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Cinco (Fin)

El tiempo en aquella cabaña transcurría como si fuera un castigo diseñado por algo mucho más grande.

Afuera, en el mundo real, apenas habían pasado una hora y quince minutos desde que Gavi desapareció. Dentro del mundo de Krampus, los días caían uno tras otro, y el frío se hacía más intenso, tanto que parecía cristalizar el aire.

Pablo lo sentía en cada fibra de su ser; sus dedos estaban entumecidos, su piel pálida, y el cansancio empezaba a arrastrarlo como un peso imposible de sostener.

Krampus, inmune al gélido ambiente, lo observaba desde el otro lado de la habitación. Intentaba acercarse con cautela, estudiando cada movimiento del humano, buscando la manera de ganarse su confianza, de hacer que lo viera como algo más que un monstruo.

Pero cada vez que intentaba romper esa distancia, Pablo lo miraba de una manera que lo desarmaba.

—¿En serio no quieres comer?—Preguntó Krampus, sosteniendo un plato de algo que parecía caliente, un intento torpe de ofrecerle comodidad.

—No...—Respondió Pablo, sin levantar la mirada.

Krampus dejó el plato a un lado con más fuerza de la necesaria, el sonido resonando en la cabaña como un eco que pareció rebotar en las paredes de su paciencia.

Se pasó una mano por el rostro, tratando de calmarse, pero sentía que estaba al borde de un precipicio.

—¿Por qué?—Murmuró, con un tono que parecía una mezcla de frustración y dolor.

Pablo lo miró directamente por primera vez en horas, sus ojos llenos de un frío.

—¿Por qué? Porque estoy aquí contra mi voluntad, porque no quiero nada que ver contigo, porque quiero volver a mi hogar... Con mi familia.

Krampus dio un paso hacia él, su cuerpo tenso, y por un momento parecía que iba a decir algo más, pero se detuvo. Tomó aire, aunque no lo necesitaba, como si estuviera imitando un gesto humano para calmarse.

—No entiendo por qué me rechazas así.—Dijo finalmente, su voz más grave, más rota.

—Solo quiero darte lo que mereces.

—¿Y qué sería eso? ¿Tenerme aquí como tu prisionero hasta que me congele vivo?—Replicó Pablo, con un filo en la voz que lo hizo estremecer.

Krampus apretó los puños, y algo en él comenzó a quebrarse. Había intentado mantener el control, contener lo que sentía, pero el rechazo constante era como una daga que se clavaba más profundo con cada palabra.

—¡No entiendes nada!—Estalló finalmente, su voz resonando como un rugido que hizo vibrar la cabaña, la temperatura bajó de golpe, y un viento helado se coló por las paredes, como si reflejara la intensidad de sus emociones.

—No estoy aquí para hacerte daño, estoy aquí porque no puedo dejar de quererte.

Pablo lo miró, Krampus ya no parecía tan controlado, tan seguro de sí mismo. Había algo en su rostro, en su mirada, que lo hacía parecer… Humano.

—¿Quererme? —Preguntó Pablo con incredulidad, su voz más baja ahora, pero aún firme.

—¿Qué clase de monstruo llama "querer" a secuestrar a alguien?

Krampus dio otro paso hacia él, y esta vez, Pablo no retrocedió.

—No soy un humano, Pablo, lo sé... No sé amar como ellos, pero sé que no quiero perderte, y eso es lo único que importa.—Se inclinó frente a él, su rostro a la altura del de Pablo, su mirada intensa, casi suplicante

—¿Qué tengo que hacer para que me creas?

—Déjame ir.—Respondió Pablo, con una voz que sonó más como un ruego.

Por un momento, Krampus pareció dudar, la lucha interna en su mirada era casi palpable.

—No puedo.—El demonio negó con la cabeza, sus ojos brillando con algo que parecía ser una mezcla de tristeza y miedo.

—Si te dejo ir, me quedo sin nada.

