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❈•≪11. Repercusiones≫•❈

Despertarse al día siguiente, fue una mezcla de emociones para Hongjoong. Pasando de estar entusiasmado a nervioso en fracciones cortas de segundos. Y es que todavía no podía creer que se hubiera besado con Mingi, pero al mismo tiempo, no tenía idea de cómo lo debía de encarar la próxima vez que se vieran.

Una parte de él pensaba con normalidad, es decir, se habían besado, sí, más de una vez encima. Pero no tenía porque armar un escándalo de algo tan pequeño. O de lo que él intentaba minimizar.

La otra parte de su cerebro, le decía que lo que había pasado entre ellos, marcaba un antes y un después en su lo qué sea. No de forma tan abismal, pero sí lo suficiente como para que lo tuviera en cuenta.

Y esa era su encrucijada, básicamente. Las dos puntas del precipicio.

Pasándose las manos por el rostro, intentó ya no pensar en eso. Sin embargo, los recuerdos de la noche anterior, seguían reproduciéndose detrás de sus párpados como si fueran una película rayada. Estancada en la misma escena, donde el beso se suscitó con ternura y moderación. Donde la luna permaneció en las sombras y donde las estrellas fueron testigos parciales de su encuentro.

—¿Por qué estás rojo?

Girando hacia la silla de su escritorio, de donde provino la voz, Hongjoong se topó con Wooyoung sentado en ella. Expresión relajada y brazos cruzados. Viéndolo con una ceja enarcada.

—¿Cuándo entraste? —preguntó con el ceño fruncido.

—Hace un rato, mientras tenías la cara aplastada en las almohadas —detalló con una sonrisa socarrona—. La puerta estaba abierta y no encontré necesario llamar.

—Siempre en necesario pedir permiso antes de entrar a un lugar.

—¿Y el pase de mejor amigo, cómo se supone qué funciona?

—Nunca te di tal cosa, rata escurridiza.

—¡Hey!

—¿La verdad no duele a veces? —preguntó con un indicio de sonrisa. Lo que le hizo ganarse una mirada de censura—. ¿Dónde está San?

—Quedó en su dormitorio. Estaba cansado —murmuró con un ademán desinteresado—. Pero nos la pasamos bien si me lo preguntas. Ahora, vayamos a lo importante —agregó mientras se frotaba las manos—. ¿Saliste a caminar con Mingi? ¿Cómo resultó eso?

Mordiéndose el labio inferior, hizo lo imposible para ocultar su sonrisa creciente. No obstante, fue inútil. Esta se asomó por sus labios sin permiso y delineó la timidez con eficacia. Exponiéndolo.

—Bastante bien. Aunque no hicimos gran cosa, simplemente tuvimos una pequeña conversación.

—Eso es algo grande.

—Sí, tal vez —dijo al desviar la mirada, pasando a fijarse en su cartera de mano. Inmediatamente, se puso de pie y hurgó en ella unos segundos—. Nos tomamos unas fotos —dijo al extraer los recuerdos enmarcados de la noche pasada y mostrárselos.

—¿También se tomaron fotos? —preguntó el híbrido de zorro rojo, impresionado—. Con San le dimos la oportunidad. Una lástima que Seonghwa estuviera ahí, fu un poco molesto —comentó con el ceño fruncido, viéndolas con detenimiento—. Son lindas. Salen adorables en las tres —concluyó—. Especialmente en la última —expresó con una sonrisa, agregando a continuación:—. ¡Y vaya, qué disfraz el de él! Aunque le falta el sombrero, ¿se lo quitó?

—¡Lo sé, le hice saber lo mismo! —murmuró con una sonrisa, para acto seguido, sacudir la cabeza—. Y no, no traía uno.

—Se hubiera visto más impactante con uno.

—Yo creo que ya lucía bastante impactante.

Riéndose, Wooyoung le entregó las fotografías—. Por supuesto que sí —susurró—. Hablamos de Mingi. Para ti se vería atractivo incluso con un par de trapos.

—No eres quién para criticar.

