
Capitulo 12: ¿Quién Dice Que Una Mazmorra No Es Acogedora?
-Pehw, al final simplemente me cansé de pensar y opté por lo más fácil.
Elegir entre un sinfín de opciones en el supermercado y pensar que aporte nutritivo tendrían los esclavos... Trabajadores era tedioso para él.
-Vaya, incluso adaptaron los animes que conozco a este mundo.
'Si el "yo" de aquí hubiese sido mas listo, entonces habría sacado la trama completa de varias obras.'
[-Y conociéndome, cambiaba un poco el guion de la historia para que mis compatriotas u otros reencarnados no encuentren las similitudes.]
Dejó el manga de un ratón eléctrico amarillo aún lado, perdiendo el interés rápidamente en esta.
Así que después de divagar y pasearse un poco por la sección de mangas, Kazuma finalmente tomó su decisión.
-Hah~ Definitivamente me voy a ir al infierno.
***
Iglesia del culto de Eris — Zona de descargos.
-¿Me estás diciendo que los cargamentos de ayuda destinados a las fundaciones para personas vulnerables... desaparecieron?
-No, eso no —respondió el encargado, sacudiendo la cabeza como si eso fuera a aclarar algo.
El grupo de auxiliares del culto de Eris se encontraba en una reunión un tanto incómoda.
Resultaba que toneladas de comida, ropa y otros suministros de caridad simplemente se habían... esfumado.
-¿Entonces? —El auxiliar a cargo se cruzó de brazos, mirando al encargado con una expresión de desconfianza.
-Ah... bueno, se... pararon y se fueron volando —dijo el encargado, sin parpadear siquiera.
-¿Qué?
-Se pararon y se fueron volando —repitió, con la misma seriedad.
Se produjo un silencio incómodo, donde todos intercambiaron miradas sin saber si el hombre hablaba en serio o estaba al borde de una crisis nerviosa.
-¿Estoy despedido? —preguntó el encargado, con una pequeña esperanza.
-No, solo te ascenderemos. —suspiró el auxiliar.
-¿¡Enserio!? — Preguntó una vez más sin creer.
-Si, pero a cliente. — Dijo, llevándose la mano a la frente.
En la esquina, otro de los auxiliares murmuró:
-Era más convincente culpar al culto de Axis...
***
Grandes contenedores surcaban el cielo a pocos metros de Kazuma, flotando con una extraña gracia, casi como si fueran aeronaves.
Y por supuesto, él estaba sentado en una de ellas, con los pies colgando al borde mientras controlaba pacientemente las fuerzas vectoriales del aire.
*Suspiro*
'No quita el hecho de que siempre el viaje sea algo largo...'
Aunque pudiese avanzar a grandes velocidades, temía que las cargas no soporten la fuerza centrífuga de la misma.
-También está el hecho de que Eris me va a matar si se llega a enterar...
[-Pero bueno, como dicen por ahí: Es legal siempre y cuando no te descubran.]
'... Realmente pienso que esa declaración tiene muchísimos problemas' Espetó Control en un murmuro para si.
Tan pronto como Kazuma descendió el nivel, bandadas de aves se unieron a su vuelo, creando una especie de formación en el cielo.
Era un espectáculo pacífico, y a medida que atravesaba las nubes, las veía disiparse a su alrededor, dejando al descubierto extensos pastizales y carreteras que serpenteaban entre montañas como arterias.
Por un momento, se permitió disfrutar de la vista. Había algo en ese paisaje que se sentía... casi como un respiro de su propio mundo.
Ante tal paisaje una pequeña sonrisa se trazó en Kazuma.
Pero aquella se perdió rápidamente al recordar qué este no era su hogar.
Miró a su alrededor, sacando cuentas mentales.
'Considerando que serán dos meses... Ropa, comida, y necesidades básicas...'
El simple hecho de pensar en el reto de mantener a setecientos investigadores lejos de un hogar real y sin una vuelta a la vida que conocían, lo hizo entrecerrar los ojos en cansancio.
Aquellos cargamentos de alimentos y suministros no durarían ni un mes. Había pocas opciones, y todas eran sombrías.
'Si realmente me pongo a pensar en lo que está bien y mal a estas alturas... Estaría cavando mi propia tumba.'
Una nube que estorbaba en su camino se interpuso en su visión.
Fush!
Con el simple abanicar de su mano, el cielo alrededor de él se despejó en un auténtico verano.
Más allá de los rayos solares, Kazuma notó una ciudad.
-Supongo qué no hay de otra...
***
Mamá...
Papá...
Sé que ya es demasiado tarde para decirlo, pero su hijo está a punto de abandonar, de verdad, cualquier vida ordinaria o tranquila.
Tal vez seguir hablando conmigo mismo se volvió una costumbre; quizás es una especie de ancla para no perderme del todo, para no disolverme en esta maraña de acontecimientos y sucesos.
La brisa me acaricia la cara y el paisaje es perfecto: praderas verdes, la carretera serpenteando bajo mí. Pero toda esta belleza no me toca.
La única emoción que realmente siento es una decisión fría y firme, oscura como el núcleo de una estrella lejana. Esta determinación me define más de lo que alguna vez creí.
A estas alturas, no hay palabras que describan lo que sucede dentro de mí.
He tratado de enfrentar mis problemas como cualquier otro, he manchado mis manos una y otra vez para no cruzar ciertos límites... Pero esos límites no son más que grilletes que yo mismo elegí ponerme.
Y si esos grilletes son solo mi propia ilusión... entonces ahora los romperé.
Abrazaré tanto lo bueno como lo malo de mi existencia.
Asumiré las consecuencias de seguir viviendo bajo mi deseo egoísta.
En este momento, lo único que importa es regresar a casa, y, si para lograrlo, debo aceptar completamente lo que soy, entonces lo haré.
Soy un programa. Ni más, ni menos que eso.
Todavía permaneciendo en ese estado de ingravidez, evalué a cada una de las personas de la ciudad. Por alguna razón podía entender y a la vez no lo que quería hacer.
Observé el mundo espiritual, el otro plano que rodeaba la ciudad. Todos esos hilos translucidos se mueven con el mecer de la brisa.
Aparte de ser lo que conecta su alma, estos hilos... son el vínculo entre su voluntad y el mundo que los rodea.
Extendí una mano agarrando el sinfín de hilos espirituales y, al activar el programa Control, mis sentidos se expandieron.
***
Soy un bebé en brazos de mi madre que sostiene su teléfono en una mano y un colgante de plata en la otra.
Mis dedos se estiran hacia el colgante, tirando de él con fuerza. Al tiempo que le pido a mi madre tan distraída alimentarme.
Ella sonríe con algo de cansancio mientras extiendo mis manos pidiendo el manjar que me espera.
Soy una mujer en un supermercado, miro el carrito lleno de víveres que no puedo pagar completamente.
Mi respiración se acelera cuando miro hacia los lados y, antes de que me dé cuenta, el impulso me ganó, mis dedos alcanzaron una lata de conservas que escondo en el bolsillo de mi abrigo.
Me siento culpable, y al mismo tiempo... justificada. Je, nadie me vio.
Soy el guardia de seguridad en la puerta, un hombre con un vientre abultado, junto con una camisa blanca apretada.
Mi tarea, cuidar que estos pasillos se mantengan "seguros".
Miro a la mujer de reojo, su piel tiene el rastro distinguido del cálido del sur. Lo entiendo enseguida: otro extranjero de los distritos alejados, probablemente al margen de las normas, como he visto tantas veces.
