28| ¿ASÍ SERÁ EN LA GLORIA?
Cuándo Krasnyy y Sialuk regresaron a la aldea de los lobos nadie se lo esperaba.
En manada salieron a recibirlo y a celebrar que regresaran sanos y salvos.
Trueno corrió a abrazar a Kras y con sus enormes manos, tomó su rostro y entre lágrimas, le dijo:
—Lo encontraste, pequeño rojo, me trajiste a mi hijo.
Giró y abrazó al alaskan como nunca en su vida lo había hecho.
—Sialuk, hijo, hijo amado.
Lloraba como niño
Luk parecía una criatura entre esos inmensos brazos y por primera vez en toda su vida, él susurró:
—Papá...
¿No es curioso?
Han vivido bajo el mismo techo por años, Trueno fue quién le dio cobijo y una familia cuando el alaskan malamute del Portal de los Gritos, fue encontrado tras el genocidio de su raza. El mismo que lo crió y le inculcó los valores que lo hacen ser hoy, un alfa respetado y admirado por los lobos, nunca, nunca en todos esos años, él había podido llamarlo hijo, más allá de que lo considerara como tal. Y por supuesto Sialuk tampoco lo había llamado, padre, jamás.
Este abrazo sellaba más que la alegría de volver a verse, era la declaración de reconocerse como familia y del respeto y amor que se tienen.
Sus espaldas se sacudían por el llanto visceral del líder y del alfa vigía.
—Hijo amado, casi me muero buscándote, no hemos dejado de hacerlo cada día.
Aflojó el abrazo para atraer a Krasnyy al apretón y los tres unieron sus cabeza al centro.
—¡Gracias, Krasnyy! Gracias. ¿A dónde hallaste a este perro tonto?
Reían entre lágrimas.
—Me fui al Apogeo del Cénit —Luk dijo bien bajito, casi un susurro.
—¿Queeee? ¡¡Al fin del mundo, Sialuk!! ¿En qué pensabas?
—Ya sabes en qué pensaba —dirigió sus ojos a Krasnyy— pensaba en mi omega, y que sin él mi vida no tenía sentido. Confieso que fui allá sin ningún motivo para vivir. Quería estar en el lugar donde habíamos sido tan felices. Quería que mis últimos suspiros fueran dados bajo la aurora boreal que Kras tanto ama...
—Romántica forma de dejarse morir, ¡Qué lo parió! —la áspera voz de Zelenny sonó detrás de ellos.
Rieron por el sarcasmo del chico de menta y eso los sacó del abrazo de tres para que Trueno sumara a Alekah entre ellos y ahora eran cuatro, llorando.
Alekah dividió el abrazo para estrechar a Sialuk fuertemente sobre su pecho.
—Sí me permites, yo también quisiera llamarte hijo, porque lo eres y porque estás en mi corazón desde que eras cachorrito.
—No solo lo permito, sino que lo deseo con todo mi corazón, mamá amada.
El aullido de la loba dentro de Alekah se escuchó hasta en el confín de la aldea.
—Llévenme con Maikoh, quiero verla.
—Estoy acá mismo, Luk.
La nena se abrazó a su cintura y él la tomó entre sus brazos y la alzó.
—Hola hermosa Maikoh. Soy feliz de verte sana y fuerte.
—Lo estoy. Aprendí que debo cuidarme más y no ser imprudente. Mi caída provocó muchas cosas malas. Y me he sentido culpable y mal por lo que provoqué entre ustedes.
Miró a Krasnyy y continuó
—Perdónenme, por favor, yo los amo.
En ese instante Krasnyy y Sialuk comprendieron que no solo ellos dos habían padecido el sentimiento de culpa. Ni en los más locos sueños podrían haberse imaginado que Maikoh también los tuviera.
Eso de alguna manera los unió en un sentimiento que por más que no fuera el correcto, era el mismo entre los tres.
—Maikoh adorada, necesito que sepas que Krasnyy y yo también tuvimos sentimientos encontrados con lo que ocurrió y después de muchas lágrimas, de muchas hora de hablarlo y pensarlo supimos que acá nadie fue culpable de nada.