—Era sólo una observación, no una crítica. Pero cómo sea, nos estamos distrayendo. ¿Qué sucedió en su caminata?

—Ya te lo dije, conversamos un poco. Me contó porqué no planeaba venir a la fiesta en un principio e hizo comentarios sobre la elección del disfraz. Ese tipo de charla.

—¿Que no va a ningún lado?

—¡Oye! —masculló con el ceño fruncido, tirando de una de sus orejas—. No seas grosero.

—Deja de hacer eso cada vez que puedes. Duele —replicó el pelirrojo, intentando morderlo. Sin embargo, Hongjoong fue más rápido y jaló su cola con suavidad, antes de pasar a caer riendo sobre la cama. Wooyoung lo siguió y se colocó sobre su regazo, restringiéndolo—. Gato estúpido —farfulló, clavándole los dientes en el hombro.

Una mueca de dolor se plasmó sobre sus labios y, casi al instante, estuvo intentando devolverle el golpe de alguna manera. Pese a ello, los reflejos del híbrido de zorro rojo, eran más definidos que los suyos. Por lo que esquivó cada manotazo que le lanzó y cada almohadón que le arrojó. Aún así, el de cabellera gris no se rindió y luego de sentarse con algo de dificultad, pasó a empujar a su amigo. Mandándolo directo al suelo.

El ruido seco de la caída, se vio acompañado de un quejido lastimero y una maldición entre dientes a su nombre.

La secuencia fue tan hilarante, que Hongjoong estuvo carcajeándose de forma abierta. Permitiendo que el sonido retumbe en las paredes y llene la habitación. De esa manera, liberó estrés que no sabía, estaba conteniendo.

—Ustedes dos no tienen remedio.

Echado en la cama y aún tirado en el suelo, tanto Hongjoong como Wooyoung, pasaron a mirar hacia la puerta. Encontrándose con un sonriente San. Vestía cómodamente y sus brazos estaban envueltos alrededor de su pecho de forma floja. Su cola se meneaba tras su espalda y sus orejas se mantenían atentas.

—Yo debería decir eso —murmuró el mayor, enderezándose al mismo tiempo que el más joven—. Ninguno de los dos sabe tocar la puerta.

—Lo siento, pero el alboroto sacó lo mejor de mi curiosidad.

—Seguro que sí.

Hongjoong rodó los ojos con exasperación forzada y vio cómo San le tendía una mano a Wooyoung, ayudándolo a levantarse de una vez. Quien la aceptó encantado.

A éste le gustaban los pequeños detalles como esos.

Pero la verdad es que San era bastante considerado, pese a que en la actualidad fuera amigo de los dos, conocía más al pelirrojo que a él, de muchas formas que no quería indagar. Pero ese no era el punto. La cuestión allí, es que increíblemente, no era tan celoso. A ver, no es que no lo fuera en lo absoluto, porque lo era. Pero a lo qué él se refería, es que cuando se trataba de ellos dos y su cercanía, el híbrido de gato blanco, no parecía tener problema alguno.

Y sería el primero, porque con Wooyoung siempre habían sido igual, y muchos hicieron saber sus quejas al respecto de las interacciones excesivamente pegajosas de parte de ambos. Pero lo que nadie nunca entendió, es que ellos eran como hermanos. Unos que sí se querían. Y a pesar de las diferencias entre especies, eran unidos en extremo. Aparte de eso, él conjeturaba, que San sí comprendía que los dos no eran más que amigos.

—Así que, ¿tuviste una especie de cita con Mingi? —preguntó el otro felino, luego de haber besado la mejilla del vulpino.

—No, sólo conversamos y comimos algo en una tienda de conveniencia.

—¿Qué comieron? —preguntó el pelirrojo, tirándose a su lado en la cama—. ¿Y por qué no sabía lo otro?

—Porque cuando te lo iba a contar, decidiste actuar como un idiota.

—Oh vamos, sólo era una broma.

—Siempre aparecen en el peor momento.

—Ambos sabemos que no es cierto.

Encogiéndose de hombros, Hongjoong pasó a ignorarlo—. Y tú —dijo hacia San, sorprendiéndolo—. No tiene sentido que te cuente algo, eres un espía. Ya tienes información.

