
Capitulo 20: Ecos de la Retribución
"Hace mucho tiempo, en una era en la cual el brillo del cosmos iluminaba el camino del universo."
-Wowowow... Espera, espera... ¿Brillo del cosmos?
Como cosa rara, Kazuma interrumpió la narración de la diosa.
-De verdad te gusta arruinar los momentos emotivos, ¿Verdad?
El castaño en respuesta subió sus manos en señal de rendición, permitiéndole a ella continuar.
-Tch.—Ella chasqueó la lengua.—. Quédate callado y vas a entender...
***
En tiempos antiguos, cuando las divinidades regían el universo, las leyes que sostenían la existencia eran supervisadas por entidades primordiales: los Guardianes.
[Nota del autor: También conocidos como Programas, Pétalos, entre otros.]
Seis de ellos, los más poderosos, ocupaban sus lugares junto a un trono vacío, observando en eterno silencio el equilibrio del cosmos.
Durante incontables eras, su presencia mantuvo el orden, asegurando que el flujo de la creación siguiera su curso sin interrupciones.
En un momento de aquella eternidad algo sucedió, algo que comenzó a romper las balanzas del orden que se había mantenido.
Este caos comenzó a tomar cada vez más formas y apariencias diferentes, sin importar cuántas veces era derrotado, aquel caos volvía con otra forma.
Era más y más fuerte, nos dimos cuenta que ese caos consumía como suyo todo lo que iba contra suyo, todo a excepción de la fuerza de aquellos 6 guardianes.
Siguiendo el mejor plan, llegó un punto en el que los guardianes fueron los únicos capaces de poder luchar contra ese poder que volvía cada vez más fuerte.
Llegó un punto en qué la fuerza de ese caos logró erradicar a algunos guardianes, aunque nos dimos cuenta que no había problema, pues los guardianes lograron volver en otras formas, pero perdiendo todo lo que fueron alguna vez en el proceso.
La balanza entre la ley y el orden se comenzó a alterar, causando que nuestro reino y todo lo conocido estuviera a punto de ceder.
Con curiosidad, varias divinidades se acercaron a ese caos para estudiarla y aprender de él.
Entre aquellos que fueron, yo también estuve ahí.
Todo nos llevó hasta ese día.
***
Dentro de los límites donde el espacio se desvanecía entre brechas dimensionales, existía un mundo oculto a los ojos de los dioses.
Templerum.
Nuestra base, nuestro refugio y, durante cientos de años, nuestro hogar.
A lo largo del extenso valle de praderas moradas, nuestra armada se desplegaba imponente. Bestias mágicas, dioses y mortales de poder e intelecto excepcionales formaban parte de nuestras filas.
Dragones surcaban los cielos, entrenando para el día señalado.
Yo, sentada en la cima de una torre, esperaba.
Esperaba al líder de todo esto.
'Ese imbécil ya se tardó otra vez.'
Hacía años que el Séptimo había partido, en busca de más habilidades que pudieran darle ventaja en la batalla. Conociéndolo, habría rastreado hasta el último rincón del universo con tal de encontrar algo útil.
Nuestras fuerzas no igualaban a nuestro enemigo, pues apenas y teníamos 1/3 parte de las divinidades del cosmos.
***
-¿¡Cuántos!? —Kazuma gritó, incrédulo.
-¿Qué te sorprende? —Regina se encogió de hombros—. No es como si pudiéramos darnos el lujo de ser exigentes. Tú mismo viste lo que puede hacer uno solo de ellos.
-¡Aun así, suena absurdo! ¿Sabes cuántos dioses hay...? Espera... Yo tampoco sé cuántos hay en realidad.
-Para un escuincle como tú, tal vez —Regina apoyó la mejilla en su mano, con aire aburrida—. Pero en nuestra escala, borrar un planeta entero o reestructurar un sistema solar es lo mínimo. ¿Qué esperabas? ¿Que nos lanzáramos contra esos monstruos sin refuerzos?
Kazuma resopló, frotándose con fastidio el puente de su nariz.
-En mis cuatro años como portador... ¡Lo único que he tenido como aliados son una gata con problemas con el pescado, sesiones psicológicas y apoyo moral!
Regina bufó.
-Y tú burlándote de la salamandra por tener problemas de carácter... Mira, muchos simplemente no tenían nada mejor que hacer. Es el resumen del arco de reclutamiento.
-¿Me estás diciendo que les ayudaron por mero aburrimiento?
-Algunos no buscaban razones lógicas. No podías comprarlos, negociar con ellos o hacerlos entrar en razón. A veces... solo querían ver el mundo arder.
[-... Repito, en serio deben hacer un cambio de administración entre las divinidades.] —intervino Anular.
Regina soltó una carcajada seca.
-Tengo mi sentido del humor, ahora cállate y déjame seguir.
***
Pero nuestra carta secreta era él, ese idiota con más boca que cerebro. El programa Mimo podría crecer en esa batalla a pasos agigantados, solo había que mantenerlo con vida.
Mientras divagaba entre mis pensamientos, lo que tanto esperaba finalmente sucedió.
Pues un torbellino de energía estalló en el centro de la base, abriendo un vórtice de transporte.
-Ya era hora. – suspiré.
Me elevé y volé hacia el punto de llegada, observando cómo una lluvia de cadáveres gigantes comenzaba a caer del portal.
Genial, hay gente... Pero no me preocupa ya que son los auxiliares, ¿Acabo de escuchar como una de las auxiliares dijo: "Llego el amor de mi vida"?
... Te juro que si llego a saber quién fue, la mato.
A medida que el vórtice se disipaba, dos figuras emergieron de su interior.
Con un cabello negro y un aspecto similar al de una metalera en ciertas civilizaciones humanas, ella era Hela, la diosa de la muerte.
Junto a ella, un albino con piel violeta y de ojos cafés. Él era el séptimo, el actual portador del programa Mimo.
No pude evitar escuchar un fragmento de su conversación.
-Es algo incómodo, pero creo que puedo acostumbrarme a estos ojos —comentó el Séptimo mientras se tocaba las cejas.
-Fue una de las pocas técnicas que podrían ayudarte contra el Segundo —explicó Hela—. Si no querías que te mandara a la otra esquina del universo de una patada, necesitabas algo.
-No me quejo... —musitó el Séptimo.
Entonces, me notó.
-¡Oh, pero mira nada más! —dijo de repente, con una sonrisa ladeada—. ¡Llegó la emo pechugona!
Acto seguido, avanzó a brincos ridículos hacia mí, como si fuera un conejito hiperactivo.
-Por fin te dignas en aparecer. ¿Qué te tomó tanto tiempo?
-¿Tanto ...? No creo haberme ido por tanto.
-¿Eres solo idiota o te olvidas de la fluctuación temporal? – pregunté algo obvio.
-Eh...
-Mejor ni respondas. – dije antes de mirar la pila de cadáveres – Se supone que debías reclutar fuerzas, no masacrarlas.