Pinches negros... ¿Eh? ¿Qué es este vocablo que acabo de usar?
Bah~~ La mayoría ni debería entrar aquí, pienso. Y ahora, ahí está ella, con algo en el abrigo. Esperaré a que salga. Puedo hacer la vista gorda... Pero la detendré y esperaré a las autoridades.
Claro, si ella se porta amable conmigo, creo que podríamos llegar a un acuerdo en mi oficina... Nadie lo sabrá, y hace tiempo que quiero desestresarme.
Soy una especie de crussader, con una armadura que brilla al reflejo de los drones de patrulla.
Agh... ¿No podrían inventar una versión de esta armadura con aire acondicionado? ¡Maldita sea!, dije en voz alta al tiempo que limpiaba mi frente sudorosa.
En mi pulsera digital aparece un mapa en tiempo real, y sigo las huellas de un objetivo marcado en rojo... Carajo, seguramente es otro vagabundo cagando en la estación.
Mis pasos resuenan en las calles mientras chasqueo mi lengua, lo que hace uno por dinero extra... ¡Esto es trabajo de la policía, no jodan!
Pero aun así, entre quejas no retrocedo; tengo un trabajo que hacer.
Estoy en una oficina, ajustando un maletín lleno de documentos y una tarjeta de crédito.
Mis dedos tamborilean sobre el teclado, dudando. Miro de reojo hacia la puerta cerrada, y la tentación me susurra que haga una transferencia "temporal".
Tch, mi esposa... o esa bruja que tengo en casa me matará como se entere que gasté la hipoteca de nuestra casa en un casino cuando estuve en Elroad.... Espera, ¡¿Elroad?!
Como sea, es solo un préstamo, prometí muy en el fondo tranquilizando mi mente.
Esto será hasta que pueda devolverlo sin que nadie se entere... No hay nada de malo.
Toco la guitarra de siete cuerdas junto a la fuente en la plaza municipal.
Uso mi cuchillo y tenedor para cortar el bistec.
En la catedral, describo las enseñanzas de la Diosa Eris a los creyentes.
Qué buena está la hermana... Agradecido con el que hizo estos uniformes su trasero se nota demasiado... ¡No, no, espera! ¡Concéntrate!
Consigo el nuevo vestido que había estado deseando durante tanto tiempo, y no puedo esperar para cambiarme.
Sniff
Sniff
¡El señor bigotes se orinó mi vestido nuevo! ¡Qué asco, que asco!
Avanzo con mis cuatro patas mientras un niño me persigue.
Río a carcajadas mientras tambaleo jugando con una especie de canino...
Yo era cada persona a lo largo de esa ciudad, y ellos eran extensiones de mi propia consciencia.
Soy todos, y a la vez soy uno.
Podía ver a través de sus ojos, respirar con sus pulmones, y pensar con sus pensamientos.
Cada movimiento, cada acción tomada, fluía por esta conexión. Esta "Red" Sabía que, a pesar de sentirme parte de ellos, aún era yo mismo.
Podía sentir la diferencia, la chispa de individualidad que me recordaba quién era realmente.
Sí no habría colapsado en ese mar de datos cuando activé Mimo, entonces seguiría siendo errado del cómo funciona la realidad, del cómo trabaja cada persona de forma individual.
Pero hoy, soy consciente de ello. ¿Tal vez esto es lo bueno de no depender de ASM? No... Todavía estoy demasiado lejos para hacer lo que hace ella.
Antepuse mi voluntad en cada mente, susurrando órdenes en cada oído, entrelazando mi deseo con sus propios pensamientos.
"Tómenlo todo", les susurré en silencio.
"Dejen todo lo útil en el centro de la ciudad: artilugios mágicos, alimentos, suministros, cualquier cosa que pueda ser necesaria."
Los camioneros giraron el volante sin pestañear, cambiando de rumbo y aparcando sus vehículos como si fuera parte de su rutina diaria.
Estos cargaron cajas, bajaron paquetes, y dejaron todo en el lugar preciso, sin una pizca de duda o resistencia.
Y así la marea de susurros siguió y siguió, guiando a cada ser viviente de esa ciudad hacia "mi" objetivo.
***
La mente y el cuerpo de Kazuma por un momento parecieron disociarse en innumerables personas. Tenían sus propias preferencias, personalidades, determinación y destinos.
Una cosa podría tener muchos nombres, pero su auténtica naturaleza no cambiaría.
Hace tiempo vio y vivió las memorias tanto de Kazuki Kazami y Lelouch Lamperouge, fue consciente del exterminio de las almas en Elroad, y fue invadido por esa gran cantidad de información desmesurada del programa Mimo.
Todas esas experiencias anteriores, parecían como si lo hubiesen preparado para un momento como este.
Es por eso que ante todo, él sabía que era Kazuma Satou.
La "gente" mientras dejaba las cosas en la plaza central, levantó la cabeza y miró hacía el cielo.
"Ellos" estremecieron, viendo los hilos de los cuerpos espirituales tan ilusorios y delgados, siendo que esa silueta entre las nubes parecía absorber la misma luz que tocaba.
Dos segundos después, el cargamento empezó a elevarse, como si una mano invisible lo recogiera con suavidad. Sin un solo ruido, las cosas de valor se desvanecieron del lugar.
Un instante después, muchos de los presentes parpadearon. Incrédulos, ¿Estaban haciendo algo en ese lugar? Tal sensación era la misma cuando ibas a la cocina y de repente se te olvidaba a lo que ibas.
Sin duda, la razón no había explicación, no había respuesta alguna.
***
Piso doce — Mazmorra más profunda del mundo.
*Jadeo*
*Jadeo*
A través de la oscuridad, solo se escuchaban los jadeos y los pasos apresurados de los aventureros.
Estaban atrapados en una carrera frenética, perseguidos por una criatura invisible que acechaba en las sombras.
-¿Cómo terminaron las cosas así? —murmuró Gil, con desesperación.
El monstruo parecía estar más cerca a cada instante, y el terror en sus ojos reflejaba la gravedad de la situación.
-¡M-maldición, ya nos alcanzó! —gritó, su voz vaciló al dirigirse a su compañera—. ¡Stella! ¿Estás segura de que no queda ningún pergamino de Flash? ¡Si logramos cegarlo una vez más...!
-¡No queda nada! ¡Usamos el último justo ahora! —respondió Stella con angustia.
A unos pasos de ellos, Gain corría en la retaguardia, con una bolsa llena de tesoros sobre el hombro. A cada paso, sus lágrimas se mezclaban con el sudor.
-¡Tanto esfuerzo para conseguir este botín! —exclamó entre sollozos—. ¡¡No puede terminar así!!
La única luz en ese tramo del calabozo provenía de una linterna tenue que apenas rompía la oscuridad.
Los aventureros no estaban preparados para este nivel, solo hace unas semanas habían alcanzado el piso doce, después de medio año de cautelosa exploración obviamente.
Después de todo, contaban con drones de ayuda y otros aparatos que le permitían barrer fácilmente los primeros pisos.
Pero tras esa aparente victoria, su guardia se había quebrado.
Definitivamente, tras ver ese monstruo romper a sus bots con arcanos de la última generación, comprendieron que no estaban listos para la oscuridad que cubría el piso trece, ni para los monstruos que aguardaban en sus sombras.
Aquí, las criaturas no eran como las de la superficie, estas absorbían maná del propio calabozo, un aire denso y letal que nacía en las profundidades de la mazmorra.
Cuanto más abajo, más poderosa era el maná, y los monstruos que dependían de ella se volvían más fuertes y feroces.
