17
A la mañana siguiente, Nayeon se despertó muy temprano para preparar el desayuno, quería agradecerle a Tzuyu por haberle preparado la comida el día anterior. Preparó café y hot cakes acompañados de fruta picada en cuadritos.
—Unnie, buenos días —saludó la taiwanesa llegando hasta la cocina aún con la pijama puesta y soltando un par de bostezos.
—Hola pequeña Tzuyu, ¿No tienes clases hoy? —preguntó Nayeon y la menor negó con la cabeza—. Preparé el desayuno, espero que te guste.
—Gracias unnie, anoche me desvelé terminando un proyecto, pero al menos hoy tengo el día libre para seguir durmiendo —comentó dando un mordisco al hot cake haciendo enseguida un gesto de satisfacción—. Está delicioso unnie, por cierto... ¿cómo estás?, ¿ya te encuentras mejor?
—Mejoraré pronto —respondió tomando una sorbo de su café. La verdad es que aún no le contaba que Jeongyeon le había escrito una carta en su cuaderno ni tampoco que presentaría su nuevo libro en la biblioteca.
El teléfono de Nayeon sonó sobre la mesa del comedor y en la pantalla pudo ver que se trataba del señor Im, su padre.
—Mi progenitor —murmuró Nayeon atendiendo la llamada—. Buenos días padre.
—Hola hija, ¿cómo estás? Supe que enfermaste y no fuiste a la biblioteca un par de días. Intenté comunicarme, pero... ¿tu teléfono estaba descompuesto?
—Oh... sí, lo envíe a reparar, por eso no pude contestar —mintió tomando un nuevo sorbo de su café—. Pero no te preocupes, ya estoy mejor, ayer fui a la biblioteca y la señora Park me contó sobre el convenio que firmaste con aquella escritora, pero estoy algo confundida, tú no sueles firmar ese tipo de cosas de forma exprés, siempre lo haces con tiempo de anticipación, ¿a qué se debe eso?
—No pensaba hacerlo, pero la representante de la escritora fue muy insistente, incluso me ofreció una cantidad de dinero bastante generosa.
—¿Por qué aceptaste padre?, ¿por qué Yoo Jeongyeon tenía que presentar su nuevo libro en esa biblioteca? —cuestionó Nayeon con frustración llamando la atención de la taiwanesa al escuchar ese nombre—. Existen un sinfín de bibliotecas en Seúl, ¿por qué la nuestra precisamente?
—Porque la nuestra es la mejor, la más grande, elegante, bonita y estética de Seúl —respondió de manera obvia—. Hija no te compliques la vida, el equipo de la escritora va a encargarse de casi todo, tú tan solo tienes que encargarte de los detalles mínimos, el convenio ya es un hecho.
—¿Y tengo que ser yo la que esté al frente?
—Por supuesto, eso forma parte de tus obligaciones como gerente, además te pago muy bien, no puedes quejarte —mencionó el señor Im haciendo que Nayeon rodara los ojos—. Tengo que irme, estoy por entrar a una junta importante. Cuídate mucho hija, y mantenme al pendiente de cualquier inconveniente.
—De acuerdo, hasta luego papá —dijo Nayeon finalizando la llamada.
—¿Qué le pasa a esa escritora? No le bastó con romperte el corazón en mil pedazos, ¿ahora va a perseguirte? —cuestionó Tzuyu con molestia—. Unnie, sí quieres yo puedo encargarme de todo con tal de que no tengas que verle la cara a esa escritora de nuevo.
—Yo lo haré, mi padre tiene razón, es mi trabajo y tengo que cumplir con el. Debo aprender a separar los asuntos personales de los laborales. Además solo será hoy y mañana, no te preocupes por mí, yo estaré bien.
Tzuyu la miró con los ojos entrecerrados, ella no era tonta, sabía perfectamente que su unnie se moría por ver a la escritora. Su única preocupación era que la lastimara de nuevo.
—Creo que se hace tarde para ir al trabajo unnie —mencionó la taiwanesa cambiando de tema.
—Oh, es verdad —contestó la mayor mirando su reloj de mano—. Me voy, te veré más tarde. Disfruta tu desayuno, lo hice con mucho amor y duerme mucho también.
—Eso haré, hasta luego unnie.
Nayeon se fue de ahí inmediatamente esperando que no hubiera tanto tráfico en la ciudad. Para su buena suerte el camino estuvo bastante tranquilo y pudo llegar a tiempo.
Aún se sentía un poco deprimida, un poco rota, un poco triste. Por más que intentara ahuyentar a la escritora de sus pensamientos, simplemente no podía y mucho menos después de que ella le haya escrito una carta tan hermosa.