Riéndose, el de cabellera blanca, meneó la cabeza con suavidad—. No seas así, no es cómo si sepa algo que Woo, no. Además, todavía no veo a Mingi. Es imposible que tenga algún tipo de detalle guardado bajo la manga.

—Por ahí he escuchado que dicen, más vale desconfiar que dar por sentado.

—Eso no tiene ningún sentido —aseguró su mejor amigo, mirándole con el ceño fruncido.

—Lo tiene para mí —murmuró con el mentón elevado.

—Bueno, ya. Cuéntame. ¿Qué demonios pasó anoche?

Estirándose en dirección de Wooyoung, Hongjoong pasó a rodearle el cuello—. Nos besamos —le susurró con aires secretistas—. Tres veces.

—¡¿Se besaron?! —exclamó con los ojos bien abiertos—. Deja eso a un lado, ¡¿lo hicieron tres veces?!

—Sí, lo sé, es increíble.

—¿Increíble? —cuestionó en una cadencia aguda. Claramente entusiasmado—. ¡Es sensacional! ¡Felicidades!

—¿Por qué? —preguntó a las risas.

—Por dar ese paso. Quiero decir, no es como si se hubieran hecho novios o algo parecido, pero teniendo en cuenta lo lento que actuaste, mereces el reconocimiento.

—Te recuerdo que no está en una carrera. Puede ir al ritmo que mejor le plazca —comentó San, viendo al más joven con diversión.

—Cierto, pero alguien siempre puede ganarte.

—Tampoco es una competencia —agregó Hongjoong, mirándolo con reproche.

—¡Oh por favor! —masculló Wooyoung en su agarre, realizando un mohín—. Saben de qué estoy hablando. No quieran dejarme como el malo.

—Nadie está queriendo hacer nada. Cálmate.

—Seguro que no —dijo en un resoplido. Mirándolos mal.

Carcajeándose, San quiso acercarse al pelirrojo con intenciones de consolarlo, no obstante, éste se resistió y lo apartó de su lado con un empujón.

Y en lo que él observaba, no pudo evitar que una sonrisa se apoderada de sus labios. Olvidándose así, de sus preocupaciones por completo. Ese par era algo a tener en cuenta.

Y esperando la oportunidad adecuada, no dudó en sumarse a las pullas inofensivas hacia Wooyoung. Quien de forma exagerada, les siguió el juego.

El Hongjoong del futuro podía lidiar con la situación de él y Mingi. Tenía las herramientas necesarias como para hacerlo, no tenía porqué perder la razón en el proceso.

✦• ───── ⸙ ───── •✧

Nuevamente se había equivocado, no sabía cómo manejar la situación entre él y el pelinegro.

Dos días después de la fiesta de Halloween, algunos todavía tenían rastros de haberse excedido en las caras arrugadas por el cansancio y marcadas por las ojeras. Era sorprendente.

Pero más increíble aún era, el hecho de que se hubiera encontrado a Mingi en la biblioteca. Lugar predilecto de ellos, aparentemente. Uno iba de salida y el otro de entrada. Fue una coincidencia tan insignificante pero, no obstante, eso hizo que su corazón latiera como loco.

—Hola —susurró con una voz quieta pero estable.

Sonriendo, el moreno asintió levemente—. Hola —dijo con un tono tranquilo—. ¿Ocupado?

—No, acabó de terminar una tarea. ¿Qué hay de ti?

«Okay, eso salió bastante bien», reconoció para sus adentro. Dándose ánimos de la forma en la qué podía. Los nervios deshacían sus entrañas y confundían su mente, haciendo que le sea difícil permanecer concentrado. En lo único que podía pensar, era en los besos que habían compartido hacía no mucho.

Y en el descubrimiento tardío de su flechazo arraigado.

La sensación era tan palpable e inconfundible. Quemaba en lo profundo de sus intestinos y ardía con una intensidad demoledora. Agitando sus emociones y avivando sus deseos más fieros. Como una fuerza gravitatoria que empujaba de él hacia el moreno.