Ella lo miraba atenta.
—Los accidentes ocurren. Tal vez debas ser, a partir de ahora más cuidadosa, cómo bien dijiste y no correr riesgos innecesarios—. Krasnyy acariciaba la espaldita de la nena, mientras su alfa hablaba—Pero es importante que sepas que lo que ocurrió después del milagro, nada tuvo que ver contigo, con Krasnyy o conmigo. Ninguno de nosotros tres somos responsables de eso.
La envolvió fuerte entre sus brazos y agregó:
—Krasnyy y yo te amamos Nunca lo olvides.
—Nunca —suspiró la lobita— nunca lo haré, yo también los amo. Gracias a los dos.
Una vez más el cosmos conspiraba para que estas tres ánuas se encontraran y pudieran decirse lo que el corazón había guardado con sentimientos equivocados.
Ese abrazo esperanzador y amoroso fue mucho más que eso, fue liberador y sanador.
Ingresaron a su casita que había sido mantenida cálida y limpia gracias a Alekah y a Bruma que se reunían allí cada día para que el sitio no perdiera calor de hogar. Se negaban a pensar que no regresarían, y este ritual diario mantuvo la cabaña como si Sialuk y Krasnyy, aún estuvieran allí.
—Adivina que es lo que quiero ahora mismo, Luk.
—Que te haga el amor.
—Jaja, eso después, ahora quiero... ¡Chocolate!
Corrió al estante donde él guardaba los más deliciosos postres, devoró con pasión varios trozos y corrió a la cama llevando entre los brazos, barras de chocolate de todos los colores.
—Ven acá amor —llamó al alfa— ¿Qué prefieres? ¿Chocolate o caramelo?
Sialuk entró al cuarto y no podía creer esa imagen. Krasnyy sobre la cama, se había desnudado, y lamía una barra de chocolate de la manera más sensual que se podía comer una golosina. El chocolate derretido al calor de los labios del chico lo distribuía por su cuerpo sin descaro. Untó sus tetillas con el dulce de cacao y Sialuk no pudo soportarlo. Lo levantó de un brazo y lo paró a su lado.
—¿Qué crees que haces? ¿Quieres que muera tan joven, Krasnyy?
Su boca tomó los botones rosados del rojo y con su lengua trazó círculos sobre ellos. Debió sostenerle la espalda que se arqueo al sentir su lengua saborearlo con lujuria. Sialuk elevó su rostro y reafirmó que los restos de chocolate sobre la boca del nene lo estaban haciendo enloquecer y se arrojó sobre ella para comerla con desesperación.
Recorrió las huellas del chocolate que la criatura traviesa había dejado por toda su piel.
—Krasnyy, dime que me amas, di mi nombre.
—Sialuk, mi amor, mi alfa hermoso, te amo, te amo, te amo.
Se besaban con hambre, con locura. El deseo de poseer al otro era incontenible
—Márcame de nuevo.
—Jadea para mí, niño rojo.
Pomelo, caramelo y chocolate, ese era el perfume del mismísimo edén.
¿Así será en la gloria?
El alfa perforó el cuello de su omega en el momento en que la fricción de estos híbridos hacía vibrar sus cuerpos en una deliciosa convulsión de fluidos.
La respiración comenzó a tomar su ritmo normal después del agitado ritual de sexo y amor.
—Te amo, Krasnyy, te amo, te amo.
Sialuk sin retirarse del cuerpo de su chico, pronunciaba miles de «te amo», sobre su cuello, mientras lamía la sangre de la profunda herida que él había provocado.
El rojo acariciaba la infinita espalda de su alfa.
—Yo te amo más, Sialuk, para siempre.
Con sus piernas entrelazadas se entregaron al sueño reparador y al calor que su hogar les brindaba después de haberse ausentado por tanto tiempo.
La unión de estos dos corazones se hizo indudablemente más fuerte después de haber gateado por el mismísimo averno.
El lazo que los vinculaba era ahora más vigoroso e inquebrantable, ellos lo saben, el universo también.
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