Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Nueva vida

Urokodaki comenzó la clase con una reverencia respetuosa y luego se dirigió a los estudiantes con voz grave — Hoy nos centraremos en la importancia de la concentración al respirar y la conexión con el flujo del combate. Presten atención a cada movimiento, ya que la verdadera esencia del Kendo reside en la mente y el espíritu —.

Los estudiantes asintieron y la clase avanzó con ejercicios de calentamiento y técnicas básicas. El maestro caminaba entre ellos, corrigiendo posturas y dando instrucciones precisas. Giyuu destacaba por su disciplina y habilidad natural. Cada movimiento suyo era elegante y calculado, como si estuviera bailando con la espada.

Durante los enfrentamientos simulados, Urokodaki observaba atentamente. Tomioka se enfrentó a varios compañeros, derrotándolos con rapidez y eficacia. Su estilo era fluido, casi poético, pero también letal. El sensei asintió con aprobación, reconociendo el talento innato de su estudiante.

— Está decidido — sentenció entonces — será Tomioka Giyuu quien nos representará en el torneo nacional de Kendo escolar —.

Sus compañeros de taller aplaudieron, y una ligera sonrisa se dibujó en el rostro del muchacho que se encontraba cursando su último año de primaria. No terminaba de creer que realmente el representaría a su colegio a nivel nacional.

— Necesito que te quedes un tiempo extra el día de hoy — mencionó mientras extendía a Tomioka unos pergaminos que por su aspecto parecían ser bastante antiguos — creo que con estos movimientos realmente tendremos la victoria asegurada —.

Giyuu los recibió y comenzó a leerlos en voz baja, su maestro se había retirado del salón de artes marciales quedando este completamente vacío al terminar la clase.

— Tercera postura... — susurró — danza de las corrientes —.

Con elegancia comenzó a seguir paso por paso los movimientos descritos en aquel rollo que había estirado en el piso, su espada realmente parecía imitar el mover de las corrientes de las aguas, y tras dar el golpe final, una fuerte migraña le consumió.

«— Ne~ Tomioka-san ¿Alguna vez podrás confiar y pedir ayuda a los demás —» 

¿De donde provenían aquellas voces tan familiares?

Como en una película en mal estado, varias imágenes y sonidos viajaban por su mente, borrosos, incompletos.

«— Eres la mujer más fuerte que conozco — »

«— Necesito que hablemos — »

Un haori de tonalidades blancas y lo que parecía ser el patrón de una mariposa ondeaba bajo la brisa de aquel cielo nocturno.

«— Ne~... ¿No te parece que es una hermosa noche antes de la misión? — »

« —Quiero un gran plato de salmón con daikon — »

Lo que parecía ser una katana de tonalidades azules era limpiada por sus manos de lo que aparentaban ser unos restos extraños.

«— Volveré aquí después de la misión Kochou, por favor escucha entonces todo lo que tenga que decir... — »

«— Te estaré esperando, Tomioka-san »

— Kochou — murmuró recostándose en el suelo cuando pudo recobrar levemente su orientación. 

¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que supo algo de ella?

Su ultimo recuerdo se remontaba al día en que la Sra. Kochou le recibió en su casa poco tiempo después que Shinobu se hubiera marchado, necesitaba recuperar un telescopio que el le había prestado a la menor de sus hijas. Algo se quebró dentro de su pecho en el momento que subió a su habitación y vio aquella planta que le había regalado en su duodécimo cumpleaños completamente seca en aquel macetero de la ventana. Con sumo cuidado, intentó tocar sus ramas, pero se deshicieron como polvo al más mínimo contacto.

— Creí que al menos la habría llevado con ella... — susurró de forma tan baja que la madre de la chica no logró escucharle, y sin decir más, recibió la caja que esta le extendía y regresó a su hogar con un amargo nudo en la garganta.

Llevando una mano a su frente para levantar aquellos azulados cabellos que caían sobre su rostro, suspiró. 

De seguro debía de tener fiebre, lo mejor sería llamar a su casa para que alguien pase por él a la primaria y lo acompañe de regreso.