-¡La escalera al piso doce está justo adelante! —gritó Gil, intentando convencerse a sí mismo tanto como a sus compañeros—. ¡Ese monstruo no nos seguirá a donde no haya suficiente maná en el aire! ¡Estaremos a salvos en el piso superior!
La verdad era mucho más desesperante.
En la emboscada, habían perdido el último elemento de barrera, era esencial para profundizar en la mazmorra, y, con él, la bolsa con comida y suministros.
Incluso si lograban escapar, salir de la mazmorra sería una tarea casi imposible.
Pero no quedaba otra opción. Morir a manos de esa cosa era una alternativa mucho peor.
La esperanza se desmoronó de golpe cuando un grito desgarrador resonó detrás de ellos.
-¡Aaahhh!
Gain tropezó, y los tesoros que llevaba cayeron al suelo, dispersándose en todas direcciones.
Fue entonces cuando una mano oscura surgió de las sombras, envolviendo a Gain y arrastrándolo hacia la oscuridad.
Todos se detuvieron. No podían dejar a su compañero atrás.
Del fondo del corredor, un sonido gélido de algo que se arrastraba en el suelo llenaba el espacio.
La criatura estaba cerca, avanzando con rapidez inminente, junto con una presencia opresiva.
Gil apretó los puños y miró a Stella con una determinación desesperada.
-Parece que al fin se decidió a mostrarse —dijo, esforzándose por sonar firme—. ¡No queda elección, Stella! ¡Prepara tu magia! ¡Le daremos una explosión para aturdirlo y aprovechamos para escapar!
Pero, antes de que Stella pudiera hacer nada, otro sonido se unió a la cacofonía. Eran pasos lentos y pesados que provenían de la dirección opuesta.
Gil tragó en seco y miró a sus compañeros con ojos desesperados.
'Oh, dioses...'
-¡¡Stella, hagamos que esta criatura no tenga la intención de jugar con nosotros!!
Finalmente, la criatura tras ellos fue la primera en revelarse para mostrar...
-Ah, mira no más... Todavía hay gente por aquí —murmuró Kazuma sin siquiera levantar la vista de la pantalla del teléfono.
¿Cómo describir la escena? un chico castaño, sin armas ni armadura, se paseaba por la mazmorra más peligrosa del mundo como si estuviera de excursión en el parque.
Bip. Bip. Bip.
Detrás de él, una fila de montacargas se desplazaba como en un desfile, llevando enormes contenedores y moviéndose a un ritmo metódico.
-¡A-atrás! ¡Atrás! ¡Mantengan la distancia, por favor! —gritó un hombre desde las sombras, quien parecía ser uno de los investigadores que lo seguía.
El hombre hacía gestos para guiar a los que venían detrás, y su linterna oscilaba mientras esquivaba las esquinas y de la mazmorra.
-¿Eh? X4 —Exclamaron los aventureros.
Sin embargo, Gil fue el primero en sacudirse el asombro. Con el rostro aún blanco de terror, empezó a gritar:
-¡Es peligroso! ¡Deberían correr también! ¡O esa cosa... esa cosa nos va a atrapa–!
Detrás de ellos, la criatura que los había acosado hasta hace un momento saltó hacia adelante, con la hostilidad de un depredador.
Pero, de repente, la criatura se quedó quieta. Kazuma apenas lo miró y suspiró.
-Otro Hell Neroid —murmuró casual, llevándose la mano a la sien.—. Oye, Regina, dile a la lagartija que se le escapó otro, anda. No me hagas bajar allá y patearle el culo.
-¿T-tiene señal aquí abajo? —preguntó Stella, todavía tratando de procesar la situación.
-Aunque use magia de comunicación, el maná debería obstruirla... ¿no? —añadió otro, sin entender nada.
Kazuma terminó la "llamada" y miró de reojo al Hell Neroid, que se acercaba a él como un gato mansito.
-[Death] —dijo Kazuma, formando un gesto de pistola con la mano.
Un destello de energía negra explotó desde sus dedos, y el Hell Neroid desapareció en una ráfaga de luz oscura.
-Hah~ Otro del tipo parasito... Esto no será la antesala de un arco de guerra con el infierno, ¿verdad? —dijo, suspirando mientras se rascaba la cabeza.
Sin darles tiempo para reaccionar, Kazuma hizo otro gesto, y rayos rojos salieron de su cuerpo.
Fuush!
De repente, Gain, quien había sido capturado por el monstruo, fue traído hacia la luz.
La herida en su hombro comenzó a cerrarse frente a los ojos incrédulos de sus compañeros.
-¡I-imposible! ¡Ni siquiera parece magia de recuperación!
-¿Qué...? ¡Su herida...! —exclamó uno, al borde de la histeria.
Zaappp!
Justo entonces, un rayo de energía explotó hacia abajo, perforando con precisión varios pisos. La onda expansiva hizo que el corazón de todos los presentes se acelerara.
Kazuma, claramente molesto, se asomó por el borde del agujero y gritó:
-¡Oigan, parvada de imbéciles! ¿¡Qué demonios les pasa!? ¿Quieren que se nos venga el techo encima o qué?
-¡Perdón, jefe! ¡Regina-sama presionó el botón equivocado! —se escucharon voces a lo lejos.
De repente, una serie de luces y antorchas se encendieron, iluminando el vasto corredor de la mazmorra, lo suficiente como para que los aventureros observaran asombrados, la impresionante amplitud del lugar.
Al parecer, la mazmorra más peligrosa del mundo también tenía pasillos grandes como para acomodar no solo dragones... sino una fila de montacargas, obreros, y monstruos en pleno turno de obra.
Una legión de trabajadores comenzó a aparecer por todos lados.
Para sorpresa de los aventureros, los empleados eran los mismos monstruos que hasta hace un rato habían intentado devorarlos vivos y que ahora parecían, trabajadores ordinarios.
-¡Rápido, rápido! ¡El que no termina no cena! —gritó Kazuma.
Un ogro enorme pasó junto a él, luciendo un casco que parecía minúsculo sobre su cabeza, mientras cargaba un par de vigas como si fueran plumas.
-¿Ese es... el ogro que casi nos despedaza? —susurró Gil, todavía incrédulo.
-¿Y ahora es un trabajador explotado...? —respondió Stella, mirando cómo el ogro se detenía un momento para beber de una cantimplora.
-¡Tú, la mocosa de las seis patas! —señaló a una niña con aspecto de araña gigante—. Sí, sí, tú, la que me mira como si quisiera comerme. Ayuda con la demolición de la columna oeste, ¿entendido?
La araña gigante soltó un leve gruñido, pero obedeció, acercándose a la columna y comenzando a golpearla con sus patas como si fuera un ejercicio de rutina.
-¿Qué les dije de andar metiendo marihuana en nuestras cantimploras? —preguntó Stella con los ojos muy abiertos.
Sabían que este "joven" definitivamente no era humano, pero salvó sus vidas.
Entonces, bajo ese pensamiento debían agradecerle a esta persona por haberlos salvado de cierta manera.
Kazuma, viendo el montón de aventureros atónitos, frunció el ceño y arrojó un maletín frente al grupo, que se abrió mostrando una cantidad de provisiones que los dejó boquiabiertos.
-Aquí tienen pociones medicinales, piedras de barrera y algo de comida —les dijo con una sonrisa medio arrogante—. Miren ese círculo de teletransportación de allá. Será mejor que lo usen, ¿no?
La mayoría de ellos dudó al principio, asombrados de la suerte que parecía acompañarlos de pronto.
