Las nuevas vecinas
Un cálido amanecer decoraba las calles del condominio. Era un agradable lugar para vivir.
Al quedar este un poco apartado, en dirección hacia una pequeña colina, el silencio podía reinar con tranquilidad, dejando de lado el constante bullicio de los carros y vendedores que la ciudad ofrecía. Solo el sonido de las aves cantando, el agua de la fuente y el ladrido de un par de mascotas se hacía presente.
Era un mundo de ensueño, lástima que había que despertar.
- ¡Giyuu, llegarás tarde al colegio...! -.
Una dulce voz llamaba hacia el segundo piso de la vivienda, donde un pequeño muchacho de siete años descansaba.
Ante las palabras de su hermana mayor, este simplemente abrazaba sus piernas bajo las mantas, haciéndose cada vez más y más pequeño.
- No me hagas ir a sacarte por la fuerza... - mencionó Tomioka Tsutako mientras terminaba de preparar el desayuno.
Con un pequeño quejido, el muchacho abrazó su muñeco favorito y volteándose hacia la pared, desobedeció las órdenes de su hermana.
Mas cuando oyó las firmes pisadas subiendo por la escalera, de un salto voló fuera de su cama y corrió hacia el mueble donde estaba perfectamente doblada su ropa.
- ¡Vaya! Llegue a creer que seguías acostado Giyuu-kun - dulcemente se afirmó en el marco de la puerta cruzando sus brazos.
- ¡Ohayo, Tsutako-neesan! - exclamó alegre mientras se acercaba a su hermana con una sonrisa para saludarla.
Ella le atrapó y le envolvió con un abrazo, como sus padres pasaban la mayor parte del tiempo fuera de casa por el trabajo, era Tsutako quien prácticamente se encargaba de criar a su pequeño hermano.
- Ohayo, Giichi - le susurró.
Aquel apodo era privado, solo de ellos dos. A Giyuu le molestaba, le hacía sentir un bebé de dos años. Pero escucharlo de los cálidos labios de su hermana le hacía soportarlo. Tenían un pacto, esta dejaría de llamarlo así cuando viera que el menor de los Tomioka finalmente se comportaba como un hombre y dejaba de actuar como un infante. Pero mientras tanto, cada mañana al saludarlo le llamaría así.
Por ello cada día se esforzaría un poco más dentro de su inocencia para dejar de ser aquel "Giichi", el crío, el niño chico.
Estaba ansioso por el día que esa palabra dejara de definirle.
Se separó para poder ir a buscar su ropa, le demostraría que él ya estaba grande. En aproximadamente cinco años comenzaría la secundaria, pensar aquello le hacía sentir bastante maduro.
Tomioka Giyuu, un pequeño tan inocente y adorable, soñando con su primer año de secundaria cuando recién estaba completando su primer año de primaria.}
- Creo que debes preparar el desayuno nee-chan ¿A menos que quieras que lo haga yo? - sugirió mientras cogiendo su uniforme clásico de las escuelas públicas se dirigía al baño, creyendo que había tomado a Tsutako volando bajo.
Cuando pasó por la puerta esta desordenó sus oscuros cabellos con una sonrisa.
- Lleva minutos listo - rió - pequeño Gii -chi -kun - concluyó de forma burlona dejándole en claro que seguía siendo un infante para luego bajar por la escalera y comenzar a desayunar, se hacía tarde y no podía llegar atrasada a la secundaria a causa de su hermano.
Resoplando por la nariz y frunciendo el ceño, el adorable Giyuu fue a alistarse.
Con su pequeña cabeza agachada el agua se deslizaba por sus hombros al tomar la ducha. Quería recordar su sueño, pero a duras penas lograba saber que había soñado. Sólo el cálido sentimiento en su pecho le hacía saber que había sido reconfortante a diferencia de algunas que había tenido otras noches, donde despertaba llorando ahogando sus sollozos con su almohada para que nadie pudiera oírle.
Este fue agradable y dulce, como lo que sentía al comer su postre favorito.
«¿Taiyakis?...» pensó para luego renegar con la cabeza.
Por más que intentaba no lograba recordar.