— ¿Otoosan..? — su padre había contestado el teléfono del hogar, por lo visto aquel día no le tocaba trabajar. Tras mostrar preocupación por el malestar de su hijo colgó la llamada, él se encargaría de ir a buscarlo.

Había pasado al rededor de cuarto de hora cuando el mayor se hizo presente en la primaria. Giyuu le estaba esperando con emoción en la puerta principal, tenía una gran noticia que contarle.

Las palabras fluían y fluían de él, le relató todo lo que había sido el entrenamiento del día, tan hablador se mostraba que el camino de regreso a casa les estaba pareciendo a ambos mas corto que nunca.

— Y entonces... ¡Urokodaki-sensei dijo que yo representaré a la primaria en el torneo nacional! —.

Su padre le dedicó una enorme sonrisa — ¡Ese es mi muchacho! — con una mano desordenó sus cabellos para luego elevar su pulgar en alto.

El semáforo de aquella gran avenida dio verde y todos los peatones comenzaron a cruzar, incluyendo a padre e hijo Tomioka.

— Entonces el sensei me entregó unos antiguos pergaminos con extraños movimientos de kendo — sacando la espada de bambú de su funda comenzó a imitar lo que había aprendido — ¡Mira! ¡mira! era así —.

Danzando con su espada revoloteaba al rededor de su padre y en uno que otro momento pasó a golpear a los transeúntes que circulaban por sus costados.

— No te apartes Giyuu — reclamó su padre dedicándole una comprensiva mirada al pequeño que con tanta emoción le mostraba lo aprendido.

El menor seguía jugando con su espada — Tercera postura... — tomó aire — ¡Danza de las corrientes! —.

Un pitido ensordecedor en su oído le obligó a caer al piso cubriendo su cabeza con ambas manos, las imágenes se volvían borrosas y la mente del ex-pilar parecía nublarse. Su padre no se dio cuenta de lo que había sucedido si no hasta escuchar los murmullos preocupados de la gente a su alrededor.

—¿Giyuu? ¿¡Giyuu!? — llamaba su nombre mientras se volteaba en todos los sentidos buscándolo entre la multitud. El semáforo ya estaba por cambiar.

— ¡Ese camión matará al niño! — exclamó una señora captando la atención de el Sr. Tomioka, quien ahora vio con terror como Giyuu se encontraba de rodillas en medio de la avenida.

La gente gritaba para alertar a quien conducía el vehículo pero al parecer este iba distraído intentando recoger algo que se le habia caído a los pies del asiento del copiloto.

Ni siquiera lo pensó en el momento que se echó a correr en dirección a su hijo. Estaba por llegar a su lado cuando finalmente el conductor elevó la mirada y vio a dos personas a unos metros de distancia en medio de la calle. Intentó frenar desesperadamente pero por la velocidad que llevaba ya era demasiado tarde.

En el segundo preciso el padre de Giyuu alcanzó a empujarle fuera del área de impacto.

El estruendo de las llantas deslizándose sobre el pavimento, frenadas de manera abrupta, y el penetrante olor a neumático quemado asaltaron los sentidos del joven. El cuerpo de su padre fue lanzado contra el parabrisas del vehículo al recibir el impacto, provocando que este se hiciera añicos en cientos de fragmentos de vidrio. Y por si fuera poco, el camión, al salirse de la pista, colisionó violentamente con el automóvil que se aproximaba en sentido contrario.

—Otoo...san — balbuceó sin poder creer lo que acababa de suceder frente a sus ojos mientras sentía como un hilo de sangre se deslizaba por su frente.

La mano del hombre que se encontraba tirado en el piso se abrió lentamente sin fuerzas.

El mundo le pareció pasar en cámara lenta, las lagrimas parecían cascadas deslizando de sus azules ojos, los sonidos se volvieron pesados y su voz parecía no salir de sus labios cuando de rodillas junto al cuerpo gritaba incansablemente una sola frase:

—¡Otoosan, despierta!—

La multitud comenzó a rodearles, algunos para ayudar, otros por el simple morbo. Una señora mayor le envolvía entre sus brazos en medio de su desesperación, no estaba seguro de donde pero sentía conocerla, su olor a café le brindaba una sensación de nostalgia. 