-Esto es un sueño, ¿verdad? —preguntó Gil, todavía incrédulo.
¿Quién era este joven?
Él apareció en el momento más desesperante, domó a los monstruos de la mazmorra como si nada, y tras de eso tiene a las mismas bestias trabajando para él.
Y encima, les otorgaba los elementos más adecuados para llegar a una ciudad, y tras de eso con un botín que podían vivir felizmente por casi el resto de sus vidas.
Gain fue el primero en ceder. Con lágrimas en los ojos, cayó de rodillas y extendió una mano temblorosa hacia Kazuma, tomándola con devoción.
-¿E-eres el papu de papus...?
-¿Él qué? —Preguntó Kazuma confundido.
Plam!
Stella apartó a Gain rápidamente, mientras Gil, siendo el más racional, también cayó a los pies de Kazuma, juntando las manos en gesto de súplica.
-¿Eres... un dios?
Kazuma los miró con los ojos en blanco, como si el cansancio le estuviera ganando.
-Eh... Más o menos. En fin, no vuelvan por aquí. ¿Vale?
Bizhum!
Sin esperar una respuesta, Kazuma dio un paso atrás, mientras el círculo de teletransportación comenzaba a brillar y envolverlos en una luz violeta.
La última imagen que Gain vio antes de desaparecer fue la figura de Kazuma alejándose, indiferente.
-Oh, dios sin nombre... —murmuró Gain, visiblemente emocionado—. gracias desde el fondo de mi corazón.
***
Mazmorra más profunda del mundo — Piso 20 (Último piso)
En medio de aquella improvisada sala de planificación, Regina asentía con entusiasmo, deslizando su dedo por el mapa abierto sobre la mesa.
-¡Este lugar es perfecto! —exclamó, casi perdiéndose en sus pensamientos—. Si fabricamos generadores de energía... ¡No, mejor aún! Podemos aprovechar la arcana que emanan estos pisos y reducir los costos. ¡Es genial!
-Estás bastante emocionada, ¿no? —preguntó Kazuma, mirando el brillo en los ojos de Regina.
Ella tosió, incómoda, y apartó un mechón de cabello de su rostro mientras desviaba la mirada.
-¡Coff! No te equivoques. Solo hago esto porque, de alguna manera, no me queda otra, ¿entendido?
-Ush, que amargada... —murmuró Kazuma con expresión indiferente.
Su atención se dirigió a la decoración del lugar.
-Oye, ¿no se supone que alguien ya vive aquí?
-¿Eh? ¿A qué te refieres? —preguntó Regina, siguiendo la mirada de Kazuma.
Al final de la sala, entre columnas y grabados oscuros, se alzaba un trono ostentoso y decorado con símbolos un tanto amenazantes, justo como uno esperaría del "jefe final" de una mazmorra.
-Bueno, ahora que lo mencionas... sí. Este sitio tiene cierta conexión con el infierno, y probablemente por eso hay tanta arcana acumulada aquí. Pero Kalameet no mencionó nada sobre un dueño, así que... supongo que estamos bien —dijo Regina, encogiéndose de hombros.
-¿La arcana es esa niebla pesada? Ah... pensé que solo olía a demonio mohoso aquí.
Regina le lanzó una mirada escéptica y luego suspiró, como si explicarle fuera una tarea titánica.
-A diferencia del maná, que fluye en la naturaleza y mantiene el equilibrio, la arcana surge en sitios donde el equilibrio está roto, como este. Se usa para cosas bastante más... intensas, como invocaciones infernales. Aunque potente, la arcana también es inestable.
Kazuma asintió lentamente.
-Eso explica por qué el lugar parece casi... pegajoso. —Arrugó la nariz.
-El pejelagarto absorbe buena parte de la energía aquí, y gracias a los auxiliares, el resto podemos movernos como si fuera un sitio común —explicó Regina.
-¡¡DEJEN DE LLAMARME LAGARTO!!
La voz de Kalameet, furiosa resonó desde uno de los pisos superiores, sacudiendo ligeramente el lugar.
Regina se tapó su cabeza esperando que el techo no se les viniera encima, mientras Kazuma ni se molestó en observar arriba, como si este tipo de interrupciones ya fuera parte de la rutina.
Kazuma echó un vistazo alrededor y dio un paso hacia adelante, tomando una decisión.
-En fin. Vamos a demolerlo todo y empezar de cero. Ah, y te encargarás de organizar quién duerme dónde —dijo, como si fuera lo más lógico del mundo.
Regina parpadeó, incrédula.
-¿¡Yo!? ¿Pretendes que pase todo el día aquí, rodeada de... cosas raras? —protestó, horrorizada.
Kazuma soltó una sonrisa burlona.
-Bueno, entonces tú decides. O te encargas, o... puedes dormir colgada en el perchero, o apretujada en un maletero.
Obviamente Kazuma no metió a Regina en la misma habitación que Megumin, más bien... Este la empacó en una bolsa y la dejo fuera de la habitación.
-¡Ese no es el punto! —resopló ella, exasperada—. ¡No puedes ir destruyendo y construyendo a lo loco! Hay que planificar, ver el tema de las bestias salvajes, organizar los recursos, y... ¡Oye, ¿me estás escuchando?!
Pero Kazuma ya no estaba prestando atención. Había notado algo más allá de Regina, algo que había estado observándolos desde las sombras.
-Vaya, vaya... parece que finalmente alguien tiene la percepción suficiente para notar mi presencia —dijo una voz profunda y temblorosa.
Las sombras comenzaron a revolverse lentamente, hasta que una figura humanoide emergió de ellas.
Era un hombre de aspecto mayor, envuelto en una capa negra con colmillos prominentes y una mirada severa que intentaba proyectar autoridad.
-Yo, mortal —Como si llevara siglos de historias en cada sílaba, el vampiro habló.—. No muchos pueden ver a través del manto de sombras de un vampiro tan... experimentado como yo. Has demostrado gran percepción, joven.
-... ¿Tienes ajo? —preguntó Kazuma a Regina.
El vampiro frunció el ceño, ofendido.
-¡Ah, los jóvenes de hoy en día! ¡Soy el amo de esta mazmorra! —declaró con dignidad—. He dedicado siglos de esfuerzo y dedicación, cuidando cada pasadizo, cada criatura. ¡Soy el rey de los no muertos! Mi longeva existencia me ha otorgado un poder más allá de tu entendimiento, joven imprudente... yo...
KA—BOOM!!
Una explosión resonó de repente en la mazmorra, sacudiendo el suelo bajo sus pies y cubriendo al vampiro en polvo y escombros.
CRASH!
Una sección de la pared colapsó, dejando un boquete enorme mientras nubes de polvo se arremolinaban alrededor de su capa negra.
-¡Iniciamos la demolición, todos aléjense de la estructura! —gritó un trabajador desde el pasillo, ajustándose el casco y moviendo la linterna hacia el boquete.
-¡Oh, cielos! ¡No, no, no! ¡¿Qué hacen con mi casa?! —el vampiro agitó las manos, intentando en vano sacudir el polvo de su capa.
KA—BOOM!!
Otra explosión sacudió la mazmorra. Esta vez, una parte del techo cayó, destrozando el antiguo trono del vampiro en mil pedazos.
-¡¿Qué hacen?! ¡¿Por qué hay tanta gente aquí?! ¡Ese techo y esa pared... me llevó décadas...! ¡décadas construirlos! —gimió el vampiro, visiblemente al borde de un colapso.
