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- ¡Ohayo, Giichi! -.

Después de aquel día la semana había transcurrido con total normalidad. Como cada mañana su hermana aparecía tras la puerta con el saludo característico que le recordaba el niño inmaduro y mimado que aún era, el cual le necesitaba en todos los aspectos todavía.

Tsutako sólo reía dulcemente al ver a un pequeño de solo siete años frunciendo el ceño por ser tratado como lo que realmente era, un crío.

- Hoy debes volver temprano a casa, tendremos visitas - agachándose para quedar a su escasa estatura, su hermana removió unas pestañas sueltas que habían caído sobre sus mejillas - además recuerda que estas castigado Giyuu-kun, tendrás que obedecer a otoosan en todo si quieres recuperar tus permisos -.

El niño suspiro desanimado, si bien hacía cuatro días atrás había dicho que no le molestaría ser castigado ya que lo había pasado increíble en el árcade, la reprimenda fue planeada después que okaasan recibiera la llamada del director informando que Tomioka se estaba escapando de clases con una compañera.

- Neesan - sollozó molesto - yo no iba a saltarme ninguna clase -.

Rodeandolo con sus brazos le atrapó - claro que te creo Giyuu - sonrió, el pequeño ya les había contado todo lo que pasó el mismo día que le castigaron - ¿quieres que te cuente un secreto? -.

Sus azules ojos brillaron y asintió para luego acercar su oído a los labios de la mayor.

-Toosan también cree en ti - una sonrisa se dibujó en su rostro - pero sabes que por ser el padre debe mantenerse firme ¿verdad? - tras decir la última pregunta dio un golpecito en su puntiaguda nariz.

El pequeño correspondió su sonrisa e inclinó su rostro hacia un lado - ¡Hm! - exclamó mientras sus brazos rodearon el cuello de su hermana y escondía su rostro en su hombro.

De pronto sus ojos se abrieron asustados y observó el reloj.

Se hacía tarde.

La mochila voló por los aires y con un ágil movimiento se la colocó, tomó el pan con huevo que su hermana le había preparado para desayunar y colocándolo entre sus dientes siguió corriendo pero está vez en dirección la puerta.

Tsutako le observó extrañada y luego comprobó la hora en el reloj, aún había tiempo de sobra.
Pero por más que llamó su nombre, él niño iba muy perdido en sus pensamientos.

«Por favor no te hayas marchado, por favor no te hayas marchado, Kamisama, por favor»

Moviendo sus brazos de manera alternada para conseguir más velocidad llegó hasta el lugar señalado, pero nadie estaba ahí.

Preocupado observó la hora en su teléfono, el cual indicaba las 8:30.

- Diez minutos tarde - suspiró frustrado llevando una mano a su frente mientras elevaba el rostro.

Hoy habían quedado de enseñarle a Shinobu como llegar caminando hasta la primaria después que ella, al notar que el transporte demoraba tan sólo entre diez y quince minutos, preguntara si en realidad el lugar no quedaba tan lejos como para ir a pie.

Se volteó para regresar a su casa completamente desanimado.

Pero alguien aún le estaba esperando.

- Ohayo, Tomioka-San... - susurró la voz de la chica que se encontraba con la espalda afirmada en el tronco de un árbol frente a sus hogares - ¿Dormiste bien? -.

Su expresión de tristeza desapareció por completo al verla en aquel lugar, y sin pensarlo, corrió frente a ella.

- ¡No te has marchado!¡Realmente sigues aquí Kochou-Senpai! - exclamó los segundos antes de rodear su cintura con ambos brazos y afirmar la cabeza sobre su vientre.

Un ligero tono carmín cubrió las mejillas de la muchacha al recibir ese dulce ataque sorpresa, el cual no fue premeditado por su ejecutor si no que simplemente se dejó llevar por sus emociones.

- ¡Sumimasen! - exclamó al darse cuenta de su imprudencia, apartándose de la vecina, creyendo que esta le regañaría.

Pero lo único que recibió a cambio fueron unas suaves caricias en sus cabellos.