— Perdóname, padre...— murmuró una y otra vez al ver como un grupo de rescate intentaba reanimar al cuerpo que yacía inerte sobre el pavimento.

— Perdóname...—.

El sonido de las llantas deslizándose por el pavimento se había desvanecido lentamente en la memoria de Tomioka, pero el eco del accidente resonaba aún más fuerte en su vida cotidiana. Un año después, la tragedia que cambió la vida de su familia seguía siendo el eje en torno al cual giraban sus existencias.

Cuando aún estaban sumidos en el dolor por la pérdida de su padre, la familia se encontró de frente con las dificultades económicas. La hermosa casa que disfrutaron en los tiempos más prósperos se volvió un lujo inalcanzable, y la lamentable realidad les obligó a buscar un nuevo lugar para rentar.

El camión de mudanzas ya estaba por marchar y a pesar del tiempo que el muchacho y su madre estuvieron golpeando fuera de la casa de su vecinos, no obtuvieron respuesta.

Lo que ellos no sabían era que los Kochou se encontraban de vacaciones en Tokio, aprovechando la oportunidad para visitar a la mayor de sus hijas que ya cursaba su tercer año de universidad al igual que Tsutako.

La mudanza se llevó a cabo en un día soleado pero melancólico. Giyuu se detuvo una vez más frente a la puerta de los vecinos ausentes, esperando en vano una despedida que nunca llegó. Dejaron atrás el condominio que había sido testigo de tantos recuerdos, llevándose consigo la incertidumbre de lo que depararía el futuro.

Tomioka, afectado por la culpa y la tristeza, experimentó nuevamente un cambio en su personalidad. Si bien, había logrado actuar de una forma extrovertida y lleno de vida, ahora se volvió reservado y ensimismado.
El peso de no poder salvar a su padre y la carga de la responsabilidad económica lo transformaron en un reflejo de la melancolía que envolvía la casa.

Tsutako, sin embargo, encontró consuelo en su carrera de profesora. Con una determinación inquebrantable superó sus propios resultados y obtuvo una beca que le permitió seguir estudiando en aquella prestigiosa universidad. 

Mientras tanto, la madre, en su deseo de asegurar el bienestar de su familia, aceptó un mejor puesto de trabajo que le ofreció su empresa, el único problema, es que era en otra ciudad. Con lágrimas en los ojos se despidió de Giyuu, a quien hacía unas semanas había matriculado en la Academia Kimetsu, al menos tenían la ventaja de que su nuevo hogar quedaba a tan solo unos minutos del centro de estudios.

— Prométeme que me harás saber si necesitas algo — susurraba con el chico entre sus brazos.

Si bien le había pedido a una prima lejana que pudiera acompañarlo cuando tuviera tiempo, ese instinto materno le hacía no querer soltar a su hijo.

— Ve tranquila madre, estaré bien — le respondió Giyuu con nula expresión en el rostro.

Para él, que su madre tuviera que irse lejos no era más que un daño colateral de lo que él mismo había ocasionado cuando por su culpa su padre falleció en aquel accidente.

La soledad se convirtió en la compañera constante del joven cuando la casa quedó vacía. La ausencia de su familia acentuó la culpabilidad que lo atormentaba, y cada rincón de la casa parecía susurrar los recuerdos de un pasado que ya no existía.

A medida que el tiempo avanzaba, la realidad de la separación se volvía más evidente. La hermana florecía en su nueva vida académica, la madre prosperaba en su carrera de la empresa, pero Giyuu seguía anclado en el pasado, incapaz de liberarse de la culpa y la desesperanza que lo consumían.

De vez en cuando Yae y un par de amigos le visitaban, lo hacían desde que Tomioka abandonó la primaria y rindió exámenes libres, pero por los mismos estudios no podían verle frecuentemente. 