Kazuma, con una expresión indiferente, observó el desastre y le dio unas palmaditas en la espalda al anciano vampiro.
-Tranquilo, abuelo. Solo estamos haciendo unas cuantas reformas. Tú quédate quieto.
-¿Con el permiso de quién, chamaco miado? —gruñó el vampiro—. ¡En mis tiempos uno se enfrentaba al jefe de la mazmorra, como correspondía, con valentía! No se venía a destrozar sin más... ¡Ah! ¿¡Que acaso los jóvenes de hoy en día son así de irrespetuosos!? Ustedes no tienen ni modales...
-¿Eh...? ¿Te encuentras bien?
De repente, el vampiro se tambaleó, llevándose una mano al pecho y desplomándose al suelo en convulsiones.
-¿Se le puede dar una coca a un vampiro?
-¡Está convulsionando! ¡No es eso!
-¿Y los vampiros pueden sufrir ataques cardíacos?—preguntó Kazuma con una ceja levantada.
-Eh... No que yo sepa —respondió Regina, observando al vampiro con curiosidad.
Mientras el vampiro seguía revolcándose, Regina chasqueó los dedos, dándose cuenta de algo.
-¡Oh! Claro, es la falta de arcana. Él dependía de esta energía para mantenerse "activo." Sin ella... es como si estuviera quedándose sin sangre.
El vampiro gimió débilmente desde el suelo.
-Oh, mi pobre... mi pobre calabozo...
Kazuma miró al vampiro con algo de lástima.
-Dime, abuelo —dijo, inclinándose hacia él—. ¿Quieres seguir viviendo?
El vampiro, al escuchar eso, suspiró con melancolía, sacando un pañuelo de su bolsillo para secarse las "lágrimas".
-Pues... soy solo un simple vampiro, joven. Uno que debió saber cuándo retirarse... Quizá debí haber dejado este lugar hace cien años y retirarme al campo... vivir tranquilo cultivando tomates.
Mientras la agonía de falta de vitalidad lo envolvía, un tono nostálgico se apoderaba de su voz.
[-Un vampiro anciano que vende tomates en el campo, ¿eh?]
'Un vampiro que odia el sol trabajando en el campo también es algo de lo que hablar, pero...' Pensó.
-Mira, abuelo, ¿si te doy un poco de sangre podrías moverte otra vez o prefieres irte al cielo de los vegetales?
-T-tendría que ser mucha sangre... me he acostumbrado a la arcana durante tanto tiempo que ya no tengo reservas.
Kazuma observó al vampiro, luego dirigió su mirada hacia Regina, que ya empezaba a sacudir la cabeza con vehemencia.
-¡Ah, no, no, no! ¡Conmigo no cuentes! ¿No recuerdas? ¡No tengo cuerpo, torpe! —replicó.
Viendo que aquella opción había quedado descartada, se rascó la barbilla buscando otra alternativa.
[-Realmente no quiero ponerme a experimentar de cuanto aguante este cuerpo sin los programas... ¿Qué debería hacer?]
'Ah, lo tengo.'
*Silbido*
Kazuma emitió un fuerte silbido, y en un abrir y cerrar de ojos, la sombra de Kalameet aterrizó pesadamente, quien con el ceño fruncido observó el lugar.
-¿Otra vez qué demonios quieres? —gruñó el dragón, acercándose a Kazuma. Pero al mirar al vampiro en el suelo, ladeó la cabeza—. Oye, ¿qué es esto? ¿Una broma de mal gusto?
Kazuma le sonrió y, tomándolo firmemente de la nuca, lo acercó al vampiro.
-Viejo, ¿te apetece la sangre de un dios dragón?
Kalameet parpadeó, y en unos segundos su rostro pasó a ser de pánico.
- ¿¡QUÉ!? ¡Por la gran jerarquía dragónica, exijo que me sueltes, humano! ¡Soy Kalameet, rey de los dragones! ¡Soy una deidad para mi especie y un apocalipsis viviente para las demás formas de vidas inferiores de este planeta!
El vampiro se incorporó de un salto, con los ojos brillando y los colmillos destellando.
-Itadakimasu... —susurró, juntando las manos en señal de gratitud.
Trskk!
Kazuma había desactivado la capacidad de absorción de Kalameet momentáneamente, dejando al dragón impotente.
Kalameet miró a Kazuma con una súplica desesperada.
-Espera, espera, ¡insecto, no me hagas esto! ¡Conmigo no! ¡Mi sangre es de gran valor! ¡Duele, te lo digo! ¡Ese bicho que pretende ser anciano me va a dejar marca, por favor, por favor! ¡¡NOOOOOOOOOOOOOOO!!
***
Kazuma observó al vampiro, quien ahora lucía significativamente más rejuvenecido gracias a la sangre del dragón.
-Cuando decían que comer partes de un monstruo poderoso daba beneficios, pensé que era un mito para hacer gastar a los nobles —comentó Kazuma.
[-Si tuviera que hacer los cálculos... Ahora se le podría comparar o incluso superar a Wiz, pero siendo un poquito inferior a Vanir.]
Regina frunció el ceño, ajustándose las gafas.
-Por supuesto que es cierto —respondió, como si fuera obvio—. ¿Cómo crees que los nobles se diferencian de la gente común? Consumen solo lo mejor de criaturas exóticas y poderosas. Por eso parecen... especiales.
-¿De dónde sacaste esos lentes? Yo también he tratado con nobles, ¿sabes? No necesito una clase de etiqueta. —Kazuma giró la mirada hacia el vampiro—. Por cierto, viejo... aunque ya no te ves tan viejo. ¿Tu nombre es Charlie, verdad? Dame tu capa.
El vampiro parpadeó, sorprendido ante la demanda, y luego se encogió de hombros con resignación.
-¿Eh...? Supongo que ya no me importa mucho. Solo la usaba para atravesar obstáculos y esconderme cuando quería tomar una siesta sin que me molestaran.
Mientras los dos jóvenes intercambiaban palabras, un irritado Kalameet se sobaba el cuello al tiempo que se alejaba de la escena, claramente molesto por lo ocurrido.
-No dejaré pasar esta humillación... ¡Te voy a matar a la mínima que pueda, humano arrogante! —amenazó, lanzando una mirada asesina en dirección a Kazuma.
-También se te agradece, iguana. —contestó Kazuma con una sonrisa burlona, alzando la capa de Charlie como si se tratara de un trofeo.
El comentario fue la gota que derramó el vaso para Kalameet, quien, lleno de furia, rugió:
-¡¡SOY UN DRAGÓN!!
Una llamarada furiosa brotó de su boca, iluminando el lugar y provocando que la temperatura subiera varios grados.
Con un último resoplido, el ofendido dragón se giró y se alejó con dignidad, aunque seguía murmurando sobre "darle una lección" a Kazuma.
El castaño metió en su dimensión de bolsillo la capa de Charlie, al tiempo que captó como este ultimo lo miraba con gratitud.
-Joven héroe... o mejor dicho, Kazuma-sama —dijo el vampiro con una reverencia.—. Me has salvado de una debilidad que me atormentaba desde hace siglos. No sé cómo podré pagar semejante bondad.
[-¿No podía chuparle la sangre a un monstruo?]
'¿Realmente quieres hacerme preguntar eso?'
-¿Tienes... zumito? —Kazuma se encogió algo incomodo.
-No, pero si te apetece, tengo té.
Kazuma alzó sus hombros en respuesta, pero de repente. Escuchó un grito de emoción por parte de Regina al notar la marca del té.
