Nayeon estaba sentado sobre su cama, con Kookeu sobre su regazo.

Estaba enojada, y bastante. Y se podía notar en su ceño fruncido, sus labios formando una mueca y su nariz levemente arrugada. Mina no tenía ni idea de porque su noviecita estaba así.

—Nay...

—¿Qué? —la miró de reojo.

—¿Por qué estás enojada?

Nayeon la miró como si fuera la cosa más obvia del mundo, y al ver su rostro confundido rodó los ojos nuevamente al televisor.

—Nay, bonita…

—Fuera de aquí, Myoui.

—Cariño, solo dime que hice.

—¡Pisaste la patita de Kookeu!

—¿En serio, solo por eso?

—¡Si!

—Bebé.—se acercó a Nayeon. —Te dije que fue un accidente. Lo siento.

Le miró a los ojos directamente cuando la mano de Mina se posó sobre su mejilla. —No es a mí a quien le tienes que pedir disculpas.

La azabache suspiró para después tomar al cachorrito en sus brazos. —Kookeu, lo lamento.

—¡Háblale bonito!

—Kookeu, pequeño ser de luz y amor. ¿Me puedes perdonar? No fue mi intención.— el animalito comenzó a morder el dedo índice de Myoui. —Espero que eso sea un sí.— dejó a Kookeu sobre el colchón y dirigió su vista a Nayeon. —¿Con eso es suficiente?

La castaña asintió con su cabeza y en un instante Mina había tirado de ella para abrazarlo. 

Y ahí, entre los brazos de su novia, no pudo contener una suave risita.

—¿Yo también me veo así de bonita cuando le hablo a Kookeu?