- Ne~ Tomioka-san ¿Teníamos una promesa verdad? - mencionó regalándole una sonrisa - No me marcharé dos veces... -.

Armoniosamente comenzó a caminar en dirección a la salida del condominio mientras dejaba tras de si a un confundido niño.

«¿Dos veces?» se detuvo a pensar mientras la observaba alejarse por unos segundos para luego salir corriendo tras ella sin darle más importancia al asunto.

A veces Kochou-Senpai era algo extraña...

- Este es el kiosko de Akki-san - mencionaba mientras indicaba con us dedo - y a este otro lado está la tienda de artículos de librería - continuaba mencionando Giyuu, sin que se le escapara ningún detalle en el camino.

Estaba realmente decidido a ser el mejor guía para su nueva amiga.

Así se mantuvo durante todo el trayecto, y, cuando ya faltaban pocas cuadras para llegar al establecimiento, se detuvo a observar el reloj.

- Senpai... - giró su rostro para poder verla - ¿podemos ir a un lugar? -.

Ella imitandolo, también sacó su teléfono para ver la hora. Aún tenían quince minutos.

- ¿Qué tan...? ¡Achú! - intentó preguntar curiosa mientras cruzaba sus brazos pero un rebelde estornudo escapó de sus labios. A lo lejos se podía ver la academia - sumimasen - susurró buscando en su bolso pañuelos pero fue en vano.

Tomioka automáticamente recordó que tenía uno que su madre bordó para él, siempre lo llevaba consigo.

Con una sonrisa se lo extendió.

- A-arigato - el niño frente a ella era realmente dulce y atento- ¿puedo conservarlo un momento? Prometo lavarlo en el baño -.

- No te preocupes Senpai... -.

Después de guardarlo en el bolsillo de su uniforme llevó un dedo a su boca mientras pensaba.

- Ne~ Tomioka-san ¿Es muy lejos? - preguntó curiosa.

- ¡Solo son dos cuadras hacia allá! - exclamó mientras su índice apuntaba hacia la izquierda - ¡Vamos Senpai! ¡Será rápido! - tomó con firmeza su mano y comenzó a correr obligándola a seguirle el paso.

Shinobu estaba tan anonadada que simplemente le imitó por inercia de sus movimientos.

El pequeño Giyuu no se detuvo si no hasta llegar a la tienda de mascotas, donde muchos cachorros resaltaban en el escaparate.

«¿Cuál será la raza favorita de Tomioka-san?» se preguntó mientras observaba los variados canes de la vitrina.

Pero los ojos del muchacho estaban posados en algo completamente difetente.

- Aún nadie lo ha comprado - musitó realmente afligido mientras colocaba una mano en el vidrio. El ave dentro de la jaula apenas daba unos brincos.

La voz de Shinobu fue casi imperceptible - No... puede... ser - decía mientras llegaba hasta el lado del niño.

- Este cuervo ha estado aquí desde que abrieron la tienda - le comentó el menor que no quitaba los ojos del animal - siempre que puedo vengo a verlo un momento, así no se siente tan solo - sonriendo hacia el cristal agitó su mano en señal de saludo - ¿Soy su amigo, verdad Senpai? -.

Los negros ojos del animal se posaron por largos segundos en los violáceos que le observaban, como si pudiera ver dentro de su alma.

- Si... Lo eres... - susurró sin quitarle la vista de encima al ave.

Giyuu cruzó ambos brazos tras su cabeza.

- Volvamos o llegaremos tarde a clases - mencionó y se puso a caminar sin mirar atrás, pero, al no escuchar pasos tras el, tuvo que hacerlo obligatoriamente.

Y con ello pudo encontrar un particular panorama.

La nueva vecina estaba con su cabeza inclinada hacia la vritina a la vez que apoyaba su mano por delante de la jaula. Y, desde el otro lado, el cuervo le imitaba, afirmando su cabeza contra las rejas que estaban pegadas al cristal.

- Creí que solo hacía eso conmigo - susurró volviendo a su lado - ¿Será algún truco que le han enseñado? -.