-¿¡Té de las montañas de niebla eterna!? —exclamó, visiblemente entusiasmada.—. ¡Es uno de los tés más raros y exquisitos! ¡E-esto si que no me lo pierdo!
-¿Y a ti quien te invitó?
-E... ¿eh?
-Creo que alguien mencionó algo sobre organizar las habitaciones y planificar las reparaciones, ¿no? —Kazuma la miró, alzando una ceja.
-M-me vas a... ¿Me vas a hacer perderme un té legendario solo para ordenar este lugar lleno de polvo?
-Si, y si lo haces bien, quizás hasta te traiga una taza... fría, claro.
-¡Demonios!
Regina bufó con indignación y murmurando algo sobre "jefes tiranos" y "explotación", mientras se alejaba visiblemente molesta hacia las zonas en ruinas.
***
Kazuma y Charlie se encontraban cómodamente sentados en una mesa improvisada, con una humeante tetera entre ellos. El vampiro le sirvió una taza con sumo cuidado.
Charlie dio un sorbo primero y suspiró con deleite.
-Ah... el sabor sigue igual. Me recuerda a los días en los que esta mazmorra era el epicentro de incontables desafíos. Aventureros, nobles... incluso magos poderosos venían aquí, buscando fortuna o... inmortalidad.
Por supuesto, era obvio de que muchos fracasaron en el intento. Y eso se corroboraba con la pila de oro que decoraba toda la habitación.
Kazuma probó el té y sonrió.
-Bueno, perdón por la interrupción... aunque, pensándolo bien, quizás no tanto. —Sonrió despreocupadamente.
Charlie agitó la mano, quitándole importancia.
-Oh, no, no te disculpes. La verdad, no tenía mucho que hacer últimamente. Ni en mis sueños más locos pensé que algún día deidades como ustedes pondrían pie en este humilde dominio.
'Humilde dice... Pero detrás de tu puerta, siento un montón de objetos op.'
El vampiro tomó otro sorbo, inmerso en el sabor de su bebida.
-He defendido estas paredes durante siglos, pero ahora veo que quizás es hora de pasar la antorcha, por así decirlo. ¿Kazuma-sama, quiere usted...?
Plap
De repente, Kazuma se puso de pie y dio una palmada.
-¡Perfecto! ¡Entonces que comience la demolición!
-¿¡Demolición!? —Charlie casi escupió el té mientras lo veía con horror—. ¡Espera, espera, al menos déjame enseñarte mi colección de tesoros, las increíbles recompensas que...!
-Nah, no me interesa.
-¡¡Buffft!!
Charlie escupió el té de verdad esta vez, sus ojos no podían estar más abiertos de la sorpresa.
-¡¿C-c-cómo que no te interesa?! ¡Pasé siglos acumulando estas cosas! ¡Tengo un anillo que potencia cualquier hechizo, una armadura para cruzados nivel leyenda y una espada para sword masters!
Kazuma ya estaba dándole la espalda, a punto de marcharse, cuando se detuvo de nuevo y se giró con una sonrisa tranquila.
-Ah, por cierto, olvídate de irte al campo. A partir de ahora, trabajas para mí.
-... ¿Eh?
En ese momento, Regina regresó, con una libreta cubierta de polvo y un lápiz mordido en mano.
-Ya terminé de hacer los inventarios de... ¡¿Se lo terminaron todo?! —exclamó, horrorizada, mirando la taza vacía en las manos de Kazuma—. ¡Dijiste que me guardarías un poco!
Kazuma sonrió con sorpresa fingida.
-¿Lo dije? Oh... creo que lo olvidé.
Regina, indignada, tiró la libreta al suelo.
-¡Me lleva, maldigo el día en que pise esta tierra!
Kazuma, sin dignarse a darle importancia, continuó su camino hacia la salida, dejando a Regina en pleno berrinche.
Charlie, que seguía procesando el hecho de que ahora tenía un "jefe", finalmente soltó una pregunta en voz alta.
-¿Quién es realmente este tipo...?
-¡¡Un gusano presuntuoso al que me encantaría reducir a cenizas!!
La voz de Kalameet resonó desde uno de los túneles, llena de furia.
Regina, abatida por su taza de té perdida, lagrimeó un poco mientras se hacía bolita en un rincón.
-Pues si nos va a arrastrar a la perdición, que sea en limusina por lo menos... —murmuró con una voz casi al borde del llanto.
Charlie solo pudo dejar que el nerviosismo lo invadiera mientras miraba a sus nuevos y excéntricos compañeros de equipo.
-A... —fue lo único que alcanzó a decir.
'¿En qué me acabo de meter?' pensó, dejando esa pregunta al aire.
***
Ciudad Carmesí — Instituto mágico Red Prison.
La escuela dónde diversos magos carmesís estudian magia, así como una gran cantidad de habilidades y profundización de conocimientos.
Ahora mismo, se le puede comparar a una universidad... Pues las instalaciones ocupan casi toda una montaña.
En serio que no lo digo por exagerar, ¡Literalmente es una montaña!
-Los uniformes no han cambiado mucho.
Murmuré aquello, mientras me acercaba a la entrada.
Bien, supongo que después de todo, todavía se sigue conservando vestigios de mi línea temporal.
[-Es una buena pista a tener en cuenta. Por cierto, pídele al sastre que haga algo con esa capa; está hecha un desastre.]
-Pensaba usar esa cosa, pero de hecho no me sirve. Así que... Tengo un trapeador nuevo.
Después de ese breve recorderis, saqué el teléfono para enviarle un mensaje a Megumin, avisándole que ya había llegado.
Pero entonces, vi la hora en la pantalla del dispositivo.
-Dos de la tarde.
[-¡¿Diez horas en esa mazmorra?!]
-Ngh, t-también estoy sorprendido, ¿Puedes dejar de gritar?
El tiempo había volado, y mientras pensaba en lo intensas que habían sido esas horas, me distraje momentáneamente.
Fue entonces cuando, sin previo aviso, alguien cubrió mis ojos con suavidad desde atrás, presionándose ligeramente contra mi espalda.
-Adivina quien soy~~
Obviamente esa voz correspondía a Megumin.
Contuve un suspiro mientras luchaba con la envidia del Kazuma de este mundo.
Pensé que estaría enojada por mi ligera demora, pero me aliviaba ver que estaba de buen humor.
Con mis ojos aún cubiertos, metí la mano en el bolsillo de mi abrigo y saqué una pequeña caja de chocolates, extendiéndola hacia quien me cubría los ojos.
-Te traje esto.
Sentí que la persona detrás de mí se arrimaba aún más, con una curiosidad evidente, lo que provocó que el suave y creciente peso en mi espalda fuera más... voluptuoso.
[-... Un minuto, ¿Pechos?]
-¡Coff, coff!
Finalmente, mis ojos recuperaron la visión, solo para ver a una Megumin con unas prendas casuales junto a un gorrito de gato mirándome con extrañeza.
-Hasta que decidiste aparecerte. —Dijo ella casi con el impulso de cruzarse de brazos.
-¿Eh...? Si tú estás ahí, entonces... ¿quién...?
-¡Muchas gracias, Kazuma-niisan! —exclamó una voz alegre a mis espaldas—. De verdad que eres un caballero, contrario a lo que habla la tsundere de mi hermana.
La chica que se me había arrimado encima, no se trataba de Megumin, ese mismo tono de voz correspondía al de ella, pero...
-¿Komekko?
Pero no era la niña pequeña de ocho años que recordaba.
-¿De quien más? ¡Soy la futura archimaga más fuerte del mundo y la próxima 11ª Calamidad, Komekko-sama! —exclamó, haciendo una pose dramática.