Antes de que Pablo pudiera responder, Krampus se inclinó y lo besó, fue un beso cargado de desesperación, de emociones que el demonio no sabía cómo expresar de otra forma, nunca había tenido necesidad de hacerlo.

No había nada controlado ni suave en el gesto; era crudo, intenso, como si quisiera transmitir todo lo que sentía en ese momento.

Pablo quiso apartarse, pero estaba demasiado cansado. Su cuerpo temblaba, y no solo por el frío. Cuando Krampus se separó, sus ojos estaban llenos de algo que Pablo no podía descifrar.

—No me odies, Pablo.—La voz de Krampus era apenas un susurro.

—No podría soportarlo.

Pablo se quedó en silencio, su cuerpo debilitado y su mente luchando por comprender lo que acababa de pasar.






—¡Aquí está! —Dijo Pedri, encontrando la solución en un libro antiguo.

—¿Qué dice? —Preguntó Ferran, acercándose.

—No importa lo que diga ahora, lo importante es que sé cómo traerlo de vuelta. —Pedri cerró el libro con fuerza, su mirada decidida.

—Solo espero que no sea demasiado tarde.

En el mundo de Krampus, Pablo cerró los ojos por un momento, agotado. El frío estaba comenzando a consumirlo, pero no podía rendirse, no podía permitir que este demonio se saliera con la suya, sin importar cuánto lo amara o lo pretendiera.




El frío era implacable, una presencia constante que parecía morder la piel con una intensidad que no disminuía. Dentro de la cabaña, Gavi estaba inerte, su respiración apenas era perceptible.

Sus labios estaban azulados, su piel pálida como la nieve que cubría aquel extraño mundo, Krampus, lo sostenía entre sus brazos, mirándolo con una desesperación que era casi palpable.

Lo había notado, el chico dejó de murmurar cosas hacia él desde hace un buen tiempo, y tan rápido se dio cuenta de lo que pasaba, intentó buscar una solución.

¿Era tan estúpido? Pablo era humano, no podía soportar el frío, no como él y fue tan estúpido para olvidar eso.

—Vamos, por favor... despierta.—Susurró, sacudiéndolo suavemente.

—No puedes dejarme, no así.

Pero Gavi no reaccionaba, su cuerpo, agotado y congelado, no respondía, Krampus lo observó con miedo.

¿Dónde estaba el chico de ojos brillantes y sonrisa cálida que había visto tantas veces en los recuerdos de Pedri? ¿Dónde estaba esa luz que había capturado su atención desde el primer momento?

El demonio cerró los ojos, su rostro contorsionándose en una expresión de dolor puro.

Era un monstruo, sí, pero incluso los monstruos podían amar, y él lo había hecho. Había amado con una intensidad que no sabía que existía.

Miró una vez más aquel rostro que lo había cautivado, ¿Lo amaba no? Entonces sabía que hacer.

La decisión le desgarraba el alma, si es que tenía una, había vivido más tiempo del que podía contar, en soledad, en oscuridad.

Y ahora sabía que le esperaba una eternidad más, pero esta vez el vacío sería aún más insoportable, porque había conocido lo que era amar.

Krampus cargó a Gavi, sosteniéndolo como si fuera lo más preciado que había tenido alguna vez.

La cabaña desapareció en un torbellino de nieve, y el mundo real comenzó a filtrarse entre las grietas de su propio dominio.





Afuera, Pedri, Ferran y Fernando buscaban frenéticamente. Los libros antiguos que habían consultado les habían dado una solución, pero el tiempo no estaba de su lado. Cada segundo que pasaba era un golpe más en su desesperación.

—¡No puede estar muy lejos!—Gritó Ferran.

Pedri, con los ojos llenos de lágrimas no dejaba de avanzar, sus pasos firmes a pesar de las ráfagas heladas de viento.

De pronto, la nieve frente a ellos se alzó como una barrera viva, una ráfaga de aire helado que los obligó a detenerse, entre la ventisca, una figura apareció.

—¿Es…? —Preguntó Fernando, con los ojos entrecerrados, tratando de distinguir mejor.

