rápido.

Laurence prácticamente gritó esta última parte, y la cabeza de varios oficiales se voltearon para verlo. Claramente Cronos no era nada sutil a la hora de ofrecer sobornos.

—Le aseguro que estamos haciendo todo lo posible para encontrar al responsable, señor Osborne —agregó el Capitán Walker, tratando de ignorar la ira que se acumulaba en él.

—¿Todo lo posible? ¿En serio? —preguntó Cronos, acercándose de forma intimidatoria al Capitán, a quien no pareció movérsele un solo pelo—. Hace años que dejan que ese lunático enmascarado ronde la ciudad, apaleando a buena gente para saciar su sed de sangre, y aquí están los resultados de no ponerle una correa a su perro de ataque, Capitán. Estaría dispuesto a apostar que Vigilante fue responsable de esto de algún modo, tal vez finalmente decidió cruzar la raya.

—¿Cuánto estarías dispuesto a apostar? —replicó Vincent con seguridad, sin despegar la mirada de Cronos, quien simplemente le dedicó una sonrisa divertida.

—Espero ver resultados, oficiales, de lo contrario me aseguraré de tomar cartas en el asunto por mis propios medios —advirtió Laurence, antes de volver a acomodarse la corbata, dar media vuelta, y salir por el mismo camino por el que vino.

Todos los oficiales lo siguieron con la mirada, especialmente Burton, que había estado escuchando todo desde el segundo piso, por el ventanal por el que Vigilante había caído la noche anterior, y al que la idea de hacer un poco de dinero extra entregándole al responsable le resultó sencillamente demasiado buena para declinarla.

Cuando finalmente Cronos se subió a la camioneta y se retiró de la escena, Rebecca, Vincent y el Capitán largaron un suspiro, pero no se podía decir si se trataba de uno de alivio o uno de frustración. Los tres habían estado tras la pista de Cronos desde hacía ya tiempo, y sentían que todavía no habían avanzado en nada, a pesar de los numerosos encuentros que habían tenido.

—¿Así va a ser esto? ¿simplemente lo vamos a dejar entrar a cualquier escena del crimen que se le parezca para darnos órdenes? —preguntó Vincent al Capitán, tratando de sonar calmado—. "¿Estamos haciendo todo lo posible, señor Osborne?".

—Primero que nada, no te oí hablarme con ese tono, ¿verdad? —respondió el Capitán, con una voz tan autoritaria que Vincent desvió la mirada de inmediato—. Segundo, sabes que tenemos las manos atadas, el tipo tiene contactos en todos los niveles, no hay puertas cerradas para él, y si las cerramos, él encontrará la manera de derribarlas y culparnos a nosotros, así que todo lo que hago es para proteger a mis oficiales, ¿quedó eso claro, detective Hardy?

—Sí, señor —respondió él por lo bajo.

—Eso quería escuchar, y ahora te quiero fuera de la escena. —Vincent iba a protestar, pero el capitán se le adelantó—. Habíamos dicho sin llamar la atención, ¿recuerdas? Bueno, tu ego no te permitió durar ni diez minutos, así que te quiero fuera de la escena, ahora mismo.

Sin más, Vincent se giró y se retiró del lugar, con Rebecca siguiéndolo de cerca, preparándole un sermón sobre el respeto a sus superiores, y todo tipo de mensajes que él iba a pretender escuchar. Ahora tenía algunas pistas que seguir, y era hora de ponerse a trabajar. 

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