El Séptimo empezó a jugar con sus dedos, intentando encontrar una respuesta convincente.
-Esto... Tiene una explicación totalmente válida...
-¿La hay? —pregunté con duda evidente.—. ¡Y no juegues con tus dedos como sí te vieras adorable!
Si, admito que se ve adorable y que me excita verlo tan tímido, pero no es momento ni el lugar.
-¡Ah, acabo de acordarme! Simplemente puedo...
El séptimo comenzó a canalizar energía, su aura fugaz irradió levemente de su mano extendida.
-... Surjan.
A pesar de ese tono lleno de autoridad, no hubo cambio alguno...
-¿Eh? –El Séptimo se vio confundido, oscilando de forma rápida hacia los cadáveres y hacia mi.
¿Qué demonios estaba esperando?
-Que raro, el sujeto ese lo hizo así.
-¿Qué intentabas hacer? –Pregunté, dudando de su estado mental.
-¿Como explicarlo...? Un tipo raro salió de una brecha dimensional y se disculpó ya que era la "fecha equivocada"
... ¿Ah?
-No sin antes decir "Surjan" y luego ¡Boom! Sombras gigantes emergieron de los cadáveres.
-...
-¿Por qué me miras así? Estoy... diciendo la verdad.
Si hubieses ido solo, le habría dicho a los mejores psicólogos y curanderos que reciben esa cabezota suya.
Pero conteniendo mis ganas, simplemente le palmeé diciendo: "No importa, continúa"
***
-Ese idiota...
Al principio no quería creerlo, Pero a medida que Regina contaba, Kazuma se tocó el puente de su nariz, claramente fastidiado.
-¿Uhm? ¿Qué cosa? ¿Sabías de que hablaba?
Kazuma solo desvió la mirada, tratando de no revivir viejos problemas del pasado.
-Solo diré: Problemas de tipos rotos.
Sin comprenderlo, Regina parpadeó, tratando de entender la línea de Kazuma.
-¿Okeeey...? Cómo decía, Hela...
***
Hela trajo consigo la cabeza de lo que parecía ser un gigante, cargándola como si fuera de papel.
-Él muy estúpido no se sabe controlar, ni siquiera por buenos motivos.
-¡Oye! Tenía hambre —protestó el Séptimo—. Me dio curiosidad probar las habilidades de ese mundo... Es todo.
-¿Y era necesario erradicar a casi toda la vida del planeta al paso? – preguntó Hela casi en un tono fastidiado.
-No lo quería hacer realmente... —El Séptimo refunfuñó algo avergonzado.
-Olvidaste encender el filtro de tu aura, ¿verdad? —Hela se masajeó las sienes con evidente exasperación—. ¡Literalmente solo eso bastó para colapsar el ecosistema de ese mundo!
El Séptimo desvió la mirada, murmurando como un niño regañado:
-No pensé que fuera a barrer a ese mundo de tirantes tan rápido... ¡El sujeto decía: "Tatakae, Tatakae, TATAKAE"!
-¡Ya entendimos! —Intervino Hela. —. Hah~ por culpa de tu ineptitud perdimos a unos potenciales aliados en el camino.
-¡Hey, hey, hey! Te recuerdo que tú la embarraste cuando yo hablaba con ese sujeto feo.
-¿El que la elfa tsundere lo acosaba? ¡No me jodas! —se quejó Hela.—. El desgraciado parecía sacado de una novela de horror cósmico, tenía ojos de pescado muerto, ¡Yo qué iba a saber que era buena gente!
El Séptimo se frotó la frente con una mueca de molestia.
-Lo bueno es que aprendí a borrar memorias gracias a él... ¡Demonios! Si no fuera porque cierta estúpida lo empujó al portal...
-¡Fue instinto, joder! —se defendió Hela—. Además, si vamos a sacar trapitos al sol... ¿Recuerdas ese mundo donde nos encontramos con ese rubio con un ojo demoníaco? ¡Querías practicar maldiciones con una rata y la terminaste perdiendo!
-En mi defensa... el dios de esa zona ya nos tenía en la mira, quería salir volando cuanto antes. ¡Y tú que hablas! Si por querer reclutar a ese tipo del chándal terminaste peleándote contra ese pelirrojo y una vieja en sombras.
-¿Cómo diablos iba a saber que cada vez que moría, toda la zona cósmica entraba en un bucle temporal?
-Bueno, tengo más por decir...
Pero antes de que contara, mi suspiro cortó las anécdotas de este duo problema.
-Solo... olvídenlo, ¿sí? Pensar en todas las tonterías que hacen me va a dar migraña. – dije sobándome la frente del estrés.
El séptimo miro el suelo algo desanimado por el regaño, era como un pequeño y lindo animalito abandonado.
-Entonces... ¿Algo útil? – pregunté antes de acercarme al séptimo.
Incliné mi pecho hacia abajo en forma de coqueteo para que el séptimo lograba ver mi escote.
Jejej, Claro, eso lo puso atento a ese lugar al instante. A los más tontos es fácil convencerlos con tentaciones tan básicas.
Hela solo silbó militantemente antes de darse la media vuelta.
-Y... Empezó el coqueteo, yo me largo. Me niego a ser la que les toque el violín. – dijo Hela antes de caminar hacia otro lado e irse.
Cuando Hela se alejó lo suficiente como para no escuchar nada, el idiota solamente sonrió y me miró animado.
-¡Debiste venir! Hubo ninjas... samuráis... cyborgs... y unos albinos que aparentaban ser dioses. Fue un mundo raro, pero mira lo que conseguí —dijo de golpe, como si hubiera estado aguantándose las ganas de presumir.
Dicho eso, sus ojos cambiaron repentinamente: el iris se tornó rojo, con tres tomoes girando a su alrededor.
-Conjuntivitis, pero más raro... ¿Y eso qué hace?
-Mejora mi visión, obvio —respondió con tono pedante, como si fuera lo más lógico del mundo—. Puedo ver en 360° con una variante un poco más clara, pero lo mejor está en las versiones superiores.
Entonces, el patrón de sus ojos comenzó a cambiar: los tomoes se fusionaron hasta formar un shuriken, luego una especie de flor de múltiples puntas.
-¿Ves esto? Lo básico es lanzar fuego negro o meter a la gente en ilusiones bien turbias... pero lo bueno está en las distorsiones espaciales. —Explicó el séptimo.
-¿Enserio? ¿Todo eso solo usando mana? – respondí claramente impresionada.
Si bien no me sorprendía que algunos mundos desarrollaran habilidades que rozaban lo divino, este en particular tenía un potencial que se sentía peligrosamente familiar.
-Con eso ya no tendrás que preocuparte de ser enviado a la otra esquina del universo en plena pelea.
El Séptimo asintió con una sonrisa confiada... En serio este torpe no deja de dar esa sonrisa que da miedo. ¡La última vez el maldito casi se sacrifica!