-No te llames a ti misma calamidad. Eso es de mal augurio. —Regañó Megumin.
Komekko bufó y levantó el mentón, imitando la actitud de una reina.
-Pero nee-chan a sus 14 siempre decía que se convertiría en la próxima reina demonio, ¡Apenas tengo 13, así que puedo aspirar hasta más! ¿Qué diferencia hay?
-¡Eso... eso fue hace cinco años! —replicó Megumin, claramente nerviosa—. ¡De todas maneras, no lo hagas! Aunque... admito que la pose es tú presentación es muy buena.
Mientras las dos hermanas discutían, mis pensamientos vagaban, tratando de asimilar la información.
¿Cinco... Años?
¿Desde cuando pasó tanto tiempo? Llegué a los 16 al mundo, considerando los acontecimientos anteriores, juro que yo tenía 19 años.
Me miré mis manos, estas comenzaron a temblar ligeramente. La sensación de estar en un cuerpo ajeno se intensifico.
Pero rápidamente controlé mis expresiones al recordar quien había sido el culpable.
[-... ¿Ese desgraciado aparte de cambiarme de línea, adelantó el tiempo?]
Intenté mantener la compostura, reprimiendo cualquier señal de alarma, pero no podía dejar de notar ciertos cambios en las personas que me rodeaban...
Especialmente en la chica frente a mí. Sin quererlo, mis ojos recorrieron a esta "nueva" Komekko.
Era casi tan alta como Megumin, y su figura había... evolucionado. Era más curvilínea, y su busto tenía un tamaño que, bueno, ciertamente no esperaba ver en una "Komekko".
[-... ¿Me permites salir?]
¡NO!
Mis pensamientos intrusivos suelen ponerse algo peligrosos, debo mantener la compostura y no caer en la tentac...
[-¿Que acabamos de decir?]
No quiero hablar de eso.
Para empeorar las cosas, Komekko notó mi mirada y me lanzó una sonrisa traviesa.
-Kazuma-niisan, ¿te quedaste embobado? ¿Acaso soy tan impresionante?
Intenté recomponerme de inmediato.
-Ehm... —tosí, desviando la mirada—. Solo estaba... sorprendido, eso es todo. Creciste mucho.
Megumin, torció su ceja en respuesta.
-Pero si vinimos aquí el mes pasado... ¿Sabes qué? Acompáñame, necesito dejar escapar esta tensión.
Para no empeorar las cosas, cambié de tema rápidamente.
-¿Y para que era todo el papeleo?
-Ah, eso... Ya está apunto de graduarse, y había que renovar su matrícula.
Con demasiada confianza, ¡Y COMO SI TODAVIA FUERA UNA NIÑA! Komekko saltó sobre mi espalda y explicó con entusiasmo.
-¡Eso, eso! Pronto podré ir de aventuras con ustedes. ¡Y así podré finalmente derrotar a una Calamidad con mis propias manos! —Dijo ella bajándose de mi espalda.
¿Qué mierdas son las Calamidades? Desde que llegué me andan bombardeando lore que no conozco.
[-Exijo contexto.]
Firsh!
¿Eh? Visión espiritual se activó nuevamente. Mierda, tengo que solucionar este tema.
Al lado de Komekko, un hilo negro se conectaba directamente con su cintura hacia una especie de presencia recostada en un árbol cercano.
Era un demonio, con enormes alas de gárgola, colmillos aterradores, y unos cuernos que lo hacían ver aún más monstruoso. Era una masa de músculos, imponente como un gigante.
-Alguien estuvo dándole al gym, ¿eh? —Murmuré.
[-Su puta madre, ¿es otro archidemonio? ¿Este hilo es la representación de un contrato? ... ¿Y Komekko es la maestra?]
El demonio, notando que lo estaba mirando, me saludó con un leve gesto de la cabeza, como si fuera lo más normal del mundo.
Solo pude parpadear y devolverle el gesto, más por instinto que por otra cosa.
Trskk!!
Una luz morada comenzó a envolvernos, y mis ojos se abrieron como platos cuando noté que Komekko estaba recitando "Teleport" como si fuera un hechizo de uso diario.
-¿Te vas a quedar ahí parado o qué? —Megumin me miró de reojo, adelantándose.—. Llegaste tarde, así que ahora tendrás que acompañarme a liberar algo de estrés.
Lo sabía. Eso significaba que iba a lanzar su magia explosiva en algún rincón desolado.
Aunque, a decir verdad, ya había perdido las esperanzas de que alguna vez "liberar el estrés" significara algo más lascivo entre nosotros.
-¡Kazuma-niisan, nee-chan, ¿listos?! —insistió Komekko alegremente, reanudando su recitación de teleportación sin esperar respuesta.
[-Admito que me está costando seguir el ritmo...]
***
Residencia de la familia de Megumin — Sala de estar.
La tarde había avanzado con notoriedad, Afuera, el sol comenzaba a bajar, tiñendo el cielo de un suave tono anaranjado, mientras que el reloj en la pared marcaba casi las cinco de la tarde.
-¡Nee-chan... Tengo hambre! ¿Podrías darme algo de comer?
-Si sigues comiendo de esa manera, vas a engordar.
Megumin suspiró mientras revolvía la sartén y echaba un vistazo a Komekko, quien ya le pedía la tercera merienda del día.
-No es bueno que la estés mimando tanto, Megumin —comentó Darkness desde la mesa, con la vista pegada a la pantalla de su laptop.
-Es solo un bocadillo —respondió Megumin—. Por cierto, ¿Has visto a Kazuma?
-Salió un rato —intervino Komekko.
-¿Eh? —murmuró Megumin, un poco molesta—. ¿Otra vez?
Mientras Megumin continuaba cocinando, Darkness, algo inquieta, apretó unas teclas en su computadora.
La pantalla se iluminó, y después de unos segundos, apareció la imagen de Rain al otro lado de la videollamada.
-Saludos, Lalatina-dono. Me alegra que seas tan puntual —dijo Rain, sonriendo con cortesía.
-No tienes por qué ser tan formal, nos vemos casi todos los días —respondió Darkness, sonriendo también.
-¡¡Lalatinaaa!! —gritó de repente una voz familiar al fondo.
Una Iris de aspecto un poco más maduro, pero conservando buena parte de su personalidad entusiasta, saludó desde las espaldas de Rain.
-En un gusto verla nuevamente, Iris-sama.
-¿Está Kazuma-niisama por ahí? He intentado enviarle mensajes, pero estas dos locas no me dejan... —dijo Iris, lanzando una mirada de frustración a su alrededor.
-¡Iris-sama! Por favor, compórtese —dijo Claire, apareciendo a su lado y tratando de quitarle el teléfono—. No es apropiado invitar a Kazuma-dono de manera tan... efusiva.
Iris rodó los ojos y retrocedió para sentarse en la cama, claramente irritada.
-Disculpa a la princesa, últimamente ha estado pasando por muchos cambios de humor. —Dijo Rain en un tono de disculpa.
-¡No creas qué no sé lo que significa! ¡Sigo aquí! ¿Saben?
-¡Es por eso mismo que le prohibí cualquier interacción con ese... Satou Kazuma! —resonó la voz de Claire, regañando a Iris con firmeza mientras trataba de apartarle el teléfono—. ¡Y, por favor, no se pegue tanto al móvil! ¡Es malo para la vista!
Darkness observaba la escena con una sonrisa algo incómoda, tratando de suavizar el momento y volver a la conversación con Rain.
