Nayeon estaba dormida en el sofá, abrazando el torso de su novia. La pelinegra no estaba molesta porque Nayeon se haya quedado dormida a la mitad de su tarde de películas, pues al fin había aceptado pasar un rato con ella y con eso era suficiente.

Kookeu observaba el panorama ansioso, él quería jugar un rato con su castaña dueña. Subió al sofá donde se encontraba la pareja y comenzó a tirar de la manga de la sudadera de Myoui con sus pequeños colmillos, mientras gruñía tiernamente ante los ojos de cualquiera.

—Oh, ni se te ocurra.— el pequeño buscaba la manera de alejar el brazo de Mina de la cintura de Nayeon. —Es mía, Kookeu.— afianzó el agarre en el torso de la castaña y el cachorrito observó a Mina confundido, ¿por qué no le dejaba jugar con ella? —¡No me mires así!

—Grrr, ¡guau!— ladró Kookeu, algo que Mina jamás había escuchado. 

Volvió su vista al cachorro, quien estaba en posición de ataque. —¿Crees que es justo que tú estés celoso?

—¿Mina? ¿Con quién estás hablando?— habló Nayeon, por fin despierta, alzando su cabeza del hombro de Myoui, sus rostros quedando a centímetros de distancia. Y en ese momento Kookeu volvió a ladrar llamando la atención de Nayeon. —¡Kookeu, ladraste! Que lindo— se levantó del sofá para tomar al cachorrito y acariciar su pequeña cabeza.

Mina solo pudo suspirar y apoyar su rostro en su mano izquierda.