-Sí, ahora solo tengo que acoplar todas estas habilidades en mis ojos naturales y estaremos casi listos —dijo antes de devolver sus ojos a la normalidad—. Pero todavía me falta poder bruto.
-¿Te volverás a ir?
-En unos días, Loki mencionó que Heimdall hace tiempo le habló de una raza guerrera que logra dominar la energía como ninguna otra.
-Eso me suena, ¿No eran monos gigantes?
-A saber... Confirmamos su existencia cuando Hela mató a una especie de pirata galáctico que me ofreció empleo... Los beneficios laborales eran tentadores.
El séptimo formó con su energía una figura de una especie de diablito pequeño.
-Bueno...
Sinceramente en ese punto ya estaba aburrida, pues hasta ese día solo quedaba matar el tiempo.
Siendo así el caso, lo mataría a mi manera.
-Supongo que ya no quieres perder más tiempo, ¿Verdad~? – mencioné mostrando mi escote ligeramente.
El séptimo por muy poderoso seguía siendo un hombre, fácil de convencer cuando el sabor carnal era su tentación.
Solo escuché como tragaba saliva antes de caminar hacia mí.
Gulp*
-Entonces... ¡Carrera al cuarto de Quetzalcóatl! – grité animada.
Justo cuando el Séptimo empezó a perseguirme, un grito de desesperación resonó en la lejanía.
-¡¡No otra vez!! ¡¡Dejen mis ramas en paz!! – gritó una diosa a lo lejano.
Pero el Séptimo, totalmente ignorante de las súplicas divinas, solo aceleró tras de mí, riendo con esa mezcla de emoción y perversión que le caracterizaba.
Sin duda alguna...
No cambiaría esto por nada.
***
Kazuma, aún encogido en su miseria, soltó un suspiro cansado.
-Claro, no perdieron el tiempo con discursos ni nada parecido... —murmuró, queriendo hacerse lo más pequeño posible.
Regina solo observó como Kazuma abrazaba sus rodillas de forma patética.
-Hasta aquí me llega el olor a la envidia...
-¿Por el acostón? —Preguntó, recomponiéndose.—. Pfft, no soy un niño de primaria. Estás hablando con un veterano de guerra en ese ámbito.
-El veterano debería considerar qué con un arma tan pequeña no se va a la guerra...
Fue en ese momento, en el que el cuerpo de Kazuma tembló por completo, como un reflejo automático, sus manos descendieron a proteger su entrepierna.
-¿¡Desde cuándo!?
Con fastidio, Regina se recostó sobre el suelo, mirando las estrellas al tiempo que dejaba escapar:
-Realmente te olvidaste de mi existencia por una semana entera... ¿Verdad? Solo digamos que tuve mucho tiempo para pensar en ciertas comparaciones.
Kazuma tragó saliva, sintiendo que no quería escuchar la respuesta, pero su orgullo se lo exigía.
-¿C-Cómo de qué comparaciones estamos hablando? ¡No hay nada qué comparar! ¿¡Y como es que...!?
-Recuerda que estoy enlazada a ti por estos guantes, niño. Veo más de lo que debería... y más de lo que quisiera, sinceramente. Digamos que mi Séptimo... tenía ciertas protuberancias estratégicas.
Era todo, no quería seguir escuchando, pero su boca terminó hablando por él.
-... ¿Qué?
-Mmmh, no sé cómo explicarlo sin sonar tan gráfica... Pero ya sabes, en ciertas especies alienígenas hay estructuras anatómicas optimizadas para el placer. Y él... digamos que tenía algo parecido a las ventosas de un cefalópodo.
[-Su puta...]
'Madre...'
-Y si, hacía justo lo que te estás imaginando. Felicidad no me faltaba en esos tiempos.
-Me lleva la...
Regina apoyó la cabeza en una mano, mirándolo con diversión.
-Así que bueno... Comparando con tu cosita de 12 centímetros...
En definitiva, sintió cómo su alma abandonaba su cuerpo.
[-Decidido, arrojaré esos guantes a la lavadora.]
Aún en shock y con la autoestima por los suelos, Él decidió aferrarse a cualquier cosa que lo alejara de esa conversación.
-Se nota que no ibas tanto a las misiones y dejabas que... ¿Hela? Tomará tu lugar.
-¿Y eso que? —Dijo, sorbiendo algo de té.
'¿De dónde sacó la taza?'
Fingiendo total indiferencia e ignorando aquel comentario, Kazuma habló:
-Nada, nada... Solo que... bueno... considerando que tu Séptimo era un tipo con... características interesantes, y que Hela pasaba tanto tiempo con él, ¿no crees que en algún momento... ya sabes? —Hizo un gesto de mete y saca con sus dedos.
Fue en ese momento en el que Regina dejó de sonreír.
La tasa se quedó suspendida a medio camino de sus labios y la temperatura del bosque pareció bajar varios grados.
-No sigas esa línea de pensamiento, niño.
Kazuma, sintiendo que finalmente tenía algo de control en la conversación, sonrió con burla.
-Oh, vamos... ¿me dirás que nunca sospechaste? ¿Nunca te dio celos?
Regina chasqueó la lengua como si acabara de pisar mierda.
-Hela ni siquiera va por ese equipo, idiota.
El tren de pensamiento de Kazuma descarriló.
-¿Eh?
-Le gustan las mujeres. De hecho, hubo una vez que...
***
-¡¡Regina, debiste venir!! ¡¡Hay demasiadas chicas lindas aquí!! ¡¡Y Stetha está compitiendo contra Dionisio!! ¡¡TRAGA, TRAGA, TRAGA!! —exclamó Hela con una emoción infantil, agitando una jarra mientras llevaba un par de orejitas de ratón negro sobre su cabeza.
La cámara se movió de golpe y enfocó al Séptimo, que solo se rascó la mejilla, avergonzado.
-Ehm... Puedo explicarlo.
-¿No, enserio? ¿Llevarte a la diosa de la muerte y a la diosa de la fuerza y el orgullo a una "misión"?
Ella no necesitaba más para darse cuenta de la clase de desastre en el que estaban metidos.
Al fondo, luces estridentes parpadeaban al ritmo de una música electrónica ensordecedora.
Un mar de gente saltaba al compás, el alcohol fluía como si no hubiera un mañana y alguien definitivamente estaba usando habilidades divinas para hacer más caótica la fiesta.
Mientras se masajeaba las sienes y contenía las ganas de mandar todo al demonio, Regina preguntó con el tono de quien ya conoce las respuestas pero igual quiere escucharlo de la boca del acusado.
-Dime que no fuiste a robarle la habilidad de la fertilidad a Dionisio... ¿Acaso no escuchaste la habilidad "Dios del sex...?
THUD!
Hela interrumpió de golpe, empujando al Séptimo con una carcajada estridente.