Shinobu negó con la cabeza.

- No.. No son trucos - dando una última mirada al animal se dio vuelta y dedicó una sonrisa al niño - Vámonos Tomioka-san... -.

En silencio, los negros ojos les observaron mientras se alejaban.

- ¿De verdad no podremos ir hoy de nuevo? - Sabito dejaba de barrer y miraba apenado a su amigo.

Las clases habían terminado y, como cada día de aquella semana, los tres amigos se mantuvieron en el salón por un tiempo más para poder cumplir con el castigo que a dos de ellos les habían impuesto.

- Gomen, Sabito - susurró Giyuu que limpiaba las ventanas - hoy no puedo -.

El rudio de Makomo goleando entre si los borradores les interrumpió, no lo parecía, pero tenía bastante fuerza.

- Yo puedo ir contigo Sabito-kun - sugirió ella cuando terminó y se disponía a tomar un paño para limpiar el mesón del maestro.

Giyuu sonrió - ¡Es una buena idea Mako-chan! - casi corriendo se acercó y colocó una mano en el hombro de su amigo - ¡Por favor cuida de Sabito! - juntando ambas manos como en señal de rezo inclinó su rostro.

Avergonzado y con sus mejillas completamente ruborizadas, el pequeño de cabello color salmón empujó a su amigo.

- ¿Qué estas insinuando Giyuu? - reclamó nervioso - yo soy feliz si ambos van conmigo -.

«Tomioka-san está demorando más de lo normal... ¿Debería ir a buscarlo?» pensaba la chica que yacía afirmada en el muro de cemento junto al portón principal.

El salón estaba completamente desordenado, Makomo observaba boquiabierta a sus amigos perseguirse de un extremo a otro arrasando con todos los pupitres a su paso.

- ¡Acepta que sí sólo va Mako-chan serás el triple de feliz! - buscaba molestarlo Tomioka entre risas mientras se cubría tras dos mesas para que Sabito no le alcanzara.

- ¡Si vas tú, entonces seré cuatro veces feliz porque estaremos los tres juntos! - mencionaba cada vez más colorado.

Que terrible es reconocer que alguien te gusta cuando eres niño, estás dispuesto a decir cualquier cosa con tal de negarlo, por muy real que sea.

- ¡Acepta que mueres por ir tu solo con Mako-chan! - ahora el rubor subía por las mejillas de la niña sin poder detenerlo. Giyuu tenía una sonrisa pícara en su rostro, a paso veloz corrió hasta el otro extremo del salón ubicándose junto a la puerta para evitar a su amigo.

- ¡Y de seguro tu solo quieres marcharte pronto para estar con tu nueva novia! - declaró victorioso Sabito al ver como el de oscuros cabellos quedaba inmóvil.

Boquiabierto comenzó a agitar los brazos de un lado a otro intentando excusar - ¡Espera un momento! Eso no es así - el chico que había estado siendo molestado ahora reía habia dado en el clavo - Kochou-senpai es mi amiga, no mi novia -.

- A Giyuu le gusta Kochou, a Giyuu le gusta Kochou - canturreaba de forma burlesca.

Una muchacha llevaba una mano a su boca para ocultar su risa desde fuera del salón.

- ¡No es cierto! - negaba el pequeño Tomioka completamente ruborizado ante los dichos de su amigo.

- ¡Kochou-senpai es increíble! ¡Es muy inteligente y linda! - vociferó imitando lo que su amigo le había dicho esa mañana - ¿Makomo? ¿Cierto que se casarán y tendrán tres hijos? -.

La chica sostuvo su cabeza con una mano y negó con ella en silencio, los muchachos estaban dando todo un espectáculo.

- ¡Eeeeh!~ ¡Eso no es así! - Giyuu se lanzó sobre él pero Sabito escapó velozmente al rededor de las mesas - ¡No me gusta Kochou-senpai! Es una niña muy rara, se la pasa buscándome, además su voz es chillona, y... y.. ¡y su peinado es feo! - exclamó completamente nervioso sin poder encontrar buenas razones con las cuales defenderse - ¡Además es más alta que yo! -.