Pero deseaba siempre poder soñar aquellas ilusiones que conmovían su corazón.
Cerró la llave de agua caliente y comenzó a secarse, el grito de Tsutako le alertó.
- ¡Giyuu-kun, acaso crees que estas en las aguas termales! - reclamaba a la vez que golpeaba la puerta - ¡Ya son las 8:30, no puedo esperarte más! -.
Su hermana era una chica muy amable y dulce, pero si había algo que realmente le molestaba era la impuntualidad. Como era delegada de su clase en el último año de secundaria debía siempre dar el ejemplo, y no permitiría que las faltas de Giyuu, quien solía divagar en la bañera, afectaran su rendimiento, porcentaje de asistencia y atrasos. No le gustaba enviarlo solo, a diferencia de sus padres, que le veían bastante maduro (debido a la forma que se expresaba), aún creía que estaba demasiado pequeño, pero no tenía más opción.
- ¡Eeeeeeh~! - casi volando salió a toda velocidad del baño envuelto en un par de toallas con la ropa en sus brazos, la inmensa cantidad de vapor que se había generado le dificultaba el verse en el espejo.
No era primera vez que le pasaba, muchas mañanas sus constantes sueños y pesadillas le hacían desviarse de sus quehaceres y responsabilidades. Y es que se sentían tan reales.
Cuanto daría por poder recordarlos... Pero no era el caso.
Su realidad era que es un pequeño chico de primaria que está atrasado para ir a clases, y que, para peor, su hermana ya se había marchado sin él.
Se vistió lo mas rápido que la desesperación le permitió. Cogiendo su bolso y colocándolo en su espalda salió disparado de su cuarto. Se deslizó por el pasamanos de la escalera y llegó al primer piso, lugar del cual obtuvo la llave que se encontraba sobre una pequeña mesa auxiliar.
Cerrando velozmente la puerta comenzó a correr para alcanzar el taxibus de las 8:40, si perdía ese transporte tendría que esperar diez minutos más. No podía detenerse por nada del mundo.
Un largo camión blanco junto a su casa captó su atención, sin dejar de correr sus ojos recorrieron las enormes letras azules impresas sobre este.
«Mu..dan..zas...»
Por fin alguien ocuparía la vivienda que hacía ya dos años sus vecinos habían dejado en el momento que se marcharon a una ciudad lejana. Aquel había sido un mal día, puesto que con ello se llevaron a un agradable niño que siempre jugaba con él.
Termino de correr por el costado del vehículo y pudo comprobar que la puerta de la casa estaba abierta y unos hombres cargaban hacia su interior un televisor. Estaba claro, por fin tendría nuevos vecinos. Ojala estos tengan un hijo con el cual pueda juntarse a jugar por las tardes.
Tan concentrado iba en observar hacia dentro de la casa que no pudo percatarse de que una persona cargando una caja se le había cruzado.
Un estruendoso sonido y el quejido de una muchacha fue lo próximo.
Ambos habían terminado dándose con el traste en el suelo, y para suerte de la recién llegada, a pesar de la caída, no había soltado la caja.
- ¡Sumimaseeeen! - dijo el pequeño totalmente avergonzado colocándose de pie a toda velocidad. No se detuvo a mirar, ni siquiera a ayudar a su victima.
- ¿Ara~? - los ojos violetas cargados de disgusto le vieron alejarse. Al menos esperó que el muchacho le ayudara a levantarse.
Colocó la caja en el suelo y parándose sacudió su uniforme del cual un poco de polvo voló.
- ¿Ha pasado algo Shinobu-chan? - preguntó la encantadora chica que llegó al lado de la accidentada - te noto molesta -.
- ¿Estás segura que la gente de este barrio es agradable nee-san? - preguntó aun enojada mientras seguía observando la silueta del chico hacerse más y más pequeña.
Su hermana rió, al parecer había entendido rápidamente lo que sucedió.
- ¡Nee-san!... -.
- Ara ara ~ parece que ya has hecho un nuevo amigo Shinobu-chan - entrelazando sus propios dedos, acercó las manos al pecho.
Indignada recogió la caja con sus pertenencias y se dirigió al interior de la casa.