-¡No, no, espera, espera! ¡Esto es importante! ¡Es investigación de campo! ¿Te imaginas que ganemos la batalla final con el control de feromonas? ¡Puaajajajaj! ¡¡Quiero ver eso!! ¡El Séptimo le sabe! ¡Kuhahahaha!
-¡Solo me dijeron que aquí encontraría la habilidad más rota de todas! —se defendió el Séptimo, levantando las manos en señal de inocencia.
KA—BOOM!
Una bola de fuego estalló sobre el escenario.
Hela, sin inmutarse y con la calma de quien ha visto cosas mucho peores, sacó una botella de la nada y le dio un trago antes de comentar casualmente:
-¡Me tengo que ir! Quieren sacar a Stetha por ser demasiado ambiente. Y la cosa ya se estaba poniendo aburrida, es hora de animarlo un poco. —Levantó la botella con una sonrisa ladina—. Oye, oye, ¡una de esas chicas la tenía... ROSADIT-!
THUD.
Un golpe seco interrumpió la transmisión. La imagen tembló, hubo un forcejeo y luego un sonido sordo de algo—o alguien—siendo arrastrado fuera de cuadro.
El Séptimo apareció en la pantalla con una expresión seria y monótona.
-Hela no está disponible en este momento. Al rato hablamos.
Y la transmisión se cortó.
***
-Para prepararse para una pelea... se divertían demasiado.
Regina soltó una risa baja, nostálgica, levantándose del terreno rocoso de su espalda mientras removía distraídamente su taza de té.
-Heh... sí, supongo que sí. A veces me escabullía y teníamos salidas, pero si.
Su mirada se perdió un poco en el aire, como si estuviera reviviendo los recuerdos en su mente.
-Aunque no quiera admitirlo... y jamás lo admitiré si me vuelvo a topar con ella —añadió rápidamente—. le agradezco a mi hermana por ser tan insistente.
-La tal... ¿Zarnari?
-Zenarith. —Corrigió.—. es la diosa de la no muerte y los desastres. También gobierna la noche en cierto punto, es una bruja histérica, no te recomiendo hacerla enojar.
'Ni que tuviera la libertad y el tiempo de andar recolectando dioses malvados como la pokedex' —Pensó Control.
-Ella fue... quien me sacó de mi zona de confort. La que me obligó a involucrarme en todo esto. La que me presentó al Séptimo y me hizo pelear por su "causa justa".
Hizo una pausa, dejando que las palabras flotaran en el aire antes de continuar en un tono más suave.
-Hubo risas, hubo peleas, momentos ridículos y otros tensos. Pero...
Sus dedos tamborilearon contra la porcelana de su taza.
-Todo fue lindo, hasta el final de ese día...
***
El cielo se desplomaba en llamas.
Las estrellas, antaño majestuosas y distantes, caían una a una como lágrimas incandescentes, anunciando el amargo final.
O mejor dicho, el máximo punto de esta batalla decisiva.
Gritos de dolor y de victoria se entremezclaban en una sinfonía macabra que cubría cada rincón del campo de batalla.
Dioses luchaban contra dioses, amigos convertidos en enemigos, hermanos destrozándose en nombre de un ideal marchito.
Yo estaba allí.
Con mi abanico en mano, mi tesoro divino, intercambiaba cortes con Freya, diosa de la justicia y la ley.
Cada golpe de su espada era una sentencia de muerte. Sus movimientos eran tal cual como lo decían en los mitos y leyendas, perfectos y meticulosos, no dejaban margen de error.
En otro momento, en otra historia, ya habría caído bajo su filo. Pero esta no era otra historia.
El Séptimo me había dado el poder suficiente para pelear en igualdad de condiciones. Y aun así... cada choque de nuestras armas me recordaba la brutal diferencia entre nosotras.
Ella era un arma de guerra. Yo, una diosa de apoyo jugando a ser soldado.
-¡Detén todo el dolor que estás causando con esto, Regina! —bramó Freya, con voz ardiente.
Su convicción me revolvió el estómago.
Wooooooooosh!
-¿¡Dolor!? —respondí con furia, barriendo el aire con un corte de viento afilado—. ¡Dolor es lo que causa su existencia! ¡Quieren destruir el universo por lamerle las botas a quienes hace poco fueron mortales!
Los ojos de Freya ardieron con una ira fría, impoluta.
-¿Te atreves a hablar así... siendo tú un cordero de la amenaza?
Escupí una risa amarga.
-Cordero no... compañera.
Me lancé hacia ella con toda la velocidad que mi cuerpo permitía, pero su poder me repelió como si fuera una simple hoja al viento.
El impacto me hizo trastabillar, sintiendo mi propia forma física tambalearse al borde de la disipación. Me obligué a mantenerme firme, apretando los dientes, preparada para el siguiente golpe.
Y entonces, el cielo se volvió negro.
No de nubes, no de tormentas.
Fuego.
Fuego negro que devoraba la luz, que se tragaba las estrellas y teñía el firmamento de un abismo absoluto.
Esa era la señal.
-Lo siento, pero... esto no será personal. – susurré en un tono que solo Freya logró escuchar.
-... ¿?
Y entonces, desaté el caos.
El daño hacia mis aliados ya había sido suficiente. Todo el dolor, toda la desesperación que nos habían obligado a soportar... ahora regresaría multiplicado.
Esto era la auténtica retribución.
Mi abanico vibró entre mis dedos, absorbiendo la energía caótica que flotaba en el aire, devorando los residuos de batalla, el odio latente entre los dioses, la rabia de aquellos que habían caído.
Todo convergió en su centro, hasta que no pudo contener más.
Una exhalación.
Y luego, liberación.
El estallido fue colosal.
Una ola de caos puro barrió el campo de batalla como un tifón imparable, retorciendo la realidad a su paso. Freya intentó resistir, alzó su espada en un intento desesperado de defenderse... pero fue inútil.
-¡Hyaaaaaa! – grito Freya con dolor.
Wooooooosh*
Cuando la tormenta de energía se disipó, el eco de su voz aún flotaba en el viento. Pude ver cómo partículas de luz salían del cuerpo de Freya. Ella Había perdido su forma física temporalmente.
No había tiempo para celebrar, ella era una piedra en el trasero.
Logré ver en los aires como la batalla principal de dioses se desarrollaba. Pues Hela mantenía su combate contra Liba, ambas los pilares de la divinidad en el universo.
Pero incluso más allá, trate de buscar el combate entre los guardianes y el séptimo o portador del programa Mimo.
Era confuso, a decir verdad, no eran explosiones que se producían, eran similares a destellos, pero estos mismos desgarraban el firmamento.
Busqué entre la realidad fracturada, donde el tiempo se doblaba y los astros comenzaban a retorcerse como si el mismo universo estuviera sufriendo.
Y entonces, lo vi.
-¡Septi...!
Mi voz se quebró antes de terminar su llamado.
No recuerdo bien lo que pasó después. Solo imágenes sueltas, distorsionadas, fragmentos que se desintegraban antes de que pudiera aferrarme a ellos.
