Decisiones
Tres de la tarde y finalmente las clases terminaban por ese día. Giyuu se reunió junto a los compañeros que le esperaban en la puerta para poder caminar todos juntos de regreso a sus hogares. Habiendo llegado al portón principal del establecimiento pudo ver como Sabito esperaba que Makomo se despidiera de unas amigas de su curso, y elevando su rostro a la lejanía le hizo un gesto de despedida, el cual fue respondido de la misma forma acompañado de una sonrisa.
— Quiero que este año termine rápido — exclamaba con un suspiro uno de los compañeros que acompañaba al de azulados cabellos.
Otros compañeros se sumaban a sus dichos, algunos con la emoción de pertenecer a alguno de los talleres que se ofrecían desde tercer año en adelante, otros, simplemente porque odiaban asistir a clases.
— ¿A que taller te unirás tu Giyuu? — preguntó uno de baja estatura a su amigo.
El muchacho respondió sin tener que meditarlo mucho — A Kendo —.
— ¿Con Urokodaki-sensei?¿Acaso haz enloquecido? — varios de los que lo rodeaban se mostraban asombrados — ¡Todos saben que ese sujeto cambia totalmente al tener una espada en la mano! No te dejes engañar por su amable rostro —.
Giyuu sonrió — Quiero ser como uno de esos fuertes cazadores de demonios del anime — fingiendo que empuñaba una espada comenzó a realizar lo que parecía una danza.
— Vaya, así que sigues tratando de convencer a los chicos de ver esa serie que tanto te gusta — Yae había llegado por atrás caminando junto a dos amigas más.
— Pues ya te convencí a ti, a Ryo y a Matsuda — volteó hacia ella para poder sacarle la lengua.
— Hm! — cruzándose de brazos desvió la mirada — parece que hoy andas de muy buen humor Tomioka-san ¿Acaso ocurre algo especial? —.
Él no respondió pero si sonrió mientras clavaba su mirada en el suelo.
Era tal cual Yae lo había dicho. Después de dos semanas hoy se volvería a encontrar con aquella chica que tan feliz le hacía con solo estar presente a su lado.
Continuaron caminando todos juntos, hablando de colegio, talleres y cosas triviales como lo era aquella serie de animación japonesa que tanto le gustaba a la mayoría de ellos.
— Debes marcharte hoy y no quiero mas peros— respondió cortante el Sr. Kochou a la menor de sus hijas.
Hacía un par de días atrás que la terrible noticia había llegado a su vida, su abuela materna, quien vivía sola en el pueblo de donde ellos venían, había tropezado en las afueras de su domicilio, cayendo y resultando con una fractura de cadera y fémur que le obligaba a permanecer en cama.
Por más que la Sra. Kochou insistía en que era su deber como hija el ir a cuidar a su madre, su amado esposo no estaba de acuerdo, ya que según su forma de ver las cosas, sin la presencia de la madre en el hogar este se desequilibraría y todo comenzaría a fallar. Por ello, lo mejor sería que la menor de sus hijas fuera a terminar la secundaria baja en su pueblo natal y así podría cuidar de su abuela el tiempo suficiente para que esta se recuperara y se reincorporara a su vida normal.
Shinobu maldijo, pidió más de cien veces que su hermana mayor se encargara de la situación pero ambos padres se negaron indicando que esta debía concentrarse totalmente en sus estudios ya que en menos de año y medio debía rendir el examen de ingreso a la universidad, y su prioridad era entrar a uno de los mejores establecimientos de Tokio.
Al ver que tanto sus reclamos como los de su madre eran ignorados no le quedó otra opción mas que aceptar las órdenes de su padre.
— Viajarás el fin de semana, Shinobu-chan — fue lo que él había dicho entonces.
¿Por qué ahora salía con la noticia de que debía viajar este viernes a las nueve?
A pesar del mal pronóstico que esta situación traía a su relación con el menor de los Tomioka tenía la paz de que al menos pasaría un último buen día con él antes de partir, donde podría explicarle de buena forma el deber que tenía con su abuela y que ,terminando aquel tiempo, volverían a estar juntos y compartir como hace meses atrás lo hacían.