Era incontrolable, y a su misma vez, inevitable.

Algo que escapaba de sus manos.

—Tengo una pendiente —contestó, sacudiendo la mochila tras su espalda. La acción fue linda.

Lo suficiente como para hacerlo reír.

Meneando su cola, Hongjoong se ensimismó. Olvidándose por completo que debía responder algo, lo que por consecuencia, hizo sonreír a Mingi. Y por primera vez, notó un movimiento leve en las orejas puntiagudas impropias. Fue apenas una sacudida, pero estuvo ahí. No se hallaba captando el sonido, eso era seguro. El gesto pareció similar a cuando se quería aplanar las orejas, pero uno se contenía de hacerlo.

—Te ves muy bien hoy. ¿No más vestimentas excéntricas?

Parpadeando repetidas veces, el más bajo inclinó la cabeza a un lado y percibió como sus orejas se movieron, digiriendo las palabras contrarias. Había recibido un cumplido, inmediatamente, su cola se comenzó a blandir en el aire con mayor insistencia.

—Gracias —murmuró con un ápice de sonrisa—. No todos los días me gusta vestir para impresionar —admitió por lo bajo.

—Así que el disfraz, ¿fue planeado con esas intenciones?

Diciéndose que se atreviera a cometer riesgos, el híbrido de gato dio un paso hacia adelante y torció su anterior sonrisa en algo más abstracto e implícito.

—¿Qué dirías tú?

Avanzando con sutileza, el híbrido de zorro negro, se relamió los labios—. Estaba muy impresionado —murmuró—. Casi sin aliento.

—¿Ah, sí?

—No podía dejar de mirarte.

—Y de besarme —recordó él con picardía.

Y lo vio, las pupilas de Mingi se expandieron y su cola tupida empezó a moverse con levedad, casi como si le costara. Una acción lánguida pero visible. Hongjoong lo tenía interesado. O el recuerdo de esa noche.

Cualquiera sea, tenían una cosa en común, él.

—Y no tienes una idea lo mucho qué me gustaría volverlo a hacer.

La declaración abierta del pelinegro, provocó que su sistema central se malograra. Su capacidad de razonamiento se estancó y sus pensamientos se convirtieron en polvo. La insinuación de algo posible, le causó escalofríos. Y la tentación por ser consumido, lo quemaron vivo.

—¿Qué te detiene?

Estirando una mano, Mingi lo sujetó por la mejilla con suavidad y arrimó sus bocas hasta que sus respiraciones calientes, chocaron la una con la otra. Sin embargo, fue sólo una puesta en escena, ya que sus labios jamás llegaron a rozarse.

Fue un juego de seducción que lo tuvo anhelando un contacto verdadero.

Ya que en cambio, su pómulo fue acariciado. Un tacto ligero, producto de unos belfos rellenos.

—Mi sentido de la moralidad —respondió el moreno en esa cadencia profunda que lo caracterizaba, rasposa y grave. Un sonido agradable—. Y mi fuerte rechazo a la indecencia pública.

Riéndose, el de cabellera gris, apoyó una mano en el pecho impropio con una confianza bien representada.

—¿Ibas a besarme o a desnudarme?

Bajando a la zona de su cuello, el pelinegro susurró—. Nunca se sabe dónde uno puede terminar, sólo dónde empieza.

—¿Y qué se supone que significa eso?

—Que eres tan lindo y receptivo, que definitivamente quiero desnudarte.

Estremeciéndose, Hongjoong cerró la mano en un puño, arrugando la prenda impropia sin darse cuenta. E inconscientemente, separó aún más los labios. Seducido por la lujuria que rodeaba su cuerpo con un manto de fuego.

—¿Por qué no me lo muestras? —preguntó con la garganta cerrada—. Cómo quieres tenerme.

Y Mingi se lanzó de lleno a la piscina que representaban las tentaciones, tomando su boca con una vehemencia acalorada. Incitándolo a competir en esa lucha de poder desigual. Hongjoong llevó su otra mano al hombro del más alto y cómo pudo, se pegó a él. Buscando una cercanía superior. Sus lenguas se enredador la una con la otra y sus cuerpos se rozaron en más de una ocasión, producto del desenfreno.