-Nosotros estamos de visita en la Ciudad Carmesí. Las cosas han estado bastante agitadas por acá.
-Estoy al tanto de los últimos acontecimientos —respondió Rain con un asentimiento—. Y justamente, Lalatina-dono, Megumin-sama, me gustaría aprovechar para mencionarles un tema importante.
-¡Te escucho desde la cocina! —respondió Megumin, volteando unos huevos en la sartén.
Al confirmar que todo estaba en orden, Rain continuó:
-Como tal vez ya sepan, se ha convocado una reunión especial en Luminira, la capital del Reino Tecnológico. Serán invitados los representantes de todos los reinos, incluyendo Belzerg y el Reino Demoniaco.
Darkness asintió.
-Oh, sí, yo asistiré como acompañante de Jatice, también llevará a su majestad. Cada representante tiene derecho a llevar hasta dos acompañantes, ¿cierto?
Rain confirmó con otro asentimiento.
En ese momento, Komekko se acercó con curiosidad y una expresión de entusiasmo.
-¡Hermana, ¿tú también vas a ir?! —preguntó, mirándola con ojos brillantes como estrellas.
Megumin, concentrada en la cocina, respondió con un tono despreocupado
-Uhmm, quería negarme al principio, pero ya conoces lo insistente que puede ser Yunyun. Ambas seremos las guardaespaldas de su padre representando a los Demonios Carmesí, quiere que vuele todo el lugar si algo sale "mal"
-Nee-sama, no me engañas. Admite que lo que querías era quedarte aquí con Kazuma. ¿Para cuándo me haces tía, eh? ¡Ya te estás tardando!
Megumin se sonrojó intensamente y, con un movimiento rápido, tapó la boca de Komekko mientras la miraba con ojos de pánico.
-¡Cállate! Estamos frente a Darkness —murmuró entre dientes, tratando de que Komekko no siguiera hablando.
-P-pero el mes pasado Kazuma-niisan me presumió que te lo hacía como perro tomando agua, ¿Sabes a lo que se refería...? ¡¿Burft?!
Megumin le empujó una tostada en la boca.
-¡Te dije que guardadas silencio, todavía eres muy joven para pensar en esas cosas!
Mientras las dos carmesíes forcejeaban en la cocina, Darkness con una expresión confundida siguió en la llamada.
-Entonces... ¿ya se sabe cuándo será la reunión? —preguntó Darkness con seriedad, aunque el ruido de fondo dificultaba su concentración.
Rain se acomodó un mechón de cabello mientras respondía con calma.
-Aún estamos ajustando los últimos detalles, pero la reunión se llevará a cabo en tres días. Con tantos representantes de diferentes reinos, cualquier incidente podría tener consecuencias diplomáticas... indeseables.
Crash!
De repente, un estruendo interrumpió la conversación. Rain apenas pudo contener una sonrisa mientras un nuevo alboroto se desataba al fondo.
Claire forcejeaba con Iris, intentando arrebatarle su teléfono.
-¡Iris-sama! Le pido que recapacite —insistió—. ¡Es un tema serio de diplomacia, no una reunión de la hora del té! ¡No puede simplemente invitarlo y ya!
-Kazuma-oniisan sería el guardaespaldas perfecto! Él y su equipo han derrotado a cuatro de las diez Calamidades. ¡Y para que no te preocupes, también invitaré al héroe Mitsurugi!
Claire arrugó su expresión ante la insistencia de la princesa.
-¡Insistir en invitar a Kazuma-dono de manera tan desesperada es una completa falta de decoro! ¿Dónde están sus modales?
Claire cerró la distancia tras ella, pero Iris pegó un gran brinco y se apoyó entre las dos esquinas de la pared, colgándose como un mono.
-¡Modales mi trasero real! ¡Bleh! —Dijo sacando la lengua.
-¡¡!! ¡Por eso no debe juntarse con él! ¡Además, la última vez que estuvo aquí causó varios... incidentes! No podemos arriesgarnos a una repetición de semejante caos.
Claire trató de alcanzarla, pero Iris fue más rápida y finalmente escribió en el chat de Kazuma.
-¡Ja, listo! ¡Enviado! ¡Y le cambié la contraseña para que no puedas borrar el mensaje!
-¡Que alguien le impida venir, por favor! —rogó Claire, lanzando una última mirada de súplica a la cámara.
...
Slissh!
La puerta corrediza del patio se deslizó, y tanto Megumin como Darkness giraron la cabeza al ver a Kazuma entrar sin decir nada, con los ojos pegados a su teléfono.
-¿Acaba de entrar por el patio? —preguntó Komekko, mirando con curiosidad.
Kazuma, ignorando a todos en la sala, cruzó el espacio con una actitud despreocupada y se dejó caer en el sofá como si fuera el dueño del lugar.
Apenas se acomodó...
Bip
El bip de una notificación resonó, haciendo que Darkness apretara los puños, ya anticipando problemas.
Con una sonrisa que no se molestó en disimular, Kazuma soltó una risita mientras miraba la pantalla.
-Jeje... —soltó, sin levantar la vista—. Adivinen quién acaba de recibir un mensaje de su querida hermanita~~ —con una sonrisa triunfante, añadió—. ¡Este pechito!
Darkness sintió un nudo en el estómago y se llevó una mano a la frente.
'Eris-sama... Dame fuerzas para lo que viene y no mandártelo en el proceso.'
***
Click!
*Suspiroo...*
Regina cerró la puerta de su habitación, dejando escapar un suspiro largo y pesado.
Después de tanto tiempo atrapada en una gema, casi había olvidado lo que era tener un espacio propio.
Al fin, habían terminado de acondicionar las habitaciones en este loco calabozo.
-Supongo qué eso me pasa por estar encerrada en una gema. —Murmuró.
Sin perder tiempo, se quitó el manto y lo lanzó sobre una silla cercana, sintiendo el alivio inmediato en sus hombros.
-Hmrh~
Se estiró, dejando ver la curvatura de su espalda, mientras se acomodaba el cabello, disfrutando del simple placer de quitarse la pesada capa.
Al instante, el enfado volvió a llenarla.
-¡Ese maldito...!
La oportunidad de probar aquel té tan raro se le había escapado porque Kazuma había prometido guardarle un poco... ¡Pero fue una mentira descarada de él!
Además, desde que salió de su letargo, solo había estado trabajando sin parar.
-Escaparé a otro mundo... ¡Me importa un comino lo que le pase! — Refunfuñó.
Aunque era su papel como guardiana, ella había renunciado a dicho papel hace mucho, y ya no quería estar metida en este asunto de cuidar a un muerto en vida.
Gruñendo entre dientes, se giró hacia el escritorio para dejar sus cosas y, entonces...
-¿Eh?
Algo en la repisa de la habitación había captado su atención, ella se acercó notando varios objetos repartidos en estas.
-¿Qué es?
'Un momento, ¡este olor podría ser...!'
El aroma era inconfundible: Té de las montañas de niebla eterna.
No había ni uno ni dos sobres, sino varios, como si alguien hubiera replicado exactamente el mismo té una y otra vez solo para ella.
El sonido del agua junto con las hojas de los sobres cayendo suavemente rompió la quietud del silencio.
Sin darse cuenta, una sonrisa suave apareció en su rostro mientras se servía una taza, dejando que el aroma se elevara en el aire.
*Sorber*
-Quizás no es un... completo idiota. —murmuró, llevándose la taza a los labios.
'No es tan malo, solo tiene que trabajar en su carácter.'
'Su horrible carácter...'
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