Ataque a la Aldea Carmesí
Las llamas y la destrucción habían tomado la aldea carmesí.
Debido a la guerra de ya hace más de 1 mes, varios aldeanos habían ido a dar apoyo en la capital.
Sus fuerzas habían sido brutalmente reducidas, pues también habían tenido bajas.
Solo les quedaba los jóvenes para proteger la aldea, incluso ellos estaban en pocos números, Yunyun y Megumin estaban en la capital.
Mientras que la noche iniciaba, un ataque repentino inició dentro del pueblo.
Las fuerzas de la ‘Brigada de la Resurrección’ habían puesto aquella aldea como punto fijo.
Varios aldeanos murieron defendiendo su pueblo a como diera lugar.
Pero sin importar cuanto tratarán, los números tan grandes y poderosos los iban a suprimir poco a poco.
***
Komekko corría hacia su casa, estaba escapando de aquellos soldados con velocidad.
Una ves llegó a su casa, busco desesperada a su padre, pues estaba pasando por mucho miedo.
Varios de sus conocidos habían luchado en contra de la brigada, incluso Funifura había muerto protegiendo la academia mágica.
Komekko necesitaba con urgencia el apoyo de alguien, buscándolo en su padre.
-¡Papá! ¡Papá! ¡La aldea!
Ella vio a su padre echado en la mesa de la sala, sin rastros de conciencia.
A su alrededor vio varias botellas de alcohol, toda la casa se había vuelto un basurero.
Desde la muerte de YuiYui, Hyoizaburoo había caído en una fuerte depresión, cosa que intentaba olvidar con el alcohol.
-¡Komekko los vio, la gente del pueblo! ¡Debemos ir con mi hermanita Megumin!
Komekko jalaba a su padre con desesperación, quería irse de ese lugar para estar con su hermana, quería ir juntos su padre.
-Hija…
Hyoizaburoo finalmente había dado signos de conciencia, mirando a Komekko con unos ojos ahogados.
-Papi se hará cargo, vete con tu hermana…
Hyoizaburoo se levantó con la pocas fuerza que le quedaban, saliendo de la casa.
Una ves fuera, logró sentir varias presencias mágicas correr hacia su posición.
El sabía que en ese lugar iba a correr sangre y sería invadida por la muerte, pero si tenía suerte… solo sería la suya.
-Vete con tu hermana, Papi te ganara tiempo.
Las magos de Hyoizaburoo se rodearon de llamas, listo para iniciar su ataque.
Komekko no entendía con su mente inocente el plan de su padre, sintiéndose confundida por ello.
-Papi…
-Tranquila, Papi irá detrás de ti.
Hyoizaburoo le regalo una sonrisa a su hija, esta fue con su última buena cara.
-…
Komekko se dio la vuelta, comenzando a correr hacia el bosque con todas sus fuerzas.
Al ver que ella escapaba y se ponía a salvo, él corazón de Hyoizaburoo logró calmarse.
Miró a un grupo de soldados de la Brigada, concentrando todo el mana que pudiera.
‘El deber de un padre…’
El entorno se rodeo de potentes chispas, las cuales crearon un anillo de fuego encerrándolo con los soldados.
-¡Es proteger a sus hijos!
Hyoizaburoo corrió hacia los soldados, quienes también lo esperaron con sus armas en mano.
La batalla entre un padre había iniciado, para proteger lo que aún le quedaba fue más allá de sus límites.
Su viejo cuerpo no soporto aquella determinación, pero aún así había dado todo en esa batalla.
“Un padre será verdaderamente fuerte, si es que protege a sus hijos.”
***
Kazuma sobrevolaba en Kaisel las cercanías a Alcanredia.
Tenía como objetivo ir al antiguo reino del ‘Rey de los espectros demoníacos’, así seguir con su subida de nivel.
Pero mientras dirigía su avance, un sentimiento había tomado su mente.
‘Este sentimiento…’
Reconoció aquel sentimiento, pues era uno que lo había percibido en el pasado.
Una potente cantidad de poder mágico comenzó a ser descargado en el horizonte, reconoció la ubicación como la aldea carmesí.
Esto no era normal, aunque los carmesís siempre disparaban su mana de forma casual, esta cantidad de poder no tenia sentido.
La mayoría de magos experimentados estaban actualmente en las filas de los soldados de Belzerg.
Solo había una explicación para ello, pues ya había detenido el ataque de los demonios.
-¡La brigada!
Dedujo que la Brigada era quien generaba aquel poder mágico, tomando en cuenta que era en la aldea carmesí, supo que nada bueno iba a suceder.
-¡Kaisel! Dirígete hacia la fuente de ese poder mágico.
Kaisel abrió sus alas, para batirlas con fuerza y poder.
WOSH*
WOSH*
WOSH*
El Wyvern se dirigió a toda velocidad por el cielo, su destino era la aldea carmesí.
Kazuma sintió preocupación, pues habían personas que le importaban en ese lugar.
Si algo les llegara a pasar por la mano de la brigada, él jamás se lo perdonaría.
Ya que toda esta guerra, al final del día era su culpa.
‘¡Debo llegar!’
***
Komekko sentía terror.
El bosque en el cual ella jugaba, ahora tenía un aura espeluznante.
El olor a sangre y ceniza había tomado todo el ambiente, todos los sentidos mágicos de Komekko sentían la muerte de aquellos a los que conocía como su gente.
Era una maldición haber nacida con tal talento mágico, pues ahora ella estaba sufriendo por una bendición que pasó a ser una maldición.
Ella corría su ver hacia su camino, por culpa de ello se terminó tropezando.
Pará su mala suerte, lo había hecho cerca de una bajada de tierra.
PAM*
-¡Ay!
Komekko se lleno de tierra y fango, ahora estaba completamente sucia, lastimada por la caída.
‘Duele… no me gusta… no me gusta el dolor.’
Ella lagrimeo por la impotencia, esforzándose para levantarse con sus jóvenes piernas.
‘Hermanita… debo ir con mi hermanita…’
Ella al ver que no se podía levantar, decidió arrastrarse a como diera lugar.
Varios raspones en su cuerpo empezaban a sangrar, sentía el frío suelo junto con el asqueroso fango.
Era demasiado para una simple niña, este era un castigo por el que nadie debería pasar a una edad tan temprana
Pero el destino era bastante cruel, le había decidido aquel camino a la pobre de Komekko.
Y el destino, apenas iba iniciando con su movida.
-¡Encontré a otra!
-… ¡!
Komekko giro asustada, detrás de ella había un hombre con una larga espada.
Junto a él aparecieron varios más, estos expulsaban mucho poder mágico.
‘Esa espada…’
Komekko con su agudo sentido mágico, se dio cuenta que aquellas armas portaban una gran cantidad de poder.
Pará su mala suerte, quienes tenía delante eran unos de los miembros del equipo de ataque de la brigada.
Cada uno fue bendito por Valac y Hela, teniendo entre poderes y equipamiento la más alta calidad.
Uno de ellos avanzó hacia Komekko, sintiendo un mal sabor de boca al verla.
-Me da asco matar a una niña, pero es por un mejor mundo…
El hombre cargo en contra de Komekko con su espada, iba lento pues no hacía falta ir enserio con una niña que no se podía defender.
Komekko vio esto con terror, cerrando sus ojos con fuerza.
Con su más profundo deseo, busco alguien que la protegiera en ese momento tan desesperante.
‘¡Hermanita Megumin! ¡Señorita Aqua! ¡Hermanito…!’
-¡¡Hermanito Kazuma!!
Ella grito hacia el cielo, buscaba una figura que la protegiera de aquel destino tan cruel.
Pero a veces los cielos no nos ven, aunque nuestros deseos no dependen de ellos para volverse realidad.
Ese era el poder de la esperanza, que lograba conseguir cualquier cosa.
TUMP*
-¿¡Quién…!?
De repente Komekko sintió como algo tomaba su cuerpo, asustada por pensar en el ataque, pero no sintió daño alguno.
Komekko sintió un fuerte viento, abriendo sus ojos en confusión.
Kazuma la estaba abrazando, con su otra mano detenía el filo de la espada imbuida en mana.
-Her-hermanito…¡Hermanito Kazuma!
Kazuma la apego a el, tenía intensión de tapar su visión para lo que vendría después.
-Komekko, tapate los oídos y cierra tus ojos por un segundo.
-… s-si.
Komekko se tapó los ojos y cerró sus ojos, no entendía bien el porqué, pero iba a obedecer a Kazuma con confianza.
***
-‘Iron’.
Desde el suelo, Iron emergió delante de su rey.
-Que nada le suceda, si le tocan un solo cabello… ten por seguro que jamás serán convocado nuevamente.
Iron asintió ante la orden de su rey, cargo a Komekko en sus brazos, empezando a alejarse del lugar.
Kazuma giro para ver al grupo de hombres, los cuales palidecieron al ver aquella sombra.
-¡T-tu eres…!
Ellos sentían el terror, todos los miembros de la brigada conocían la identidad de Kazuma Satou.
También conocían su poder, eso causó terror cuando vieron que el los miraba como enemigos.
-¡Nuestro señor! Solo hacíamos esto por las órdenes de Valac.
-¡Exacto! Nosotros no podemos ir en contra de las palabras de nuestro Monarca.
Sus parloteos estaban inundados por el miedo, Kazuma se dio cuenta de ellos por sus sentidos.
-Ya basta, todas esas cosas me importan un carajo…
Kazuma estaba furioso, no le importaba ninguna especie de excusa o súplica, en estos momentos solo sentía una cosa en su corazón…
-Los matare a todos de la manera más horrible que pueda lograr.
Solo poesía ganas de matar, sin importarle quienes fueran sus enemigos.
[Has equipado ‘Dagas del Rey Demonio’.]
Kazuma se lanzó hacia el pelotón de soldados, no tardo mucho en ello.
Su daga rebanaba su carne como si fuera mantequilla, pero no los mato de un solo tajo.
Kazuma primero rebano sus extremidades lentamente, se tomó el tiempo para que sufrieran de gran forma.
Los soldados de la brigada trataron de defenderse, pero sus espadas eran simples juguetes en contra de Kazuma.
Al final, decidió matarlos de desangrado para que sintieran dolor a largo plazo.
Paso un tiempo y ya había muerto la mayoría, quedando únicamente el que casi asesina a Komekko.
-¡P-por favor! ¡Se lo suplico!
-Te dije que me importaban un carajo tus excusas.
Kazuma extendió su mano, activando la ‘Mano del Soberano’ para sujetar el estómago del soldado.
Con su autoridad comenzó a jalonear, con sólo fuerza había arrancado la mitad superior del cuerpo de aquel soldado.
La sangre manchaba toda su ropa, junto a ello estaba plagado del hedor de la muerte.
Pero este olor no le fastidiaba, por alguna razón lo disfrutaba.
-Aún no ha terminado.
Kazuma apretó sus dagas, caminando en dirección de la aldea.
Sentía cada presencia, cada ser vivo y muerte alrededor.
Soldados de la brigada, aldeanos carmesí, monstruos, bestias mágicas, animales, espíritus…
Había logrado concentrar sus sentidos más allá de sus límites anteriores, descubrió en la ira un nuevo poder dentro de sí.
El era el ‘Monarca de las Sombras’ y el ‘Rey de la Muerte’, como rey del final y enemigo de la vida, pudo sentir su reino con perfección.
Poco a poco, Kazuma se acostumbro al reino que tenía destinado, esa era la muerte y el final.
Había recordado por qué inició a obtener poder, esa era una respuesta tan sencilla, pero casi se olvida de ella.
El iba a ganar el poder suficiente para poder proteger a sus seres queridos, pero también tenía un razón más egoísta oculta entre buenas acciones…
Quería destruir a la ‘Brigada de la Resurrección’ con sus propias manos, no iba a dejar que nadie se metiera en la carnicería que ansiaba.
Al final, la ‘Marca del Pecado’ no había hecho nada más que sacar sus verdaderas intensiones a la luz.
El no sería como había sido antes, pero tampoco volvería a ser como fue en un inicio.
Justo ahora, el iba a ser el mismo al 100%, iba a ser puro de corazón a su manera.
Y ahora su corazón le pedía una simple cosa…
-Matar a estos malditos hijos de puta…
***
Cientos de cadáveres estaban tirados en el suelo.
El hedor de la muerte estaba tomando la antes aldea de los demonios carmesí.
El poder mágico inundaba toda la atmósfera, junto a las cenizas y fragmentos de escombros revoloteando por la zona.
Una pequeña tormenta de polvo rodeaba a Kazuma, quien estaba bañado en sangre y sentando en una montaña de cadáveres.
Sus soldados de sombra estaban rematando a aquellos que fingían estas muertos.
Los aldeanos carmesís que aún seguían con vida habían escapado, iniciando un recorrido hacia la capital por refugio.
Kazuma había invocado a varios dragones para movilizarlos, teniendo a Wiffnir como cabecilla por su seguridad.
Komekko se había escapado de Iron, ya que este se distrajo con algunos soldados.
Komekko vio en silencio a Kazuma, quien ahora descansaba en una montaña de cadáveres.
-Hermanito Kazuma…
Kazuma giro para verla, sonriendo con apatía y remordimiento.
-No, perdóname Komekko, pero yo…
Unas lágrimas descendieron de su rostro, pues finalmente se había dado cuenta de algo…
El jamás iba a ser igual que antes.
-Yo ya no soy Kazuma.
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