Quería decirle tantas cosas, invitarlo a que fuera en verano a visitarla ya que en su pueblo natal se encontraban unas de las mejores playas de todo Japón, también que podrían descargar alguna aplicación para realizar videollamadas, jugar o lo que se les ocurriera hacer a la distancia. Incluso había pensado en darle indicios de lo que habían sido sus vidas pasadas y del deseo que ella había hecho a Kamisama hace tanto tiempo atrás, le intentaría convencer de que él también deseara recuperar sus recuerdos y todo comenzaría a mejorar entre ambos.
Pero en este momento todos los planes se venían abajo.
Con desesperación observaba el reloj de pared, ya iban a ser las siete, y ella se encontraba lejos de estar en aquel templo donde habían quedado de reunirse. Quizás lo mejor sería llamar a Giyuu para explicarle que no podría ir.
—Ne~ okāsan ¿Por qué padre compró el pasaje para hoy? — preguntaba con un semblante de tristeza profunda — Me habían dicho que viajaría el fin de semana—.
Su madre parecía alistar sus cosas con la rapidez de una tortuga montando un carruaje tirado por caracoles ¿Por que se preocupaba de incluso empacarle traje de baño? El verano ya estaba acabando, no tenía sentido. ¿Esos abrigos? fácilmente podrían llevárselos en otra ocasión que sus padres viajaran a visitarla en auto.
— No habían pasajes disponibles, seguro mucha gente viajará de regreso, es el problema de los fines de semana...— respondió la mujer.
Shinobu suspiró — Tenía planes para hoy... —.
Depositando su mano en el hombro de la chica la madre dio un par de palmadas — Gracias por cuidar a mi mamá Shinobu-chan — susurró intentando hacerla sentir mejor — Estoy segura que Kamisama te lo recompensará más que por asistir al templo —.
El sonido de su celular les hizo mirar hacia donde el aparato se encontraba. En la pantalla se podía observar como el símbolo rojo de la batería apareció tres veces seguidas antes que este se apagara.
— No.. no.. ¡No! — desesperadamente corrió para intentar conectarlo a la corriente, pero sus manos se encontraban tan torpes por los nervios que este terminó cayendo de bruces contra el piso de la habitación.
La menor de las Kochou se quedó petrificada, lo más seguro es que así como ella escuchó la pantalla hacerse trizas su madre también lo haya hecho. Es más, podía sentir como el aire se volvía extrañamente frío tras ella.
—Shi...no...bu—.
Este día no podría ir peor.
— ¡Ni creas que te compraremos otro teléfono! eso sería premiarte por romper este — la venenosa mirada que le entregaba su madre acompañada de aquella sonrisa era aterradora — Ahora pásame el abrigo rojo que te compramos el años pasado quieres —.
Con desesperación continuaba mirando la hora, su madre le seguía preguntando donde estaba "tal cosa" y luego le ordenaba empacarla.
Ya eran las siete y veinte.
Con la destreza de una mariposa la chica echó a correr por el pasillo escuchando como la voz de su madre se volvía mas lejana al llamarla.
— Lo siento, Madre — murmuró sin dejar de correr hasta abandonar su hogar.
Una conocida voz captó su atención al llegar al portón del condominio — ¿Shinobu-chan? — Tsutako aparecía en compañía de sus padres — ¿No deberías estar con Giyuu?—.
La familia que acababa de volver había asistido temprano al festival, claro, acompañados también por el menor de sus hijos, el cual les dijo que aún no podía volver a casa cuando estos se disponían a marcharse porque se juntaría a las siete con su amiga Kochou, quien ahora en realidad se encontraba frente a ellos.
— ¡Lo siento mucho! — exclamó sin detenerse por miedo a que sus padres le alcanzaran.
Corriendo a gran velocidad se dirigió al templo que se encontraba en aquel monte cercano a su hogar, donde por lo visto, Giyuu ya le estaba esperando.
«— ya no creeré en tus mentiras Kochou —» susurró la masculina voz del cazador en sus recuerdos.
No podía fallarle de nuevo.
Hacía quince minutos que el reloj había marcado las siete. Tomioka frotaba la palma de sus manos mientras permanecía esperando junto a las Torii del templo, donde decenas y decenas de personas entraban y salían cada minutos. Cientas, pero ninguna era la muchacha de mechones violáceos que él esperaba.
