Capítulo Uno: No es Amor.
Kita estaba seguro de que jamás podría amar a alguien de forma romántica, no sentía atracción hacia las personas aunque su abuela insistía en que debía casarse pronto o encontrar una novia. El caso es que para él todo se vino abajo cuando conoció a Ojiro Aran a sus quince años, un chico carismático, amable y atento con todos, jugaba vóleibol también y era buenísimo en todo lo que hacía.
Fue la primera vez que Kita Shinsuke sintió como su corazón desbordaba alegría, hablaban e iban a casa juntos pero no sabía como explicar sus sentimientos, juraba no estar enamorado.
Y jamás supo como explicarlos, tenía dieciocho años actualmente y en esos tres años que estudió junto a Aran no pudo explicarse así mismo lo que sentía.
Tampoco podía pedirle a alguien que le explicara algo tan básico que cualquier ser humano debía saber, sin mencionar que sus compañeros de equipo y probablemente únicos amigos eran unos idiotas sin cerebro.
Dos gemelos que se regían por quién era mejor entre ellos, competitivos y arrogantes.
Un encorvado que parecía drogadicto sólo porque siempre tenía sueño pero parecía no dormir.
Los demás parecían normales pero vaya que no lo eran, solían apostar siempre cuando los Miya peleaban.
Luego estaba Ojiro, era hermoso, delicado, chistoso... Perfecto.
— ¿Kita San está sonriendo? —Murmuró con miedo Atsumu, el mayor al oírlo dejó de sonreír y siguió trapeando el gimnasio.
— Últimamente está muy distraído. —Comentó Suna guardando los balones con leves quejidos, odiaba tener que moverse más de lo normal.
— No estoy distraído. Dejen de hablar de mí como si no estuviera aquí. —Regañó con su voz neutra, los que estaban en el gimnasio asintiendo con la cabeza bastante tiesos, con miedo a que les diga algo de manera directa y fría.
— Kita, llevamos hablando de ti casi diez minutos y lo notaste hace poco, ¿te sientes bien? —Fue Omimi quién habló dejando a Kita algo pensativo, se encogió de hombros restándole importancia y una vez terminó de trapear fue a dejar las cosas en orden.
— Kita, ¿Estás bien? —El capitán de Inarizaki dió un salto ante la voz repentina, un sonrojo apareciendo en sus pálidas mejillas, intentó no voltearse a verlo.
— Bien, sí. Yo... Bien. —Tartamudeó, tapando su rostro con una de sus manos. Suspiró mientras intentaba aliviar esos nervios que lo consumían.
— ¿Seguro Shinsuke? —Aran tocó su espalda mientras acariciaba suavemente de arriba a abajo. — Si estás cansado puedo ir a dejarte a casa, tu abuela seguro se preocupará mucho si te pasa algo en el camino.
— Puedo ir solo, estoy bien. Gracias por tu preocupación, Ojiro. —Habló mientras tomaba sus cosas para irse a casa. — Nos vemos mañana. —Se inclinó para luego salir casi corriendo de ese lugar, Ojiro podía hacer que su respiración se agitara de maneras poco normales.
Jadeó mientras que frotaba sus manos en su rostro, era demasiado frustrante para el no poder decirse a sí mismo que diablos le pasaba a su cuerpo, reaccionaba sólo cada vez que su amigo estaba con el, sus manos temblaban, sus mejillas ardían y sonreía sin poder evitarlo, a veces hasta tartamudeaba en los más fácil de decir y todo eso solo pasaba con Ojiro Aran.
— Estoy en casa. —Habló una vez llegó a su casa, dejó sus cosas ordenadas y caminó a su habitación para tomar una relajante ducha. Se desnudó y entró a la ducha, todo iba bien, tan bien...
Que no supo en qué momento por su cabeza solo pasaba Aran sudando y quitándose la camiseta del equipo de vóleibol dejando ver todo su marcado abdomen, gruñó mientras dejaba su cabeza pegada en la pared.
Quizá podría sólo dejar de sentir cualquier cosa, ni siquiera quería masturbarse para bajar la creciente excitación; o mejor dicho, erección; en su cuerpo, jamás lo había hecho porque no sentía la necesidad, pero desde que empezó a sentirse atraído por Aran de manera sexual hace unos meses todo había cambiado.
— Dios, ayúdame. —Rogó mientras bajaba su mano a su erección, no estaba bien, claro que no. Porque no estaba enamorado de Aran y la masturbación era un asco para él.
Gimió suavemente cuando comenzó a hacer de las suyas, mordió su antebrazo para omitir los sonidos raros que salían de su boca, el agua seguía cayendo sobre su cuerpo pero lo único que imaginaba eran los grandes dedos de Aran recorriendo su cuerpo desnudo, cerró sus ojos con fuerza mientras se contraía, dejó de morderse y bajó la mirada a su mano la cual tenía semen.
Maldijo mientras con el agua limpiaba su cuerpo, se había sentido mucho más que bien, pero joder, estaba pensando en su amigo, su compañero de equipo.
Quizá estaba atraído sexualmente por él, pero no era amor.
Bien, podía hacerlo. Claro que sí, todo estaría bien.
— ¿Te sientes bien, Kita? ¿No estoy siendo muy bruto?
¡No podía! ¡Claro que no podía si Aran estaba hablándole así cerca de su oído!
— Eh, estoy bien. Puedo llegar más abajo... —Susurró bajando su cuerpo, estaban estirando luego de haber entrenado con otro equipo. Su cabeza llegó a el suelo y aprovechó ese momento para respirar hondo y pensar en cualquier cosa asquerosa que no lo excitara justo ahí, frente a Aran y todos sus compañeros.
Algo asqueroso, algo asqueroso, algo...
Elevó su vista para ver a Atsumu, éste peleando con Osamu para ver quién; mientras estiraban; llegaba más abajo. Pasó saliva, bien, eso fue suficiente desagradable para calmar todo su cuerpo.
— Hoy tenía planeado ir a dar una vuelta a la playa, ¿Quieres ir conmigo? —Preguntó Aran mientras cambiaban de lugar, Kita colocando sus manos en la espalda de Aran para ayudarlo a bajar su cuerpo.
— Está bien, debo avisarle a mi abuela. —Habló Kita, un leve sonrojo en sus mejillas.
El cuál no fué desapercibido por los Miya y Suna, ellos se miraron mientras hacían gestos que sólo ellos podrían entender.
— Así que a Kita San le gusta Aran. —Susurró Osamu a su gemelo, éste asintió.
— De todos modos era un poco obvio, siempre están juntos y ríen mucho cuando lo están. Además Kita San actúa muy coqueto cuando están en su propio nundo. —Respondió a su hermano.
— Vaya, ¿deberíamos ayudarle? —Murmuró Suna, los gemelos volteando a verlo. Se lo pensaron unos segundos para luego asentir al mismo tiempo.
Quizá no eran los mejores amigos o consejeros, pero a ellos les encantaba ver feliz a Kita San, hacerlo sentir orgulloso era una de esas metas que tenían. Ver a Kita sonreír era un privilegio que no todos tenían y cuando lo hacía era como ver a un ángel capaz de asesinarte solo diciendo la verdad como si tirara un cuchillo demasiado filoso.
— Hablemos con él mañana cuando llegue de su cita con Aran en la playa. —Los tres asintieron, viendo a Kita quién en esos momentos charlaba con Aran y lo veía con una leve sonrisa y sus brazos detrás de su espalda.
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