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02

El escurridizo brazo de Mina rodeaba la cintura de Nayeon por debajo de la camisa de su pijama. Sus dedos rozando ligeramente el suave abdomen de la castaña mientras ambas están dormidas.

A mitad de la noche, un estornudo interrumpió el tranquilo sueño de Mina, pues había sentido un cosquilleo en su nariz. Cosquilleo que se prolongó hasta que se alejó un poco de Nayeon. Sin embargo, segundos después volvió a sentir ese molesto cosquilleo, y por más que se alejaba, no paraba.

Se encontraba ya en la orilla de la cama y su mano ya ni siquiera estaba cerca de la castaña, así que en un último intento de poder dormir tranquila, cayó de espaldas contra el suelo.

—¡Ay! —inmediatamente despertó algo aturdida. Se levantó sobando su espalda, encontrándose a Kookeu sentado sobre su almohada, como si nada. —¿Qué te pasa? —murmura para no despertar a su novia. El pequeño recostó su cabecita sobre sus patitas, observando a la pelinegra. —No me mires así, conmigo no funciona. —Kookeu giró sobre sí mismo, quedando boca arriba en la almohada de Mina, esperando recibir algunas caricias. —Basta, no seas tan lindo… —se acercó al animalito y rascó suavemente su pancita. —Te gusta tener tu espacio para dormir, ¿verdad? —acarició las orejitas de Kookeu antes de salir de la habitación, dirigiéndose a la sala.

Se recostó sobre el sofá, recargando su cabeza sobre un cojín, algo incómodo pero más tranquilo.

Tal vez pasaron unos cinco minutos desde que se había recostado sobre el sofá, cuando unos lentos pasos se escucharon cerca de ella, y tras ellos sonaban los inconfundibles pasos del cachorro.

—¿Mina-ssi? —la mencionada abrió sus ojos y elevó su mirada hasta la figura de Nayeon, con Kookeu al lado.

—¿Qué ocurre, Nay?

—¿Qué haces aquí?

—Al parecer a tu cachorrito le gusta tener su espacio personal.

—¿Qué…? 

—Nada, Nay. Ve a dormir. —definitivamente, la castaña quería dormir, así que sin decir nada tomó al cachorrito en sus brazos, lo envolvió en un suéter y lo dejó descansar sobre otro sillón, donde el pequeño se acomodó de inmediato.

Lo que Mina no esperaba era que el ligero peso de Nayeon se colocara sobre ella, sus delgadas piernas entrelazadas con las propias, mientras su cabeza descansaba sobre su pecho.

—Bebé, ¿qué ha-

—Shh, Minari. Tengo sueño.

Una boba sonrisa se formó en los labios de Mina, mientras sus brazos rodeaban de nuevo la cintura de la castaña. 

Porque su novia siempre lograba derretir su corazón.

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