La vida continuaba su curso implacable, y aunque las heridas no se cerraban por completo, la familia Tomioka intentaba encontrar una nueva "normalidad".

Shinobu miraba por la ventana de aquel tren emocionada por comenzar su segundo año en la secundaria a la que desde un inicio quería asistir.

De cierta manera su corazón se apretaba al pensar en si confirmaría sus sospechas de reencontrarse con Giyuu en aquel lugar, ya que habían sido unos meses muy duros desde que este y su familia desaparecieron sin dejar rastro alguno.

— No puedo creer que mi familia haya sido tan despistada — susurró con la vista clavada en el horizonte que contemplaba por la ventana — ¿Cómo se les pueden desaparecer 3 personas de la nada si vivían a un costado de ellos? —.

Si bien Tsutako se encontraba en Tokio ¿Dónde se encontraba el ex-hashira junto a sus padres?

La pantalla sobre la puerta del tren anunciaba la última parada y Shinobu juntó sus cosas para bajar. No se había traído todo desde donde su abuela, ya irían sus padres por el resto de las cosas. 

Gracias a dios la anciana había mejorado por completo, y aunque le llevó tiempo retomar su vida cotidiana, Shinobu se aseguró de que nada fuera un impedimento en su vida, acompañándola incluso en aquellos oscuros momentos donde su abuela tan inútil se sentía por no poder ni ir al baño sin ayuda.

Unos minutos mas de viaje en taxi y finalmente había llegado al condominio que tantos recuerdos le traía.

— Estoy en casa — mencionó por voz baja mientras caminaba por las veredas del lugar.

La casa junto a la suya permanecía vacía, por alguna extraña razón aún nadie la había vuelto a rentar.

Sus padres le recibieron con un caluroso abrazo y una rica cena para que disfrutara antes de dormir.

Aún conociendo la respuesta volvió a preguntar por si tenían algo de información de sus vecinos, pero con el negar de sus cabezas todo continuaba igual que siempre.

La noche caía y se dispuso a acostarse, su habitación se sentía demasiado grande comparada a la que utilizaba en la casa de su abuela.

En un melancólico intento volvió a enviar un mensaje a Giyuu, el cuál se sumó a los cientos que el muchacho no había leído. 

— Ni siquiera se por qué lo intento, no le llegan, seguro debe haberme bloqueado — escondiendo la cabeza en su almohada unas lágrimas corrieron por su mejilla.

«Ne~ Tomioka-san ¿Dónde te has metido?»

Los primeros días de abril se teñían de rosado con el caer de los pétalos de cerezo y un nuevo año escolar comenzaba. 

Kochou había decorado su cabello con el adorno de mariposa que tanto amaba y una pequeña cinta rosa, ya estaba lista para iniciar su segundo año de secundaria alta, lo cual tenía una maravillosa ventaja en comparación a sus años anteriores, las clases eran en la mañana.

El trayecto fue ligeramente largo ya que el centro de estudios se encontraba en las afueras de la ciudad, mas el resto del día transcurrió rápidamente entre la ceremonia de inicio de clases y el conocer a sus nuevos compañeros. En un abrir y cerrar de ojos la campana había sonado marcando el horario de salida.

Acompañada de una muchacha que había conocido en la ceremonia llamada Naho se dirigió al hall con el fin de cambiarse el calzado y regresar a su hogar para comenzar con las tareas que le habían asignado. Tenía la esperanza de poder cumplir con sus responsabilidades, aunque durante todo el día su mente estuvo ocupada por una sola persona, lo que la hizo sentir más distraída de lo habitual: Tomioka Giyuu.

Estaba a punto de salir por la puerta principal cuando se dio la vuelta buscando a su nueva amiga. En ese momento, un grupo de estudiantes pasó cerca de ella, parecían haberse reencontrado después de mucho tiempo, y eran tantos que ocuparon todo el pasillo principal entre los casilleros, obligándola a retroceder un paso y que su espalda quedara pegada al frio metal tras de si. Entonces su mirada se encontró con unos profundos ojos azules que la observaron fijamente durante unos segundos antes de volver a mirar hacia adelante sin mostrar ninguna expresión en su rostro.