No había sonido. No había dirección alguna.
Solo calor.
Pero no el calor abrasador del fuego o de una explosión. Era peor.
Era como si la esencia misma de la existencia se estuviera fundiendo. Como si cada célula de mi ser estuviera hirviendo en un plano que no debería existir.
¿Desde cuándo las deidades sentían algo así?
No... no, esto no era normal.
No podía respirar. No podía pensar. Solo podía sentir.
Y en medio de esa deformidad sin lógica, lo vi.
No tenía una forma definida.
No era un hombre. No era una sombra. No era un ser. No era un algo.
Era el universo mismo tratando de darle una identidad, fallando en cada intento.
Una silueta cambiante, difusa, una aberración que la realidad se negaba a encerrar en un solo concepto.
No era él... pero a la vez, lo sentía como si lo fuera.
Y entonces, lo entendí.
Los programas lo sabían.
Sabían que el Séptimo ya no era algo que pudieran manejar.
Sabían que, con cada segundo que pasaba, su existencia desafiaba las reglas mismas del universo. Que su cuerpo absorbía y emanaba el poder divino y energía pura como si hubiera nacido para ello. Que su crecimiento era exponencial, imparable.
Sabían... malditamente sabían que su tiempo se había acabado.
Y aun así, eligieron lo más sucio.
Vi cómo cuatro lanzas lo atravesaron desde distintas direcciones.
-¡¡Séptimo!! —grité, sintiendo cómo la desesperación rasgaba mi garganta.
Corrí.
No me importó nada más. No pensé, no razoné. Solo tenía que llegar a él.
Pero su ser...
Su ser ya no era suyo.
Se deshacía en fragmentos de luz, desmoronándose ante mis ojos, como si el universo mismo estuviera devorándolo.
No.
No, no, no, no, ¡no!
Un muro de agua se alzó entre nosotros, separándonos con una violencia que casi me tumbó al suelo.
-¡No!
El sonido de la corriente era ensordecedor. Sentí la turbulencia, la presión, el peso de esa barrera líquida impidiéndome avanzar.
Y al otro lado, dentro del domo de agua, vi su rostro.
No, no era el suyo.
Era la de una diosa egoísta que me miraba con desdén. Como si no fuera más que basura flotando en su presencia.
Mis manos temblaron de rabia. Mana. Necesitaba concentrar mana. Tenía que hacerla pagar.
Pero antes de poder lanzar un solo hechizo...
Dolor.
Frío.
-... ¿?
Bajé la mirada.
Una espada salía de mi pecho, su filo manchado con mi propia sangre dorada.
Detrás de mí, su portador sonrió con arrogancia.
Ares.
-No creas que... —Mi voz fue un susurro ahogado.
Intenté liberarme, pero una ráfaga de flechas perforó mi brazo.
Tuk
Tuk
Tuk
Giré la cabeza con dificultad.
Allí estaba otra diosa. No recordaba su nombre. No recordaba su rostro.
No importaba.
Porque al final, cuando unas cadenas blancas envolvieron mi cuerpo y me arrojaron al suelo, ella apareció.
Pelo blanco.
Ojos vacíos.
Su voz, apenas un susurro.
-Se te acabó la suerte.
Fue en ese momento cuando mi mente comenzó a desmoronarse.
Sentí cómo mi conciencia se tambaleaba, acercándose peligrosamente a la inestabilidad de que mi forma física se disipara.
Pero antes de perderme por completo... lo vi.
El Séptimo.
Su silueta agonizante, su ser deshaciéndose en fragmentos de luz.
Y entonces, con lo poco que me quedaba de visión, leí sus labios.
Mi corazón se detuvo.
Él lo sabía.
Desde el primer momento, desde el primer combate, desde antes de que las lanzas lo atravesaran.
Desde antes de que yo siquiera entendiera lo que estaba pasando...
¡Él ya sabía que este sería el resultado!
Pero, ¿cómo?
¡No conocíamos esas armas! ¡Nunca habíamos visto algo así!
¿Cómo era posible que algo desgarrara la existencia misma con tanta facilidad?
Las leyes del universo temblaban ante su presencia, retorciéndose como si esas armas fueran una anomalía que jamás debió existir.
Y aun así, con su cuerpo colapsando, con su ser fragmentándose en lo que una vez fue, él me miró y susurró una última vez.
-Lo siento.
No pude gritar. No pude alcanzar su mano.
Aquellas palabras fueron su despedida.
Y con ellas, la maldición quedó sellada.
Desde ese día... desde ese maldito día, aquellas armas marcarían la existencia de todo portador del Programa Mimo.
Serían su condena.
Y todo se volvió negro.
***
-Maldición del odio... ¿Y las deadlines? —murmuró Kazuma, sintiendo cómo un escalofrío recorría su espalda.
El sudor frío se acumuló en su nuca, pero no lo negó de inmediato.
Solo asintió.
Un gesto breve, casi imperceptible, pero que lo decía todo.
-Por cómo reaccionaste... supongo que el concepto no te es ajeno.
No le era ajeno.
No solo lo conocía... lo había sentido en carne propia.
Kazuma apartó la mirada. Su expresión, normalmente relajada, se tensó. Su aliento salió entrecortado, casi como si se volviera pesado de repente.
-No es muy bonita la sensación de que esas porquerías te toquen...
-... ¿Uh?
Regina frunció el ceño, confundida por su repentina seriedad.
¿Cómo ponerlo en palabras sin que sonara como un maldito lunático?
[-Las voces en mi cabeza me salvaron... Somos una existencia dividida en tres partes... Mi mente y cuerpo fácilmente podrían ser un departamento... Tenemos una contramedida temporal...]
-Si lo digo en voz alta, definitivamente me llevan a un manicomio... —murmuró para sí mismo, cruzando los brazos.
-¿¡Con quién estás hablando!? —Regina lo fulminó con la mirada.
-Pasaron cositas... —respondió Kazuma, desviando la mirada. Luego, la miró fijamente—. Todavía no se termina, ¿verdad?
Regina chasqueó la lengua. Bajó la cabeza, apretó los labios.
No.
No había terminado.
-Lastimosamente... no. No acabó ahí.
***
Habíamos perdido la guerra.
Incluso con el asesinato del sexto y del tercero, los demás programas lograron acabar con el séptimo antes de que este siguiera creciendo.
Nadie recuerda el cómo se logró aquella hazaña, incluso acabar con uno de los programas era algo tedioso.
El asunto es que ahora seríamos juzgados por traicionar nuestros votos como dioses.
Con la diosa Liba encabezando el juzgado, ella comenzó a relatar nuestros crímenes mirándonos con desdén desde arriba.
No escuché nada de lo que decía.
No podía pensar en nada.
La imagen del Séptimo desvaneciéndose en partículas de luz seguía grabada en mi mente, repitiéndose una y otra vez.
Fue solo cuando sentí un leve susurro en mi oído que logré reaccionar.