- Es un niño desconsiderado - sentenció.
Apresurándose Kanae, la mayor de las nuevas vecinas, continuó entrando los muebles junto a sus padres. Debían hacerlo rápido para desocupar el camión y poder ir pronto tanto a la primaria como a la secundaria para que ambas asistan a su primer día de clases en el nuevo lugar.
En medio del salón de clases tres amigos mantenían una acalorada discusión.
- ¡No puedo creer que hayas rayado mi muñeco... ! - gruñía una pequeña mientras sostenía en sus brazos un juguete enmascarado.
- También creo que te has pasado Sabito... - se sumó el de azules ojos - no era necesario llegar a tanto con tus celos -.
- ¡Que no son celos! - reclamó el acusado mientras cruzaba sus brazos y desviaba su mirada para que no pudieran observar lo roja que estaba su cara - es solo que Makomo no deja de decir que le encanta ¿Acaso está enamorada de él? -.
Sin dirigirles la mirada el chico caminó hasta la puerta - Iré a comprar algo de comer, si no salgo del salón siento que el recreo no ha comenzado - mencionó - ¿Irán conmigo? -.
Makomo no respondió, y Giyuu, viendo la tristeza en sus ojos, negó con su cabeza cuando su amigó le miró. Tras esto, Sabito saludó a otros chicos del salón que iban camino al kiosko que estaba en el patio y se sumó a ellos.
- ¿Estás bien, Makomo-chan? - preguntó dulcemente al ver la aflicción de su amiga.
La chica secó una lágrima que deslizaba por su mejilla derecha.
- Esto... - comenzó a decir algo dubitativa, quizás su amigo se reiría de ella - a mi me gusta mucho este muñeco - sosteniéndolo en sus manos lo llevó a su pecho y lo abrazó - ¡porque me recuerda a Sabito-kun! -.
Tomioka lo quedó observando con detenimiento. Sus ropas eran muy antiguas y diferentes, y aquella máscara de zorro no permitía que se le pudiera ver el rostro.
- ¿Se parecen? - preguntó confundido llevando una mano a su boca - Digo.. Si tienen el cabello del mismo color pero... -.
Makomo le observó extrañada. Recién ahí el rostro de Giyuu demostró su sorpresa.
- ¡Eeeh~! - afirmando ambas manos sobre el pupitre de la chica se acercó a ella - Mako-chan... ¿¡Te gusta Sabito!? -.
La muchacha rápidamente cubrió la boca de su amigo con ambas manos y miró en todas las direcciones para comprobar que nadie lo haya escuchado.
- Gomen, Giyuu-kun - musitó mientras inclinaba su rostro - Yo... No puedo corresponder tus sentimientos... -.
- ... - Tomioka le quedó observando con una curiosa expresión - ... ¿E-eto? -.
- Hace dos días Akane y Mitomi me dijeron que estabas enamorado de mi... - susurró mientras observaba a las compañeras de las cuales hablaba, quienes al ver lo dulce que era el muchacho con ella habían concluido que debía de tener ese tipo de sentimientos románticos por ella - Por eso creí que debía confesártelo Giyuu-kun, gomen -.
Él quería reír a grandes carcajadas, pero su amiga ya estaba demasiado triste por lo ocurrido con el muñeco como para hacerla sentir peor.
Elevando sus hombros en gesto de resignación le miró fijamente de forma que esta dejara de cubrirle la boca - Supongo que no hay nada más que hacer al respecto - aclaró con una sonrisa que escapó de sus labios, la cual no era de amabilidad, si no de sus fallidos esfuerzos por contener la risa - Me siento un poco triste ¿será por el rechazo? - con una mano frotaba su barbilla simulando que pensaba.
Makomo se sentía culpable, no quería herir el corazón de un amigo tan cercano.
- Creo que un jugo de naranja podría servir... ¿Puedes ir conmigo? - sugirió Tomioka aun sonriente.
- ¡Hai! - exclamó creyendo que Giyuu se lo había tomado de muy buena forma.
