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❈•≪07. Iniciativa≫•❈

Mientras más veía a Mingi por el campus, Hongjoong más podía comprobar que no era el único interesado en el híbrido de zorro negro.

Habían otros que lo estaban también.

Y era lógico, fuera de ser singular en su especie, era atractivo y el aire de secretismo alrededor de su persona, era como un imán para los más curiosos e intrépidos. Que después acabara siendo amable al trato, provocaba que el resto quisiera permanecer hondeando en las otras capas que no mostraba.

Aparte de eso, lo había visto un par de veces cerca de Aurora con el híbrido de oso. Todavía no podía asegurar nada, pero era claro para él que eran cercanos.

Por otra parte, el temporal había cesado, los vientos fuertes disminuyeron su agresividad y los cielos se mantenían despejados. Luego de una semana, era la mejor noticia que había recibido el de cabellera gris. Porque sí, se encontraba en esa etapa de la vida donde ver los titulares de los acontecimientos del día, era ya parte de su rutina. Pese a ser un híbrido joven.

Recorriendo las secciones de la tienda de conveniencia junto a Wooyoung y San, quien recientemente se había vuelto un valor agregado a su grupo de dos, no pudo evitar detenerse frente a unos comestibles con forma de pescado. Sin darse cuenta que la pareja-no-pareja, siguió de largo. Dejándolo solo.

—¿Los probaste alguna vez? —preguntó de manera distraída, enseñando el paquete.

—Prefiero las cosas dulces.

Girando sobre su hombro, Hongjoong abrió los ojos en grande al encontrarse con la figura de Mingi, en lugar de San. Con quien había estado hablando, supuestamente.

—Lo siento —dijo el moreno—. No pretendía asustarte.

—No me asustaste —respondió él, parpadeando con lentitud. Asimilando quién se encontraba allí—. Esperaba que mi amigo me contestara, no tú. Es todo.

Y en lo que decía eso, aprovechaba a recorrer con su vista el lugar, sólo para distinguir las orejas puntiagudas y rojas de su mejor amigo al otro extremo de la tienda de conveniencia. Ocultándose evidentemente junto al híbrido de gato banco.

Agachando la cabeza, no perdió la oportunidad de insultarlos y de rodar los ojos.

—¿Se fue sin avisarte? —preguntó al verlo solo.

El más bajo regresó su atención al pelinegro y negó con fugacidad—. Está espiándonos —avisó en un susurro—. Al otro lado de la tienda. El de las orejas rojas salientes.

En teoría, no tenía porqué compartir ese dato con el más alto, sin embargo, no hallaba motivos para mentir. Por lo que prefirió el camino fácil. Decir la verdad.

—Ah, el zorro rojo —mencionó en un tono casual, en reconocimiento—. Pero, ¿y de quién es la cola blanca?

—Su amante —explicó con una sonrisa. «Sólo toma la oportunidad que te dieron, luego los regañas», pensó para sus adentros. Un tanto nervioso, jugueteó con las frituras que aún tenía en las manos—. Así que, ¿no los probaste?

—No.

—Prometen ser refrescantes y recordarte al mar.

—Paso, gracias.

Hongjoong asintió y los metió en su pequeño canasto de mano de igual forma, en este habían otros productos: tres leches, carne de ternera y algunos vegetales; compras básicas.

—Entonces —murmuró, al ver que Mingi todavía estaba con él. A su costado, más específicamente—. ¿Cosas dulces, eh?

El alto asintió—. Ya sabes, chucherías y postres. No discrimino.

—¿No lo haces? —preguntó en un tono sugerente. Enfrentando al pelinegro.

Para su sorpresa, el moreno dio tres pasos hacia adelante en vez de retroceder, los suficientes como para reducir la distancia entre ellos. Sus respiraciones se alinearon y la diferencia de sus alturas se volvió un rasgo marcado. Las orejas de Hongjoong cayeron hacia atrás y su cola se meneó con suavidad.

Fascinado con el acercamiento repentino.

—La variedad es divertida —contestó el moreno con una media sonrisa—. ¿Por qué hacerlo?

—No lo sé —dijo con un encogimiento de hombros, ladeando la cabeza—. Nunca está de más preguntar.