Lo que eran risas acalladas tras una mano se transformó en llanto y rápidas pisadas que la alejaron del lugar.

La infantil discusión seguía llevándose a cabo, esto era algo de vida o muerte, el honor de ambos estaba en juego.

Como si fuera tan terrible el admitir tener lindos sentimientos por alguien.

- ¡Te gusta! ¡Te gusta! - insistía Sabito cómo si no hubiese escuchado sus argumentos.

- ¡La conozco hace unos días, no puede gustarme! -.

- ¿¡Y cómo a mí me gusta Makomo desde el primer día que la vi!? - exclamó riendo sin pensarlo.

No fue hasta escuchar un sonoro "Iiiiiiih" para recordar que la muchacha de la cual hablaba, estaba justo tras su espalda.

Giyuu sonrió victorio, creyó haber ganado la guerra, pero sólo había sido la batalla.

Su tragedia estaba a la vuelta de la esquina, o más bien dicho, al salir por la puerta.

- ¿Sa-sabito-kun? - interrumpió finalmente la muchacha que no había estado dispuesta a unirse en una discusión sin sentido - Eso... ¿Eso es cierto? -.

Las manos del muchacho viajaron velozmente a cubrir su sonrojado rostro. No podía creer que el solo se había delatado.

Tomioka siguió ordenando fingiendo que él no estaba ahí, habían dejado el salón irreconocible.

-Eto~ yo... - tartamudeaba el muchacho, debía tomar una decisión, acobardarse o armarse de valor - ¡Por favor dame tiempo Makomo! ¡Te prometo que cuando seamos grandes te haré muy feliz! - exclamó valientemente mientras se inclinaba ante ella, quien con ambas manos cubrió su boca completamente impactada.

Era como un sueño hecho realidad.

Ella le dedicó una dulce sonrisa - ¡Hai! - respondió nerviosa con el tono carmín en sus mejillas.

Tomioka les observaba desde lejos sin ánimos de interrumpir, por fin habían sido claros con sus sentimientos.

Pasados unos minutos todos se encontraban ordenando nuevamente y tras un rato, el salón había quedado impecable.

- ¿Entonces hoy no regresaras con Shinobu-senpai? - le preguntó Makomo mientras acomodaba sus cosas en el bolso y se disponía a abandonar la sala de clases junto a sus amigos.

Giyuu negó con la cabeza - no creo que haya esperado tanto tiempo -.

Sabito iba completamente callado, aún estaba avergonzado, por ello fue el primero en salir.

Tras él fue el de ojos azulados que iba revisando su teléfono para avisar a su hermana que ya se marchaba.

Y de las últimas Makomo, quien como iba cerrando su bolso, pudo observar de reojo que se les había quedado algo a pesar de haber barrido fuera de la puerta del salón.

- ¡Giyuu-kun! - exclamó mientras corría para alcanzar a su amigo - Toma, se te cayó fuera de la puerta -.

En sus mano extendida se encontraba aquel blanco pañuelo con su bordado característico perfectamente doblado, de él emanaba típico olor a jabón del baño de la primaria.

- ¿D-donde estaba? - preguntó asustado.

La muchacha se volteó e indicó el muro junto a la puerta por la cual acababan de salir.

Sintió un hielo corriendo por su cuerpo y su pecho dolía.

Ella había estado ahí, pero se marchó sin decir nada.

Las horribles palabras en medio del berrinche pasaron por su mente.

«¿Cuanto escuchaste, Kochou-Senpai?»

*・゜゜・*:.。..。.:*・*:゜・*

Konnichiwa ❤️

Juro que este capítulo me llenó de nostalgia al recordar como era vivir esto en la infancia. Mantener en secreto cuanto de gustaba un niño, y que de pronto alguien se diera cuenta y comenzaba a molestarte. Era una sensación realmente desesperante.

AL FINAL TERMINABA RECURRIENDO A LA VIOLENCIA, ASIES.

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