Si de verdad decía estar enamorada, ¿por qué tuvo que besar a su ex? Lo hizo sin tomar en cuenta sus sentimientos, lo hizo sin pensar que eso podía romperle sus ilusiones, del mismo modo que su corazón.
Nayeon iba tan perdida en sus pensamientos, que justo a unos cuantos pasos de la entrada de la biblioteca chocó con alguien. Con mucha vergüenza hizo una reverencia frente a esa persona a modo de disculpa por su torpeza. Y a los segundos de levantar la mirada se encontró con quien menos quería. Y no, no se refería a Jeongyeon.
—Me llamo Hirai Momo, y tú debes ser... ¿Im Nayeon? —cuestionó retirándose sus gafas de sol para poder observarla mejor.
—Sí, soy yo, ¿para qué me buscaba? —preguntó con la expresión neutra.
—Seré muy breve con lo que tengo que decir. Me equivoqué al buscar a Jeongyeon, le jodí la vida por segunda vez y no se lo merece, ¿te confieso algo? Nunca dejé de amarla, solo acepté que nuestro destino era diferente y no había manera de remediarlo —expresó Momo con melancolía—. No había manera de remediar mi error y yo perdí. Perdí cuando la ví mirarte con el corazón roto mientras te ibas. Mi punto débil eran sus ojos, lástima que ya ni siquiera son capaces de mirarme.
—¿Cuál es el punto de todo esto?
—Yo persuadí a Jeongyeon para que me besara y le prometí que me iría de su vida si con eso me demostraba que ya no sentía nada más por mí, ¿Y sabes qué? La perdí, porque ella te ama a ti. Eso es todo lo que tengo que decir, Jeongyeon te ama y por lo que veo tú a ella. Así que no la dejes ir, podrías arrepentirte toda la vida como yo —dijo la japonesa colocándose sus gafas de sol nuevamente. Le dió una última mirada a Nayeon y se marchó de ahí. Cumpliría con su palabra y desaparecía de la vida de la escritora para siempre.
Nayeon no supo qué decir, su cabeza estaba hecha un lío.
—¿Qué hago? —suspiró frustrada.
—Buenos días niña Im —saludó la señora Park cuando vió entrar a Nayeon por la puerta algo despistada—. ¿Se encuentra bien?
—Buenos días, sí, todo bien, solo estaba... pensando. Voy a trabajar ahora —avisó frotando el puente de su nariz—. Hay mucho que hacer hoy.
Al avanzar unos cuantos pasos pudo divisar a Jeongyeon concentrada mirando los estantes de libros. No, no era un producto de su imaginación, ella estaba ahí, tan linda y radiante como siempre. Al parecer sintió su mirada encima, porque giró la cabeza para encontrarse cara a cara con ella.
—Nayeon... —murmuró la escritora acercándose cautelosamente—. Que bueno que llegaste, te esperaba, ¿podemos hablar? Por favor.
Nayeon asintió con la cabeza, no podría huir de ella toda la vida, además tenía derecho de darle su propia explicación. Caminó hasta un lugar alejado, en donde casi no solían concurrir tantas personas.
—Habla.
—Es cierto que besé a Hirai, tú lo viste y no me arrepiento porque gracias a eso pude darme cuenta de que ya no siento nada por ella, eso me sirvió para entender que la única persona a la que quiero es a ti —murmuró Jeongyeon tomando las manos de Nayeon—. Puedes enojarte conmigo, cuestionarte lo nuestro, incluso alejarte por un tiempo, estás en todo tu derecho, lo único que te pido es que no olvides que te quiero. Superaste las expectativas de lo que yo algún día imaginé, eres mucho más de lo que podría pedirle a la vida. Estoy enamorada de ti y de todas esas pequeñas cosas que hacen que seas tú. Me reconcilié con el destino, con la vida y con el amor cuando me encontré contigo. Estaba buscando una estrella y me encontré una galaxia.
—Jeongyeon...
—Espera, aún no termino —la escritora la hizo callar colocando su dedo índice sobre sus labios—. El día de mañana después de que termine la conferencia y la firma de autógrafos, a las cinco de la tarde estaré ahí afuera en mi camioneta esperando por ti. Quiero que vuelvas conmigo a la cabaña, quiero que vivamos nuestro amor desde cero, quiero demostrarte que soy otra persona, sin ataduras ni pasado que me atormente. Esta vez solo seremos tú, yo y nuestro amor. Te amo, solo a ti.
—¿Qué pasa si decido no ir? —preguntó Nayeon sintiendo como Jeongyeon ajercía más presión en sus manos entrelazadas.
—Nada podría cambiar lo que siento por ti, te vayas o te quedes, te seguiré amando igual.
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- Penúltimo 🍒
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