Krampus emergió de la tormenta, cargando a Gavi en sus brazos. Sus pasos eran lentos, como si cada uno de ellos le costara un pedazo de su alma.

—¡Gavi! —Gritó Pedri, corriendo hacia ellos.

Krampus lo observó, su mirada cargada de dolor que era casi insoportable de ver.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca, habló, su voz resonando con una gravedad que parecía venir de las profundidades mismas de su ser.

—He vivido más tiempo que el tiempo mismo... —Dijo, su tono tan frío como la nieve que lo rodeaba.

—Jamás sentí nada ni quise nada, pero... Hasta los demonios, al parecer, podemos amar.

Pedri lo miró, sus brazos abiertos para recibir a Gavi, pero no se atrevió a moverse.

—Pero no podemos ser amados...—Krampus bajó la mirada hacia el rostro inerte de Gavi.

—Eres afortunado, Pedro, cuídalo, porque él es todo.

Con un cuidado infinito, Krampus extendió los brazos y colocó a Gavi en los de Pedri, el contacto fue breve, pero lleno de una ternura que parecía imposible para un ser como él.

Cuando se separó, dio un paso atrás, y algo cambió en su semblante.

—¿Qué pasará ahora? —Preguntó Ferran, su voz baja, casi temblorosa.

Krampus levantó la mirada, ¿Era así como se sentían los humanos? El pecho le dolía, y por primera vez en su existencia, sus ojos empezaron a picar.

—Ya no soy su huésped, ya no necesito de alguien más.

La forma de Pedri comenzó a cambiar, pero no desapareció, en lugar de ello, Krampus parecía fluctuar entre su verdadera forma y la humana, como si ambas fueran una extensión de lo que ahora era, realmente lo único que conservo de la apariencia de Pedri fue su estatura y el color de cabello, sus ojos se volvieron de un rojo intenso, su piel era pálida.

—¿Qué significa eso? —Preguntó Fernando, sin entender del todo.

—Conocer el amor… Incluso por un instante… cambia todo.—La voz de Krampus era suave ahora, llena de una tristeza.

—Ahora puedo existir en este mundo, pero no con él.

Ferran, que hasta ese momento había permanecido en silencio, lo miró con asombro.

Porque allí, ante ellos, Krampus tenía lágrimas deslizándose por su rostro.

—Adiós, Pablo.—Fue lo último que dijo antes de dar media vuelta y desaparecer entre la nieve, su figura desvaneciéndose como si nunca hubiera estado allí.

Pedri sostuvo a Gavi con fuerza, temblando.



















El bosque estaba envuelto en un silencio que solo la nieve podía dar.

Gavi caminaba lentamente, dejando que sus botas crujieran sobre el manto blanco, su abrigo grueso, regalo de Pedri, lo mantenía cálido, pero el frío mordía su rostro, no le importaba; había algo que lo llamaba.

El sonido de las cadenas y el tintineo de campanas rompieron el silencio, tan característico y familiar que su pecho se apretó.

Sabía exactamente dónde ir.

Allí estaba él.

Krampus, con su forma más humana, aunque aún tenía rasgos que delataban su naturaleza. Su cabello oscuro caía sobre sus hombros, y sus ojos, ahora más cálidos pero igual de intensos, lo miraban como si el tiempo nunca hubiera pasado.

—Ha pasado tiempo.—Dijo Gavi, una pequeña sonrisa en sus labios mientras daba un paso más cerca.

Krampus inclinó la cabeza, como si no pudiera creer que realmente estuviera frente a él.

—Pablo… —Murmuró.

Gavi extendió la mano, su sonrisa creciendo un poco más.

—¿Me darías un obsequio más?—Preguntó, con un tono tranquilo, pero sus ojos detonaban confianza, como cuando te ibas a dejar caer y sabias que la otra persona te iba a sostener.

El demonio titubeó, había pasado un año desde que lo dejó ir, desde que comprendió que amar significaba dejarlo vivir.