— Lo prometiste... Kochou-senpai — susurró con tristeza, perdiendo las esperanzas cuando otros cinco minutos habían transcurrido.
Sacando su teléfono intentó llamarla, pero este le envió directamente al buzón de voz.
¿Acaso lo había olvidado?
Cuando estaba por dar media vuelta para macharse pudo distinguir una silueta muy familiar — ¿Yae? — murmuró y pareciera que esta le había escuchado ya que volteó su rostro hacia él unos segundos.
Sus pálidas mejillas estaban bañadas en lágrimas, sus ojos ya se encontraban inflamados y rojos de tanto llorar, y en lo que pareció ser que había identificado a Giyuu se colocó la capucha del polerón y apresuró su paso para alejarse.
— ¡Espera Yae! — dijo elevando su voz para luego ir tras ella, su amiga se veía muy destruida aquella tarde.
A diferencia de la muchacha, Giyuu esquivaba a la gente con la elegancia de un ninja, y no le tomó mas de dos minutos el llegar hasta donde ella se encontraba y atraparla por su antebrazo.
— ¿Por qué me has seguido? — reclamó esta sin voltear su rostro — Suéltame y vete por favor Tomioka-san —.
El apretó mas fuerte su agarre — Pero... — murmuró sin alcanzar a terminar la frase.
— ¡He dicho que me sueltes! — gritó ahora Yae dirigiendo una mirada llena de tristeza donde las lagrimas caían a gruesos goterones por su rostro — Suel.. ta..— balbuceaba intentando zafarse pero fue imposible. Giyuu no la soltaría.
Logrando poco a poco estar más tranquilos decidieron sentarse cerca del altar donde se recibían los talismanes, Yae bebía del refresco que su amigo le había comprado con el dinero que el Sr. Tomioka le había dejado para invitar a Shinobu a comer algo.
— No es necesario que me digas lo que sucede.. — murmuró el de azulados ojos, quien la verdad no deseaba entrometerse en la vida de los demás.
Pero la chica comenzó a hablar — Es... Mi padre — con nerviosismo apretó la lata que se encontraba en sus manos — ¿Recuerdas el día que preguntaste mi apellido? —.
Tomioka asintió, aquel día ella le pidió que simplemente le llamara Yae, y así lo había hecho hasta ahora.
— Mis padres se separaron hace un año... Mi madre me llevó con ella y su novio, nunca entendí bien, pero al parecer, ella se enamoró de él cuando aún estaba con mi padre — suspiró — fue entonces cuando cambiaron mi apellido y cortaron toda relación con mi papá —.
Aunque el rostro de Giyuu parecía sereno estaba totalmente sorprendido por dentro ¿Cómo era posible que una madre pudiera enamorarse de otro hombre cuando ya se encontraba casada? Simplemente no se imaginaba a su madre haciendo algo así.
— Mi padre buscó algo para distraerse entonces, entró a un grupo de caza que realizaba actividades en la montaña que se encuentra al sur de la ciudad, pero su mente estaba tan atrapada por la herida de la separación que un día al parecer no se dio cuenta del salvaje animal que le estaba siguiendo y... — la voz de Yae se quebró — Mi padre... El animal.. —
— Yae...— susurro Giyuu colocando una mano sobre las de su amiga que se encontraban apretando con fuerza desmedida la lata derramando parte del refresco.
— Mi padre fue encontrado cubierto totalmente por su sangre, dicen sus compañeros de caza que incluso la nieve bajo su cuerpo se había teñido de ese tono carmesí — Los ojos de Tomioka esta vez se abrieron por el impacto de sus palabras — él desde entonces ha estado agonizando en el hospital.. y ... hoy... —.
La muchacha soltó la lata derramando su contenido y pasando a manchar el pantalón de su amigo. Sus manos ahora intentaban ahogar las lágrimas que caían libremente de sus ojos.
El estaba quieto observándola, la verdad, no sabía que hacer o decir. Con todo esto, la tristeza que le produjo el hecho de que Shinobu le haya dejado plantado parecía realmente insignificante, tan así que terminó por olvidar el verdadero motivo por el cual ese día había asistido al templo.