—¿Tomioka-san?— susurró de forma casi inaudible.

No estaba segura de que fuera él del todo, quizás donde había estado pensando en él todo el día su mente le jugaba una mala pasada, se trataba de un muchacho alto, de cabello ligeramente largo amarrado en una coleta alta, y su rostro, era totalmente inexpresivo.

— ¿Estas bien Shinobu-chan? — le pregunta Naho al llegar a su lado y ver que se encontraba un tanto pálida.

— Estoy bien — dijo con una sonrisa aun manteniendo su mano en el pecho — Creí haber visto a alguien conocido pero al parecer me he equivocado... — su mirada se volvió a dirigir a esa azulada cabellera que se marchaba a la lejanía.

Así transcurrió entonces aquel primer día de clases marcado por la curiosidad de la pequeña mariposa, quien no se rendiría hasta comprobar que aquel muchacho no fuera el cazador que ella tanto había amado.

Fue entonces hasta el final de aquella semana que una nueva oportunidad se le había presentado. 

Kochou terminaba de guardar sus zapatos escolares en el casillero correspondiente, claro que sin dejar de supervisar la entrada, cuando finalmente aquel muchacho que tanta intriga le causaba hizo su aparición en la secundaria. Esta vez venía solo.

— Tomioka-san... — le llama levantando sutilmente su mano derecha en señal de saludo mientras entrecerraba sus ojos dibujando una sonrisa en los labios.

Él, terminando de colocarse sus zapatos, comienza a caminar hacia ella, provocando que el corazón de Shinobu se acelerara, veía como los labios de este se encontraban entreabiertos, al parecer iba a decirle algo. Pero, sin detenerse ni por un mínimo segundo, pasa caminando por su lado hasta llegar junto a una muchacha de largo cabello negro que le había llamado, cuya voz Kochou no había escuchado al estar sumergida en su nerviosismo.

— Finalmente llegas temprano Tomioka-san ¿Qué te pasó estos días? Fue como si buscaras llegar tarde apropósito  — le regañaba — era una verdadera molestia tener que preparar todo sola si ambos fuimos designados encargados de la semana —.

El corazón de Shinobu parecía estar a punto de estallar. Era él, realmente era él. 

Con firmeza apretó la mano que había llevado a su pecho — Soy una tonta por pensar que él me habia reconocido... —.

A sus ojos Giyuu se veía diferente, no era el niño que vio hace un par de años atrás, es como si algo dentro de él se hubiese apagado, pero si le veía con los ojos de la Shinobu de su vida pasada, él tenía el mismo semblante que lo caracterizaba en la era Taisho.

Se marchó del recibidor sin voltear para evitar la vergüenza de haber saludado a alguien y no haber recibido respuesta, y no fue hasta que llegó al largo pasillo del patio de la entrada que se percató que su cuaderno de ciencias había quedado en el laboratorio.

— Ne~ Shinobu ¿En donde está tu mente?  — se recriminó a si misma antes de dar media vuelta y volver a paso rápido a la secundaria, realmente esperaba no perder el tren que pensaba tomar.

Corriendo para que los profesores no le vieran entrar con sus zapatos de calle se dirigió al laboratorio del primer piso, y aliviada pudo comprobar que el cuaderno aun se encontraba sobre aquel mesón.

— ¡Bien! — miró su reloj y comprobó que aun se encontraba a tiempo para tomar el tren — Ahora solo debo tener la misma suerte para salir —.

Iba corriendo mientras guardaba el cuaderno en su bolso en el momento que giró por el pasillo impactando de frente a la persona que con firmeza le sostuvo entre sus brazos para que esta no terminara en el piso.

Avergonzada se disculpó en medio de susurros en el pecho de aquel sujeto que de forma inexpresiva solo se limitó a decir:

— Ten mas cuidado, Kochou —.

Konnichiwa!

Quiero agradecer a las personitas que se toman el tiempo de comentar la historia o que preguntan por la actualización.

Me hacen sentir que no estoy sola <3 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro