En la escuela, la atmósfera se sentía un poco tensa. Komi-san, aún con su tatuaje reciente oculto bajo su blusa, caminaba con la cabeza alta. Su aura había cambiado; ya no era solo la chica tímida que todos adoraban desde la distancia. Ahora tenía una presencia diferente, más oscura y firme, pero igualmente enigmática.

La mañana comenzó con lo habitual, pero pronto los murmullos en el salón aumentaron cuando Omoharu Nakanaka, la autoproclamada "reina oscura" del grupo, comenzó a hablar en voz alta sobre un tema que había estado rondando por la clase: los tatuajes.

—Esos tatuajes no son para cualquiera —declaró Omoharu, levantando la voz mientras se ajustaba su capa de terciopelo—. Solo aquellos que entienden la verdadera oscuridad pueden llevar algo tan simbólico en su piel.

Ren Yamai, la chica más hermosa de la clase y con una tendencia a hablar sin filtro, intervino desde su asiento. Ella miró a Omoharu con una mezcla de desprecio y diversión.

—Por favor, Nakanaka —replicó Yamai con una risa burlona—. Los tatuajes son una tendencia ahora, no algo oscuro. Y seamos sinceros, la mitad de la gente los tiene solo para verse más "cool."

La conversación rápidamente se tornó en un enfrentamiento verbal entre Omoharu y Ren. Mientras ambas discutían, cada una defendiendo sus ideas sobre lo que significaban los tatuajes y las elecciones de estilo personal, Komi-san observaba desde la distancia, sin decir una palabra.

Sin embargo, a pesar de estar en silencio, Komi sentía que cada palabra que ambas chicas lanzaban resonaba en su mente. Sabía que esta conversación iba más allá de un simple debate de gustos. Era una cuestión de identidad, de quiénes eran y cómo decidían expresarse.

Omoharu, con su estilo gótico teatral, veía los tatuajes como algo sagrado, un símbolo de la oscuridad que llevaba dentro. Ren, en cambio, los veía como una moda pasajera, algo superficial. Ambas perspectivas chocaban, pero Komi, con su propio tatuaje escondido bajo la piel, sabía que había algo más profundo.

Y entonces, Ren Yamai dirigió su atención hacia Komi.

—¿Y tú, Komi-san? —dijo con una sonrisa retadora—. Tú siempre has sido perfecta, ¿qué piensas sobre los tatuajes? ¿Es algo que harías?

El silencio en el salón fue casi absoluto. Todos esperaban la respuesta de Komi, aunque sabían que rara vez hablaba.

Komi miró a Ren, luego a Omoharu. No había necesidad de discutir. Para ella, los tatuajes no eran ni una moda ni un símbolo de oscuridad absoluta. Eran una forma de expresar lo que no podía decir con palabras. Algo íntimo y personal. Sin embargo, el peso de la expectativa sobre sus hombros era inmenso.

Lentamente, Komi se levantó de su asiento, con una calma impresionante. Su silencio era aún más poderoso que cualquier palabra que podría haber dicho. Deslizó suavemente su mano hacia su cuello, apartando el cabello para revelar el tatuaje recién hecho: una rosa enredada en espinas negras, que se extendía delicadamente desde su clavícula.

El salón entero contuvo la respiración. Omoharu y Ren se quedaron mirando, sorprendidas. Komi, con solo un gesto, había hablado más fuerte que ambas juntas. Su tatuaje no era solo un adorno o una declaración. Era un reflejo de quién era ahora, de su crecimiento y de sus emociones más profundas.

Komi no necesitó decir nada. Su acción lo decía todo.

---

Sin embargo, esa revelación fue solo el comienzo. Desde el momento en que se hizo su primer tatuaje, Komi había experimentado una extraña sensación de liberación. Cada pinchazo de la aguja era como una descarga de energía, una forma de canalizar sus emociones internas. Y esa sensación, ese sentimiento de control sobre su propio cuerpo, se convirtió en algo que anhelaba.

Con el tiempo, comenzó a pensar en nuevos diseños, en otros lugares de su cuerpo donde podría llevar esas marcas permanentes. Lo que comenzó como una expresión íntima y personal, pronto se transformó en una adicción. Cada tatuaje nuevo era una historia, un reflejo de su alma, pero también un escape.

Komi sabía que el amor por los tatuajes estaba creciendo dentro de ella, casi de manera incontrolable. Sentía la necesidad de plasmar en su piel todo lo que no podía decir en voz alta, todo lo que su silencio ocultaba del mundo. Y aunque a muchos les parecía extraño o excesivo, para Komi era su manera de madurar, de lidiar con el dolor y las expectativas que siempre había tenido sobre ella.

A solas en su habitación, Komi miraba su reflejo en el espejo. Los tatuajes que había acumulado le recordaban su viaje, sus luchas y sus decisiones. Y aunque sabía que algunos no lo entenderían, para ella, era la forma más pura de libertad.

Esa noche, mientras escuchaba In the Shadows de The Rasmus en sus audífonos, Komi comprendió algo importante: los tatuajes no solo eran una adicción, sino una forma de encontrar su voz en medio del silencio.