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10

Mina se encontraba en las nubes, estaba siendo un buen sábado después de una cita en el cine. 

Su castaña novia junto a ella, o casi sobre ella. Están sentadas en el sofá de tres plazas, Nayeon con una pierna sobre las de Mina, abrazando flojamente su cuello y besándole perezosamente en los labios que tienen un ligero sabor a cerezas gracias a la bebida que tomó un rato antes.

Era irónico como la misma chica que hace unos momentos se quejaba de que no le había dejado poner atención a la película del cine por estar besándola, se encontraba casi en su regazo sin intención de despegar sus bocas. 

—Minari... —le llamó tras separarse por un momento para respirar. 

—¿Mmh? —murmuró embelesada, con una mano acariciando sus suaves hebras y la otra firme en su cintura.

—¿Sabes que... te quiero mucho? —habló bajito, queriendo que solo su novia la escuchara, creando un momento íntimo.

—Te quiero más, Nay. —responde con una sonrisa. —¿Qué haría sin ti? —dice dramática, manteniendo el tono suave de su voz.

—Cursi... —ríe despacio contagiando a la pelinegra, quien se mantiene en la línea de acariciar su cabello. 

—Así me amas...

Nayeon sonríe grande y la mira con cariño. Mina se preocupa un poco de haberse pasado con las palabras, pero la castaña no le permite sobre-pensarlo porque ya está respondiéndole. —Así te amo, Minari.

Ambas se miran sonrientes antes de volver a besarse, laxos pero apasionados. La pierna de Nayeon que está sobre las de Mina se ve muy tentadora ante los ojos de la pelinegra, así que no puede evitar poner su mano sobre la rodilla de la castaña, llevándola en un lento recorrido hasta su muslo y regresándola a su rodilla.

Nayeon no puede evitar el suspiro que se escapa de sus labios por la satisfacción que le había dado esa caricia. 

—¿No te gusta? —pregunta Mina, deteniéndose. 

Nayeon la mira enternecida y le da un corto beso. —Me gusta. —afirma segura para después subir al regazo de Mina. —Me gustas... —murmura un poco avergonzada.

No le permite a la pelinegra apreciar su sonrojo, por qué ya se encuentra nuevamente besándola con intención, esta vez un poco más intenso. 

Mina está feliz, sus manos acariciando la cintura de su novia, colándose tímidamente en las orillas de su camisa y correspondiendo gustosa a sus besos.

Nayeon vuelve a suspirar y la pelinegra quiere probar un poco más de ella, quiere llegar a su límite. Así que unos minutos después, de alguna manera se encuentra sobre Nayeon en el sofá, escuchando los suspiros que soltaba cuando sus dedos tocaban suavemente la piel de su abdomen. 

—¿Q-Qué haces, Minari? —susurra un poco nerviosa, este tipo de momentos no eran comunes en su relación.

—Solo te estoy tocando, Nay. —le sonrió, transmitiéndole confianza. —Si no te gusta dímelo, ¿Mhm?

Nayeon asiente con una sonrisa, disfrutando los inocentes toques que su novia le brindaba. Entonces los chasquidos de un apasionado beso están inundando la habitación, y ambas chicas se sienten en el paraíso.

El sonido de la puerta interrumpe su amoroso encuentro, haciendo que se separen un momento.

—La puerta... —susurra Nayeon, sin realmente querer acabar el momento. Mina lo nota, y responde bajito:

—Que regresen mañana... —dice invitándola a que no le importe. Nayeon sonríe y la atrae de nuevo a sus labios. 

Pero vuelve a escuchar la puerta y se consterna un poco, colocando inconscientemente sus manos en los hombros de Mina. La pelinegra continúa besándola cuando escucha por tercera vez los golpes en la puerta, y es entonces que lo recuerda. 

—¡Es Jeong, vino a dejar a Kookeu! —exclamó, empujando estrepitosamente a Mina, quien quedó del otro lado del sofá, sorprendida.

—Nay... —se queja en voz baja mientras la castaña abre la puerta y recibe a su cachorro mientras le agradece a su amiga.

Entonces Nayeon cierra de nuevo la puerta y mira a Mina. 

Y está profundamente enojada, y decepcionada. No había sido necesario empujarla, y Jeongyeon realmente pudo haber regresado al día siguiente, sin problema.

Nayeon está volviéndose consciente de lo que hizo, viendo la profunda mirada de molestia de su novia, que la atraviesa y hace que su corazón se brinque un latido.

Mina se levanta del sofá y se dirige a la habitación que comparten, azotando la puerta en el proceso. 

—Minari... —murmuró con un dolorcito en el pecho.

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