Mi hermana Zenarith me susurraba: "Tranquila, todo estará bien".
Un grito de dolor desgarrador me sacó de mi trance.
Cuando alcé la vista, vi a Hela siendo atravesada por una lanza celestial.
Un ángel la sostenía mientras Liba dictaba su sentencia con frialdad absoluta:
-Por cometer alta traición, la mitad de las diosas serán despojadas de su título y su cuerpo. Condenadas a pasar la eternidad en la brecha dimensional, como meras conciencias sin rumbo.
El cuerpo de Hela comenzó a evaporarse, aquello era diferente a la muerte temporal que conocíamos.
Recuerdo el rostro de Hela, sonriendo a Liba y prometiendo:
-No olvidaré esto... —murmuró con veneno en su voz—. Te juro que no lo haré, hermana.
-...
Liba guardó silencio.
Ni una sola emoción cruzó su rostro mientras veía desaparecer a Hela.
Solo esperó.
Esperó a que todo terminara.
Y cuando la última partícula de su existencia se desvaneció en la nada...
-¡Continúen! —ordenó.
Recuerdo escuchar gritos de dolor y súplicas por varias diosas.
Vi como una a una perdían sus cuerpos y eran desterradas a una existencia de agonía en la brecha dimensional.
Luego de tanto dolor, finalmente se calmó al pasar de un rato. Con eso, varios dioses quedamos frente a lo que antes fue una cámara de tortura.
Liba nos observó desde lo alto, sin cambios en su expresión.
-A las divinidades restantes... —su voz resonó en el vacío— se les arrebatará su tesoro celestial y, con ello, su concepto verdadero.
Sentí un escalofrío recorrerme.
-Se les marcará con el título de "dioses malvados", para que sus crímenes jamás sean olvidados.
Mis puños se apretaron con rabia.
-Y por último... serán desterrados de la Ciudad Plateada. Obligados a vivir entre los mortales por toda la eternidad.
La sentencia cayó como un peso insoportable.
Sin nuestro tesoro celestial, sin nuestro concepto... ¿qué nos quedaba?
No éramos más que sombras de lo que fuimos.
Cadenas blancas surgieron de la nada, enrollándose a nuestro alrededor.
Sentí mi esencia desgarrarse, como si alguien estuviera arrancando pedazos de mi existencia con las manos desnudas.
No hubo sangre.
No hubo gritos.
Solo silencio...
Y luego, el vacío.
Lo último que recuerdo es mi cuerpo siendo pateado fuera de la Ciudad de Plata.
Y entonces, todo se volvió negro.
Solo quería dormir.
Olvidar.
Fue ahí cuando decidí dormir un poco, cuando mi mente logró ver el nuevo vacío del espacio y perderme en él.
***
Los primeros miles de años pasaron volando, así siguieron pasando cientos de miles más antes de siquiera poder tomar una siesta decente.
Logré ver cómo el nuevo régimen de dioses cambiaba las reglas del universo, desde la apariencia hasta su funcionamiento.
Las almas comenzaron a ser dirigidas hacia cúpulas entre energía cósmica, logré chocarme con algunas almas y ver que lo llamaban el limbo.
El polvo cósmico funcionó como carretera para que las almas salgan hacia ese lugar y luego hasta la ciudad de plata.
Nuevamente ignoré todo eso y decidí tratar de dormir, pero fue ahí cuando sentí un golpe que me saco del trance.
Blam*
*Estruendo*
Un estruendo sacudió mi existencia.
Cuando abrí los ojos, lo primero que vi fue un valle de color amarillo extendiéndose hasta el horizonte.
Más allá, un mar verde ondeaba con una calma ajena a todo lo que había ocurrido.
¿Dónde estaba? ¿Cuánto tiempo pasó?
Me senté bajo la sombra de un árbol solitario. El viento era suave, cálido... indiferente.
Y por primera vez en mucho tiempo, pude pensar.
-De verdad... de verdad todo terminó —susurré.
Las palabras salieron con un hilo de voz.
Mi pecho se estremeció.
Mi labio tembló.
Mis manos se cerraron en puños.
-De verdad te has ido...
Hik*
Pequeños sollozos empezaron, seguidos de un mar de lágrimas que iniciaron sin parar.
-¡No quiero aceptarlo! ¡No es posible! ¡No puede ser posible! ¡¡SEPTIMOOOOOOOO...!! – grité sollozando.
Me senté ahí, llorando sin parar y sin notar el pasar de los años. Las estaciones frente a mi pasaron en un momento, el mundo comenzó a perder su brillo.
Las raíces de la tierra se habían fusionado con parte de mi cuerpo, abrazándome como si no quisieran dejarme ir.
Cuando finalmente me pude dar un descanso, una voz me saco del trance.
-¡Ah, aquí estabas! ¡Finalmente te encontré! – gritó una voz a mi espalda.
-¿Hmm?
Cuando me giré, solo logré ver cómo una chica de orejas puntiagudas, peliroja y hermosos ojos carmesís se dirigía a mi.
La molesta gema en su frente seguía brillando con molestia cada tanto, ella era Wolbach, diosa de la violencia y la pereza.
Al ver que estaba corriendo hacia mí, rápidamente me sequé las lágrimas que se habían convertido en suciedad y me levanté, rompiendo así las raíces en el suelo.
-Tu... que demonios.
-¡No ocultes tu presencia así! Es muy difícil buscar una persona en este planeta, es muy grande... ¡Me tomó varios siglos! – gritó Wolbach en queja.
Miré confundida a la diosa, pues si lo que dijo era cierto ella me estuvo buscando en específico por mucho tiempo.
¿Por qué haría eso? Literalmente apenas y intercambiamos palabras incluso siendo aliadas.
Recuerdo que apenas y le dije algo en cien mil años porque se acercó mucho al idiota del séptimo, pero fuera de eso jamás tuvimos un encuentro cercano o amistoso.
Eso fue raro, por eso decidí ignorarla y mirar hacia otro lado. Había sentido como algo estaba por pasar.
-Es inútil, nuestro tiempo en este planeta se acabó. – mencioné mirando el cielo.
-¿Eh? ¿Por qué...? ¡Oh, vamos! – gritó Wolbach enojada.
Cuando Wolbach devolvió la vista al cielo, pudo ver cómo un meteorito del tamaño de un continente estaba por caer.
Sin mucho que decir, el meteoro terminó cayendo y con él se llevó consigo a todo el planeta donde estábamos.
Booooooooom*
***
Continúe vagando por el cosmos, perdiéndome entre las estrellas para poder respirar tranquila.
Trataba de descansar un rato, pero después de eso lo único que escuche fue una molesta.
Muy molesta...
-Que feo se ve el espacio sin su luz, extrañaré a Theita. – mencionó Wolbach.
Mi ojo derecho tembló.
-¿Por qué demonios sigues aquí? —pregunté sin girarme.
Wolbach, con despreocupación flotó a mi lado como una burbuja siendo parte del paisaje del abismo, sus orejas de elfa se agitaron como una felina de forma leve.
-Porque me da la gana. —respondió con una sonrisa perezosa—. Además, ¿quién más te va a soportar?
Lo que faltaba... Espera un minuto, no todo es malo. Sí logro estimular su lado violento, capaz explote de forma irritable y se vaya.
-Vete.
-No.
-VETE.
-Nop.
Me equivoqué.
¡¡Ella es como un moco veas por donde lo veas!!
Ignorarla era imposible, así que hice lo que cualquier persona racional haría:
Tratar de perderla.
A mi alrededor, decenas de soldados corrían de un lado a otro con espadas al cinto y cofres del tesoro en brazos. No parecía que estuvieran huyendo de un ataque, sino apresurados por algo más... como si supieran lo que venía.
Pero lo que más llamaba mi atención no era su urgencia, sino sus ropas.
-Oye, qué buena gente hay por aquí... Me intentaron llevar hacia esa estatua de calavera, así que humildemente les quité todo lo que tenían, dicen que la isla se llama... Hachinosu. —mencionó Wolbach, arrastrando sin esfuerzo varias bolsas repletas de oro y provisiones.
La miré sin saber si debía sorprenderme o no.
-... ¿Cómo es que tú...?
-Pasaba por aquí de casualidad —dijo, como si fuera lo más obvio del mundo—. Hmm... este es un bonito lugar. Preferiría unas termas, pero la playa tampoco me desagrada, ya que~, quiero darme un baño.
Me llevé una mano a la cara, pero antes de que pudiera reprenderla por meterse donde no la llaman, sentí una vibración en el aire.
Algo... estaba descendiendo.
Wolbach notó mi expresión tensa y alzó una ceja.
-¿Qué pasa?
-Shh... ¿Escuchas eso?
Entonces, lo vimos.
Allá arriba, en el cielo despejado, una figura vestida de blanco descendía con una velocidad inhumana.
Pero no caía descontrolado, no era una simple caída libre. Se impulsaba con fuerza, como si su mismo poder lo guiara.
De su mano, destellos de energía cósmica se esparcían en espirales, iluminando el cielo con un resplandor dorado y azul.
Era como ver a un meteorito a punto de impactar.
Wolbach entrecerró los ojos, incrédula.
-... ¿Estoy viendo cosas o hay un anciano en traje blanco cayendo del cielo con la fuerza de una maldita estrella fugaz?
Yo no respondí. Solo tragué saliva, mis ojos se mantuvieron fijos en la inminente catástrofe.
Y digamos que entre el pasar de los mundos... Trataba de perder a Wolbach, sin embargo, ella siempre volvía.
Siempre hallaba la maldita forma de encontrarme.
Estábamos en un departamento temporal en un mundo donde la tecnología está muy de la mano con la ingeniería... Tenía una vista decente, muebles minimalistas y lo mejor de todo: privacidad.
-Bien, es ahora o nunca.
Aprovechando que la gata molesta había salido, comencé a recoger mis cosas. No era mucho, solo un par de pertenencias básicas que había adquirido en el camino.
'Vete mientras puedas, Regina. Vuela, sé libre, disfruta de la paz'
Pero justo cuando estaba a punto de largarme...
-¡Reginaaaa, mira lo que compré!
Congelada en mi sitio, observé con una expresión vacía cómo Wolbach irrumpía en la sala con una enorme sonrisa en el rostro y dos cascos futuristas en sus manos.
-¿Qué demonios es eso?
-¡Son NerveGears! —exclamó emocionada, agitando los cascos frente a mí como si fueran trofeos sagrados—. Un tipo llamado Kazut... Ya no importa, como sea, el vecino nos invitó a jugar el nuevo estreno que apenas salió. ¿Quieres probarlos?
-No.
-Vamos, solo un rato. Te lavaré la espalda de nuevo~
-No.
-¡Oh, vamos, es un mundo de aventuras y espadas! No tardaremos, solo 20 minutos. Sí sucede algo raro, salimos de igual manera.
¿Qué diferencia había? Literalmente podíamos ir a uno así en cualquier momento, entonces, ¿por qué esta maldita quiere que pierda mi tiempo en esto?
Decidí ignorarla. Lo mejor era terminar de empacar e irme cuanto antes.
Pero entonces, Wolbach ya se había colocado el casco y me lo tendió con emoción.
-Te lo voy a decir una última vez... —dije con voz peligrosa—. No.
-¡Demasiado tarde!
Antes de que pudiera quitarme el casco, Wolbach presionó el botón de inicio.
Y en un abrir y cerrar de ojos, todo se volvió blanco.
Más tarde...
-Déjame ver si entiendo.
Mi voz era tranquila. Demasiado tranquila.
-Compraste un par de cascos de un desconocido, sin garantías de seguridad, sin revisar si tenían algo sospechoso, sin pruebas de que fueran funcionales.
-...Sí.
-Nos los pusimos, entramos en un mundo virtual y...
-Y casi morimos porque en cuanto intentamos salir, los malditos cascos intentaron explotar.
-Exacto.
Se hizo un silencio incómodo.
-Bueno, al menos sabemos que no fuimos las únicas atrapadas en el juego, de no ser por qué somos diosas, entonces habríamos muert—
-¡No, NO hay un "al menos" en esta maldita historia, Wolbach!
Tiré uno de los restos chamuscados del casco al suelo con frustración.
-¡¿En qué universo comprar tecnología dudosa de un desconocido y ponértela en la cabeza es una BUENA idea?!
-En mi defensa... no explotaron inmediatamente y traían lucecitas.
-¡Eso lo empeora!
Nos quedamos mirándonos fijamente.
Hasta que, como si nada, Wolbach se encogió de hombros.
-Bah, fue divertido hasta que casi nos matan... Bueno, iré a preparar las termas.
Mis puños se apretaron.
'Voy a matarla...'
Pero luego suspiré. No valía la pena discutir con una gata sin sentido común.
-Bien, en cuanto empac—
Antes de que pudiera terminar la frase, Wolbach ya estaba husmeando entre unas bolsas en la mesa.
-¡Oh, Regina, encontré otro juguete interesante en el mercado!
Me paralicé.
Giré lentamente hacia ella.
-No.
-Pero ni siquiera te he dicho qué es.
-NO.
***
Estábamos en aquel páramo desolado.
El sol descendía en el horizonte, tiñendo el cielo de rojo y dorado.
En mi mano, aún sostenía la manzana que me dieron en el mercado, el último vestigio de la hospitalidad humana que alguna vez pude bendecir.
Detrás de mí, Wolbach avanzaba con esos pasos torpes que contrastaban con lo que se suponía que era: la violencia encarnada.
-Esa niña fue muy amable... Ojalá aún pudiera dar bendiciones a los humanos —comentó Wolbach con su habitual tono animado.
Ya era suficiente.
-Oye...
Me giré al instante para confrontar directamente a Wolbach, quien me miró confundida.