— Los doctores han dicho que no pasará de hoy — susurró cuando pudo volver a hablar — Por eso he venido hoy al templo, quiero conseguir un talismán de buena fortuna, de salud y larga vida y poder llevarlo a mi padre antes que sea demasiado tarde... —.
Sin decir palabra, el muchacho de azulados cabellos se levantó de su asiento y se acercó al lugar donde tantos talismanes aparecían colgados, cada uno cargado de bendición. Al entender lo que hacía, Yae se acercó a él y le ayudó a buscar.
— Ahí — indicó Giyuu uno que se encontraba en la línea superior — aquel dice ser para una vida próspera y con salud —.
Su amiga acababa de alcanzar el listón cuando su teléfono comenzó a sonar. Su expresión se desfiguró al momento de contestar la llamada.
Giyuu no tuvo que preguntar nada, había alcanzado a escuchar la voz de la mujer que se encontraba al otro lado de la línea telefónica.
El padre de Yae había muerto.
—Yo.. debo irme — murmuró con una voz que parecía venir de tres metros bajo tierra — Por favor Tomioka-san... No le cuentes esto a nadie —.
Con el talismán apretado en su mano comenzó a caminar casi sin fuerzas en dirección a la salida. Él simplemente la veía alejarse sin saber que hacer, o incluso que decir. Giyuu aún no perdía a nadie, no había experimentado algo similar a lo que Yae estaba viviendo.
Sus pies parecían estar pegados al piso, quería ir con ella, estar mas que sea parado a su lado en un momento tan difícil ya que por lo que entendió con sus últimas palabras, nadie más sabía de esto.
Entonces, solo siguiendo aquel impulso, echó a correr con todas sus fuerzas por aquel camino para llegar a donde ella se encontraba. Estaba a tan solo un par de metros cuando al escuchar su nombre se detuvo.
—¡Giyuu! —.
Kochou, quien había llegado hace un par de minutos, al ver que Tomioka no se encontraba en el Torii del templo esperándola, decidió buscarle por cada rincón del lugar hasta encontrarlo.
Llevó sus manos al rededor de su boca para poder gritar con más fuerzas al ver a Tomioka en medio del camino de piedras que se dirigía en dirección contraria a donde toda la multitud se encontraba, y unos metros más allá pudo divisar también a Yae, la compañera de su amado ex-hashira, quien se alejaba a paso lento.
—¡Giyuu! — gritó llamándolo nuevamente por su nombre, sin reparos, consiguiendo captar la atención de este.
Tomioka giró la cabeza hacia ella, y en su rostro se reflejaba una amalgama de inquietud, tristeza, confusión y emociones que resultaban difíciles de interpretar. En el momento en que sus miradas se encontraron, la expresión del muchacho pareció iluminarse, mientras que ella llevaba ambas manos unidas al pecho con ilusión durante un breve instante.
Sin embargo, después de unos segundos, como si sus ojos azules enviaran un adiós silencioso, se apresuró velozmente para alcanzar a la chica que le había confiado un secreto tan grande y pesado, la misma que en este momento había comenzado a correr rápidamente para poder llegar al hospital y abrazar por ultima vez a su padre, el cual se había despedido de este mundo. Cogiéndola por la manga de su vestimenta le habló al llegar a su lado, Shinobu claramente no podía oír lo que este le decía, pero en el momento que ella asintió, ambos se marcharon perdiéndose de su vista.
— Tomioka-san... — susurró con lágrimas en los ojos, desconsolada al ver cómo él se alejaba junto a la chica que se había vuelto tan íntima a su lado en estos últimos meses. La sensación de vacío pesaba en su corazón mientras lo veía partir.
Una mano se posó sobre ella y al voltear se encontró con la furiosa mirada de sus padres.
— Es hora de irte, Shinobu—.
Konnichiwa!
Solo quería decir que últimamente he lanzado las actualizaciones como a las 3 am, y la verdad nunca falta la persona que la lee a penas la subo. Si sonámbulo, te estoy hablando a ti, gracias por seguir esta historia <3
Sayonara!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro