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𝟮𝟬. 𝗿𝗲𝘁𝗼𝘀 💗 𝖼𝗎𝗋𝗂𝗈𝗌𝗈𝗌

©Kooks Magic.
Episodio 01:
¡Un momento hechicero! ¡Tienes un nuevo reto por revisar!

El mundo siempre ha tenido una sombra oculta que resguarda a aquellos espectaculares seres de los que tanto hemos escuchado en historias infantiles. De aquellos que ansioso esperabas en la noche antes de dormir para perderte en un mundo de anhelos dorados de los nunca has querido despertar. Desde caballos alados hasta diminutas criaturas traviesas que corren por tus pies. O incluso seres con un parecido tan extraordinario al de un humano: Los magos.

En apariencia son exactamente la copia de un simple mortal. La diferencia es que ellos por naturaleza poseen un ciclo de vida bastante peculiar e inconcluso. Son capaces de llegar a vivir cientos de siglos sin que pudieran al menos tener una leve muestra de senectud en sus rostros o en sus cuerpos. Pero era hasta imposible saber si con el que charlabas en la calle era un simple mortal o un mago de aquel mundo al que solo ellos tienen el privilegio de entrar.

¡Esperen! Si existe algo que los caracteriza es su hechizante imagen espectacular. Su misma presencia muestra lo irreal de su solo existir. Son encantadores por naturaleza. Bastante coquetos si desean obtener algo de ti. Suficientemente seguros de si mismos. Y si de miradas hablamos... pues tienen esos irises brillantes de los colores que nunca antes hubieras podido imaginar.

El asunto era que en pleno siglo XXI no existe persona alguna que no se viera tentada a usar lentillas de colores para sentirse parte de una moda que ahora era bastante corriente. Por un lado fue un alivio para los magos que ahora visitaban el mundo mortal sin tener que ocultar apariencias o practicar un poco de actos forzosos. Incluso el gracioso acento era algo que nadie tomaba en cuenta por raro o peculiar que este pudiera sonar. Por otro lado: la importancia o la efusividad con la que eran tratados—actualmente ausentes—dio un fuerte golpe en su ego. Ya no eran mirados con deslumbramiento porque sencillamente no eran capaces de reconocerlos. Y a los magos no se les daba permiso de revelar su magia frente a un mortal porque de lo contrario eran expulsados de su academia o en el peor de los casos... de su mundo de encantos por siempre.

El pasar desapercibido era cosa extremadamente sencilla en el mundo. Pueden decir incluso que su seguridad era el doble de consistente para ellos. Si antes estaba estrictamente prohibido que los de primero visiten el mundo humano pues ahora hasta los magos de preescolar eran capaces de hacerlo. No hubo restricciones para nadie. Solo la regla irrompible de no revelarse frente a un mortal que como individuo amenazante probablemente iba a correr la voz de la presencia de tan extraordinario ser. Y siendo sinceros... eso se fue tornando extremadamente aburrido. Ya no puedes ser alagado o tienes permitido recibir esa mirada brillosa de sorpresa o encanto. Pasaste de ser un dios idolatrado a un don nadie que va de un lado para otro en busca de material necesario hasta volver a tu mundo. A ese mundo donde usar fuerzas elementales o aplicar alguna especie de hechizo era parte de todas las horas de tu vida inmortal.

Por eso es que nos paramos frente a la gran directiva de los que controlan este mundo de misterios e interrogantes que no nos han respondido con constancia. Esperamos hacer un alto a esta regla que solo ha logrado matar nuestra esencia. Minimizarnos antes unos simples mortales que ahora no muestran ni un poco de respeto por nuestro nombre. ¡Nuestro honor ha sido manchado por no poder mostrar nuestra grandeza! ¡Es tiempo de que-!

—... De que mire a la pizarra elemental azul. —el nombrado se exalta en su sitio ante el llamado que con dificultad ha logrado escuchar. Sus compañeros a su lado han posado la vista en el nervioso chico que a duras penas trata de esconder el diario El Vidente entre sus apuntes. —¿Y bien? —Cielos. Una gotita de sudor desciende por su rostro al no saber lo que le ha dicho su profesor de pociones. Con una mirada de bambi le ha dado un vistazo a su compañero de asiento que no resulta ser otro que el ahora aburrido de Hoseok. El mismo que ni siquiera le mira de vuelta en su auxilio.

—Uh—sus manitas se mueven nerviosas en una clara muestra de vergüenza al ser el completo centro de miradas. Tener al menos unos treinta rostros observando todo no era nada alentador. Mucho menos si empezabas a quedar en completo absurdo—. Em. Bueno—algunos de los magos no pueden evitar soltar una que otra risa enternecida por lo bonito que era el diminuto mago nervioso. —Eh. Lo que usted ha mencionado. Hum. ¿Es interesante? —a ese punto todo el alumnado presente no puedo evitar soltar escandalosas risas que no hacen otra cosa que hacer bufar al docente. El mismo que tiene la mirada cansada sobre uno de sus mas los olvidadizos alumnos. El nervioso mago apenas le da otra miradita nerviosa para que no sea tan malo con su pobre ser.

Uf. Era complicado molestarse con el mago. Porque aunque puede ser bastante lento en aprender hechizos o durar apenas unos 5 minutos en su escoba curiosamente celeste... lo cierto es que su personalidad es simplemente encantadora. Demasiado bueno para ser real. Innumerables veces les ha echado una mano a sus docentes que delirando por todos los deberes pendientes suspiraban de alivio al verlo de pie con una gentil sonrisa en los labios. Por supuesto que sus amigos e incluso desconocidos no pensaban tan distinto. Aunque torpe—tierno al mismo tiempo—siempre estaba a su lado cuando necesitaban de alguien. Reconfortando con sus dulces palabras o sacrificando sus horas de descanso para encontrar aquellos datos que ellos no pudieron ubicar.

—¿Pu-Puede repetir la pregunta? —dice cohibido—. ¿Por favor? —su carita hace chillar en silencio a casi todos en sus asientos—. No pude escucharlo con mucha claridad profe—el profesor lo mira receloso antes de alzar su varita. Misma que con unos sutiles movimientos revelan la revista escondida en sus muslos. Segundos luego la revista vuela por los aires hasta aterrizar en la mano libre del profesor. El mago ha explotado en vergüenza al verse descubierto.

—¿Y acaso piensa que va a escucharme si lee esta revista las dos horas de mi clase? —dice. Kook ha descendido la vista a su carpeta bastante abochornado. Sus manitas aprietan la enorme capa negra con tenues colores azules que mostraban su pertenencia a la casa elemental del agua. Los clasificados racionales. Los de confianza. Los de auras inocentes e inefables personalidades puras. Los siempre caracterizados por la calma e innecesaria serenidad.

—L-Lo siento—responde—. No va a volver a pasar—. Hoseok le da una mirada fugaz antes de volver a desviarla. El profesor se encuentra a punto de decir algo cuando la campana de fin de clase lo interrumpe. El resto no ha esperado nada para empezar a alistar sus cosas ante el alivio del nervioso chico que ha suspirado al ser salvado por la campana.

—¡Los quiero mañana temprano en la entrada del laboratorio trece! —tanto el resto de los estudiantes como el mago azul tratan de escuchar las indicaciones mientras se apresuran por salir—. ¡Tienen su prueba final! —todos voltean horrorizados a verlo. Y el profesor solo les dio esa mirada de: See. Esas son las caras que esperaba.

—¡Pe-pero profesor! —uno que otro ha empezado a descender las escaleras para persuadirlo a desistir de tan estrepitosa idea.

—Nada. Los quiero fuera en cinco segundos o su prueba va a dividirse en dos extensas partes—no hace falta repetirlo porque los magos empezaron a abandonar el lugar completamente asustados—. Elemental azul. Detente—interrumpe el profesor al verlo cerca de la puerta. —Te quedas.

—Demonios—el chico susurra en su lugar ligeramente encogido. Con temor ha volteado el rostro para ver al docente de brazos cruzados esperando a que descienda las escaleras hasta su escritorio. Con pasos lentos ha descendido todos. Apretando sus apuntes con sus delgados brazos hasta detenerse frente a su profesor. —¿Pro-Profesor? —se atreve a decir temeroso. El mencionado solo suelta un suspiro antes de retroceder para tomar asiento en su inmensa silla.

—Si sabes que puedes reprobar este curso ¿verdad? —el mago le da una mirada horrorizada e inestable—. Bien. Eso me dice que no.

—¡Pe-pero! Profesor no me repruebe. Por favor por favor por favor por favor por favor por favor por favor por favor. ¡Se lo imploro! Si me reprueba la profesora Lee va a mandarme una semana entera a la casa elemental de fuego. ¡No quiero ir! ¡Son unos animales! ¡No puedo reprobar otro curso! ¡Se lo pido se lo pido se lo pido se lo pi-!

—¡He entendido! Ahora silencio—lo interrumpe ante el nerviosismo del menor que hace mucho ha puesto la mirada de perrito abandonado—. No me pongas esa cara de perro. —Y al contrario suelta la primera lagrimita que provoca un dolor en el pecho del profesor—. Ha. No tienes remedio.

—¡No va a reprobarme! —exclama entusiasmado poniendo las manos sobre el escritorio con la mirada brillante cual constelaciones claras del cielo en su mundo—. ¡Gracias profesor Min! ¡Usted es el me-!