—Eso dicen —musitó el contrario con un asentimiento breve—. ¿Necesitas ayuda con tus compras?

Mirando a su canasto de mano con fugacidad, el más bajo se sintió mal a la hora de negar, pero la verdad, es que ya tenía casi todo. No quería estirar el tiempo ajeno innecesariamente, sacándose trucos bajo la manga que, en realidad, no tenía.

—Agradezco el ofrecimiento.

Realizando una reverencia, el moreno apuntó con su mentón hacia la salida—. Nos estamos viendo por los alrededores, entonces.

Y tan pronto Mingi se fue, Hongjoong tuvo un brazo alrededor de su cuello. No tuvo que girar para saber que se trataba de Wooyoung. Tampoco necesitó afirmar que San estaba allí. Lo podía percibir.

—¿Por qué dejaste que se fuera? —le preguntó su mejor amigo, a modo de regaño. Podía imaginarlo con el ceño fruncido inclusive.

—Porque ya no teníamos más nada de qué hablar. Aún si se ofreció a darme una mano con las compras...

—¿Por qué lo rechazaste? —cuestionó el pelirrojo, colocándose delante suyo. En efecto, tenía el entrecejo arrugado y un mohín en los labios. Era encantador.

—No lo hice, simplemente ya compré todo lo que debía. Fue cortés de su parte, pero no lo requería.

—Necesitas practicar cómo generar temas de conversación.

—Claro que no. Tú apestas en eso —replicó tras empujarlo por el hombro, las cejas caídas—. Además, ¿quién les dijo que me abandonaran? —inquirió con los brazos cruzados—. Especialmente tú —expresó hacia San, quien levantó las orejas relajadas, casi al instante—. Se suponía que compartíamos opiniones, ¿y de la nada me dejas hablando solo? ¿Quién hace eso?

—Lo siento, pero en mi defensa, me vi arrastrado por Wooyoung. Cuando me di cuenta, no pude hacer nada.

—¡Oye! —masculló el susodicho, avergonzado.

—Ambos sabemos que fue tu idea —comentó el más bajo con una sonrisa, divertido. Era inusual ver al pelirrojo sonrojado—. Pero está bien, lo dejaré pasar si conseguimos ese helado que me prometiste.

Wooyoung farfulló un insulto y no dijo más nada, guardando silencio por el resto del recorrido en la tienda de conveniencia. Fue gracioso y estuvo sujeto a las burlas, por supuesto.

✦• ───── ⸙ ───── •✧

—¿Otra vez te encontraste con ese chico? —preguntó Jongho al sacarse la paleta de la boca y una vez él salió de la tienda. Compras en mano.

—¿Cómo lo supiste?

Enarcando una ceja, el más joven apuntó hacia el ventanal tras su espalda. Allí estaba Hongjoong, siendo apresado bajo el brazo de su mejor amigo. A un costado, se encontraba el híbrido de gato blanco. Observándolos con una sonrisa en los labios. Era tenue. Un gesto afectivo.

—Así que eso era. Podías vernos desde fuera —comentó de manera acertada, volviendo la vista hacia el híbrido de oso.

—Sí, y es asqueroso notar lo mucho que le atraes —murmuró el de cabellera marrón tras rodar los ojos—. Ni siquiera lo disimula.

—No hay muchos que puedan controlar sus impulsos cuando se trata de la atracción, ¿sabes?

—Aún así, lo intentan. Él no parece que lo haga —puntualizó con seriedad, una vez se empezaron a alejar de la tienda—. ¿Por qué te interesa tanto?

Riéndose, Mingi colocó un brazo sobre los hombros de Jongho—. ¿Qué? —preguntó—. ¿Estás celoso?

Resoplando, el más bajo golpeó su extremidad fuera, haciéndola caer al costado de su cuerpo. Impotente.

—No, es sólo que desde que llegaste, no mostraste interés en nadie tan abiertamente como con él. Me genera curiosidad saber porqué.

—Porque es lindo —contestó con un encogimiento de hombros—. Y expresivo. Me gusta eso.

—A ti te gusta la idea de que alguien te desee tanto.

—También —admitió con una sonrisa ladeada—. Es una caricia al ego incomparable, sin embargo, en serio es lindo.

—¿Cómo dijiste que se llamaba?

—Kim Hongjoong.

—Así que, hasta ahora, ¿no han hecho más que hablar y compartir un paraguas?

—Sí, ¿qué sucede con ello?

—Nada, en realidad. Me parece genial que vayan a su tiempo o lo qué sea.

Mingi se rió, en parte enternecido con las palabras de su amigo, y en parte divertido. Jongho no era muy bueno expresando ningún tipo de sentimiento en particular, y nada tenía que ver con que fuera un híbrido de oso, sino con su propia personalidad restringida y cuadrada algunas veces. Pero lo bueno que tenía él, es que hacía el esfuerzo.

Sea en lo que sea, se esmeraba por superarse. Y ahí estaba la clave de su admiración por el más joven.

—No estamos saliendo —le aclaró entre risas.

—Pero quieres involucrarte con él, por lo que entiendo.

—Sí, por supuesto.

—¿No has pensando, entonces, invitarlo a algún sitio?

—No, me gusta la tensión que hay entre nosotros cuando nos vemos...

—Ni siquiera te atrevas a decir por "casualidad" —intervino el híbrido de oso, un tono acusatorio.

Y el pelinegro, guardó silencio. Fingiendo que cerraba sus labios con llave.

Porque la verdad sea dicha, de los pocos encuentros que había tenido con Hongjoong, el único que no había sido planeado, fue el primero, el de la biblioteca. Ese le había asombrado genuinamente. Ya que al de cabellera gris, lo topaba a causa de su hábito por observarlo con intensidad y sin discreción de por medio.

De todos los híbridos que se le quedaban viendo, era el más obvio, aparte del más transparente.

Razón por la cual, y a través de la curiosidad, ideó las formas de chocarse o de dar con el más bajo por "accidente". La primera ocasión fue sencilla, él ya estaba en la tienda cuando el otro híbrido ingresó. Lo único que quedó en sus manos, fue la manera de acercarse a éste sin ser obvio. Y la excusa de la leche de fresa, sirvió. Lo que no anticipó de eso, es que terminaría siendo invitado a una fiesta de cumpleaños.

Y estuvo bien, relativamente hablando. En un principio la dichosa fiesta fue agradable, conversó y bebió gratis. Todo hasta que Jongho se aburrió y decidieron irse. Perdiendo la oportunidad de conocer al pequeño felino. Quien, en ese momento, parecía estarla pasando mejor que él.

La ocasión que se toparon en la biblioteca y le prestó el paraguas, admite que fue un golpe de suerte. Ya que siendo honestos, no tenía en mente estudiar allí. Pese a ello, necesitaba un libro del lugar, motivo que lo forzó a salir de su dormitorio. Para esa instancia, no llovía, aunque las nubes de tormentas anunciaban lo contrario. El punto es que, justo cuando se marchaba, inició el temporal y es que llamó a Jongho por ayuda.

Una idea que le terminó dando frutos.

Ya que Hongjoong usó de excusa el paraguas para acercarse a él, y qué día fue ese. El híbrido de gato reaccionó de buena manera a sus acciones y se mostró tan receptivo, que hasta la actualidad, Mingi rememoraba las imágenes producto del deseo de esa vez.

Eran un incentivo atractivo, no iba a mentir.

—¿En qué piensas? —preguntó Jongho, llevándose la paleta a la boca.

—En serio es una linda criatura.

Asintiendo, el de cabellera marrón lo señaló con su golosina—. Objetivamente hablando, tiene su encanto, supongo. No lo conozco para asegurarlo.

Él no pudo evitar reírse, sinceramente divertido con el contrario. Puesto a que el híbrido de oso, era tan estructurado a la hora de expresarse que aparentaba tener más edad de la que en realidad tenía. Que a ver, veintitrés años, era un buen número.

—Deberías intentar quedarte y cruzar algunas palabras con él. De seguro te cae bien.

—Podría ser el caso. No es como que tú lo conozcas mejor.

A lo que él le dio la razón—. Hago el intento —dijo tras palmear su espalda.

—Lo sé —murmuró su joven amigo, sonriéndole con suavidad—. ¿Qué planeas comprar para la cena?

—Carne, por supuesto.

Y al decirlo, ambos partieron en risas estridentes que llamaron la atención de otros híbridos que iban por el campus, miradas críticas y curiosas a las cuales no le dieron importancia.

✦• ───── ⸙ ───── •✧

La siguiente vez que se toparon Mingi y Hongjoong, éste se encontraba por su cuenta. Wooyoung hacía tarea en la biblioteca y San estaba en clase, por lo que él se hallaba solo en la cafetería.

Se encontraba haciendo cola para comprar su almuerzo cuando lo vio: sentado en una mesa y comiendo en solitario, mientras que con la mano izquierda, manipulaba el celular. El objeto de su interés. Song Mingi.

Mirando hacia el frente para no chocar con nadie, el híbrido de gato gris, analizó la situación y pensó, ¿por qué no? ¿Qué tenía para perder? En teoría, nada. Por lo que, podía correr el riesgo. Después de todo, cometer un salto de fe, no lo lastimaría.

Y con esa resolución, es que tomó su bandeja llena y se encaminó hacia la mesa del moreno. Pasos vacilantes y una confianza tambaleante. La indecisión personificada. Es lo que era.

Aún así, no dejó que eso lo detenga y continuó andando. Para cuando llegó, tuvo que carraspear para hacerse notar.

—Hola —dijo con la mayor naturalidad de la que fue capaz.

—Hola —correspondió el pelinegro, enderezándose—. Siéntate.

—¿No te molesta?

Cruzándose de brazos por encima de su pecho, Mingi torció una sonrisa—. Por algo estás aquí, ¿no?

—Pensé que algo de compañía no te haría daño —respondió con un encogimiento de hombros.

—¿Eso crees?

—¿Hice mal? —preguntó con la cabeza ladeada.

—No —murmuró el alto con simpleza, extendiendo una mano y apuntando al espacio vacío a su alrededor—. Elige el asiento que te guste más.

Asintiendo ante las palabras impropias, Hongjoong procedió a rodear la mesa, y en un acto de valentía, se sentó a un lado de Mingi. Quien alzó las cejas, impresionado. Sin embargo, no mencionaron ese crescendo en su confianza y lo dejaron de lado.

—¿Y tus amigos?

Organizando su bandeja, el más bajo cogió sus palillos antes de responder—. Uno estudiando y el otro en clases.

—Básicamente ambos hacen lo mismo.

Deteniéndose a pensar en ello un segundo, acabó asintiendo—. Bueno, sí. Sólo que uno está en la biblioteca. A eso me refería.

—Así que, ¿hoy estás por tu cuenta?

—Te tengo a ti para hacerme compañía, ¿no?

—¿Así son las cosas, entonces?

Apoyando el codo sobre la mesa, Hongjoong descansó el mentón sobre su palma abierta—. ¿Te molesta?

—No mientras se trate de ti.

—¿Siempre sabes qué decir para tener a la otra parte interesada?

—No lo sé, tú dime. ¿Estás interesado? —le preguntó luego de inclinarse ligeramente en su dirección. Robándole parte de la respiración.

Y Dios, él en serio creía que se podían besar en ese instante. La distancia entre ellos era tan insignificante y sus alientos bailaban un mismo compás seductor, que no dejaban espacio a la imaginación.

—¿Luzco como si no lo estuviera?

—Me gustaría escucharlo —y sus palabras quedaron en medio de su garganta, cuando de repente, su visión periférica detectó un movimiento, una mano acercándose a su rostro pero no llegando a agarrarlo—. ¿Puedo?

—Adelante.

Y su aceptación escapó en un susurro cargado de expectativa, que concluyó en un agarre suave entorno a su mejilla. Fue como la seda, envolviendo un objeto precioso.

—No me equivoqué contigo.

—¿Ah, sí? —preguntó—. ¿Con respecto a qué?

—Eres encantador.

Le dijo antes de pasar a soltarlo, como si en un principio, la cercanía no hubiera sucedido. Enrollando la cola alrededor de su muslo para contenerse, Hongjoong actuó con la misma casualidad de Mingi, y procedió a abrir su leche de fresa.

Esa era una buena oportunidad para conocerse un poco, si lo pensaba mejor.

—¿Dónde está el híbrido de oso que suele hacerte compañía?

—En clases.

—¿Y de dónde lo conoces?

Sonriendo, el moreno bebió de su agua con tranquilidad—. Es mi compañero de dormitorio —explicó de forma breve—. Se llama Jongho. Tiene veintitrés años.

—¡Oh! Es joven. Por cierto, ¿cuántos años tienes tú?

—Veinticuatro.

—Eso significa que tenemos la misma edad. Vaya —susurró de manera apreciativa—. Puedes tratarme cómodamente —agregó con educación.

—Gracias —dijo el pelinegro, pese a su mueca burlona. Implicando algo más allá.

Él entrecerró los ojos, en un gesto de sospecha, aún así, no lo cuestionó.

—Así que, ¿compañeros de dormitorio? —preguntó en su lugar.

—Exactamente, desde inicio del semestre. Con el paso del tiempo nos volvimos amigos.

Hongjoong asintió, llevándose un poco de algas a la boca, mientras digería la información. Casi seis meses, era una cantidad de tiempo considerable para volverse cercano a alguien. De cualquier manera. Motivo por el cual no le sorprendía lo que escuchaba. Le seguía asombrando, eso sí, lo fácil de tratar que era Mingi. No sólo con él, sino que en general.

Para lo que se decía de los zorros negros en los libros, estaba impresionado.

Y no es que él los tuviera en cuenta demasiado, simplemente los había leído sin parar en su adolescencia. Por lo que sabía el contenido de la mayoría de ellos hasta el día de hoy. Así como también, era un verdadero milagro que no le hubieran lavado el cerebro. Tenía pequeños conceptos preestablecidos de algunas especies, no iba mentir. Pero por suerte, no era nada serio y los iba construyendo de nuevo a medida que las conocía.

Wooyoung había sido un claro ejemplo de rehacer una idea desde cero. Ya que en el tercer libro, el dedicado a los vulpinos específicamente, se aseguraba que eran seres lujuriosos con una mentalidad reducida a su libido. Lo que no era cierto, eran inteligentes y ávidos. Entusiastas y liberales.

O al menos así describiría al zorro rojo de su mejor amigo.

Y percatándose de un detalle, el más bajo no dudó en mencionarlo.

—¿Por qué te transferiste a esta universidad?

—Porque quería variedad en mi vida. Probar nuevos sabores —respondió con una sonrisa sugerente.

Comprendiendo a qué se refería casi de inmediato, el híbrido de gato abrió la boca en grande al igual que sus ojos.

—Asqueroso —acusó en un murmullo que no contenía veneno real. Riéndose, el alto se encogió de hombros.

—El mecanismo de escuelas homogéneas no es para mí —comentó con mayor seriedad—. Demasiado anticuado, si me lo preguntas.

—Te entiendo. Demasiada negatividad en un mismo lugar.

—Deja la negatividad a un lado. El criterio selectivo, las acciones discriminatorias y el pensamiento racista estaban acabando conmigo. Mucha basura junta.

—Lo sé, no entiendo porqué continúan apoyando esos modelos de aprendizaje e interacciones. Son pura mierda.

Si bien, Mingi asintió, el sonido de la campana, los distrajo a los dos. Se habían enfrascado tanto en su conversación que no se dieron cuenta del paso del tiempo.

Tomando su celular, el moreno manipuló el aparato unos segundos antes de extenderlo en su dirección. Hongjoong lo miró confundido.

—Mi número de contacto, sólo si lo quieres. No hay presiones —aclaró con una sonrisa más genuina que las anteriores.

Aceptando el móvil ajeno, sacó el suyo y copió la información como si sus manos no temblaran. La risa del pelinegro, le hizo saber que era evidente. Una vez terminó, su rostro se encontraba encendido.

Había tardado más de lo necesario.

—Nos vemos por ahí, Hongjoong.

—Nos vemos, Mingi.

Y esa fue la primera vez que dijo el nombre del híbrido en voz alta, estando éste presente. Su corazón arremetió contra su esternón y sus mejillas adquirieron un tono bermellón al verlo sonreír en grande. Como si hubiera escuchado una buena noticia. Y el intento de guiño que se le lanzó, hizo que su estómago se revolviera con una sensación burbujeante desconocida pero agradable.

Tenía mucho qué contarle a Wooyoung y San.


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