Había preparado su corazón para no volver a verlo, pero allí estaba, frente a él, extendiendo una mano.

—Un obsequio… —Repitió Krampus, acercándose lentamente, tomó su mano con cuidado, como si temiera que pudiera romperse con el más mínimo toque.

Gavi apretó suavemente sus dedos, y su sonrisa se volvió juguetona.

—Sí, pero si me pisas el pie… te daré una patada que te hará regresar a tu mundo, eh.—Bromeó, una risa suave escapando de sus labios.

Krampus parpadeó sorprendido antes de que una carcajada profunda resonara en el aire.

—¿Sigues siendo tan impertinente como siempre?—Preguntó, sus ojos brillando con una calidez que pocas personas habrían creído posible en un ser como él.

—¿Y tú sigues siendo un demonio secuestrador?—Replicó Gavi, arqueando una ceja.

Sin decir más, Krampus puso una mano en la cintura de Gavi y la otra tomó la suya, Gavi colocó su mano libre sobre el hombro de Krampus, dejando que el demonio lo guiara.

El primer paso fue torpe, pero pronto encontraron un ritmo natural, moviéndose lentamente en la nieve.

El tintineo de las cadenas y las campanas se mezclaba con el susurro del viento, creando una melodía única que los envolvía.

—¿Por qué has venido? —Preguntó Krampus después de un rato, su voz baja, casi temerosa de romper el momento.

—Porque entendí algo.—Respondió Gavi, su mirada fija en los ojos de Krampus.

—El año pasado me diste dos regalos, tu mundo y...

Gavi hizo una pausa, y sus mejillas se ruborizaron, aunque no sabía si era por el frío o por lo que estaba a punto de decir.

—El otro fue tu corazón.—Sus palabras fueron un susurro, pero cada una golpeó a Krampus como un trueno.

Krampus no respondió de inmediato, sus ojos se suavizaron, y una sonrisa apenas perceptible se dibujó en su rostro.

—Y tú me diste algo a cambio.—Dijo finalmente, deteniendo el baile por un momento.

—Me hiciste saber que tenía uno, aunque no duró mucho conmigo... Porque te lo di.

Gavi lo miró con curiosidad, esperando que continuara.

—Espere por este momento todo el año, aún si sabia que no iba a verte, venir aquí...—Confesó Krampus, su voz tan honesta que a Gavi le dolió un poco escucharlo.

—Desde el momento en que te deje ir, cuento los días para volver y aunque sea verte desde las ventanas.

Gavi tragó saliva, sintiendo un nudo en la garganta, sabía que lo que tenía con Krampus era algo único, algo que ni siquiera podía explicar del todo.

Pero también sabía que su corazón le pertenecía a Pedri, y Pedri lo había entendido.

—Bueno, para que la espera no sea tan larga… —Gavi se apartó ligeramente, metiendo la mano en el bolsillo de su abrigo. Sacó la esfera de nieve que había guardado durante todo el año.

Krampus miró el objeto con incredulidad, sus ojos brillando de emoción.

—¿M-Me la devuelves? —Preguntó, su voz casi quebrándose.

—Es tuya.—Respondió Gavi, sonriendo mientras se la ofrecía.

—Además, creo que la necesitas más que yo.

Krampus tomó la esfera con cuidado, como si fuera lo más valioso que había tenido en sus manos, la sostuvo cerca de su pecho y asintió, sin palabras para expresar lo que sentía.

—Gracias, Pablo.—Murmuró finalmente, su mirada fija en la de Gavi.

—Nos vemos el próximo año. —Dijo Gavi, dándole un pequeño beso en la mejilla y luego alejándose un poco, dándole una última sonrisa.

Krampus asintió, observándolo desaparecer entre los árboles.

La esfera, ahora cálida en sus manos, le recordaría cada día lo que había ganado y perdido.

Porque aunque sabía que su amor era imposible, también sabía que no cambiaría ese sentimiento por nada en el mundo.



Fin.

Feliz navidad ♥️ ✨️

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