-¿Qué pasa, Regina...? – preguntó confundida.
-Porque sigues aquí, a mí lado. – pregunté sería.
-A-ah... Bueno, somos amigas n...
-La verdadera razón.
-...
Wolbach desvío la mirada por un segundo, mis sospechas eran ciertas después de todo.
Ligeramente comencé a liberar mi aura mientras que miraba el rostro algo nervioso de Wolbach.
Ella trató de mantenerse y confrontarme.
-No me gusta que me acuses así, Regina. – dijo seria Wolbach – Recuerda que también soy una diosa.
Wolbach caminó hasta pararse frente a mí, liberando una energía que claramente era más densa y fuerte que la mía.
-Solo porque somos amigas, estoy dejando pasar tus palabras —su tono fue gélido—. Recuerda que soy tu superior.
-Si... Tienes razón...
Pero a su vez, eres bastante ingenua y estúpida.
-... ¡!
Antes de que Wolbach pudiera reaccionar, las sombras respondieron a mi voluntad.
Desde el suelo, como serpientes hambrientas, cadenas negras emergieron en un parpadeo, enroscándose con brutalidad alrededor de sus extremidades.
Clank.
La energía divina de Wolbach se volvió contra ella misma.
-¡Arrgh! – gritó de dolor – ¡Espera! ¡Esto no es lo que...!
-Poderosa pero estúpida, siempre fuiste así. – mencioné al acercar una punta de lanza forjada desde aquellas cadenas al rostro de Wolbach – Ahora responde.
-...
-Te juro que no será lindo.
-...
-Que así sea.
Estire mi brazo para acabar con la forma mortal de Wolbach, pero ella ya asustada terminó confesando.
-¡Fue el séptimo!
-... ¡!
Al escuchar su nombre, algo dentro de mi entro en cólera y estuvo a punto de destruir a Wolbach.
-¡¿A qué te refieres?!
Wolbach cerró los ojos con fuerza, sintiendo el filo de mi poder quemando la atmósfera.
-E-él... él me pidió que te cuidara... por si algo salía mal.
De repente en la muñeca de Wolbach una especie de tatuaje apareció, cosa que empezó a quemar su piel.
Lo reconocí al instante, era un acuerdo divino. La ley máxima entre dos dioses, algo que podría en el peor de los casos condenarla a la inexistencia y en el mejor dividir su ser en dos como castigo.
Al verlo finalmente entendí, que fue el idiota quien la mando para tratar de cuidarme.
Ósea que todo este tiempo, el sabría que perderíamos y me hizo pasar por todo eso apropósito por...
Por su egoísmo...
Entré en cólera y mi poder se disparó hacia todos lados, la tierra comenzó a morir por culpa de aquel enojo divino.
Una nueva cadena apareció en el cuello de Wolbach y con cólera me acerque para amenazarla.
-Si vuelves a acercarte a mí... te juro que te sellaré y te arrojaré a un agujero negro por toda la eternidad.
-¡Regina yo no quería que esto...! – Wolbach trató de explicarse.
-Jodete.
Fue todo lo que dije antes de clavar la punta de la lanza en el corazón de Wolbach, destruyendo su cuerpo en este mundo y obligándola a tener que volver dentro de un tiempo.
Tiempo suficiente para que yo me largue de aquí.
-...
***
Ahora estoy sola, pero así debió ser desde un inicio.
Con mi mente mareada busqué dónde relajar mis pensamientos, me senté en una roca en un lindo lugar entre un valle bastante extenso.
Era bastante lindo, fácilmente una aldea podría establecerse aquí. Tal vez algún día la ciudad pequeña del mercado llamada Belzerg logre expandirse.
No veré aquello, me largare de este planeta está noche y me perderé en el vacío del espacio.
No tengo nada por qué vivir.
Tampoco puedo morir.
Estoy maldita por mis propias decisiones, arrastrada por emociones mortales que jamás debí experimentar.
Nada podría ser peor que esto...
O al menos, eso pensé.
Fluuuuush
-¿...?
No logré reaccionar a tiempo, miré como varios sellos arcanos viajaron en el aire hasta atraparse en mi cuerpo.
Traté de liberarme, pero mi poder divino estaba sellado.
-... ¡!
No podía ser posible. Nadie, nada en este mundo, debería ser capaz de sellar a una diosa.
Pero me distraje.
Fui descuidada.
Y quienquiera que hubiera hecho esto lo sabía.
Giré la cabeza con furia, buscando al responsable.
Cuando giré para verlo, vi a un hombre con gafas vistiendo una túnica morada.
El se acercó entre un torbellino que le ayudaba a volar.
-Mis disculpas, diosa Regina —dijo con calma—. pero tengo órdenes de sellarte antes de que destruyas algo más. La energía que liberaste fue peligrosa.
Su voz no temblaba. Su convicción no vacilaba.
-Asqueroso humano... —espeté, con la poca dignidad que aún conservaba—. Solo ustedes serían tan cobardes como para recurrir a trucos como estos.
El mago suspiró en respuesta.
-No estoy orgulloso de ello, pero que alternativa tengo. Después de todo, hago todo esto por el reino de mi amada.
-El amor es una mierda que nos ciega y nos hace tomar decisiones estúpidas, mortal.
-Pero a su vez es algo hermoso, pero no espero que una diosa malvada entienda esto. – menciono el mago estirando su mano.
Este sacó una espada con una gema, por sus grabados vi que estaba hecha para almacenar un espíritu y contener la energía.
Aunque logre romper un sello, otro nacerá al instante y así me tendrá atrapada.
Carajo, de no ser porque estoy debilitada por el acuerdo de Liba yo me escaparía fácilmente.
'Y a lo mucho tendría energías como para influenciar alguien de poca cabeza, pero...'
-Sabes que saldré de aquí, aunque eres astuto, humano. Prometo destruir este mundo por tu nombre.
-No creo que seas capaz y si lo haces...
Los lentes de este sujeto salieron volando ante la presión mágica, el acercó la espada para clavarla en mi pecho, así iniciando el sellado.
-Dile al mundo que Keele, mago de la corte de Asturia, destruyó el mundo por amor.
Eso fue lo último que escuché de ese mago, comenzando a perderme entre el sello y perdiendo parcialmente mi conciencia.
Desde ese punto recuerdo los años y siglos pasado volando, al menos...
Al menos tendré tiempo para dormir un poco...
¿Amor...?
Vaya chiste.
Hola, aquí autor.
Aunque sea tarde, leí por ahí en algunos comentarios que pasara mi historia a cierta plataforma, y solo era para decirles lo siguiente:
A partir de ahora pueden encontrar tanto "Mimica Empatica" como "Reload Program" en la plataforma de Ao3, pues muchos manifestaron que tenían problemas de visión o que querían descargar la historia.
Es bueno volver a publicar luego de volver dias de viaje exhausto~
Sin nada más que agregar, Paska dice c
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