—Yo no he dicho eso—lo vuelve a interrumpir. Casi de inmediato una nube gris se ha posado sobre la cabeza del mago. En sus oscuras intenciones estaba el suavizar los duros sentimientos de su profesor—. Sin magia. No me vas a convencer—dice. Ese mago al ser un elemental del agua era capaz de controlar a la misma de todas las maneras posibles para su propio beneficio.

—Pe-pero-

—Apenas has aprobado dos evaluaciones de las ocho que hemos tenido—el mago estaba a punto de protestar—. Y eso que solo eran lecturas—el menor aprieta los labios en un puchero—. La semana pasada hiciste una bebida que hizo enfermar a las silfides de verano en lugar de curarlas. —A ese paso el mago quiere llorar—. Y no quiero recordarte la otra vez que hiciste explotar el laboratorio doce porque no apuntaste correctamente ninguna de las cantidades que estaba dictando.

Era su fin. Con ese curso eran tres de los quince que daba por hecho de desaprobados. Ya era capaz de ver su nombre entre los miles de fracasados que nunca pudieron graduarse de tan prestigioso colegio. ¡Pero ese no era todo! Si no que ahora debe soportar a los fanfarrones magos de fuego por una maldita semana. ¡Una semana! Casa elemental de fuego. Espera que pronto nos veremos las car-

—Pero—Oh. Por. La. Diosa. Hecate. ¿Es lo que cree que es? ¿Realmente iba a pasar? ¿Iba a darle una oportunidad? —Si haces una pocima de manera adecuada sin ninguna falla o error entonces- ¡Solo entonces! —sus pies picaban por dar un inmenso salto en su sitio—... Puedes considerarte aprobado—dice.

—¡Gracias profesor! —su efusividad no se hizo esperar ni un segundo. Como un infante se lanza a los brazos del adulto profesor que nada hizo para impedirlo—. ¡Le prometo que va a tener en sus manos una pocima extraordinariamente efectiva! —se suelta para mirarlo de frente son una inmensa sonrisa en el rostro—¡Va a ponerme un 10 de lo perfecto que va a salir! ¡Le prometo que no va a tener ninguna falla! ¡Hasta me va a pedir que se lo haga el resto de su vida! —el profesor trataba de seguirle el ritmo a sus apuradas palabras—. ¡Solo espere a que-!

—Pero no te he dicho que es lo que vas a hacer—el mago empieza lentamente a borrar su contagiosa sonrisa. Ya imaginaba que eso sonaba demasiado bueno para ser real. Ese era el truco oculto tras tan buena oferta.

—No me pida una cosa complicada por favor—hace un puchero suspirando en agotamiento fingido—. Es que usted es un maestro en esto de las pociones. Es decir- Es nuestro maestro en pociones. ¡Pero usted me entiende! El punto es que usted es tan bueno haciendo cualquier tipo de pocima que se le es imposible cometer errores. En cambio su pobre alumno apenas puede seguirle los agigantados pasos que usted da. Tanto perfeccionismo no puede ser copiado. Es casi imposible que-

—No puedo subirte puntos por los halagos. Pero buen intento—interrumpe. El mago de agua murmura un breve demonios antes de voltear a verlo para darle una mirada de cachorrito—. Y sin caras—el mago suspira fingiendo un llanto—. No empieces. Lo que te pido no es complicado. Toda la academia es consciente de que tu cerebro apenas puede retener tres ingredientes por diez segundos. Y eso.

—¡Claro que no! —se indigna para cruzarse de brazos.

—Como digas—le resta importancia con una mano—. Ahora quiero que hagas los apuntes respectivos en una libreta de campo durante 48 horas. El efecto no debe sobrepasar ese tiempo por nada del mundo. Ten cuidado con las medidas. ¿Lo tienes? —le falta el aire. —¡Ah! Debes buscar los ingredientes por tu cuenta. No puedo proporcionarte esas facilidades. Y claro... Si quieres un 10 puedes usar la mezcla en un individuo de prueba. ¡Pero te lo aclaro elemental azul! No lo mates en el intento o te aseguro que tu 10 puede volverse un -01. ¿Entendido? —el mago traga saliva antes de relamerse los labios.

—En-Entendido—responde—. Pe-pero profesor—su mirada cristal con diminutos pero notables toques celestes se mueve nerviosa ante lo veloz del pedido.

—Dime.

—N-no me ha dicho que clase de pocima debo hacer—sus manitas se mueven entre si ante el neutral rostro que empieza a formar una sonrisa siniestra con lentitud. Eso no le ha gustado. No le ha gustado nadita.

—Amortentia alumno—dice finalmente. —A-mor-tentia.

©alduhdhanna | ©Aldanna.

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