Llevando ambas manos hacia su cara, el moreno lo sostuvo en un ángulo cómodo y experto. Fácil de manipular. Sus dedos largos, tomaron con firmeza sus mejillas mientras que sus labios, se aplastaron en los suyos. Queriendo obtener hasta lo inimaginable.

Una pierna se coló por entremedio de las suyas y, sin él esperarlo, tuvo la rodilla ajena presionándose ligeramente contra su ingle. Unos dientes tiraron de su labio inferior y un quejido escapó por esa pequeña abertura.

El calor fue creciendo en su cuerpo y se exteriorizó en la superficie de su piel. Haciéndola arder.

Y él pudo percibir cómo empezaba a deslizarse lejos de su cara, acariciando su cuello con suavidad y delineando la estructura de sus costillas de manera vaga. Respirando de forma agitada, Hongjoong sintió cómo esa mano en cuestión, se desplegaba hacia su espalda, sintiendo los músculos que la construían y pasando a descender con travesura. Fue apenas un toque insignificante, un roce mínimo, sin embargo, eso lo tuvo derritiéndose por completo.

Mingi había tocado superficialmente el nacimiento de su cola. Un área conocida por ser sensible para cualquier híbrido, o la mayoría de ellos.

Sus ojos se fueron hacia atrás y el beso se volvió desorganizado.

Momento ideal en el que pelinegro, aprovechó para alejarse.

Labios hinchados y enrojecidos, fue lo primero que vio el más bajo. Una invitación a continuar perpetuando los impulsos desvergonzados de la lujuria.

—Eres realmente cautivador —susurró el híbrido de zorro negro, viéndolo directo a los ojos.

—¿En serio?

—Cómo no tienes idea.

Riéndose, Hongjoong se puso de puntillas y le robó un beso a Mingi. Fue más una presión en los labios que cualquier otra cosa, aún así, lo tuvo contando estrellas.

—Gracias —le dijo luego de separarse—. Eres bastante atrayente también.

—Lo sé.

Rodando los ojos, el más bajo le dio un golpe inofensivo en el hombro, cuando de repente, unos brazos le rodearon la cintura y ocasionaron que estuviera de regreso en el espacio personal del más alto.

Era una ventaja para ellos que la biblioteca fuera el último recurso de muchos estudiantes. La mayoría preferían estudiar en los cibercafé o los salones de estudio, valga la redundancia.

—Deberías de escribirme más tarde —aconsejó el pelinegro—. Ya sabes, para darle un uso a mi número. Puede ser sobre cualquier cosa. No tengo problemas.

—¿Tanto quieres que me comunique contigo? —preguntó a modo de broma.

—Sí —admitió el contrario con una crudeza arrebatadora—. O podrías enviarme fotos, eres lindo. No me molestaría.

Desviando la mirada, Hongjoong asintió despacio—. Voy a tenerlo en consideración.

—De acuerdo —murmuró en respuesta—. ¿Quieres acompañarme mientras estudio? Es un poco aburrido estar solo. Además, pienso que podrías hacerlo interesante para mí.

—Quizás otro día, tengo clases a las que asistir.

—Es una pena —dijo mientras sacudía la cabeza, falsamente triste—. Cuéntame cómo te va.

—Suerte para ti, espero que no te puedas concentrar.

Y tras guiñarle un ojo, Hongjoong se apartó de los brazos de Mingi y se marchó a las prisas.

Para ser sinceros, una parte de él esperaba que su interacción con el moreno fuera más incómoda. Simplemente por experiencias pasadas, pese a ello, no fue el caso. Actuaron de manera orgánica alrededor del otro y con una naturalidad, que le sorprendió.

Y eso sólo hizo que su corazón se hinche, cargado de emociones indescriptibles.

Y aunque resulte irónico, el resto del día se la pasó pensando en su encuentro con el híbrido de zorro negro, en lugar de sus clases. Fue contraproducente, sí, pero no se arrepintió.


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