Sin dar mas vueltas al asunto se alejaron del salón caminando a paso lento. Para ellos era muy divertido conversar de cosas triviales y sin sentido. Sobretodo de aquel famoso programa que se había comenzado a transmitir el mismo día de su cumpleaños, donde unos valientes cazadores salvaban desde las sombras las diferentes ciudades de los ataques de unos horribles monstruos.
- En mantención.. - susurró molesto al llegar a la maquina expendedora del primer piso.
- ¿Quizás la de arriba está bien? - sugirió alegre Makomo queriendo animarle.
Suspirando profundamente Giyuu cruzó sus brazos tras la cabeza. Nada sacaba con amargarse por aquellas cosas, pero no podía evitarlo. Lo hacía.
Aún comentando el capítulo de la semana llegaron arriba.
- ¡Debe ser una broma! - exclamó ya en voz un poco más alta, un nuevo cartel cuyas letras decían "en mantención" cubría el frente de la maquina - ¿¡Acaso el 12 de febrero es el día oficial de la mala suerte!? -.
Makomo rió y colocó una mano sobre su hombro - Aún nos queda el tercer piso... - con su dedo índice levantado señaló el techo haciendo alusión a la planta superior.
Dejando caer sus brazos Tomioka comenzó a caminar como un muerto viviente. No, no quería molestarse tanto por algo tan trivial. Pero era un pequeño que hacía cuatro días había cumplido siete años, y cosas así, claramente afectarían su vida.
- ¡Ya ves! - afirmando una mano en la expendedora la chica sonrió victoriosa - los días no tienen por qué ser de mala suerte Giyuu-kun -.
Lamiendo sus labios, casi saboreando el sabor de las naranjas, el chico introdujo un par de yenes en la maquina. Rápidamente sus ojos recorrieron cada uno de los productos.
Presionando primero la letra B seguida del número 3, el silencio fue interrumpido por la botella cayendo, finalmente lo había conseguido.
Era su día de suerte.
Alegre se volteó y su nariz chocó de golpe con el vientre de un estudiante - ¡Sumimasen! - exclamó inclinando su rostro al comprobar que no se trataba de alguien conocido, estaba avergonzado, segunda vez que se estrellaba contra una persona.
- ¿Ara~? ¿Nuevamente eres tú? - llevando una mano delicadamente a su boca y agachándose levemente la menor de las Kochou observó al muchacho. Había conocido a varias personas durante el día, pero la particular situación vivida con este en la mañana hizo que no fuera algo difícil reconocerle - al menos esta vez te has disculpado -.
Él, avergonzado al escuchar su dulce voz levantó la cabeza - Yo.. no entiendo de que estas hablando -.
- ¿Esa es una forma adecuada de referirte a tus mayores? - preguntó acercándose un poco mas al estudiante - Ne~ To-mio-ka-san -.
Escuchar de sus dulces labios mencionar su nombre reconfortó su corazón de una extraña manera que no hacía nada más que asemejarse a la sensación que el sueño de aquella mañana le había hecho sentir.
Sentía que no era primera vez que le escuchaba. Y que tampoco era la primera vez que le veía. Pero por más que pensaba, no lograba recordar donde.
- Espera... - sus azulados ojos se enclavaron en aquellos violeta que fijamente le observaban - ¿Tomioka-san? -.
¿Cómo era posible que aquella extraña conociera su nombre?
*・゜゜・*:.。..。.:*・*:゜・*
Konnichiwa ❤️
Nuevo libro en el mismo día, no saben cuanto tiempo llevo queriendo publicar este capítulo que tenía guardado como borrador.
Me interesó mucho esto de las reencarnaciones, y al no quedar conforme del todo con el final de giyuushino en el manga necesitaba desesperadamente acoplar el mío a la maravillosa historia de Gotoge ❤️
✨Habemus concurso✨
Solo debes responder con tus propias palabras una sencilla pregunta.
Los 10 primeros que acierten se llevarán el pequeño premio (no es mucho pero es trabajo honesto).
¿Cuál es el significado del nombre de este fanfic?
×Respuestas Aquí×
🌊Espero que les guste🦋
Pd: A quienes tengan dudas con las actualizaciones de las historias en emisión, les comento que los capítulos de todas estas serán semanales, y a disposición de mi tiempo, pueden haber dos la misma semana.
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